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PERU. NAVEGANDO A CONTRACORRIENTE
Por Gustavo Espinoza M. 
Diario UNO / Domingo 4 de junio 2023
Finalmente,
 y con la firma de Dina Boluarte y Alberto Otárola, el gobierno peruano 
autorizó el ingreso al país de tropas norteamericanas bajo el pretexto 
de “adiestrar” a los militares peruanos en la lucha contra la convulsión
 social, el terrorismo y otras lindezas.
Fue
 mediante la Resolución Legislativa N° 31758 publicada en el diario 
oficial, que los peruanos nos enteramos formalmente que se había 
concretado el acuerdo parlamentario aprobado a solicitud del Ejecutivo, y
 en detrimento claro de nuestra Soberanía. Dicho de otro modo, dejamos 
de ser un país independiente, para convertirnos en colonia USA. 
La
 operación no será parcial, sino total, porque mediante la Resolución 
complementaria N° 31757 se autorizó la incursión de medios aéreos, 
náuticos y personal militar especializado, además, claro está, de 
servicios de inteligencia añadidos. 
Cabe
 anotar que esta decisiónm fue firmada en Palacio de Gobierno el 31 de 
mayo, día de cumpleaños de la señora Boluarte, que apagó 61 velitas 
cantando el Happy Birthday probablemente en el idioma de James Monroe,
Tal
 vez la precaria ocupante del sillón presidencial pensó hacerse a sí 
misma un regalo que le devuelva la calma después de escuchar por todas 
partes la canción de los niños de la Escuela de Asillo en la provincia 
de Azángaro. Entonces, para combatir la depresión, firmó el dispositivo 
que puso en marcha este operativo siniestro, 
Don
 más preciado que verse protegida por la Infantería de Marina de los 
Estados Unidos, no pudo concebir la señora en esta circunstancia, de 
modo que dejó de lado hasta el último resquicio de vergüenza que podría 
haberle quedado, y estampó su rúbrica en el documento que esperaba 
Washington para disponer la partida de sus soldados. 
Hoy
 se sabe entonces que no serán 700 los uniformados que habrán de arribar
 a nuestro suelo, sino 1,000. Ellos aquí, harán “maniobras” en el afán 
de convencer a los peruanos que llegan “con fines pacíficos” aunque 
armados hasta los dientes (no todos los peruanos son pacíficos como 
ellos, y nadie sabe a ciencia cierta cómo es que habrán de recibirlos, 
claro). La primera decepción, la tendrán sin duda, las gráciles 
muchachitas de la burguesía decadente capitalina, que los esperan rubios
 y de ojos azules. 
Los
 que vendrán, más que seguro, serán portorriqueños, latinoamericanos, o 
afro descendientes; porque es a ellos a quienes el Pentágono les 
confiere el Alto Honor de ser carne de cañón en estas guerras que la 
Casa Blanca inicia hasta en el más oscuro rincón del planeta, como 
cierta vez lo dijera George Bush cuando le tocó el turno de hacerlo. 
Como
 se sabe, Estados Unidos tiene alrededor de 950 bases militares 
repartidas en más de 190 países y dos millones de soldados que viven en 
situación de “ocupantes” en distintos confines. Para la administración 
yanqui, son héroes, pero para los nativos de uno u otro suelo son 
simples mortales que pueden pagar muy cara su osadía, 
Así
 se demostró en Nicaragua, donde los sacaron a pedradas primero, y 
Sandino los hizo correr después; luego en Cuba -bahía de cochinos- pero 
también Vietnam, Laos, Siria, o Afganistán para citar sólo algunos 
puntos donde quedaron los huesos de quienes llegaron en cierta ocasión 
en son de victoria.
Hay
 quienes sostienen que este asunto no tiene mayor importancia porque se 
trata de un “convenio de asistencia” que viene del pasado. Pero otras 
veces, los visitantes han sido menos; y las cosas han tenido un carácter
 distinto y hasta más discreto.
Hoy
 el país vive momentos de tensión. Desde diciembre pasado el 81% de los 
peruanos está virtualmente alzado contra el régimen impuesto desde el 7 
de diciembre del año pasado, y que despliega su gestión revestido de un 
cinismo inconmensurable.
Objetivamente,
 la ciudadanía no está en disposición de aceptar pasivamente la 
presencia de tropas de ocupación. Menos aún si, como es el caso, ellas 
se habrán de desplazar por casi todo el territorio nacional, 
incursionando para el cumplimiento y ejecución de “operaciones 
especiales” en lugares particularmente tensos, como Ayacucho, 
Huancavelica, Ucayali, Cusco o Apurímac. 
Allí
 hubo muertos entre diciembre y febrero. Y esas tumbas, aún están 
frescas, como fresca también está la sangre que fuera derramada en sus 
campos y ciudades.
Más
 allá de las especulaciones que se puedan hacer, lo real es que el Perú 
vive una tensa calma. Y que el gobierno, no acierta una. Alberto Otárola
 acaba de hacer un inmenso papelón en la Cumbre de Brasilia donde hasta 
el Presidente del Uruguay lo dejó con la mano estirada y los otros 
mandatarios lo dejaron en la esquina para que no los estorbe.
La
 cita que promoviera el mandatario brasileño Luis Ignacio Lula Da Silva 
fue un encuentro de primer nivel en el que se afirmó una nueva etapa en 
la tarea de construir el diálogo y la unidad de las naciones de América 
del Sur. 
La
 agenda del evento -la integración regional y el cambio climático- fue 
sustentada por macizas intervenciones de distintos mandatarios. Pero 
Gustavo Petro, Nicolás Maduro, Luis Arce y el propio Lula Da Silva 
trazaron una pauta constructiva y creadora.
La
 administración de Lima, nadando contra la corriente, no sólo hizo el 
ridículo sino que, adicionalmente, deslizó su perfil como la más sumisa y
 obsecuente de las dependencias en una región que afianza como derrotero
 esencial la defensa de la paz, la justicia, la independencia y la 
soberanía, palabras que aquí algunos simplemente no conocen ni entienden
 (fin)
 
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