sábado, 30 de octubre de 2021

viernes, 29 de octubre de 2021

Las universidades no son una torre de marfil La entronización del individualismo hedonista y el vaciamiento de la universidad

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Las universidades no son una torre de marfil

 

La entronización del individualismo hedonista

 

y el vaciamiento de la universidad

 

La universidad es despojada de su función humanista a medida que la mercantilización de la vida social, el consumismo y la cultura del descarte se imponen y son reproducidas en su seno las desigualdades extremas globales.

 

Isaac Enríquez Pérez

28/10/2021

 

El triunfo mundial e incuestionable del fundamentalismo de mercado tiene como dimensión constituyente la instauración de un pensamiento hegemónico que apela al mito de la libertad individual, a la mercantilización de todas y cada una de las facetas de la vida social, a la racionalidad meritocrática, a la succión y lapidación de la praxis política, y al desvanecimiento del Estado. Condición sine qua non de este proceso fue el vaciamiento de la esencia de la universidad como organización que origina vanguardias y como bastión del pensamiento crítico, la diversidad, el disenso, y la innovación en las formas de edificar y organizar a la sociedad. No se trata de un proceso exclusivo o propio de algún país, sino de una vorágine avasalladora que se extiende mundialmente cuando menos desde la década de los ochenta del siglo XX.

Las universidades no son una torre de marfil abstraídas de la dinámica social y de sus contradicciones y convulsiones. Contribuyen –directa o indirectamente– a la configuración de la sociedad, y a su vez son una expresión de la misma. Son un crisol que condensa diversas cosmovisiones, ideologías, posturas, estilos de vida, pautas de comportamiento, debates teóricos, modos de construir conocimiento y de posicionarse ante la realidad y sus problemáticas. Ello en buena medida explica su riqueza y su proclividad a la diversidad. De tal manera que la universidad es una película en movimiento perpetuo que proyecta el carácter multifacético de una sociedad y sus avatares.

Ello explicaría el incesante asedio infringido –desde afuera y desde adentro, y pese a sus propias inercias conservadoras– hacia la universidad como semillero de la vanguardia, del ejercicio del pensamiento crítico, y de la germinación de utopías. Desde afuera la universidad es atacada por poderes fácticos, sean empresariales, clericales, gubernamentales e, incluso, criminales, que despliegan el implacable látigo del mercado y el consumismo, la idolatración del lucro y de la austeridad fiscal, y que la asumen como una organización desfasada de los intereses privados y de su insaciable afán rentista. Desde adentro la universidad es atacada por las mismas estructuras de poder y el burocratismo larvados a su interior y que también reproducen lógicas y prácticas leoninas que la hacen involucionar y anquilosarse. El desprecio hacia el conocimiento y la diversidad se irradia desde ambos frentes, y amenaza a la universidad hasta conducirla a la inanición y la intrascendencia.

El alo seductor del fundamentalismo de mercado en el mundo universitario consistió en la instauración del falaz principio de la eficiencia económica y de la racionalidad tecnocrática. Instalada la universidad en el sendero de la meritocracia, académicos y estudiantes extraviaron, en general, la vocación por la vinculación con las comunidades donde residen. Se privilegió, entonces, la relación universidad/empresa privada y estudiante/entidad bancaria, y más que formar profesionistas apasionados por el arte de conocer, la vocación de aprender a aprender, y por la solución de los grandes problemas mundiales, se orientó dicha relación a la "capacitación de recursos humanos para responder a las demandas de la sociedad" –entendiéndose por esto último los requerimientos de las empresas respecto a mano de obra cualificada.

La docilidad y el social-conformismo son dos de las actitudes instauradas de manera fervorosa con la irradiación del individualismo hedonista (https://bit.ly/3bi4vB1). Y las universidades no quedaron al margen de ello tras eclipsar los discursos y narrativas que cuestionan el statu quo en cualquiera de sus formas. La misma universidad cayó presa del miedo al futuro y de la incapacidad para imaginar y proyectar escenarios alternativos de sociedad. A su vez, la universidad se desprendió de los grandes relatos, de las narrativas totalizadoras, de la reflexión filosófica, y del pensamiento clásico. Entonces, sustraída del estudio sistemático y holístico de las megatendencias fue puesta a la deriva al privilegiarse el inmediatismo, el sectarismo y la futilidad. Quizás el asalto a la razón, a la verdad y a la palabra alcanzó su más acabada expresión con la pandemia del Covid-19 y los insistentes visos de resignación que las universidades mostraron ante este hecho social total (https://bit.ly/3fPmlfz).

Convulsionada la universidad por el "austericidio", no tuvo más remedio que las asociaciones público-privadas. Si sobrevivió al embate mercantilizador fue más porque cedió a la erosión sistemática del pensamiento crítico y de la erradicación del sentido de comunidad, para ingresar a una fase de reforma obligada y de readecuación de sus planes de estudio para responder a las condiciones y exigencias del mercado. Entonces se suplantó el conocer por el hacer; el proceso de enseñanza/aprendizaje creativo por la transmisión y asimilación mecánica de conocimientos etnocéntricos que no responden a las especificidades de los problemas públicos locales; la reflexión y el análisis por la memorización de técnicas; y la capacidad para formular preguntas de investigación por una acendrada trivialización de la palabra. Los rezagos e insuficiencias en los niveles escolares previos implosionaron como petardos en el seno de los recintos universitarios; al tiempo que se impuso un falso pragmatismo que desprecia la construcción teórica y la reflexión filosófica. Lo que los estudiantes ensalzan como "lo práctico" no es más que una escaramuza para huir del rigor en la formación de conceptos y categorías a partir de una solida dotación de supuestos y postulados epistemológicos. A la teoría se le desprecia subrepticiamente en las universidades porque se asume como una entidad estratosférica, anquilosada, petrificada y dada de una vez y para siempre. Entonces, si no se cultiva y se construyen nuevos conocimientos, el desfase de esa teoría con el mundo fenoménico se torna abismal. De ahí el malestar en la teoría y con la teoría. Pero no porque la praxis de la construcción teórica no sea útil, sino porque no se le dota de nuevos bríos, y porque tampoco se trasciende su inadecuación histórica a partir del despliegue de la imaginación creadora. A lo más y en no pocos casos, se apuesta a usar sin creatividad los mismos "marcos teóricos" y a ensayar un empirismo cuantitativista descontextualizado del sustrato epistemológico, histórico y geográfico.

Se pierde entonces el potencial transformador del conocimiento y la construcción colectiva del mismo. Justo la crisis pandémica actual exacerbó este último ejercicio al hacer del distanciamiento social un imperativo que tiene como correlato la virtualización de la educación superior.

La universidad es despojada de su función humanista a medida que la mercantilización de la vida social, el consumismo y la cultura del descarte se imponen y son reproducidas en su seno las desigualdades extremas globales. Pero esta erosión o reconversión de las funciones sociales de la universidad no es casual ni aislada, sino que se inscribe en el declive de lo público y en el socavamiento y privatización del Estado.

Si el Estado se muestra ausente, ineficaz y postrado ante los problemas públicos que cada vez más tienden a ser globales y a escapar de su control y jurisdicción, y si el sentido de comunidad se desvanece ante ello, la universidad no está al margen de esas tendencias ni de las inercias propias de las disputas por el poder que las distintas facciones de las élites despliegan para dominar el espacio público. Las élites políticas y empresariales aún se forman en las universidades y desde allí perfilan la construcción y reconfiguración de las estructuras de poder, riqueza y dominación. Sin embargo, ello no supone que las universidades, en tanto semilleros, respondan de manera automática a los intereses de esos poderes fácticos y de los intereses creados de esos grupos dominantes. Pues las universidades, por sí mismas, son sistemas complejos dotados de múltiples dimensiones que se intergeneran para formar y reproducir un todo articulado y multifacético que mantiene en tensión constante el conocimiento, su utilidad, sus usos y las apreciaciones éticas sobre ello.

Al masificarse durante las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX, la universidad no fue más escenario exclusivo de las élites, sino que se abrieron amplios espacios para el acceso de las clases trabajadoras, y conforme éstas penetraron en sus estructuras se amplió la diversidad en las formas de pensar, de construir conocimiento y de afianzar ciertas vocaciones sociales. Pero ello no persistió, pues el fundamentalismo de mercado subvirtió a las universidades tras emprenderse contrarreformas que comenzaron a vaciar esa sustancia derivada del pacto social de la segunda post-guerra entre el Estado, el capital y la fuerza de trabajo. Varios síntomas se erigieron en muestra de ello: a) el abandono de la educación superior pública por considerarse ineficiente y desapegada de las demandas del mercado; b) el cobro de cuotas o matrículas y el proceso de elitización para el ingreso de los jóvenes, que en su conjunto afianzaron mecanismos de exclusión social; c) la expansión de estructuras cuasi-aristocráticas y antidemocráticas en sus procesos de toma de decisiones; y e) en el caso de las sociedades subdesarrolladas, la proliferación de trabajo no pagado y mal remunerado entre sus plantas académicas.

Si la diversidad es el signo de la universidad, lo que además se presenta es una relación para nada tersa entre las élites universitarias y esa diversidad que apuntala vanguardias, despliega el pensamiento crítico, y pretende estimular la movilidad social. Si el fundamentalismo de mercado llegó a las universidades fue porque sus élites y burocracias fungieron como correas de transmisión del mismo, y desde allí lo filtraron de manera silenciosa e imperceptible hacia distintas escalas y en múltiples direcciones, sin mirar por el carácter comunitario del conocimiento.

Para revertir estas tendencias desplegadas desde los años ochenta, las universidades necesitan reivindicar con urgencia el pensamiento crítico no solo como instrumento epistemológico para generar disensos al interior de las ciencias y las humanidades, sino también para que la universidad se cuestione a sí misma constantemente para comprender los alcances y limitaciones de sus estructuras, organizaciones y prácticas cotidianas. Sin esa capacidad de la universidad para (re)pensarse a sí misma corre el riesgo de anquilosarse y de caer víctima de sus propios círculos viciosos. Sin el ejercicio pleno y colectivo del pensamiento crítico, otros procesos más amplios como la reorganización interdisciplinaria de su investigación y del proceso de enseñanza/aprendizaje no lograrían potenciarse y reinventarse si no se parte de criterios metodológicos rigurosos y de la capacidad colectiva para tender puentes comunicacionales entre unos saberes y otros, entre unas disciplinas y otras.

Las sociedades contemporáneas precisan de las universidades, pero éstas, más allá de los furibundos ataques o de las hipócritas defensas de las élites políticas y empresariales, necesitan reformarse no para ser proclives al mercado y a la falaz libertad individual, sino a las lógicas mismas del conocimiento y a las necesidades de las sociedades que sufragan sus presupuestos. Se trata de reformas organizacionales, pero también académicas que subviertan sus estructuras de poder y aquella correlación de fuerzas que no siempre es favorable a la praxis académica.

Coda: el presente ensayo no es un ejercicio de respuesta ni un posicionamiento respecto a los falsos debates que muestran posturas controvertidas respecto a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), iniciados por el Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador, desde el pasado jueves 21 de octubre hasta los días siguientes, y continuados por una infame oposición que cuando fue gobierno ninguneó a las Instituciones de Educación Superior mexicanas. Se trata de trascender esas miopías y privilegiar procesos más amplios que derriben el cortoplacismo oportunista y amplíen la mirada al carácter estructural y de largo plazo que recae sobre las universidades en el mundo. Las tendencias son globales y una mirada aldeana sobre la universidad solo enmaraña las problemáticas y encarece las posibles soluciones.

 

* Académico en la Universidad Nacional Autónoma de México, escritor y autor del libro La gran reclusión y los vericuetos sociohistóricos del coronavirus.

Miedo, dispositivos de poder, tergiversación semántica y escenarios prospectivos.

https://www.alainet.org/es/articulo/214222

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de: América Latina en movimiento <alai-amlatina@alai.info> a través de alainet.org

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fecha: 28 oct 2021 10:09

asunto: [alai-amlatina] ALAI al día - 28/10/2021

lista de distribución: <alai-amlatina.listas.alainet.org>

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Construcción de Perú Integral PERÚ: VLADIMIR CERRÓN, ¿EL BRUJO DE LOS ANDES?

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Construcción de Perú Integral

 

PERÚ: VLADIMIR CERRÓN,

 

¿EL BRUJO DE LOS ANDES?

 

Por Itzamná Ollantay

 

Brujo es aquella persona que tiene la capacidad espiritual y cognitiva de ver una realidad que otros (por más que la miren) no la ven. El brujo mira, ve, interactúa e intenta comunicar dicha realidad. En ese sentido, incluso anuncia y puede prevenir sucesos futurísticos.

En Los Andes del Perú, a finales del siglo XIX, durante la Guerra entre Perú y Chile, los tropas chilenas hablaban de un brujo: «Andrés Avelino Cáceres, el brujo de Los Andes». Este militar peruano, según historias coloquiales, poseía una capacidad cognitiva de prever las estrategias y tácticas militares chilenas antes que ocurriesen, y así venció al enemigo, en el campo de batalla, en varias ocasiones. Incluso sus enemigos le atribuían la capacidad de bilocación (estar en varios lugares al mismo tiempo).

Vladimir Cerrón, ¿el brujo de Los Andes?

A dos siglos de la República peruana, en Los Andes del Centro del Perú, aparece un sujeto sociopolítico, que inicialmente fue asumido como «filántropo de Los Andes», por la prensa corporativa peruana. Se trata del médico cirujano Vladimir Cerrón, fundador y Secretario General del partido político Perú Libre, de tendencia de izquierda nacionalista, actualmente partido en función de Gobierno.

En la medida que la admiración y simpatía social se aglomeraba alrededor de la fuerza organizativa y narrativa política post neoliberal de Cerrón y Perú Libre, la prensa corporativa peruana fue convirtiendo a Cerrón de ser el «filántropo» en el mismísimo demonio comunista de Los Andes.

La multimillonaria guerra mediática contra Cerrón y contra el Perú Libre, lejos de convertirlos en los «enemigos internos» del Perú, los convirtió en la histórica e inédita primera fuerza política del país, hasta convertirlo en el partido político ganador (sin dinero, pero sí con ideas) en las recientes elecciones generales del bicentenario del Perú. Así, Pedro Castillo llegó a ser el primer Presidente Campesino del Perú de muchas sangres.

Ante esta inexplicable capacidad política comunicacional de Cerrón y de su comando político, la humillada y adolorida oligarquía peruana inventó el mito de «Vladimir Cerrón el brujo de Los Andes» quien irremediablemente condenaría al Perú, con sus maléficas intenciones, al comunismo. En consecuencia, la consigna oligárquica fue y es: «matar políticamente a Cerron». Le aplicaron muerte política con las estrategias judiciales, pero Cerrón no murió.

Así fue cómo, en el Perú bicentenario, incluso en núcleos de clases medias letradas, anidó y anida la superstición de: «Cerrón es un brujo. Debemos alejarlo del actual Gobierno peruano. Nos va a llevar al pandemonio del comunismo». Y Vladimir Cerrón, con su silencio largo, y casi estoico, abonó a que la atmósfera supersticiosa casi sobrenatural se infundiese e irradiase.

Pero, el domingo último, por la noche, en una televisora peruana de señal abierta Vladimir «rompió el hechizo» y habló… Y efectivamente es un Brujo, no únicamente de Los Andes del Perú, sino de toda Abya Yala. No sólo porque humilló y derrotó intelectualmente a su «entrevistador, apologeta del neoliberalismo», sino porque tiene la capacidad de ver y prever las dolorosas desgracias que el sistema neoliberal está ocasionando en el Perú y en Abya Yala.

Después de escuchar los planteamientos y argumentos de Vladimir Cerrón, más allá que estemos o no de acuerdo con esas ideas, lo que queda claro es que la oligarquía lo demoniza porque el Brujo tiene las ideas claras y distintas, y las sabe comunicar con una tranquilidad casi estoica.

 

De: Resumenrebel <resumenrebel@gmail.com> a través de listas.nodo50.org

responder a: resumen@nodo50.org

para: CARLOS PERGOLA <resumenrebel@gmail.com>

fecha: 28 oct 2021 5:46

lista de distribución: Boletín de Resumen Latinoamericano <diariodeurgencia.listas.nodo50.org>

enviado por: listas.nodo50.org

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29 de octubre 2021

Narcisismo, culpa y orgullo ¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO PEDIR DISCULPAS?

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Narcisismo, culpa y orgullo

 

¿POR QUÉ NOS CUESTA TANTO PEDIR DISCULPAS?

 

*Inés Serrano Fernández

The Conversation

 

Muchas veces buscamos maneras de evitar pedir disculpas.

A finales de los años 70, Elton John cantaba aquello de Sorry seems to be de hardest word. Se trata de una de sus canciones más emblemáticas. El título centra la atención sobre el tema que queremos tratar: a veces decir "lo siento" parece lo más difícil de pronunciar.

Pedir disculpas cuesta y por eso, llegado el caso, intentamos poner en marcha toda clase de estrategias con tal de evitarlo.

Algunos ejemplos son dar explicaciones de lo ocurrido (intentando que la persona ofendida entienda los motivos por los que se actuó de una determinada manera), quitar importancia a lo sucedido, bromear con ello, poner excusas (no asumiendo la responsabilidad), evitar hablar del tema o hacer como que no ha pasado nada.

Pero estas opciones no logran el efecto facilitador del perdón que tienen las disculpas.

Los motivos por los que cuesta asumir responsabilidades

El primero es que supone una pérdida de autoestima, ya que se ha de reconocer que con el propio comportamiento se hizo daño. La imagen de uno mismo se va a ver cuanto menos cuestionada.

Si la valoración negativa es hacia el comportamiento que uno llevó a cabo, puede aparecer la culpa. En el caso de que esa valoración negativa se refiera a la persona por completo, es decir, sea una etiqueta global, entonces aparecerá la vergüenza.

Ambas emociones resultan de difícil manejo, y de ahí que se evite pedir disculpas y ser consciente del daño, precisamente para no sentirlas.

No queremos sentir vergüenza.

El segundo motivo implica cierta percepción de que se pierde poder o estatus. Algunas personas sienten que es humillante lo que se conoce como "agachar la cabeza" justo por este motivo.

Sería una cuestión de orgullo, que es también una emoción autoconsciente junto con la culpa y la vergüenza. En el caso del orgullo que impide hacerse cargo del dolor causado al otro habría un excesivo apego a una imagen sobrevalorada de uno mismo.

Por último, el tercer motivo es el miedo a que se le pida una compensación costosa, que uno siente que no puede o no quiere ofrecer.

Puede ocurrir también que sea un mero temor, que después no se cumpla, ya que no siempre la persona ofendida solicita compensación; la mayoría de las veces busca comprensión de su dolor, percibir arrepentimiento sincero y buenos propósitos.

Tan importante es pedir disculpas como que estas sean sinceras, ya que de lo contrario es difícil que llegue el perdón del ofendido. La percepción de sinceridad es mayor cuando la disculpa tiene lugar de forma espontánea y próxima a la ofensa, y es menor cuando se obtiene un beneficio por ello (penitenciario, por ejemplo).

Narcisismo, culpa y orgullo

El nivel de narcisismo influye en nuestra tendencia a pedir disculpas.

¿De qué depende que al tomar conciencia del daño cometido aparezca dentro de uno la emoción de la culpa, de la vergüenza o bien el orgullo?

Una importante razón, que no agota otras posibles, es el nivel de narcisismo que hay en la personalidad del individuo. Aquellos cuyo nivel de narcisismo sea más bajo tenderán más a la culpa. Por el contrario, los que tengan niveles mayores, tenderán a la vergüenza / orgullo, que son en realidad dos caras de una misma moneda.

El orgullo es una emoción que resulta sana cuando nos permite la propia valoración de lo que uno es capaz de construir, de las acciones y experiencias, de los propios logros, así como de los logros y acciones de los demás.

El problema con el orgullo aparece cuando es tan elevado que mueve a la persona a la soberbia, la cual le hace valorarse a sí misma por encima de las demás. Puede llegar a ser una fuente de bloqueo, tanto de las ideas, como de la empatía con los otros.

La persona narcisista puede resistirse a tomar conciencia del daño al otro y aferrarse al orgullo. Consigue con ello salvaguardar su imagen ante sí, pero crea un intenso malestar al otro. No obstante, en ocasiones la resistencia cede a la evidencia, y se hace cargo en toda su magnitud. Y ahí sí aparecería la vergüenza, y con ella un intenso malestar.

¿Es pedir perdón lo más duro, como dice la conocida canción de Elton John?

Del adecuado nivel de culpa, de vergüenza y de orgullo dependerá que las disculpas alcancen a la persona dañada o bien que ese posible perdón quede en el camino. Puede ayudar a este equilibrio el no identificarse con la acción cometida por fallida, errónea y dañina que haya sido.

Cualquier persona es mucho más que sus comportamientos, por lo que apegarse a la idea de que "todo lo hago mal" o "soy malo, soy un desastre" resulta del todo falaz.

Además, no tener esos pensamientos de uno mismo ayudará a mantenerse en el mismo plano que los demás, sabiendo que se es tan digno de valoración como el otro y cuidando la conexión empática, lo que permitirá unas relaciones saludables.

 

*Inés Serrano Fernández es profesora colaboradora y doctora del

Departamento de Psicología de laUniversidad CEU San Pablo, Madrid.

Su artículo original fue publicado en The Conversation que puedes leer aquí

 

BBC NEWS MUNDO

27 octubre 2021, 10:57 GMT

 

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29 de octubre 2021

jueves, 28 de octubre de 2021

Construcción de Perú Integral PRESIDENTE DE PERÚ PIDE AL CONGRESO LEY PARA NACIONALIZAR GAS DE CAMISEA

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Construcción de Perú Integral

 

PRESIDENTE DE PERÚ PIDE AL CONGRESO

 

LEY PARA NACIONALIZAR GAS DE CAMISEA

 

Castillo recordó que el gas y otros recursos pueden ayudar a mejorar las condiciones de vida de todos los peruanos.

Pedro Castillo ratifica importancia de masificar el uso social del gas natural proveniente del mayor yacimiento del país.

El presidente de Perú, Pedro Castillo, solicitó este martes al Congreso trabajar en conjunto una ley sobre la nacionalización del gas de Camisea, mayor reserva de ese recurso en territorio nacional, ubicada en Cusco (sur).

Durante una visita de trabajo a Bagua Grande (provincia de Utcubamba, departamento de Amazonas, norte), el mandatario expresó que acababa “de firmar el decreto supremo sobre la recuperación del gas”, a partir de la necesidad de “darle a los peruanos lo que el pueblo ha producido”, dijo.

Con anterioridad, había dado a conocer a través de Twitter que masificar el gas y construir el ducto para llevarlo al sur del país es prioridad de su Gobierno.

En ese sentido, precisó que iniciará el desarrollo de la infraestructura pertinente “en las regiones de Cusco, Puno, Apurímac, Arequipa, Moquegua, Tacna, Ayacucho y Ucayali”, con la idea además de llevar gas barato a los hogares.

Presidente @PedroCastilloTe en Jaén: Este Gobierno, a través de su gabinete, se ratifica en recuperar el gas de Camisea, impulsar la Segunda Reforma Agraria y un verdadero presupuesto a las autoridades para el desarrollo de sus comunidades.

Agregó que en paralelo el Gobierno renegociará el contrato para operar el yacimiento de Camisea, que hoy está en manos de empresas privadas.

En otro mensaje publicado en Twitter, el jefe de Estado precisó que “somos y seremos respetuosos con la libertad de empresa”.

Con anterioridad, había aclarado que entiende por nacionalización el control del destino y el uso del gas natural extraído del subsuelo y patrimonio nacional.

Como #GobiernoDelPueblo, somos y seremos respetuosos con la libertad de empresa. El gasoducto que llevará el gas al sur del país es nuestra prioridad, así como su masificación en beneficio de todos los peruanos. Ese es nuestro compromiso asumido con el pueblo y lo cumpliremos.

Las declaraciones de Castillo acerca de la prioridad que su Gobierno le confiere al uso social de este recurso han sido atacadas por sectores empresariales, que alegan que su nacionalización alejará a los inversionistas.

Por su parte, medios hegemónicos las presentan como contradictorias con aseveraciones hechas por miembros del Gabinete de Castillo.

En este caso, citan al ministro de Economía y Finanzas, Pedro Francke, quien en agosto pasado expresó que el Ejecutivo no va “a expropiar el gas de Camisea, por lo tanto las empresas privadas seguirán explotándolo”.

Tenemos una incomparable riqueza agrícola, minera y gasífera, y no permitiremos que malutilicen nuestros recursos. El Perú tiene que ser un país justo, equitativo y que nuestras bondades garanticen mejores condiciones de vida y oportunidades para todas las familias peruanas.

Camisea, uno de los yacimientos más importantes de América Latina, es operado por un consorcio que lidera la privada Pluspetrol, cuyos socios menores son la empresa surcoreana SK Group, la estadounidense Hunt Oil y la española Repsol SA.

Según medios de prensa, la mitad del gas extraído en Camisea se exporta, mientras la otra mitad se emplea en los sectores doméstico (particularmente en Lima, la capital) e industrial, en este último caso para generar electricidad y otros usos.

La Constitución vigente en Perú data de 1993 y tiene un marcado carácter neoliberal. En ella se postula que las empresas privadas solo pueden nacionalizarse con la aprobación del Congreso.

 

De: Contactenos teleSUR <contactenos@nl.telesurtv.net>

responder a: Contactenos teleSUR <contactenos@telesurtv.net>

fecha: 27 oct 2021 11:31

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                                                    28 de octubre 2021 

¿Por qué CEPAL y no CEDNA: COMISIÓN ECONÓMICA DE NUESTRA AMÉRICA? NUESTRA AMÉRICA: LA MÁS DESIGUAL

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¿Por qué CEPAL y no CEDNA: COMISIÓN ECONÓMICA DE NUESTRA AMÉRICA?

 

NUESTRA AMÉRICA: LA MÁS DESIGUAL

 

Pasqualina Curcio

 

La pobreza no se resuelve con políticas asistencialistas y focalizadas, no es un asunto de subsidios puntuales al mejor estilo neoliberal: se trata de un asunto de justicia en la repartición de la producción en el propio proceso social del trabajo.

Dicen algunos que el socialismo es un fracaso, que genera hambre y miseria. En contraposición, y como parte del discurso hegemónico que ha logrado calar en el imaginario de miles de millones de personas, afirman que el capitalismo es el modelo a seguir. Según ellos, este último es exitoso.

Los hechos y los números muestran todo lo contrario, más del 95% de los países a nivel mundial son capitalistas, y sin embargo, la humanidad está plagada de hambre, pobreza y miseria a pesar de todo lo que se ha producido: desde 1800 hasta 2016, la producción mundial per cápita aumentó 1.234% (Maddison Project Database 2020), es decir, estos últimos dos siglos de capitalismo la producción aumentó en mayor proporción que la población, pero 2.300 millones de personas pasan hambre diariamente y 6 millones mueren todos los años por no tener qué comer. Quienes se encuentran mayoritariamente en estas condiciones son los de la clase trabajadora, los asalariados. ¿Y es que acaso no ha sido la clase obrera la que agregó valor y aumentó la producción con su fuerza de trabajo?

La causa principal y determinante de la pobreza en este mundo es la desigualdad, no es, como algunos dicen, porque se produce poco, mucho menos está asociada al discurso manipulador y malintencionado en el que se afirma que el pobre es pobre porque no es productivo, o porque es flojo, vago y de paso despilfarrador. El problema radica en la manera desigual cómo se ha distribuido dicha producción, la cual, en capitalismo, se concentra en pocas manos (la clase burguesa dueña del capital) dejando migajas para que sean repartidas entre las grandes mayorías (la clase obrera, dueña de la fuerza de trabajo y verdaderos productores). Según OXFAM, en 2018, el 1% de la población mundial se apropió del 80% de todo lo que se produjo, y el 20% restante fue lo que se repartió entre el 99% de la población.

En Nuestra América, a excepción de Cuba, todos los países son capitalistas, hay hambre y hay miseria, somos la región con mayor pobreza y la más desigual del mundo. En 2016, Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dijo: “América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. En 2014, el 10% más rico de la población de América Latina había amasado el 71% de la riqueza de la región. Según los cálculos de Oxfam, si esta tendencia continuara, dentro de solo seis años el 1% más rico de la región tendría más riqueza que el 99% restante”.

En pandemia, los pronósticos se quedaron cortos: en 2020, el número de multimillonarios en la región subió 41%, de 76 multimillonarios (personas con patrimonio superior a US$ 1.000 millones) pasaron a 107, y su fortuna acumulada aumentó 61%, pasó de US$284.000 millones a US$480.000 millones en un año. Los países con más multimillonarios son: Brasil (66), México (14), Chile (9), Perú (6), Colombia (5), Argentina (5) (BBC News Mundo, julio 2021).

Conocer dónde y cómo se originan estas desigualdades es fundamental. La distribución de lo producido se concreta en el propio proceso social de producción, es en ese momento en el que dicha producción se distribuye entre los trabajadores y los dueños del capital. El que se destine más o menos a cada uno depende del nivel de salario, si este es mayor, la ganancia será menor y viceversa. Esta distribución la miden y publican todos los países del mundo siguiendo los manuales del FMI, se conoce como distribución factorial del ingreso, y para ello usan dos categorías: 1) remuneración de los asalariados y 2) excedente bruto de explotación (así mismo como lo están leyendo, el mencionado organismo, que no es marxista, se refiere a la ganancia calificándola de explotación). Por lo tanto, dada una producción, en la medida en que la remuneración a los asalariados es menor, la explotación (o ganancia) será mayor.

En América Latina y el Caribe la producción se ha distribuido en promedio de la siguiente manera: por cada 100 dólares que se producen, 37 corresponden a la remuneración de los asalariados y 52 han ido a parar al excedente bruto de explotación, la diferencia, 11 dólares, se destina a impuestos y consumo de capital (Alarco Germán, “Ciclos distributivos y crecimiento económico en América Latina. 1950-2014”). Con el agravante de que, en promedio, por cada capitalista hay, por lo menos, 10 asalariados, por lo tanto, esos 37 dólares de salarios, a su vez, debían repartirse entre 10 veces más personas que los 52 de ganancia.

A mayor desigualdad, más pobreza, más hambre y más miseria

Según la CEPAL, en 2020, de cada 100 habitantes de América latina y el Caribe, 34 se encontraban en pobreza, es decir, sus ingresos (en su gran mayoría provenientes del salario) no cubrían la canasta básica. De esos 34 habitantes, 13 se encontraban en pobreza extrema, es decir, no solo no podían cubrir la canasta básica, sino que ni siquiera les alcanzó para la canasta alimentaria. Estamos hablando de 209 millones de personas pobres en 2020 (22 millones más que el 2019) y 78 millones en situación de pobreza extrema (8 millones más que en 2019).

El hambre es una manifestación de la pobreza, como lo es la indigencia o la mortalidad por causas prevenibles o el analfabetismo o el hacinamiento. De acuerdo con datos de la CEPAL, en 2020, la inseguridad alimentaria (grave y moderada) alcanzó el 40% de la población de Nuestra América, es decir, 249 millones de personas no tuvieron acceso regular y suficiente a alimentos (en 2019 la inseguridad alimentaria fue 33,8%). Simultáneamente, en este sistema capitalista que predomina en nuestra región, se desechan (se botan al basurero) 220 millones de toneladas de alimentos al año, el 11,6% de los alimentos que se producen, lo que equivale a US$ 150.000 millones (FAO, “El Estado de la Alimentación y la Agricultura de 2019”).

Mientras tanto, en 2020, la riqueza de los multimillonarios de la región aumentó 61%, en un escenario en el que, de paso, la producción cayó 6,8%. Entonces, si la torta a repartir es menor porque se produjo menos y los ricos se hicieron más ricos y los pobres se hicieron más pobres, es porque dicha torta se repartió de manera mucho más desigual que antes: lo que se destinó a salarios, en proporción fue mucho menor y lo que se destinó a la explotación/ganancia (parafraseando al FMI) fue mucho mayor. ¿Es o no la pobreza y sus manifestaciones (hambre y miseria) una consecuencia de la desigualdad de la distribución de lo que se produce?

Disminuir la pobreza es una bandera de lucha importante, por supuesto que lo es, así como lo es la lucha contra el hambre y la miseria, pero este problema no se resuelve con políticas asistencialistas y focalizadas hacia los pobres extremos, no es un asunto de subsidios puntuales o bolsas de comida al mejor estilo neoliberal, el problema va más allá, es un asunto de justicia en la repartición de la producción en el propio proceso social del trabajo, lo cual pasa por disminuir la brecha entre el salario y la explotación/ganancia, que solo es posible (en el marco de la propiedad privada de los medios de producción) mediante mayores niveles de salario para impedir que, el burgués, se apropie indebidamente del valor de la fuerza de trabajo del obrero que es quien, al final, agrega valor a la economía, o sea el que produce.

Pasqualina Curcio

26/10/2021

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