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CAYARA. CAUSA FINITA 
Por Gustavo Espinoza M. (*) 
Diario UNO / Domingo 3 de septiembre 2023 / Edición digital
A Agustín
 de Hipona le debemos una frase que se hizo célebre en los debates 
eclesiales: “Roma locuta, causa finita”. La expresión latina, en español
 actual, se traduce así: “Roma ha hablado, el caso está cerrado” 
Nosotros
 podemos atribuir el tema a lo ocurrido en Cayara, la localidad 
ayacuchana que en mayo de 1988 fue escenario de una horrenda masacre. 
Durante 35 años se discutió el tema, y se puso en duda la versión de los
 familiares de las víctimas. 
Recientemente,
 el Poder Judicial zanjó el asunto poniendo las cosas en su lugar; pero 
aún más recientemente vino una versión definitiva y contundente: el 
Gobierno de los Estados Unidos desclasificó documentos secretos de la 
época, que confirman que la matanza de Cayara se produjo por acción de 
destacamentos militares del Estado Peruano, y que las víctimas no fueron
 “terroristas” –como se dijo siempre- sino campesinos desarmados. .
Quienes
 no tienen oídos para recoger la versión de “los de abajo”, sí están 
prestos a atender las informaciones que provienen de Washington, porque 
forma parte de su “universo ideológico”. Para ellos, la palabra de la 
Casa Blanca equivale a la versión de Roma para los creyentes; y podemos,
 por eso, considerar cerrado el caso. Se acabó el debate. 
Hace
 un par de semanas, el Poder Judicial dictó una sentencia que afectó a 
mandos militares y soldados. Quedó, sin embargo “en suspenso” la sanción
 mayor, contra el general Valdivia, quien se libró de la condena por una
 razón muy simple: está prófugo 
Recordemos.
 El 13 de mayo de 1988 en muchas poblaciones del ande se celebró una 
fiesta religiosa referida a la Virgen María. Cayara, no fue una 
excepción. Allí los campesinos cantaron, danzaron y bebieron hasta el 
amanecer, cuando decenas de ellos, encontraron la muerte. 
En
 medio de la fiesta, los pobladores no repararon en una explosión 
ocurrida en la carretera que bordeaba la localidad. Alguien había 
instalado una carga que detonó en el instante en el que atravesaba la 
zona un mini convoy integrado por 3 vehículos militares: En el segundo, 
viajaban un oficial y tres soldados que fallecieron de inmediato. Los 
uniformados de las otras unidades, reportaron el hecho- . 
El
 general Valdivia Dueñas, jefe del Comando Político Militar, dispuso que
 en forma inmediata, columnas del Ejercito que operaban en la zona, se 
constituyeran en la localidad de Cayara y obraran de acuerdo a 
indicaciones precisas. A partir de allí, se desencadenaron los hechos 
La
 primera de estas brigadas ingresó al poblado alrededor de las 8 de la 
mañana del día 14. A unos 600 metros de la plaza principal, encontró 
bebido a un poblador de apellido Asto, y lo mató. 
Luego
 se dirigió a la Plaza, donde las mujeres estaban hilando. Inquirió por 
los hombres, y le dijeron que 5 estaban en el interior del templo 
restaurando el altar. 
El destacamento ingresó al lugar, cerró las puertas y comenzó a “interrogar” a los pobladores. 
Poco
 después, los 5 estaban muertos. Luego, los soldados preguntaron por los
 demás hombres y les indicaron que se hallaban en la zona de Jeshua, 
haciendo la cosecha. Fueron allí, y los encontraron. 
El
 ritual siguiente, fue dantesco: Los soldados conminaron a los 
campesinos a quitarse las prendas superiores y echarse boca abajo, les 
colocaron pencas de tunas en la espalda y los fueron pisando, al tiempo 
que les enrostraban el “atentado” consumado la noche anterior. 
Como
 ninguno pudo responder nada coherente, los fueron atravesando con 
bayoneta calada, hasta que murieron. Cuando no quedo ninguno con vida, 
los soldados abandonaron el pueblo.
En
 el Congreso de la República, el miércoles 18 recogiendo un informe 
proporcionado por el Alcalde de Huamanga, Fermín Azparrent, tuve la 
posibilidad de denunciar el hecho. 
El
 viernes, viajamos a Huamanga el Senador Diez Canseco y los diputados 
Simon Munaro, Medina Oriundo, Valer Lopera y yo. Con nosotros, estuvo el
 Fiscal Carlos Escobar, que asumió valerosamente el caso. 
Luego
 de procurar vanamente apoyo para trasladarnos a Cayara., obtuvimos de 
las autoridades militares sólo respuestas negativas, y veladas amenazas 
referidas al “inmenso peligro” que corríamos si intentábamos viajar a 
una zona “escenario de violentos combates” entre el ejército y las 
bandas terroristas que asolaban la zona.
Finalmente partimos por nuestra cuenta. 
No
 fue fácil el viaje. En Cangallo y Huancapi, se nos dijo que nuestras 
vidas estaban en riesgo porque los senderistas “combatían por todas 
partes” Entendimos que lo que se buscaba era que no arribáramos a 
Cayara. 
Finalmente
 lo hicimos, el sábado 21 a las 3 de la tarde. Allí recogimos evidencias
 de lo ocurrido. Al retorno, en el Programa de Cesar Hildebrandt, tuve 
la oportunidad de presentar un informe detallado de lo acontecido. 
El
 gobierno aprista buscó darle largas al asunto. En ese lapso, se creó 
una versión fantasiosa de los hechos. Se habló de “columnas 
senderistas”, que nunca existieron, de “combate abierto”, que jamás se 
produjo; y se aludió, a “bajas” mutuas: 4 “valerosos uniformados” y “una
 veintena de terroristas abatidos” , obviamente, los campesinos de 
Jeshua.
Así,
 fue sepultada la verdad durante casi 36 años. Finalmente, salió a la 
luz gracias a la pertinacia de los defensores de los Derechos Humanos, 
la voluntad de algunos jueces y los documentos desclasificados en 
Washington. Una buena lección para los asesinos de ayer, y de hoy (fin)
 
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