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PERU. LA OEA EN LA PELEA 
Por Gustavo Espinoza M.
Diario UNO / Domingo 23 de octubre 2022
Finalmente,
 el Presidente Castillo decidió acudir a la Organización de Estados 
Americanos -la OEA- para encontrar amparo ante la casi indetenible 
ofensiva de sus adversarios unidos en un solo propósito: sacarlo del 
Gobierno a como dé lugar. 
Algunos
 han interpretado el hecho como un manotazo de ahogado. Casi como el 
último recurso que le quedaba a un Mandatario arrinconado en una batalla
 por cierto desigual. 
Otros,
 han percibido el hecho como la expresión de una voluntad que no tiene 
vuelta: Pedro Castillo está dispuesto a ir hasta el fin en defensa de 
sus fueros. Y si no logra revertir la crisis en el escenario aquí, no 
duda en recurrir a las instancias internacionales. 
Pareciera
 que desde un inicio el Mandatario peruano intuyó que algo de eso habría
 de ocurrir Por eso puso empeño en procurar un nexo vivo con la OEA, 
pagando un precio ciertamente comprometedor: sin renunciar a su proyecto
 interno, su administración no se sumó nunca a la corriente 
transformadora representada por el proceso bolivariano. 
Relaciones
 con los países del ALBA, si, pero a distancia. Amistad con Cuba, 
Venezuela y Nicaragua, también, pero “de lejitos” para no asustar al 
ogro del norte. Así, una convivencia mutuamente beneficiosa -y 
oportunista, sin duda- a la que ahora, el maestro rural busca sacar 
provecho.
Ni
 el país ni los peruanos tienen razón alguna para confiar en la OEA. Su 
origen, trayectoria, y acciones de hoy, la perfilan como acertadamente 
se le denominara antes: el Ministerio de Colonias creado por la Casa 
Blanca para mantener en el redil a los países del nuevo continente. 
A
 lo largo de más de 70 años, la OEA ha confirmado su papel como gendarme
 del Imperio. Así ocurrió en Guatemala, en 1954; Cuba, desde 1959; 
Grenada, en 1983; Nicaragua, en los 80 y hasta hoy; Panamá en 1989; 
Venezuela, sobre todo desde comienzo del nuevo siglo. 
En
 contra partida, la OEA apañó a lo largo de su historia, a las 
camarillas asesinas del proceso brasileño del 64; a las dictaduras 
siniestras de Pinochet, Videla y Álvarez; no le hizo ascos al Golpe de 
Estado que derribó en Paraguay al Presidente Lugo; ni al que acabó con 
el gobierno de Zelaya, en Honduras; y muchos menos al que aconteció 
contra Dilma Rousseff y abriera la puerta a la figura diabólica de 
Bolsonaro. Ni tampoco a al derribo de Morales en la Bolivia de la década
 ´pasada. Allí, hasta metió la mano. 
La
 OEA, como todo esto fuera poco, alentó a las bandas delictivas y a los 
grupos fascistas que en Caracas pretendieron derribar a Hugo Chávez 
primero y a Nicolás Maduro, después; y a las que en la Patria de Sandino
 se alzaron en el 2018, para atormentar al pueblo de Nicaragua. Toda una
 ejecutoria siniestra por cierto, que fue vista por el mundo con 
indignación e ira por los pueblos de nuestro continente.
¿Qué
 razón tendría el pueblo peruano y nuestro país para confiar en la 
“Carta Democrática” de la OEA? Ninguna, por cierto. Imaginarlo, sería 
como confiar en el gato y ponerlo de guardián de la despensa. Pero 
curiosamente Castillo si podría esperar algo de ese engendro.
Lo
 que ocurre es que Estados Unidos no tiene siempre un mensaje uniforme. 
Uno es el discurso de Biden, por ejemplo; y otro el de Trumph. Una, es 
la práctica del Departamento de Estado USA, y otro el accionar de la 
Agencia Central de Inteligencia –la CIA- que obra muchas veces por su 
propia cuenta, como también lo hace el Pentágono.
Es
 que el Imperialismo fue siempre un monstruo con varias cabezas. La OEA 
es también una de ellas. Pr lo demás, Biden y Blinken no tendrían por 
qué temer a Castillo.
Asesorado
 por diplomáticos bien informados, ha invocado los artículos 17 y 18 de 
la Carta que fuera asumida por la OEA a iniciativa del gobierno peruano 
luego de la crisis generada a comienzos del nuevo siglo por Alberto 
Fujimori y su pandilla.
En
 líneas gruesas, el articulo 17 reconoce la posibilidad de un mandatario
 que ve en riesgo el proceso político que representa, y su propio 
ejercicio del Poder, para solicitar la mediación de la OEA. Y el 18 
señala un procedimiento que lo ampare en tal circunstancia. Ambos 
recursos, calzan en el escenario peruano de nuestros días.
Aquí,
 en efecto, se registra una carga violenta contra el Presidente de la 
República. Se presentaron contra él, varias denuncias y se plantearon 
acusaciones de grueso calibre. Las formuló la Fiscalía, diversos 
parlamentarios y la “Prensa Grande”. Pero en todos los casos, se ha 
tratado de versiones, algunas de las cuales pueden lucir verosímiles, 
pero ninguna se ha probado por una razón muy simple: no ha habido 
proceso alguno, y nadie ha podido ejercer la defensa del acusado. 
Es
 más, cuando un ministro ha hablado para justificarlo, le han dicho que 
se calle, y que renuncie porque de lo contrario, será “cómplice” del 
investigado. Y cuando algún parlamentario se ha negado a votar por la 
vacancia, lo han amenazado con el desafuero y la cárcel. Esa, ¿es la 
garantía del “debido proceso” que se le plantead al Presidente?
Hay
 quienes dicen que “todos los indicios lo acusan”, pero nadie puede ser 
derribado ni condenado por indicios. A Castillo buscan ya “suspenderlo”,
 sin haberlo juzgado. Y para lograrlo, han incriminado a toda su 
familia, allegados, colaboradores, amigos. Todos, integran “la 
organización criminal”, son “cómplices” de ella. O lo acusan, o van 
presos.
Eso
 explica el SOS del Mandatario, aunque sus adversarios lo maldigan. Pero
 ellos, que no quieren a la OEA, fueron antes tocar su puerta para 
anular su elección. Buscaron “la injerencia externa”, que hoy rechazan. 
Mal
 que bien, la OEA ya está en la pelea. Y al iniciar el primer round, 
amparó a Castillo. ¿Qué vendrá ahora? ¡Habrá que ver! (Fin)
 
 
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