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EL SOMBRERO EN NACIONES UNIDAS 
Por Gustavo Espinoza M. 
Diario UNO / Domingo 19 de septiembre 2021
El martes
 21, en horas de la tarde, expondrá en la Asamblea General de Naciones 
Unidas los objetivos de su gobierno, el Presidente peruano Pedro 
Castillo Terrones. 
Será
 ocasión para que un Mandatario peruano de innegable estirpe popular y 
elegido democráticamente con las banderas de su pueblo, hable ante un 
mundo que no supo de su existencia antes de abril de este año.
Si
 Castillo era simplemente un desconocido para millones de peruanos antes
 de los comicios pasados, ciertamente que lo sería mucho más para un 
mundo en el que los acontecimientos y los hombres devoran el tiempo, y 
los conflictos asoman de modo cotidiano. 
La
 oportunidad que tendrá, entonces, el Jefe de Estado de nuestro país, 
resulta particularmente significativa, sobre todo porque luego de la 
derrota norteamericana en Afganistan, el escenario se torna aún más 
complejo y reflexivo; y las tareas de los gobernantes configuran retos 
virtualmente inéditos.
Las
 Naciones Unidas fueron el producto de un acuerdo de las denominadas 
“Grandes Potencias” vencedoras en la II Guerra Mundial. Ellas buscaron 
sustituir a la antigua “Liga de Naciones”, surgida en 1918, que resultó 
incapaz de detener en su momento los afanes guerreristas y 
expansionistas del fascismo. 
Por
 eso, cuando su nacimiento fue acordado por 51 países en la histórica 
ciudad de San Francisco, la entonces flamante organización asumió la 
tarea de forjar la paz, y garantizar la seguridad internacional.
Aunque
 nunca cumplió realmente sus objetivos porque fue presa de las arteras 
orientaciones de la Guerra Fría, surgida por iniciativa de Winston 
Churchill en 1947; sirvió como tribuna de denuncia vinculada a la 
dramática situación de los pueblos, y a la ardua lucha que, por cambiar 
al mundo, fue librada desde distintos confines del planeta.
Es
 bueno recordar, entonces, algunos episodios y hasta célebres discursos 
que convirtieron la Asamblea General del organismo en un foco de 
atracción mundial. 
El
 23 de septiembre de 1960 Nikita Jrushchov, en representación del 
régimen soviético, aseguró: “Nuestro siglo es el siglo de la lucha por 
la libertad, el siglo en el cual las naciones están liberándose de la 
dominación extranjera. Los pueblos desean una vida digna de 
consideración y luchan por obtenerla. La victoria se ha logrado en 
muchos países y territorios. Pero no debemos regocijarnos en nuestros 
laureles –añadió- porque sabemos que millones de seres humanos todavía 
languidecen en la esclavitud colonial y sufren graves penurias”
Poco
 después, el 12 de octubre de ese año, ocurriría el pintoresco incidente
 del zapato, a través del cual Nikita llamó la atención del mundo 
interrumpiendo la cháchara anti comunista repetida cual papagayo por el 
hoy anónimo gobernante filipino de entonces.
En
 ese mismo periodo, el 26 de septiembre Fidel Castro conmovió al mundo 
con un discurso que tuvo extraordinaria resonancia. El victorioso 
Comandante cubano denunció la explotación de las reservas y los recursos
 de los países a cargo de los monopolios; puso en evidencia la 
discriminación racial, la exclusión de las masas pauperizadas, y el 
hecho que fueran olvidadas por los programas de salud y educación; 
considerando el hecho como uno de los grandes males de la sociedad 
capitalista. 
Años más tarde, en 1979 y en la misma tribuna, el líder cubano se preguntaría 
¿Por
 qué unos pueblos han de andar descalzos, para que otros viajen en 
lujosos automóviles? ¿Por qué unos han de vivir 35 años, para que otros 
vivan 70? ¿Por qué unos han de ser míseramente pobres, para que otros 
sean exageradamente ricos? 
Algunos
 años antes de ese episodio, también en septiembre, pero de 1972, 
Salvador Allende saludaría a los altos diplomáticos y Jefes de Estado 
asistentes diciendo: “Vengo de Chile, un país pequeño, pero donde hoy 
cualquier ciudadano es libre de expresarse como mejor prefiera, de 
irrestricta tolerancia cultural, religiosa e ideológica, donde la 
discriminación racial no tiene cabida”.
No imaginaba que doce meses después caería abatido por las balas asesinas del fascismo, defendiendo los derechos de su pueblo.
Y
 en el 2006. Hugo Chávez Frías, el líder bolivariano de Venezuela, 
aludiría a Satanás: “El diablo está en casa , ayer vino a aquí, ayer 
estuvo el diablo aquí, en este mismo lugar, huele a azufre todavía” 
aseguró ante la 61 Asamblea de la ONU, refriéndose a George W. Busch, el
 mandatario norteamericano de la época.
Pues
 sí, ante ese auditorio hablará el representante del Perú. Llegará a la 
ONU casi como un sobreviviente, sin queja alguna. Ha debido enfrentar, 
en apenas 40 días, los ataques más alevosos y rufianesco de una derecha 
cavernaria y repulsiva, que no tiene la menor conciencia de patria.
Es
 de esperar que lleve no sólo un sombrero, sino también un mensaje de 
esperanza y de solidaridad, de dignidad y de justicia; que represente 
las expectativas legítimas de los peruanos, y que respalde 
solidariamente la lucha de los pueblos de América y el mundo. 
La
 paz entre los pueblos, el rechazo al bloqueo a Cuba, el respeto a la 
auto determinación, y la defensa de la soberanía de los Estados; hablará
 por su voz (fin)
 

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