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China, Humanidad, Humanismo
LA VISIÓN CHINA DE UNA
“COMUNIDAD DE DESTINO COMPARTIDO PARA LA HUMANIDAD”:
¿PRELUDIO DE UN MOMENTO HUMANISTA UNIVERSAL?
Javier Tolcachier
9 septiembre 2019
        
Se aproxima el septuagésimo aniversario (1/10) de la fundación de
 la República Popular China. Aniversario que festejará el pueblo chino 
hoy encumbrado a potencia mundial. Lejos de reclamar venganza por un 
pasado de hambre, humillación y pobreza, de sangrientas
 guerras, de invasores e imposiciones coloniales, China difunde hoy, a 
través de su máximo representante un mensaje de elevada altura moral: la
 denominada “Comunidad de destino compartido para la Humanidad”.
        
La visión china de una “Comunidad de Destino compartido para la Humanidad”: ¿preludio de un momento humanista universal?
        
Mencionada por primera vez en 2011 en un documento de la Oficina 
de Información del Consejo de Estado, la idea aparece como superación de
 la “peligrosa mentalidad de guerra fría y caliente y todos las vías 
desgastadas que han conducido repetidamente
 a la humanidad a la confrontación y la guerra.” 
        
Ya en ese Libro blanco sobre Desarrollo Pacífico de China se 
menciona la alternativa de encontrar “nuevas perspectivas desde el 
ángulo de la comunidad de destino común, compartiendo avances y 
aflicciones, buscando una cooperación mutuamente beneficiosa,
 explorando nuevas formas de mejorar los intercambios y el aprendizaje 
mutuo entre las diferentes civilizaciones, determinando nuevas 
dimensiones de los intereses y valores comunes de la humanidad y 
buscando nuevas formas de hacer frente a los múltiples desafíos
 mediante la cooperación entre los países y lograr un desarrollo 
inclusivo.”
        
El concepto fue hecho público en el informe del Secretario 
General Hu Jintao al XVIII Congreso del Partido Comunista de China en 
Noviembre de 2012. En su discurso el saliente presidente chino llamó a 
construir un “mundo armonioso de paz perdurable y
 prosperidad común“.
        
En ese mismo congreso tomó el relevo Xi Jinping, quien a partir 
de entonces colocó la idea de un destino compartido de la humanidad en 
el centro de la política exterior de su país, promoviendo la idea en 
múltiples foros y visitas.
        
El mensaje encontró asiento en Naciones Unidas por primera vez en
 2017, en una resolución de la 55 Comisión para el Desarrollo social y 
fue adoptada posteriormente en resoluciones del Consejo de Seguridad, 
del Consejo de Derechos Humanos y del Primer
 Comité para el Desarme y la Seguridad Internacional de la 72a Asamblea 
General. 
        
La concepción fue elevada por China a categoría constitucional en
 la enmienda de Octubre 2017, adoptada por el XIII Congreso Nacional de 
los Pueblos en Marzo siguiente. En esa reforma, el pensamiento de Xi 
Jinping sobre el “socialismo de características
 chinas para una nueva era” fue agregado en el preámbulo al mismo nivel 
de Mao Zedong y Deng Xiaoping.
        
Más adelante, en el renovado artículo 35 de la Constitución se 
lee: “El futuro de China está íntimamente ligado al futuro del mundo. 
China lleva adelante una política exterior independiente y adhiere a los
cinco principios de respeto mutuo para la soberanía e integridad 
territorial, no agresión mutua, no interferencia en asuntos internos, 
igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica, la senda del 
desarrollo y estrategia de apertura recíproca en el
 desarrollo de relaciones diplomáticas y económicas e intercambios 
culturales con otros países, impulsando la construcción de una comunidad
 de destino compartido para la humanidad”.
        
El más reciente documento (Julio 2019) Defensa Nacional de China 
en la nueva era, es prácticamente presidido por esa idea. Sin embargo, 
esa idea de paz y buenas intenciones queda relativizada por el enorme 
impulso armamentista. Entre 2010 y 2017 el país
 ha duplicado su gasto militar, continúa adhiriendo sin cortapisas a la 
doctrina de “disuasión nuclear” y está firmemente empeñada en emplear al
 máximo las nuevas tecnologías para su industria de armamentos.
        
Como justificaciones para esta incoherencia, el análisis señala 
la intención estadounidense de hegemonía tecnológico-militar junto a los
 esfuerzos de otras naciones por avanzar en este campo. Del mismo modo, 
arguye que las necesidades de defensa, de
 prevenir el separatismo y el terrorismo, la creciente participación en 
misiones de paz, entre otras, hacen irremplazables tales políticas.
        
Es evidente que China tiene muy presente que su avance como 
potencia económica y geopolítica, lo convierte en enemigo y blanco 
directo del agresivo poderío bélico de Estados Unidos y sus aliados, que
 ven en el Dragón una amenaza cierta al status de la
 ilegítima hegemonía mundial de Occidente. Hegemonía que luego de más de
 cinco siglos, parece estar llegando a su fin.
        
¿Concepto visionario o pragmático?
        
La duda, en un mundo cargado de intenciones de poder, es obvia. 
Cabe preguntarse: ¿Es la propuesta de una comunidad de un destino humano
 compartido un discurso vacío, una forma de ganar tiempo hasta completar
 el ascenso al primer escalón de superpotencia?
 ¿Es el modo de esconder un elefante detrás de un biombo, la forma de 
evitar que China sea atacada antes de constituirse en polo decisivo? O 
por el contrario, es una proposición sincera, que para su efectiva 
realización no descuida las relaciones de fuerza
 existentes.
        
Según el Dr. Denghua Zhang, investigador del Departamento de 
Asuntos del Pacífico en la Universidad Nacional de Australia, 
“inicialmente propuesto por China para reparar lazos con los estados 
vecinos en el contexto de una escalada de disputas territoriales,
 el concepto constituye parte de la estrategia de largo plazo de China 
para mantener un período pacífico de “oportunidad estratégica” en las 
primeras dos o tres décadas del siglo XXI para continuar su propio 
desarrollo.”
        
En su estudio el académico indica que la necesidad de desarrollo 
pleno para evitar la invasión de grandes potencias es “una dura lección 
aprendida por las élites chinas a través de la “centuria de humillación”
 – en referencia al período posterior a las
 Guerras del Opio, hacia mitad del siglo XIX y hasta la proclamación de 
la República Popular en 1949.
        
Para Hong Liu y Yuxuan Zhang, investigadores de la Academia de 
Ciencias Sociales de China, el mundo ha entrado en una nueva era en la 
que comparte riesgos y beneficios.
        
“Un asunto específico a un país o región puede atraer la atención
 mundial y volverse una preocupación global. Un país difícilmente puede 
ganar por sí solo un sentido absoluto de seguridad o beneficios de largo
 plazo en un mundo turbulento.” De allí la
 necesidad de un nuevo tipo de comunidad humana.
        
En relación a la significación, los estudiosos señalan que “el 
futuro compartido es una tendencia de desarrollo que combina 
manifestaciones universales con intereses particulares” y “aboga por 
liberación de los estados nacionales de las relaciones internacionales
 tradicionales para renovar el orden mundial hacia un desarrollo común 
en el espíritu de lograr un basamento común con respeto a las 
diferencias.”
        
Como es de rigor en China, las propuestas innovadoras van de la 
mano a referencias al arraigo que éstas tienen en la amplia cultura 
china. Efectivamente, más allá de todo viraje histórico, la armonía 
social ha sido un elemento constitutivo de esa cultura.
        
Por lo demás, el pragmatismo también es un elemento 
característico del pensar y el hacer chino. Aunque desde cierta 
perspectiva ortodoxa o crítica en occidente, puede aparecer como 
“traición” a principios, la vertiente confuciana de la filosofía china,
 predominante en los asuntos de Estado durante la mayor parte de su 
historia- se ha preocupado no tanto por la metafísica sino por una moral
 de concreción de la virtud en la vida pública.
        
La muy conocida frase de Deng Xiaoping, conductor de la era de 
apertura desde 1978, sintetiza a la perfección esta mirada: “no importa 
si un gato es negro o blanco, lo importante es que atrape ratones”. 
Mirada que, con sus defectos y carencias, ciertamente
 ha servido para cumplir el objetivo chino de desarrollo socioeconómico 
experimentado en sus últimas cuatro décadas.
        
Resolver el acertijo de hasta dónde el lema de “una comunidad de futuro compartido”
 es una interesada movida publicitaria o una honesta visión de un nuevo 
sistema-mundo, no es fácil. Desde ya, para el imaginario chino, poco 
afecto a los absolutos
 del binarismo dialéctico, la respuesta puede ser: ambas.
        
Momentos humanistas de la historia
        
En todas las culturas ha habido momentos en los que la actitud 
humanista impregna el ambiente social. Momentos en los que se repudia la
 discriminación, las guerras y, en general, la violencia. La libertad de
 ideas y creencias toma fuerte impulso, lo
 que incentiva, a su vez, la investigación y la creatividad en ciencia, 
arte y otras expresiones sociales. Son tiempos en los que prima la 
tolerancia, se afirma la universalidad humana, se extiende la conciencia
 social y se pretenden cambios de raíz acordes.
 Son momentos revolucionarios.
        
Cobra fuerza en esos períodos una actitud humanista, actitud que 
“fuera de todo planteamiento teórico, puede ser comprendida como una 
«sensibilidad», como un emplazamiento frente al mundo humano en el que 
se reconoce la intención y la libertad en otros,
 y en el que se asumen compromisos de lucha no violenta contra la 
discriminación y la violencia.”
        
Si bien es posible rastrear estos momentos en la historia de cada
 cultura con sus respectivos matices, el escenario actual de 
interconexión de pueblos y culturas invita a pensar en un fenómeno 
mundializado, perspectiva en la que un momento humanista
 pudiera revestir características globales. Este tipo de aspiración es 
lo que el pensador Mario Luis Rodríguez Cobos –más conocido por su 
seudónimo Silo– ha denominado “Nación Humana Universal”.
        
En el libro Cartas a mis Amigos, Silo dirá: “Salir del 
campo de la necesidad al campo de la libertad por medio de la revolución
 es el imperativo de esta época en la que el ser humano ha quedado 
clausurado. Las futuras revoluciones, si es que irán
 más allá de los cuartelazos, los golpes palaciegos, las 
reivindicaciones de clase, o de etnia, o de religión, tendrán que asumir
 un carácter transformador incluyente sobre la base de la esencialidad 
humana. De ahí que más allá de los cambios que produzcan
 en las situaciones concretas de los países, su carácter será 
universalista y su objetivo mundializador.”
        
¿A qué distancia de la Nación Humana Universal?
        
La situación general del mundo nos muestra un panorama muy 
alejado del descrito antes. Lejos de buscar convergencia, solidaridad o 
al menos comprensión recíproca, los nacionalismos, fanatismos y 
secesionismos consiguen la adhesión de importantes conjuntos
 humanos. Tal adhesión es dictada por la asfixia popular. Vastos 
segmentos se encuentran desprotegidos ante una revolución tecnológica 
que desestabiliza y amenaza con excluir y nuevamente dejar atrás a las 
mayorías ya hoy segregadas. La desigualdad junto a
 la eliminación de alternativas para su superación producen una rebelión
 desesperada arteramente manipulada por las élites en el marco de la 
crisis terminal de un sistema gobernado por el capital. Así es como 
aparecen liderazgos retrógrados que recogen el malestar
 a través de estereotipos y odio al diferente. Liderazgos que encarnan 
el retroceso, la división, la desintegración, la violencia.
        
Ante este escenario corrosivo, la propuesta china de una “Comunidad de Destino común para la Humanidad”
 aparece como un bálsamo geopolítico, como una demostración de que la 
inteligencia humana es capaz de encontrar siempre una salida de las 
encrucijadas.
        
Esta propuesta de inclusión y multilateralidad constituye un 
elemento dialéctico frente a las guerras económicas, sanciones, 
bloqueos, los intereses unipolares y la afirmación de la superioridad 
basada en un supuesto e indemostrable “destino manifiesto”,
 tópicos que animan hoy la práctica geopolítica del actual gobierno de 
los Estados Unidos.
        
El fracaso total de la dictadura del capitalismo financiarizado y
 su principal sostén ideológico, el individualismo, llevará 
crecientemente a un replanteo sobre la necesidad de nuevos horizontes 
para la existencia humana.
        
La idea de una complementariedad de los pueblos desde sus mejores
 virtudes y experiencias con la mira puesta en el bienestar común de 
toda la humanidad, puede ser el camino que conduzca, a modo de momento 
síntesis, a una adhesión masiva a la imagen de
 una Nación Humana Universal.
        
Que el mundo marche en esa nueva dirección no será exclusiva 
responsabilidad de los gobiernos, ni de China y mucho menos de los 
actuales líderes de un Occidente en decadencia. Algo tendremos que hacer
 los pueblos y las personas respecto a la realidad
 en la que aspiramos a vivir y con nosotros mismos.
de: Contactenos teleSUR <contactenos@nl.telesurtv.net>
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fecha: 9 sept. 2019 11:22
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COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
18 de septiembre de 2019
 
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