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CUANDO LOS PUEBLOS SE SUBLEVAN
Y NO DEJAN HUELLAS PROFUNDAS
Dr. Hugo SALINAS
Las
 dos grandes movilizaciones de los últimos tiempos en América Latina 
son, sin lugar a dudas, el de los pueblos de Chile y Ecuador. Y si los 
miramos de cerca, ellos se hermanan
 en un mismo dolor: ingresos monetarios irrisorios, subempleo masivo y desempleo.
 Si ampliamos nuestro horizonte, no podemos dejar de mencionar, y por 
los mismos motivos, a la gran movilización de los chalecos amarillos en 
Francia.
Estos
 fenómenos de la sociedad moderna deberían ser el primer objetivo de 
todo movimiento o partido político serio. Sin embargo, que yo sepa, por 
ejemplo en el Perú, no existe ningún
 movimiento o partido político que enuncie como prioridad la eliminación
 del desempleo, del subempleo y un incremento significativo de los 
ingresos monetarios de las personas que trabajan. Un aumento del salario
 mínimo que alcance al estándar internacional
 de los salarios mínimos.
A
 pesar de no tener el nivel científico y tecnológico con el que ahora 
contamos, nuestros antepasados, los pueblos originarios del 
Tawantinsuyo, en ningún momento de sus vidas sufrieron
 de desempleo, menos aún de subempleo masivo. Y ellos gozaron, en 
condiciones más o menos iguales, de la totalidad del resultado de su 
actividad económica.
No
 es posible que, ahora, desarrollando la actividad económica con un 
proceso de trabajo que es capaz de generar “n” puestos de trabajo, se 
viva en desempleo y en un masivo subempleo.
 La juventud que ni estudia ni trabaja supera el 25% de dicha población.
 El subempleo supera el 60% de la población económicamente activa. Y ya 
no hablemos de las personas con más de 50 años que pierden su trabajo. 
Ya no encontrarán un lugar decente para obtener
 ingresos que les permita vivir. 
Una
 sociedad más cruel que ésta es imposible imaginarla. Y los partidos 
políticos, tanto de derecha como de izquierda, hacen los oídos sordos y 
miran pero no ven. Sus programas políticos
 nos hablan de todo, menos de los dolores más profundos de millones de 
seres humanos. Y los gobernantes piden perdón de sus actos, pero sin 
considerarse culpables.
Ante
 tal magnitud de la problemática, las medidas progresistas solamente nos
 conducen al desaliento. El problema queda intacto. Como prueba ahí lo 
tenemos a los gobiernos “progresistas”
 de Lula, Evo Morales, Correa-Moreno, Chávez-Maduro… Lo único que vemos 
florecer es la corrupción y un manejo venal del erario nacional; un uso 
malsano de instituciones como el de la Presidencia de la República, del 
Congreso, del Poder Judicial, de las Fuerzas
 Armadas… 
La
 actividad económica que fomentan en prioridad estos villanos no apunta a
 resolver los problemas cotidianos de la población, menos aún a darle 
una visión de futuro a la juventud.
 No se está creando sociedad con lazos fuertes de confraternidad, 
cooperación y motivación. Sólo impera la idea estúpida del 
enriquecimiento inmediato y por cualquier medio.
Este
 comportamiento perverso de personas, empresas y políticos, tiene su 
origen en algo simple de comprender. Sin embargo, todos lo miramos pero 
no queremos ver. Todos los sentimos
 pero no hacemos ningún esfuerzo de reflexión. Estamos sumidos en un 
modelo socio-económico que nos deprava, desde hace diez mil años en el 
viejo mundo, y desde hace seis siglos en América Latina.
Se
 trata de lo siguiente. Por un lado, la actividad económica moderna ya 
no piensa en todos los integrantes de la sociedad. Tiene como objetivo 
único el de hacer dinero y más dinero.
 Para ello usa hasta la última gota de sangre del trabajador para 
producir los bienes económicos que le producirán una alta rentabilidad. 
Por otro lado, esta actividad económica está controlada por un 
reducidísimo número de familias, a nivel mundial.
Es
 decir, el dueño de un acto económico es el propietario de la totalidad 
del resultado de la actividad económica. No solamente es dueño absoluto 
de las utilidades que genere su
 empresa, sino también incluso del salario que supuestamente pertenece a
 los trabajadores. La masa salarial de un país no lo manejan los 
trabajadores. Es por ello que, mientras perdure este modelo de hacer 
actividad económica, los salarios seguirán siendo irrisorios
 como lo fueron desde el inicio. 
Recientemente,
 el profesor Thomas Piketty lo ha expresado con claridad, y con cifras 
en mano. La institución Oxfam Internacional agregó algo que es, ni más 
ni menos, un cuento de
 horror.  Oxfam nos dice con toda claridad y dureza que, ¡solamente 8 
personas tienen una riqueza acumulada igual a la riqueza acumulada por 
la mitad de la población mundial! Son ellos, los verdaderos gobernantes a
 nivel local, nacional, regional y mundial.
Espero
 equivocarme, y qué bueno que así fuera. Pero, hasta el momento, los 
pueblos se sublevan, con gran pérdida de vidas humanas, realizan grandes
 revoluciones que han asombrado
 a muchas generaciones, pero luego vuelven al letargo, a la sumisión, a 
la pobreza y el desempleo.
Y
 todo ello porque nuestras grandes movilizaciones no apuntan a 
transformar el modelo socio-económico responsable de esta tristeza 
humana. Mientras siga este comportamiento de las
 masas y sus dirigentes, seguiremos siendo asesinados por las balas que 
nosotros mismos producimos, y seguiremos siendo el pasto que alimenta 
los grandes negocios de los grandes multimillonarios.
Saint-Nazaire, Francia, 30 de octubre del 2019
 
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