Andenes de Ururin, hoy bajo la protección formal del Ministerio de 
Cultura, es voz quechua y se llama con el mismo nombre, el lugar donde 
se encuentra en la actualidad; es tal vez, uno de los más completos 
restos de la cultura pre-inca existente en la región Lima. Ururin se 
ubica, y corríjanme si me equivoco, en los linderos de la comunidad 
campesina de Santa Catalina-Huaral, al costado de la vertiente de agua 
más importante que conserva la vida en la ciudad de Huaral, y está a dos
 horas de Lima.
 
 Bien, pasando al tema, para cualquier observador que centra la mirada 
en lo esencial de un hecho, rápidamente aflora a la superficie la idea 
concebida por el antiguo peruano como un genuino agricultor colectivo. 
Ururin comprende un amplísimo sector en las faldas de las lomas 
dominadas y controladas por el trabajo humano. Sus andenerías, de fino 
tejido de piedras que contienen la tierra para el aprovechamiento del 
sembrío, se agregan como una de las tantas constataciones  del 
predominio en el antiguo  ande peruano, el trabajo solidario de la 
minka, llankay, virtudes sin los cuales no habrían sido posible darle al
 trabajo humano, esa belleza, armonía, ritmo, alegría, de sus 
construcciones y afirmaciones. 
 
 La organización del trabajo humano en el Tawantinsuyo es más asombroso 
aún por cuanto carecían de la escritura. Pero es fácil ver en aquellos 
sus restos que sirven de documentos parlantes, el modo de su sistema de 
producción, donde el trabajo ocupa el primer lugar como elemento 
director para el acarreo y valorización de los materiales en la 
afirmación y construcción de una vida colectiva. Es por eso, el alto 
valor que le otorgaban a la tierra, la mama pacha; lo mismo sentía 
respecto al agua. Aún hoy, en los lugares más recónditos del ande, se 
rinde tributo a la madre tierra y se agradece al agua, con su fiesta. 
Creo que no hay danza andina que prescinda de su sentimiento agrario, 
solidario, colectivo, como parte de su educación y salud 
física-espiritual. 
 
 Refiriéndose a hechos como el que se anota ahora, el Amauta José Carlos
 Mariátegui señalaba que la sociedad del Tawantisuyo era una sociedad de
 “comunismo agrario primitivo”. Así es.
 
 Así como nuestro pasado nos enseña y estimula el pensamiento creativo, 
el presente nos plantea también una nueva reorganización del trabajo 
humano. TRABAJO- SALUD-EDUCACIÓN, es esta la voz de nuestra época, camino a la victoria del Cambio Social.
HFD.
03.01.17
 
 
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