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PERÚ. DOS BANDERAS 
Por Gustavo Espinoza M.
Diario UNO / Domingo 20 de noviembre 2022
“Noviembre,
 madera, mes de muertos…” escribió Gonzalo Rose como una manera de 
asociar este mes, que se inicia en el Día de los Difuntos, con la 
evocación doliente que nos genera la partida de personas que, en uno u 
otro nivel de la actividad humana, simbolizan una misma causa. 
Es
 el caso de Flor de María Gonzales Uriola, la Maestra de Escuela 
fallecida el 26 de noviembre del 2018; y Mario Huamán Rivera, el líder 
de los obreros de la Construcción, que partiera en días recientes.
Una
 y otro, en el fondo, simbolizan una misma causa. Y dejaron un legado 
similar que podremos resumir aludiendo a cuatro elementos básicos: 
Nos
 referiremos, entonces, al aporte que hicieron para asegurar por parte 
de los trabajadores peruanos, un mensaje de clase. No creyeron nunca en 
los cantos de sirena de los dueños del Capital, y se empeñaron siempre 
en demostrar que todo lo que alcanzaran los explotados de un país, era 
simplemente el resultado de sus expectativas y sus luchas; que nada caía
 como el Maná del cielo, ni estaba inútilmente sembrado en la tierra. 
Que
 todo lo que se alcanzara, debía ser producto del esfuerzo y de la 
voluntad de combate de los comprometidos con altos ideales de la vida 
humana.
También
 al espíritu internacionalista de sus acciones, que nunca estuvieron 
constreñidas a los muros que dividen artificialmente nuestro suelo, del 
que habitan otros pueblos y otros hombres. Nuestra causa -dijeron 
siempre- no tiene fronteras y no puede sujetarse a parámetros 
artificialmente construidos para separar a unos de otros. La dignidad, 
la justicia y el bien común son objetivos universales y encarnan valores
 de todos los que en uno u otro confín del planeta, se empeñan en 
alcanzarlos.
En
 otras palabras, el mensaje de Ciro Alegría, que nos hablara de un mundo
 ancho, aunque ajeno; y de José Carlos Mariátegui, quien tomara de 
Bolívar y de Martí la expresión de “Nuestramérica”; constituía una 
realidad tangible que se expresaba en los objetivos del gran movimiento 
de la solidaridad.
En
 tercer lugar, la ideología, resumida en lo que El Amauta llamara una 
sola y grande palabra: Socialismo, que la incluye a todas, las involucra
 a todas; y que refleja la esperanza de millones de personas que, en 
todos los confines del planeta, batallan por un mundo mejor, y más 
justo. 
Por
 ese ideal combatió el hombre desde los años de Espartaco, pasando por 
la Revolución Industrial de 1630, la insurgencia de José Gabriel Túpac 
Amaru en 1780, la Toma de la Bastilla y toda su trascendencia, la Comuna
 de París en 1871 y la Revolución Rusa de 1917; jornadas todas signadas 
por los mismos propósitos que en su momento Carlos Marx pusiera en negro
 sobre blanco.
Y
 en cuarto lugar, la tarea por alcanzar mejores condiciones de vida para
 los trabajadores, elevar su bienestar, alentar derechos, obtener 
conquistas, alcanzar salarios y condiciones laborales acordes con los 
requerimientos de nuestro tiempo 
Flor
 de María Gonzales, fue una modesta trabajadora del Magisterio, Ejerció 
la docencia durante 30 años como profesora de Ciencia; pero se dio a 
desplegar en simultáneo, una intensa actividad sindical y política. Por 
eso fue también querida y reconocida. 
Finalmente,
 fue electa Secretaria General del PC y Congresista Accesitaria que no 
logró asumir su cargo sorprendida por la muerte. Su trayectoria 
impecable la llevó a ser considerada “la flor roja de los trabajadores 
peruanos”.
Mario
 Huamán fue un hombre de clase. Obrero de la Construcción desde los 21 
años, se inició edificando las Torres de Limatambo, hermosos edificios 
en los que no pueden vivir quieren los construyen, decía Bertold Brech. 
Allí se fraguó como albañil, y como dirigente sindical que promovió y 
alentó la solidaridad y la lucha. 
En
 esa línea fue Secretario General de la Federación de Trabajadores en 
Construcción Civil, y desempeñó los más altos de responsabilidad en la 
Confederación General de Trabajadores del Perú, la CGTP, recogiendo el 
legado de grandes figuras, como Isidoro Gamarra y Pedro Huilca.
Bien
 puede decirse que hoy una y otro, se han convertido en legítimas 
banderas de nuestro pueblo. Y es que resumen no sólo una historia de 
vida entregada a una causa justa; sino también una trayectoria 
convertida en legado. Las nuevas generaciones sabrán tomarlas en cuenta 
cuando se trate se recoger las huellas de lucha que adornan el camino 
lacerante de los trabajadores.
Hoy
 asoman nuevos retos para nuestro pueblo. El fascismo que levanta cabeza
 en el viejo continente, asoma también en estas latitudes. Es más, acosa
 directamente a nuestro propio pueblo y busca reconstruir el mundo de 
odio y de guerra que creíamos superado.
Cada
 día surgen nuevas expresiones de la crisis de nuestro tiempo. Ella no 
es solamente una crisis material, de recursos y de caudales. Es, sobre 
todo, una crisis de valores en una circunstancia en la que el régimen de
 dominación capitalista se hunde inexorablemente.
En
 esta circunstancia, estas dos banderas de los trabajadores, podrían 
enarbolar estas palabras del Amauta: “La actitud del hombre que se 
propone corregirla realidad es, ciertamente, más optimista que 
pesimista. Es pesimista en su protesta y en su condena del presente; 
pero es optimista en cuanto a su esperanza. Todos los grandes ideales 
humanos han partido de una negación; pero todos han sido también una 
afirmación”,
Y una afirmación, sin duda, ha sido la vida y el legado de estas figuras que partieron (fin).
 
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