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UCRANIA. CUANDO EL FASCISMO RENACE 
Por Gustavo Espinoza M.
Diario UNO / Domingo 27 de febrero 2022
Cuando
 en enero de 1933 Adolfo Hitler asumió el Poder en la Alemania 
sepultando a la República burguesa, los consorcios guerreristas germanos
 batieron palmas. Pero los grandes monopolios europeos y norteamericanos
 sonrieron felices pensando que había llegado la hora de “ajustar las 
clavijas” a los comunistas y acabar con la URSS.
Las
 faltaron años, para arrepentirse. Lo real es que muchos no tomaron en 
serio al Cabo austriaco que parecía un demente cuando exigía un “espacio
 vital” para los alemanes y el exterminio de judíos y comunistas. Lo 
tomaban como un producto exótico de “tiempos nuevos” y no tuvieron ojos 
para ver lo que ese monstruo impulsaba.
Algo
 parecido puede estar ocurriendo hoy en Ucrania, cuando las bandas Neo 
Nazis que colaboraron con el ejército hitleriano en la II Guerra y 
desfilaban ante él por las calles de Kiev; retoman sus viejas banderas y
 blanden los pendones de “la venganza”, semejante a una svástica.
Es
 bueno recordar, en efecto, que en Ucrania, en el 2013 se alentó una 
severa crisis de gobernabilidad para derribar al gobierno de entonces, 
lo que ocurrió en febrero del año siguiente. Como consecuencia del Golpe
 de Estado -que “Occidente” no condeno- surgió en Kiev un régimen Neo 
Nazi que dio carta de ciudadanía a los discípulos de Stepanh Bandera, y 
los ayudó a organizarse militarmente con el apoyo de los servicios 
especiales de los Estados Unidos. 
Para
 los que carecen de memoria, es bueno recordarles que este Bandera no 
fue trigo limpio. Cabecilla fascista, partidario de crear una dictadura 
antisoviética en territorio ucraniano, colaboró con el régimen alemán y 
ejecutó crímenes en masa para imponer un Estado habitado únicamente por 
la etnia ucraniana. Creó dos batallones de la Wermacht formados por 
miembros de su organización de nacionalistas ucranianos, que 
participaron en el ataque a la URSS y fue responsable de la ejecución en
 junio del 41 en Lvov de miles de polacos, rusos, judíos y ucranianos y 
de matanzas en 150 aldeas habitadas por civiles. Los partidarios de 
Bandera, afirmaron que éste se puso del lado de los alemanes con la 
esperanza que Hitler concediera la independencia a Ucrania. El Cabo no 
cumplió, pero los suyos cobijaron a Bandera en Alemania Occidental hasta
 que murió en 1959 en Munich, en un oscuro “ajuste de cuentas”. 
Hoy
 Ucrania tiene una existencia que podríamos llamar artificial. El 7 de 
abril del 2014, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el 
entonces Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon informó que Ucrania 
no tenía fronteras oficialmente reconocidas, que hasta 1991 estaba 
regida por el Acuerdo de la Comunidad de Estados Independientes y era 
administrativamente hablando un distrito de la URSS. Dijo también que 
tendría que formalizar sus límites con los Estados vecinos -entre ellos 
Rusia- y suscribir Tratados de Limites, lo que nunca ocurrió. Sus 
gobernantes no pueden hablar ahora de “soberanía”, o de “fronteras”, 
conceptos formales que no alcanzan. 
Cuando
 desde Moscú Vladimir Putin anunció una ofensiva militar en territorio 
ucraniano, no estaba violando fronteras ni ocupando territorio 
extranjero. Ucrania formaba parte de la URSS y luego de la CEI, sin que 
mediara trato de separación de Rusia. Por eso puede afirmarse que el 
conflicto de hoy no es entre Ucrania y Rusia.
Es,
 entre Estados Unidos y Rusia cuando Washington busca “extender” los 
tentáculos de la OTAN hasta la misma frontera rusa, contrariando las 
seguridades que brindaran James Baker –Secretario de Estado USA- y 
Helmut Kolh, el Canciller alemán, en 1991. 
En
 la ONU los amigos de USA piden que Rusia se retire de Ucrania, donde el
 hijo de Joe Biden tiene pingues negocios; pero no le pidieron a la OTAN
 en 1989 que se retire de Yugoeslavia. Ni a Estados Unidos que se retire
 de Irak, Libia, o Siria. Ni siquiera de Guantánamo. Tampoco que retire 
al millón de soldados que tiene por el mundo, ni sus 750 bases 
militares. 
La
 Casa Blanca y la Unión Europea se niegan a admitir que las únicas 
autoridades legítimas en lo que podría denominarse “territorio 
ucraniano” son ahora las de las Repúblicas Populares de Donetz y 
Lugansk, refrendadas por un Referéndum en sus circunscripciones.
A
 ellas, se suman Odesa, Jarkov y Crimea así como los territorios 
ubicados en la cuenca de Donbass, cuya población es rusa y que, por el 
hecho de serlo, ha sido criminalizada desde el 2014 hasta hoy. Superan 
los 13 mil los muertos, y 34 mil los heridos, como resultado de 
sucesivos ataques de milicias ucranianas preparadas por agentes de la 
CIA y el FBI, y por orden de los usurpadores del Poder, en Kiev.
El
 Operativo Militar ruso no ha sido dirigido contra ciudades, ni los 
pobladores. Ni siquiera contra los militares ucranianos que están 
deponiendo sus armas y ondeando banderas de paz. Se orientan contra 
bases de guerra y estructuras armadas. Y proclama la voluntad de operar 
hasta acabar con la pandilla neo nazi de Kiev y las bandas fascistas que
 han venido martirizando a hombres, mujeres y niños en los últimos ocho 
años. 
Por
 lo demás, los Neo Nazis actúan en batallones y hacen uso de armas 
entregadas por “Occidente”. Están organizado en una estructura política 
denominada “Svoboda” que proclama su odio a “las razas inferiores”, a 
los homosexuales, judíos y comunistas; con la idea de “purificar la 
sociedad” proscriben el aborto, absolutizan la parafernalia militar y la
 masculinidad, y rinde culto al “orden” y a la disciplina”, ¿No es eso 
expresión de fascismo?
Lo
 que está haciendo Rusia hoy no es provocar la guerra ni atacar a otros.
 Es salvar a Europa. Si en los años 40 del siglo pasado el mundo tuvo 
ante sus ojos la imagen de la muerte, hoy ocurre lo mismo. 
Aplastar
 a la hidra del fascismo, es un deber. Entretanto, la CNN hace su propia
 “guerra”: muestra los bombardeos ucranianos al Donbass, y los presente 
como “rusos en Kiev”. Y aquí los sigue dócilmente la prensa sucia. (fin)
 
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