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Nuestra América Nativa (1-2)
LA GEOPOLÍTICA DEL CAOS Y EL FIN DE CICLO 
EN LAS ENTRAÑAS DE AMÉRICA LATINA
12/12/2016
Opinión
“…si
 las medidas excepcionales son el fruto de los períodos de crisis 
política y, en tanto tales, están comprendidas en el terreno político y 
no en el terreno jurídico constitucional, ellas se encuentran en la 
paradójica situación de ser medidas jurídicas que no pueden ser 
comprendidas en el plano del derecho, y el estado de excepción se 
presenta como la forma legal de aquello que no puede tener forma legal”.
Giorgio Agamben
El
 Gran Tablero Mundial se recalienta. El conflicto social se está 
propagando por todo el entramado del sistema-mundo, producto no solo de 
las extraordinarias desigualdades socio-económicas y la devastación de 
fuentes de vida y territorios, sino también por la terrible vulneración 
que se ha provocado sobre los tejidos sociales en estos más de 30 años 
de neoliberalismo global. Como síntoma y consecuencia de estos procesos,
 derechas y extremas derechas ganan cada vez más terreno en numerosas 
partes del planeta.
En
 América Latina, las entusiastas ilusiones emancipatorias que se 
propagaban durante el auge de los gobiernos progresistas están siendo 
desplazadas por un horizonte de resistencias, ahora básicamente desde la
 perspectiva de las organizaciones populares de base y movimientos 
sociales. Se trata de un horizonte más incierto, pero necesariamente más
 combativo.
Este
 panorama para Latinoamérica no debe ser simplemente interpretado como 
una potencial “vuelta al pasado”, como un regreso en la línea del tiempo
 a 1990. Importantes transformaciones han ocurrido en la región, 
suficientes como para afirmar que ya nada será igual por acá. Hay que 
mirar hacia adelante advirtiendo no solo tendencias 
histórico-estructurales sino también identificando los rasgos del tiempo
 sui generis que vivimos.
La crisis civilizatoria parece prefigurar una geopolítica del caos,
 donde también opera una estrategia de lo contingente, de lo inestable, 
que por ser más versátil, flexible, abierta y descentralizada no deja de
 ser virulenta y profundamente reaccionaria –por ejemplo, la llamada 
“Doctrina Obama” estuvo marcada por estos rasgos1. En este marco, es fundamental resaltar dos elementos:
a.      algunos
 mecanismos tradicionales de intermediación en lo económico (como los 
estados de bienestar y políticas de asistencia social masiva) y en lo 
político (como los sistema de partidos e instituciones electorales, 
marcos jurídicos de derechos civiles) parecen estar en proceso de franco
 agotamiento histórico, sea porque su legitimidad social está muy 
socavada, porque no pueden sostenerse en el tiempo o bien porque 
representan un obstáculo ante la necesidad que tiene el capital de un ajuste radical.
 Por tanto, éste apunta a procesos masivos e intensivos de apropiación 
directa de la riqueza y el trabajo, sin intermediación ni negociación ni
 seducción, principalmente en el Sur Global, pero avanzando también en 
el Norte. En este sentido, la guerra deja de ser solo acontecimiento 
histórico y se va constituyendo como ejercicio permanente de 
micro-política y como referente de los regímenes de poder y los estados 
de derecho;
b.     pero
 la apropiación directa no supone necesariamente una actuación imperial a
 modo de aplanadora, sino basada en estrategias diferenciadas que 
permitan sostener lo más posible los procesos de acumulación, los 
mercados y la circulación de capital. A esto podríamos llamarle una política del cinismo:
 la combinación de retazos de asistencia social, regionalizaciones del 
consumo, zonas de “paz” con estados de guerra territorial, estados de 
excepción selectivos, configuración de democracias sitiadas, regímenes 
de poder regional paraestatales, entre otros, que se van desarrollando 
dependiendo de factores de coyuntura y las diversas reacciones 
socio-políticas que provocan.
c.      Desde
 el análisis geopolítico del discurso oficial progresista 
latinoamericano, se ha promovido la total centralidad de la 
contradicción Imperio vs Nación-periferia (básicamente EEUU vs los 
gobiernos progresistas), interrumpiendo un análisis de multi-escalas y 
dejando engavetadas las propias contradicciones domésticas 
Estado-Gobierno – territorios/población.
Al mismo tiempo, se ha impulsado una prevalencia del imperio-acontecimiento (por ejemplo, para el caso de Venezuela, una eventual intervención militar estadounidense) dejando de lado el imperio-proceso, el cual expresa los múltiples mecanismos de penetración y transformación desde adentro de
 las tramas sociales, de las fuerzas contrahegemónicas, de las facetas 
desafiantes de los regímenes políticos nacionales, con el fin de ir 
mermándolos y mutándolos para facilitar la acumulación de capital y la 
apropiación de recursos y trabajo. Esta forma de intervención puede 
lograr el desmantelamiento y desactivación progresiva de un proceso 
contrahegemónico de cambio, aunque en la superficie dicho régimen 
político busque mantener una fachada popular-emancipatoria. En este 
sentido, es vital resaltar la contradicción 
Imperio-territorios/población.
Este análisis integrado macro-micro-político, de múltiples escalas espaciales, esta fenomenología del imperialismo, es útil al menos por dos razones:
Primero,
 factores como el caos global y los altos niveles de incertidumbre, 
riesgo y volatilidad sistémica, en los cuales muchas de las 
macro-instituciones tradicionales son cada vez menos funcionales y se 
requiere de la acción directa; la lógica de penetración total del 
neoliberalismo a escala planetaria; la potencial desregulación o 
mutación de los Estados latinoamericanos ante esta nueva etapa; la 
vulnerabilidad de pueblos y comunidades ante esta situación; la disputa 
geopolítica por los recursos naturales; entre otros, resaltan la 
especial importancia del foco sobre la dinámica en los territorios. Una 
estrategia de apropiación directa supone analizar más de cerca lo que 
ocurre en los mismos, y en los tejidos sociales, donde se están 
desarrollando vitales disputa por la vida a escala global.
Segundo,
 dicho análisis podría contribuir a hacer visibles los diferentes 
actores involucrados en las intervenciones que el capital transnacional 
impulsa, y que son canalizadas en escalas globales, regionales, 
nacionales y locales. Permite destacar las operaciones de interfaz 
geográfico mediante las cuales opera el capital para finalmente llegar 
al tejido de la vida socio-ecológica. De esta forma, por ejemplo, es 
posible resaltar la relación orgánica, aunque no necesariamente 
explícita, que tiene el extractivismo con estas formas de operación 
imperial.
En
 las disputas geopolíticas y nacionales en estos nuevos tiempos para 
Latinoamérica, no solo se ha abierto el escenario para la aparición de 
gobiernos favorables a uno u otro bloque global de poder, sino también 
la configuración de nuevas y complejas “gubernamentalidades” (Foucault) 
en los territorios y los tejidos de la vida. Controlar y administrar el 
caos, así como aprovechar y canalizar los cambios esenciales que se han 
producido en estos tejidos socio-territoriales, parece ser un objetivo 
central en estas disputas por el mando político. Conviene evaluar pues, 
el terreno espinoso donde se están desarrollando las luchas actuales y 
las que vendrán.
El terreno espinoso de las luchas por venir: reconfiguraciones en las entrañas de América Latina
El
 ciclo progresista latinoamericano que parece concluir, y que ha tenido 
impactos directos e indirectos en toda la región, puede ser también 
leído como una nueva ola modernizadora para la región, impulsada no solo
 por el boom de los commodities que iniciara en la década pasada, sino 
también por ampliaciones y nuevos dispositivos en la distribución social
 de los excedentes captados en este proceso.
Plantear
 que América Latina ya no será igual supone reconocer que esta ola 
modernizadora ha generado importantes transformaciones en los entramados
 sociales; en los territorios urbanos, campesinos e indígenas; en sus 
estructuras políticas –lo que incluye a las formas de ejercicio del 
poder y las luchas populares–; en las expectativas y patrones 
culturales; y en los metabolismos sociales; lo cual tiene y tendrá 
notables efectos para toda la vida en la región.
Si
 bien varían en diversos grados y no operan de manera absoluta, en los 
diferentes países latinoamericanos es posible verificar algunas 
tendencias compartidas tales como:
-Crecimiento
 de los procesos de urbanización, modernización territorial y de la 
población dentro de las ciudades, con tendencias persistentes al 
incremento para los próximos años2.
 Caotización y vulnerabilidad de las ciudades –recuérdese por ejemplo, 
la crisis hídrica en São Paulo desde 2014 o las inundaciones en Buenos 
Aires en 2013. Expectativas de "modos de vida imperial" (U. Brand) en 
cada vez más gente, lo que se está uniendo contradictoriamente con la 
actual situación de caída de los precios de las commodities.
-Avances
 de la frontera extractiva en toda la región. Relanzamiento y expansión a
 gran escala en sectores del extractivismo que no han sido los 
tradicionales para cada país, como el caso de la minería en Venezuela o 
Ecuador, o el petróleo en Brasil. Avance de los extractivismos de alto riesgo
 por medio del impulso de la explotación de hidrocarburos no 
convencionales, tales como la perforación y fracking en el yacimiento de
 Vaca Muerta, Argentina; o los crudos pesados y extrapesados en Colombia
 y Venezuela3.
-Crecimiento
 en los metabolismos sociales (flujos de materiales, energía y agua), 
que aunque en términos relativos (tasas de crecimiento, flujos per 
cápita, etc.) podrían disminuir en relación a décadas pasadas, muestran 
notables tendencias al alza en términos absolutos4.
 Esto ocurre no sólo en las ciudades, donde una porción de las 
poblaciones han sido incorporadas al consumo de más energía, materiales y
 agua, sino también a raíz de la expansión del extractivismo en los 
territorios de la región.
-Sistemas sociales más complejos. Incorporación masiva de sectores de las clases pobres a las clases medias5.
 Estratificaciones sociales más heterogéneas e híbridas –por ejemplo, 
barrios populares en los cuáles conviven diferentes "clases" sociales. 
Nuevas subjetividades en los jóvenes que perfilan una actitud ante la 
política y juegan un importante rol en el desarrollo de este fin de 
ciclo.
-En
 algunos países se produjo el surgimiento de nuevas burguesías, en el 
seno de los procesos de acumulación de capital impulsados directa o 
indirectamente por las políticas de los gobiernos, como en el caso de 
los progresismos radicales de Venezuela y Bolivia –“Boliburguesía” y 
“Burguesía Aymara”, respectivamente.
-Financiarización
 de las clases populares y robustecimiento cualitativo de las economías 
informales. A pesar de que en varios países de la región creció el 
empleo formal en la última década –como en Argentina, Brasil y Chile–, 
debido a las características de los modelos primarizados de la región, 
el sector informal sigue siendo muy significativo –un promedio de 50% 
del total, siendo que en países como Paraguay, Colombia, México, 
Guatemala o Perú, se supera notablemente esta cifra6.
 El proceso de financiarización social le ha dado mayor organicidad a la
 economía informal y fortaleza en términos cualitativos, en la medida en
 la que vigorizó sus redes, potenciadas por el alto consumo. Podríamos 
decir que se socializó el sector terciario de la economía, potenciando 
una mayor autonomización del sector informal. A raíz del fin del boom de
 las commodities y una eventual agudización de la crisis económica en la
 región, es probable que se produzca una re-explosión de la economía 
informal. ¿Qué pasa cuando informalidad pasa a ser un determinante de 
toda la economía y de los tejidos sociales?
-En
 diversos grados, dependiendo de los territorios y países, las 
estructuras socio-económicas y culturales de los pueblos indígenas y 
campesinos han sido impactadas. Nuevas ruralidades y nuevas 
configuraciones en el mundo indígena se han venido desarrollando, con 
consecuencias respecto a la preservación de sus territorios, sus modos 
de vida, sus resistencias y sus patrones culturales.
-Surgimiento
 de nuevas derechas, que asumen nuevas narrativas, proyectos más 
híbridos y flexibles, con nuevos rostros, las cuales buscan capitalizar 
los numerosos cambios sociales, culturales y políticos de la región. La 
crisis de los progresismos ha re-abierto el camino a un potencial 
desprestigio de los ideales revolucionarios y socialistas en amplios 
sectores de la población, con mayor fuerza en Venezuela.
-Grupos
 de delincuencia social, urbanos y rurales, que han mutado a formas 
mucho más sofisticada de acción, con mayor capacidad de fuego y 
tecnológica, y con mayor conciencia de su poderío político, 
principalmente en los territorios que logran controlar.
-Afianzamiento de lo que hemos llamado un "neoliberalismo mutante"7,
 el cual se ha configurado como un modo heterodoxo, híbrido, estratégico
 y flexible de acumulación de capital que muta, se reacomoda 
permanentemente, y en el cual pueden coexistir, por ejemplo, 
mercantilización sin privatización o financiarización con intervención 
estatal, sin que esto implique el abandono de un eventual giro a la 
ortodoxia o el horizonte de despojo masivo que lo constituye.
-Penetración
 múltiple de las economías latinoamericanas por diversos actores 
geopolíticos, donde han tenido creciente presencia China y en menor 
medida los otros países de los BRICS. Destacan los nexos del gigante 
asiático con Venezuela, Ecuador, Brasil, Perú y Argentina8.
 Relativo desplazamiento de la hegemonía de los EEUU. Brasil ha 
incrementado su influencia geopolítica, resaltando su papel en 
Suramérica. En general, el fin de ciclo está también marcado por una 
especie de guerra fría que se desarrolla a nivel mundial.
-Vivimos en un mundo aún más convulso que cuando empezó este período de perfil progresista.
Sobre
 la superficie accidentada, movible, irregular y volátil de esta 
geografía política de los muy diversos entramados sociales 
latinoamericanos se van conformando cadenas de regímenes de poder, 
diferenciados pero profundamente conectados con las disputas 
geopolíticas, los Estados de la región y los procesos de acumulación de 
capital a escala global. Conviene examinar las tendencias que 
configuran, desde arriba, un marco de excepcionalidad y militarización 
de todos los ámbitos de la vida; y desde abajo, una cooptación del 
antagonismo, especialmente de sus facetas autoritario-delincuenciales.
Gestionando el caos desde arriba: regímenes de excepción y militarización de la vida
Los
 tiempos por venir en América Latina parecen apuntar a tiempos 
conflictivos, de revueltas e intensas disputas territoriales por los 
recursos. Los Estados latinoamericanos no solo se van adaptando a las 
dinámicas de la crisis económica global a través de la creciente 
ejecución de reformas y ajustes macro-económicos (desde la Reforma 
Energética en México a las Zonas Económicas Especiales en Venezuela), 
sino también se ven compelidos a desarrollar o ampliar formas de 
cooperación con la lógica de guerra global imperante.
En
 este marco, y con miras en la administración y gestión de los 
escenarios de crisis y caos sistémico, se perfila una creciente política
 de militarización de todos los ámbitos de la vida y la expansión de 
estados de excepción diferenciados. Situaciones o contextos de 
contingencia vinculados a una “amenaza excepcional”,
 van siendo canalizados a través de estos mecanismos de control, sea por
 crisis económica (como el Estado de Excepción y Emergencia Económica 
decretado a nivel nacional en Venezuela desde mayo de 2016, para 
combatir la “guerra económica” y otros factores9);
 lucha contra el terrorismo y el narcotráfico (como el declarado por el 
gobierno peruano en septiembre 2016 en tres distritos de Huancavelica, 
Ayacucho y Cuzco10);
 fenómenos naturales (como la explosión del volcán Cotopaxi en agosto 
2015, que implicó declaración de estado de excepción a nivel nacional y 
movilización de todas las fuerzas armadas en el Ecuador11); grandes eventos (como el estado de excepción declarado por el gobierno brasilero para los Juegos Olímpicos de agosto de 201612); y evidentemente revueltas populares y manifestaciones sociales de diverso tipo.
Pero
 es fundamental destacar que el desarrollo de este proceso no solo se da
 por decretos; la promulgación de leyes antiterroristas y el 
endurecimiento de los códigos penales; el establecimiento de nuevas 
bases militares estadounidenses en la región (especialmente en Perú, 
Paraguay y Colombia); la modernización de las fuerzas militares, 
policiales y de inteligencia; o incluso la búsqueda de consolidación del
 Consejo de Defensa Suramericano de UNASUR; sino de cómo todos los 
aspectos y ámbitos de la vida social van siendo atravesados 
progresivamente por la lógica militar/policial de control, sitio, 
vigilancia y represión. De cómo el sistema de derechos y garantías 
sociales va quedando cada vez más suspendido para que vaya imponiéndose 
una régimen político de excepcionalidad permanente, que permite a las 
fuerzas de seguridad oficial tomar el control de los recursos, 
instituciones y territorios “vulnerados” por la “amenaza 
extraordinaria”.
Todo
 esto se va configurando independientemente de si la alianza geopolítica
 de los diferentes Estados latinoamericanos es con los Estados Unidos, 
con China, o con otros actores nacionales y corporativos.
Sin
 embargo, como ya hemos señalado, estos procesos evolucionan de maneras 
diferenciadas en los países y territorios latinoamericanos, al tiempo 
que no se trata necesariamente de regímenes aplanadora o de formas 
totalitarias homogeneizantes, sino que responden a estrategias 
variables, flexibles y regionalizadas.
Por
 un lado, hay que tomar en cuenta las estructuras políticas domésticas, 
la significación geopolítica de cada país y regiones, la importancia de 
sus recursos y la intensidad de las resistencias populares ante los 
diversos procesos de intervención del capital, para comprender cómo se 
asignan y se recurre a las diferentes modalidades e intensidades de 
operación sobre los territorios y población.
En
 México, la “Guerra contra el Narcotráfico” (2006+) y la Ley de 
Seguridad Nacional (2011) generan un marco de brutal excepcionalidad 
permanente y generalizada, con numerosas similitudes a la región 
centroamericana, en especial en El Salvador, Guatemala y Honduras. (…)
Nota.- Continúa en la siguiente entrega
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
14 de diciembre 2016
 

 
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