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MARIATEGUI, DE RETORNO
Por Gustavo Espinoza M.
(Ponencia
 presentada ante Simposio referido al Centenario del retorno del Amauta,
 organizado por la Casa Mariátegui en Lima. Sustentado el 15 de abril 
del 2023) 
Se ha
 escrito mucho acerca de lo que se conoce comúnmente como “el periplo 
europeo” del Amauta es decir, este periodo en el que Mariátegui pudo 
conocer Francia, Italia, Alemania Hungría y Checoslovaquia, recogiendo 
experiencias de todo orden, desde episodios de la vida cotidiana, hasta 
acontecimientos de trascendencia virtualmente histórica. 
Es
 usual admitir que en esos años en los que el joven periodista recorrió 
parte del viejo continente, estudió cuidadosamente diversos fenómenos: 
la crisis mundial y la secuela que dejara después de la I Gran Guerra; 
la trascendencia de la Revolución Rusa de 1917; el proceso de formación 
de los Partidos Comunistas; el ascenso de la clase obrera y sus luchas, 
en el escenario internacional; y el surgimiento del fascismo como 
expresión de la política del capital financiero, intimidado por la Ola 
Revolucionaria de los años 20. Todos ello, serían el signo de la escena 
contemporánea, como el mismo la denominara cuando –para presentarla ante
 los lectores peruanos- publicara un libro con este título, en noviembre
 de 1925.
Es
 claro que ese escenario difería significativamente del que encontrara 
Mariátegui cuando arribó al viejo continente casi cuatro años antes. En 
1919 descubrió una Europa desolada. Agobiada por una profunda crisis, 
con países devastados, ciudades destruidas, hambre generalizado y 
gruesas columnas de desocupados; la vieja Europa parecía vivir el fin de
 la civilización cuando en realidad era escenario de los estertores de 
una sociedad exhausta: 
Servais
 Thissen, en su valioso libro “La aventura del hombre nuevo” señala, 
aludiendo a ese periodo y su incidencia en la formación cultural e 
ideológica de nuestro personaje, que: “La estadía europea de Mariátegui 
fue fundamental en su vida: le permitió comprender la crisis del mundo 
occidental: le hizo descubrir una nueva manera de analizar los fenómenos
 sociales y políticos, gracias al marxismo, y también la necesidad de 
formar parte de gran movimiento revolucionario mundial. Lo más 
importante para esta labor social y política que iba a emprender José 
Carlos en el Perú, era haber asimilado la esencia del marxismo”. 
EL ASCENSO DEL FASCISMO
Quisiera,
 en este aporte al evento que realizamos, ocuparme del fascismo, un 
fenómeno que surgió en Europa Central y que se convirtió en los años 20 y
 30 del siglo pasado, en la herramienta de la que se valió el capital 
financiero para enfrentar a la Clase Obrera y a la experiencia 
socialista en ese entonces creciente. Y analizar el tema a la luz de las
 opiniones que nos legara el Amauta en su valiosa obra. Veamos
No
 esta demás, subrayar, en un inicio, que el fascismo tiene en realidad 
dos variantes: la versión clásica de la política de Mussolini en la 
Italia bajo su égida; y la variante alemana liderada por Hitler. Esta 
última, sin embargo, no fue abordada por el Amauta que partió tres años 
antes que Hindenburg consagrara al Cabo austriaco como el Jefe de la 
Alemania Nazi. Obviamente, me referiré a la primera. 
Es
 importante hacerlo ahora no sólo como un recuerdo histórico, habida 
cuenta que el fascismo en sus dos vertientes, fue liquidado después de 
la II Gran Guerra; sino porque aún existe como una amenaza real, dado 
que su esencia retorna hoy al compás de la crisis de descomposición de 
un sistema que busca desesperadamente perpetuar su dominio global.
Hoy,
 en efecto, como un ave fénix más bien siniestra y empapada en sangre, 
retorna el maléfico espectro del fascismo, de la mano del Gran Capital y
 ocupa un lugar preeminente en algunos países. La victoria de Giorgia 
Meloni en los comicios italianos del año pasado; la afirmación de VOX, 
el engendro Ultra Conservador de la España post franquista; la 
persistencia de Le Pen en los comicios franceses y el viraje ultra 
derechista de Macrón; el surgimiento de movimientos Neo Nazis, como el 
Amanecer Dorado, en Grecia; y las victorias electorales de grupo y 
partidos de la extrema reacción en Suecia, Noruega y en algunos países 
de Europa Central; y la alianza del gobierno de Estados Unidos, la OTAN y
 la Unión Europea para respaldar al régimen de Zelensky; lo confirman. 
Todo eso, constituye hoy el núcleo duro del fascismo de nuestro tiempo; y
 a él, se suman otros movimientos que llegan a nuestro continente. Como 
en un espejo. podemos mirar la imagen del Perú de nuestros días. 
No
 se puede entender el surgimiento del fascismo sin comprender dos 
fenómenos paralelos: la ruptura de la cadena de dominación capitalista, 
ocurrida en Rusia el año 17 y el surgimiento de diversos procesos 
liberadores ocurridos en distintos países, en lo que se conoce “La ola 
revolucionaria de los años 20”. Surgió a partir de la caída del Zarismo y
 la victoria de los Bolcheviques, en la vieja Rusia. 
Quizá
 si la expresión más sostenida de ella, fue la República Húngara de los 
Consejos, surgida a la caída del Imperio Austro-Húngaro, en 1918 A esa 
insurgencia se le llamó “La Revolución de los Crisantemos”, y comprendió
 dos etapas. En una primera, el Conde Karoldy alentó reformas que 
pusieron en jaque a los grandes terratenientes del Danubio. La segunda, 
más radical -vale decir, más profunda- fue conducida por los comunistas 
liderados por Bela Kun. 
Pero
 Hungría no pudo coronar ese proceso. Las fuerzas más reaccionarias se 
agruparon en un solo frente contra el pueblo y promovieron la primera 
sublevación fascista de la historia. El régimen del Almirante Horty, 
aupado en el Poder gracias a la fuerza de las armas, impuso una 
dictadura brutal orientada a descabezar al movimiento popular y quebrar 
todas sus posibilidades de resistencia. Más de veinte mil húngaros 
pagaron con sus vidas el empeño de ser libres.
Pero
 Hungría no fue el único escenario de una confrontación de ese género. 
En Bulgaria ocurrió un hecho similar cuando fue derrocado el régimen de 
la Unión Agraria Popular Búlgara, el Partido de Alexander Stamboliinski 
–la organización política de los campesinos del pequeño país balcánico- 
que había impulsado una Reforma Agraria resistida por los grandes 
terratenientes. Contra el gobierno de la UAPB el 9 de junio 1923 se 
produjo un cruento golpe fascista encabezado por un militar siniestro 
-Alexander Tzankov-, que derribó su Poder, y asesinó a su líder. 
Mariátegui
 no fue ajeno a este convulso periodo de la historia en los Balcanes. Ya
 en el Perú, desde las páginas de “Variedades”, diría que el nuevo 
gobierno búlgaro: “encarceló a millares de ciudadanos, y sin proceso 
alguno fusiló a los más señalados por su actividad revolucionaria”.
LA MIRADA DEL AMAUTA 
La
 primera crónica proveniente de Mariátegui y referida al fascismo, se 
ubica a fines de marzo de 1921. En ella, sostuvo que se trataba de un 
fenómeno pasajero en la vida italiana. Se aferró a la idea que el origen
 del fascismo había que encontrarlo en el desenlace de la guerra y en 
sus consecuencias en el interior de Italia. Pero sostuvo con meridiana 
claridad que “el capital industrial y agrario financiaron y armaron a 
las brigadas fascistas”. 
Sin
 desconocer la tragedia húngara y la búlgara, vivida en paralelo, afirmó
 que si Italia fue el primer país de Europa donde apareció el fascismo 
con fuerza, eso fue porque allí “la lucha social estaba en un periodo 
más agudo, porque en Italia la situación revolucionaria era más violenta
 y decisiva”. De ese modo aseveró que el fenómeno fascista, “constituido
 por la pequeña burguesía descontenta y unida al capital, se extendió 
rápidamente al campo”.
Para
 Mariátegui, el segundo factor que dio origen al fascismo fue el culto a
 la violencia. La guerra balcánica de 1912. y luego la I Gran Guerra que
 alcanzó dimensiones más amplias, polarizó a las sociedades europeas, 
desarrollando sentimientos extremos y rivalidades mayores; que se habían
 extendido ante la incapacidad del Gran Capital y la clase dominante, 
por regular la vida italiana. 
Apelar
 a la violencia para “garantizar el orden”, fue la palabra impuesta por 
una realidad dramática signada por el derrumbe de un sistema de 
dominación que carecía de imaginación y de alternativas. Nuestro Amauta 
recordó que Marinetti -precursor de las concepciones fascistas- inducía a
 las juventudes italianas a transitar la ruta de la violencia, y 
Giovanni Gentile -como se anota en “La Escena Contemporánea”- hacía “la 
apología idealista de la cachiporra”. 
Un
 tercer factor, sostiene José Carlos, fue el agravamiento de la lucha de
 clases. Esta no fue una formulación académica. Fue la constante en una 
sociedad convulsa. Y se manifestó en forma cotidiana en calles y plazas,
 en enfrentamientos entre los trabajadores y los dueños del capital. Por
 encima de ambos, el fascismo decidió jugarse sus propias cartas 
imponiendo por la fuerza una supuesta “paz social”; en los hechos, una 
paz de cementerios. 
Apalear
 a los huelguistas se convirtió en una suerte de consigna de las 
escuadras fascistas en todas las ciudades. La debilidad de los 
sindicatos, las pugnas entre reformistas y revolucionarios, la división 
de los trabajadores y la escisión de los socialistas que no acertaron a 
visualizar una táctica común y acertada para hacer frente a la ofensiva 
del capital, crearon las condiciones para el éxito de “la marcha sobre 
Roma”, en octubre de 1922. En palabras duras pero reales, fue la 
división del pueblo el germen que avivó la semilla del fascismo.
Mariátegui
 percibió que el fascismo pudo lograr la adhesión de un sector 
mayoritario de los intelectuales italianos. “Unos se uncieron sin 
reservas a su carro y a su fortuna -dijo-, otros le dieron un consenso 
pasivo; otros, los más prudentes, le concedieron una neutralidad 
benévola”. Confirmando el hecho, sostuvo una tesis que incómoda a 
algunos: “La inteligencia -dijo- gusta dejarse poseer por la fuerza, 
sobre todo cuando la fuerza es, como es el caso del fascismo- joven, 
osada, marcial y aventurera”. Y completó esta idea, con una frase 
lapidaria: “la inteligencia, es esencialmente oportunista”.
Esta
 afirmación categórica asoma discutible. Aplicable en todo caso, a 
ciertos intelectuales obnubilados por el halago, las ediciones 
editoriales, los reconocimientos formales; en fin, las migajas que suele
 soltar la clase dominante en su empeño por amaestrar el pensamiento. En
 contrapartida, hoy existe una intelectualidad vinculada a la lucha 
democrática y a las inquietudes populares. Tal segmento puede ser 
percibido a partir de una óptica distinta.
Es
 claro que los intelectuales, registrando la esencia de la lucha de 
clases que se registra en la sociedad en la que viven, pueden –y de 
hecho, eso ocurre- optar por situarse al lado de la clase dominante para
 vivir dulcemente a su servicio; o colocarse en la vertiente del pueblo 
para compartir sus angustias, sus luchas y sus esperanzas. 
Mariátegui,
 abordando la esencia del fascismo, insistió en el nacionalismo extremo,
 que servía para justificar las más vulgares tropelías. “La bandera de 
la patria -dijo Mariátegui- cubría todos los contrabandos y todos los 
equívocos doctrinarios y programáticos. Los fascistas se atribuían la 
representación exclusiva de la italianidad. Ambicionaban el monopolio 
del patriotismo”.
Pero
 supo diferenciar el nacionalismo de las grandes potencias, que se liga a
 la expansión, la conquista de mercados y la opresión de poblaciones más
 débiles; del nacionalismo en los países en vías de desarrollo, en los 
que asoma más bien como herramienta de lucha en defensa de los recursos 
naturales, la soberanía nacional así como los intereses de los pueblos. 
En tal caso, dijo, ese nacionalismo, “puede ser revolucionario” .
Hay
 que admitir, sin embargo, que el fascismo creció rápidamente y se 
extendió con cierta facilidad. Stanley Paine recuerda, en efecto, que en
 1925. Giuseppe Bastiani presentó un informe entusiasta al Gran Consejo 
Fascista señalando que habían surgido grupos con esa denominación en 40 
países. 
LA BIOLOGÍA DE FASCISMO
Donde
 Mariátegui hizo un análisis más preciso del régimen fascista fue en La 
escena contemporánea, en 1925. Su estudio, titulado “Biología del 
fascismo”, puso en evidencia los elementos más notables que asomaban en 
el fenómeno naciente. Aludió así a la naturaleza del fascismo, a su 
manejo de los diversos sectores sociales actuantes en la vida italiana, 
pero avizoró, con singular clarividencia, la evolución de las 
contradicciones en el seno mismo de la administración fascista, que 
pasaron desapercibidas para mucha gente y que hoy, incluso, han quedado 
relegadas pese a su enorme importancia.
Mariátegui,
 fue consciente que, en el seno del fascismo, cohabitaban dos fuerzas 
definidas: una facción extremista, ultraísta; y otra conservadora y 
moderada. La primera buscaba imponer por la fuerza un Estado fascista 
integral. La segunda, intentaba apoderarse de los resortes del Estado 
tradicional y administrarlo con una política fascista. Diferencia 
aparentemente sutil, pero finalmente decisiva 
Esta
 contradicción en su momento, no fue valorada por los estudiosos del 
tema. Pero el Amauta, la percibió con singular perspicacia. Como se 
sabe, estas contradicciones se fueron incubando durante años, y asomaron
 formalmente al mundo en lo que se conoció como “la larga noche del 43”.
 En esa circunstancia, el 24 de julio de 1943, el Gran Consejo Fascista 
reunido en Roma, puso en evidencia la magnitud de su crisis. 
Aquella
 noche altos jerarcas fascistas como Grandi, Bottai Ciano y otros, 
colocaron a Mussolini en el banquillo de los acusados y le enrostraron 
la culpa principal en la tragedia italiana. Históricamente, ahí cayó el 
fascismo. En el fondo, la lucha entre “L’ Idea Nazionale” de Federzoni y
 la filosofía de la cachiporra de Farrinacci, había concluido con la 
quiebra del régimen 
La
 Biología del fascismo, sin embargo, aborda el tema desde distintas 
aristas. Alude a la personalidad de Mussolini, un hombre volitivo, 
sensual y verboso, pero no un pensador, artífice o creador. Simplemente 
un extremista de la retórica y de la palabra fácil que sobrevivió en un 
escenario convulso por su manejo del arte escénico y su voz estentórea, 
mas no por su inteligencia ni por su lealtad hacia la Patria Italiana, 
que proclamaba. No en vano, los italianos de la época solían decir: 
“cuando Mussolini habla, el cerebro descansa”. No les faltaba razón. 
También
 se refiere Mariátegui al rol de la intelectualidad, al papel de la 
cultura y el arte; pero, sobre todo, a las contradicciones de clase que 
desgarraban la sociedad italiana y que agudizaban peligrosamente las 
tensiones sociales. Y, para completar el escenario, alude a la conducta 
de la Oposición al fascismo, expresada en una variopinta de alternativas
 que iban desde una oposición formalmente democrática, pero débil ante 
la embestida del Poder, hasta la consecuente de los Comunistas 
Italianos, unidos en Livorno en 1921, en un evento en el que confluyeran
 Jorge Dimitrov, Antonio Gramsci. José Carlos Mariátegui y Palmiro 
Togliatti.
Para
 el Amauta, la oposición burguesa, pasiva, al fascismo le permitió ganar
 puntos desde un inicio, pasando del aislamiento inicial a una 
contraofensiva victoriosa que le permitió afirmarse en el Poder con 
cierta facilidad. Y es que los jerarcas del fascismo no se dejaban 
amedrentar con palabras. Combatirlos, requería acciones que la 
adormilada Democracia formal, no estaba dispuesta a admitir. Por eso, en
 1925, el fascismo celebró el tercer aniversario de la Marcha sobre 
Roma, con un ánimo exultante y victorioso; quizá con el mismo talante 
con el que la Meloni celebrara recientemente el centenario de ese mismo 
oprobioso acontecimiento. 
Han
 pasado en efecto, cien años de ese infausto episodio en el que un 
aventurero con suerte pudo hacerse del Poder gracias a la complicidad 
registrada entre una Monarquía en derrota y el solvente empresariado 
italiano aterrado por la crisis y espantado ante el sólo anuncio de la 
eventualidad de una Revolución Socialista.
Para
 Mariátegui, el fascismo revistió características específicas, que 
fueron en su momento diseñadas tanto por el comunista húngaro Gylu Sas 
cuanto por la lideresa alemana Clara Zetkin; y que dieran base a lae 
definición que desarrollara Jorge Dimitrov en el VII Congreso de la IC, 
en julio de 1935. 
No
 hay que olvidar, por eso mismo, que en los años 30 del siglo pasado en 
nuestro país, desfilaban por las calles de Lima “Los Camisas Negra” 
organizados por Luis A. F lores, Raúl Ferrero, Riva Agüero, Rodríguez 
Pastor, Carlos Miro Quesada, Guillermo Hoyos Osores y otros, gentes con 
recursos; pero alimentados por Klinge, Oeschle, el Banco Alemán, la 
Compañía Ítalo-Peruana de Seguros y otras grandes empresas de la época, 
cuyos descendientes tienen predicamento en nuestro tiempo. Constituyen 
la esencia de la Clase Dominante que busca perpetuar en el aís regímenes
 de oprobio e ignominia. 
EL RENACIMIENTO DEL FASCISMO
Hoy,
 como ayer, el fascismo renacentista tiene muy poco que temer de una 
crítica, liberal, democrática, y aún reformista. Es consciente que puede
 engullirse a todas y burlarse con escarnio de ellas cuando afirme su 
victoria. Lo único que realmente puede intimidarlo, es la movilización 
activa de las masas que no estén bajo su control. Y es que, como lo 
afirma Michael Moore, el fascismo hoy implica “el fin de los hombres”
Por
 eso resulta indispensable evocar el pasado y tener conciencia de la 
historia a fin de impedir que ella sea distorsionada con el propósito de
 engañar a las nuevas generaciones- En este sentido, debemos recordar, 
con Jacques Juliard que “Hay algo peor que la ignorancia de la historia.
 Es el uso desconsiderado de ésta”. De tal recurso se vale la nueva 
escuela de fascistización que se desarrolla profusamente en algunos 
países y que permite que levanten cabeza proyectos descalificados por la
 vida.
Para
 tener conciencia del peligro que se cierne en nuestro tiempo, se hace 
necesario mirar el escenario mundial que coloca a los pueblos ante retos
 extremadamente complejos, signados por la polarización y el odio. 
Superada la etapa de la denominada “guerra fría”, caracterizada por un 
enfermizo anticomunismo; hoy se levanta un nuevo periodo en el que 
reaparecen personajes y escenarios del pasado reencarnados en las 
expresiones del Gran Capital, cuyo mayor poderío se encuentra hoy en los
 Estados Unidos de Norteamérica. 
Si
 queremos precisar acontecimientos y fechas, debemos situarnos en la 
crisis de 1978, que llevó a los expertos del Imperio a hablar de “la 
década perdida” y a alentar un “proceso de recuperación” por la vía del 
Neo Liberalismo. Milton Friedman y sus “Chicago Boys” se convirtieron en
 los principales protagonistas de la economía norteamericana que en el 
plano de la política perfiló a Ronald Reagan como su principal impulsor.
 En ese marco, “el consenso de Washington” fue el arquetipo de la 
dominación impuesta con la complicidad de algunos gobiernos europeos 
entre los que destacó el de la Primera Ministra Británica Margaret 
Thatcher. En la última década del siglo pasado y la primera del presente
 , George Bush padre e hijo, confirmarían ese rumbo.
La
 fórmula, era simple: cambiar la estructura económica de los Estados, 
desregular la economía y las relaciones laborales, otorgar la iniciativa
 empresarial al capital privado e imponer el libre mercado, pasando por 
la reducción del Estado. Esto implicaba eliminar las empresas públicas y
 privatizar todo lo que fuera posible, desde recursos naturales hasta 
empresas productivas. Algunos años más tarde, la caída de la URSS y el 
colapso del socialismo en Europa del este, le permitieron al Imperio 
reforzar transitoriamente su dominio y recuperar la iniciativa en el 
plan mundial. Con la música celestial del discurso de Francis Fukuyama, 
Estados Unidos proclamó “el fin de la historia” y la victoria final del 
capitalismo. Surgió así la doctrina del shock, lo que Naomi Klein dio en
 llamar “el auge del capitalismo del desastre”
Pero
 ocurre que esto, no ha sucedido. El mundo Unipolar, no se ha impuesto, y
 ha tomado más bien fuerza, un proceso de reordenamiento internacional 
que ha debilitado la capacidad operativa de la Casa Blanca. Esto ha 
llevado al Gran Capital a recomponer su política concreta y diseñar una 
estrategia a largo plazo: una nueva guerra mundial que le permita 
encarar la crisis a partir de la fabricación de armamentos, como 
ocurriera en 1939. La táctica. Resulta simpe: preciar el enemigo 
principal y debilitarlo golpeando primero a sus aliados potenciales o 
reales. Eso explica la guerra que hoy libra la OTAN, en connivencia con 
Estados Unidos y la Unión Europea, en suelo ucraniano. Desangrar a Rusia
 para debilitar, en la perspectiva, a China. La crisis cíclica del 
capitalismo volvió a asomar el 2008, y aparece hoy con nuevos vientos de
 fronda en el sistema financiero de los Estados Unidos el 2023, en 
condiciones aún más graves para el Imperio. 
Pero
 lo que importa, para los efectos de nuestro trabajo, es constatar, no 
sin asombro, cómo los rasgos básicos que Mariátegui pergeñara como 
esencia del fascismo en los años 20, asoman en el fascismo que hoy busca
 levantar cabeza. Hemos aludido, en efecto, a cuatro elementos básicos 
del fascismo clásico percibidos por el Amauta: la gran alianza urdida 
por el capital financiero, el culto a la violencia y la práctica 
guerrera, el agravamiento de las tensiones mundiales y de la lucha de 
clases y el nacionalismo extremo. Aleatoriamente, el vínculo con 
segmentos conservadores de la intelectualidad, cautivados por la procama
 “democrática” del Imperio. 
Ocurre
 que tenemos ante nuestros ojos los mismos factores de alto riesgo La 
fusión del capital industrial con el capital financiero y la 
repotenciación de la agresividad imperial; la desenfrenada carrera 
armamentista y el culto a la guerra; el odio a los migrantes, a las 
poblaciones originarias, el racismo y el menosprecio a los pueblos; y el
 extremo nacionalismo que se suma con el surgimiento de núcleos 
agresivos incluso en nuestro país. A eso, hay que añadir la utilización 
de personajes de la cultura, como el Premio Nobel de la Literatura, 
Mario Vargas Llosa, vergonzosamente uncido a la ultra derecha 
internacional.
Y
 en el Perú, tenemos la obligación de señalarlo sin tapujos. Es hora de 
hablar claramente y en voz alta. El mismo fascismo que señalara 
Mariátegui en los años veinte del siglo pasado, el mismo que levanta 
cabeza hoy en diversos países; asoma peligrosamente en nuestra patria al
 amparo de un régimen impuesto a partir de la violencia, la represión y 
la muerte; y en el que se dan la mano las fuerzas conservadoras y 
reaccionarias, con una Mafia que ha envilecido la vida nacional. Callar 
ante esa realidad, no sólo sería una cobardía. Sería, sobre todo, 
traicionar alevosamente el legado del Amauta 
En
 este contexto, al evocar al Mariátegui que retornara al Perú en 1923 y 
reafirmar el compromiso que tenemos con su vida y su obra; reiteramos la
 voluntad de luchar para vencer a este siniestro enemigo de la 
humanidad: el fascismo redivivo. (fin)
 

 
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