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Gabo acerca de Fidel
EL FIDEL CASTRO QUE YO CONOZCO
Por Gabriel García Márquez, 2014
Su
 devoción por la palabra. Su poder de seducción. Va a buscar los 
problemas donde estén. Los ímpetus de la inspiración son propios de su 
estilo. Los libros reflejan muy bien la amplitud de sus gustos. Dejó de 
fumar para tener la autoridad moral para combatir el tabaquismo. Le 
gusta preparar las recetas de cocina con una especie de fervor 
científico. Se mantiene en excelentes condiciones físicas con varias 
horas de gimnasia diaria y de natación frecuente. Paciencia invencible. 
Disciplina férrea. La fuerza de la imaginación lo arrastra a los 
imprevistos. Tan importante como aprender a trabajar es aprender a 
descansar.
Fatigado
 de conversar, descansa conversando. Escribe bien y le gusta hacerlo. El
 mayor estímulo de su vida es la emoción al riesgo. La tribuna de 
improvisador parece ser su medio ecológico perfecto. Empieza siempre con
 voz casi inaudible, con un rumbo incierto, pero aprovecha cualquier 
destello para ir ganando terreno, palmo a palmo, hasta que da una 
especie de gran zarpazo y se apodera de la audiencia. Es la inspiración:
 el estado de gracia irresistible y deslumbrante, que sólo niegan 
quienes no han tenido la gloria de vivirlo. Es el antidogmático por 
excelencia.
José
 Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su 
ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista. La esencia de 
su propio pensamiento podría estar en la certidumbre de que hacer 
trabajo de masas es fundamentalmente ocuparse de los individuos.
Esto
 podría explicar su confianza absoluta en el contacto directo. Tiene un 
idioma para cada ocasión y un modo distinto de persuasión según los 
distintos interlocutores. Sabe situarse en el nivel de cada uno y 
dispone de una información vasta y variada que le permite moverse con 
facilidad en cualquier medio. Una cosa se sabe con seguridad: esté donde
 esté, como esté y con quien esté, Fidel Castro está allí para ganar. Su
 actitud ante la derrota, aun en los actos mínimos de la vida cotidiana,
 parece obedecer a una lógica privada: ni siquiera la admite, y no tiene
 un minuto de sosiego mientras no logra invertir los términos y 
convertirla en victoria. Nadie puede ser más obsesivo que él cuando se 
ha propuesto llegar a fondo a cualquier cosa. No hay un proyecto colosal
 o milimétrico, en el que no se empeñe con una pasión encarnizada. Y en 
especial si tiene que enfrentarse a la adversidad. Nunca como entonces 
parece de mejor talante, de mejor humor. Alguien que cree conocerlo bien
 le dijo: Las cosas deben andar muy mal, porque usted está rozagante.
Las
 reiteraciones son uno de sus modos de trabajar. Ej.: El tema de la 
deuda externa de América Latina, había aparecido por primera vez en sus 
conversaciones desde hacía unos dos años, y había ido evolucionando, 
ramificándose, profundizándose. Lo primero que dijo, como una simple 
conclusión aritmética, era que la deuda era impagable. Después 
aparecieron los hallazgos escalonados: Las repercusiones de la deuda en 
la economía de los países, su impacto político y social, su influencia 
decisiva en las relaciones internacionales, su importancia providencial 
para una política unitaria de América Latina… hasta lograr una visión 
totalizadora, la que expuso en una reunión internacional convocada al 
efecto y que el tiempo se ha encargado de demostrar.
Su
 más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución 
de un hecho hasta sus consecuencias remotas… pero esa facultad no la 
ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y 
tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para 
sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y 
operaciones aritméticas de una rapidez increíble.
Requiere
 el auxilio de una información incesante, bien masticada y digerida. Su 
tarea de acumulación informativa principia desde que despierta. Desayuna
 con no menos de 200 páginas de noticias del mundo entero. Durante el 
día le hacen llegar informaciones urgentes donde esté, calcula que cada 
día tiene que leer unos 50 documentos, a eso hay que agregar los 
informes de los servicios oficiales y de sus visitantes y todo cuanto 
pueda interesar a su curiosidad infinita.
Las
 respuestas tienen que ser exactas, pues es capaz de descubrir la mínima
 contradicción de una frase casual. Otra fuente de vital información son
 los libros. Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el 
tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, 
aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se 
ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. 
Lee el inglés pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a 
cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en 
las manos. Es lector habitual de temas económicos e históricos. Es un 
buen lector de literatura y la sigue con atención.
Tiene
 la costumbre de los interrogatorios rápidos. Preguntas sucesivas que él
 hace en ráfagas instantáneas hasta descubrir el por qué del por qué del
 por qué final. Cuando un visitante de América Latina le dio un dato 
apresurado sobre el consumo de arroz de sus compatriotas, él hizo sus 
cálculos mentales y dijo: Qué raro, que cada uno se come cuatro libras 
de arroz al día. Su táctica maestra es preguntar sobre cosas que sabe, 
para confirmar sus datos. Y en algunos casos para medir el calibre de su
 interlocutor, y tratarlo en consecuencia.
No
 pierde ocasión de informarse. Durante la guerra de Angola describió una
 batalla con tal minuciosidad en una recepción oficial, que costó 
trabajo convencer a un diplomático europeo de que Fidel Castro no había 
participado en ella. El relato que hizo de la captura y asesinato del 
Che, el que hizo del asalto de la Moneda y de la muerte de Salvador 
Allende o el que hizo de los estragos del ciclón Flora, eran grandes 
reportajes hablados.
Su
 visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y 
Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del 
mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. 
Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las 
segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la
 tormenta incesante del bloqueo.
En
 una entrevista de varias horas, se detiene en cada tema, se aventura 
por sus vericuetos menos pensados sin descuidar jamás la precisión, 
consciente de que una sola palabra mal usada puede causar estragos 
irreparables. Jamás ha rehusado contestar ninguna pregunta, por 
provocadora que sea, ni ha perdido nunca la paciencia. Sobre los que le 
escamotean la verdad por no causarle más preocupaciones de las que 
tiene: El lo sabe. A un funcionario que lo hizo le dijo: Me ocultan 
verdades por no inquietarme, pero cuando por fin las descubra me moriré 
por la impresión de enfrentarme a tantas verdades que han dejado de 
decirme. Las más graves, sin embargo, son las verdades que se le ocultan
 para encubrir deficiencias, pues al lado de los enormes logros que 
sustentan la Revolución los logros políticos, científicos, deportivos, 
culturales, hay una incompetencia burocrática colosal que afecta a casi 
todos los órdenes de la vida diaria, y en especial a la felicidad 
doméstica.
Cuando
 habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad
 y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean
 sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con 
un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a 
borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el 
resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que 
creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, 
con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales 
tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
Sueña
 con que sus científicos encuentren la medicina final contra el cáncer y
 ha creado una política exterior de potencia mundial, en una isla 84 
veces más pequeña que su enemigo principal. Tiene la convicción de que 
el logro mayor del ser humano es la buena formación de su conciencia y 
que los estímulos morales, más que los materiales, son capaces de 
cambiar el mundo y empujar la historia.
Lo
 he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar las cosas 
que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida.
 Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le 
pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó 
de inmediato: pararme en una esquina.
Abril de 2014.
de: 'Guillermo C. Cohen-DeGovia' allelon@operamail.com [nuestramerica] <nuestramerica@yahoogrupos.
responder a: nuestramerica@yahoogrupos.com.
para: Nuestra América <nuestramerica@yahoogrupos.
fecha: 28 de noviembre de 2016, 12:07
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 [nuestramerica] El Fidel Castro que yo conozco (Gabriel García Márquez)
 / + y Carlos Puebla (Cuba) – Y en eso llegó Fidel
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30 de noviembre 2016
 
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