Lo que ocurre en el Perú de hoy es un mal de larga data. Los estados de
 emergencias se han sucedo a lo largo de toda la historia de la 
república peruana. Una
de estas emergencias es la furia destructiva desatada por la naturaleza.
 Ayer, Hoy, seguimos viviéndolo en carne propia. Como siempre, el que 
sufre el aplastamiento material como moral, es el pueblo trabajador 
peruano. Como siempre, las autoridades gubernamentales
y demás funcionarios de las instituciones representativas del Estado, se
 ponen la mano en el pecho y culpan de los desastres a las fuerzas 
ciegas de la naturaleza. Como siempre, aparecen aquellos figurones y 
figurines de la política criolla, que animados por
su espíritu doliente y caritativo, tienen que tomarse la molestia de 
salir de sus escritorios para posar en el lugar destruido, y como nada 
de lo que pasa le afecta a él, se distrae en discursos gaseosos, tomando
 prestado para el momento, el ánimo de una esperanza
y una fe, que en el poblador-trabajador afectado, es duda e 
incertidumbre; pues lo poco con que sostenía a su familia y su derecho a
 una vida digna, que le cuesto mucho esfuerzo ganarlo con el jornal 
estrecho y honesto que su trabajo le provee, lo ha perdido.
Lo ha perdido todo. 
 Esta
 situación de desastres previsibles, de mucha mentira y casi nada de 
verdad, no se revertirá, mientras el Perú de hoy y de mañana también, 
siga los pasos
lerdos y mediocres de los planes de gobierno o plataformas electorales, 
sinónimas de medios de engaño al pueblo.
 La realidad de los hechos es el texto vivo que solicita apremiantemente Preparar la Organización para revertir una vieja realidad caduca por una nueva
realidad de Un Perú Nuevo en el Mundo Nuevo.  
Hfd.
19.03.17
 
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