La
 decisión adoptada el pasado 31 de octubre por la Cuarta Sala Penal 
Superior Liquidadora en torno al crimen consumado el 18 de diciembre de 
1992 contra el entonces Secretario General de la CGTP Pedro Huilca 
Tecse, constituye una verdadera afrenta a la justicia. 
En descargo
 al infausto hecho, se puede aducir que la decisión judicial no fue 
unánime. Uno de los tres magistrados votó en un sentido y contravino la 
opción asumida por los otros dos, que comprometieron una vez más el 
imperio de la ley y la justicia.
El
 alevoso crimen contra el líder sindical, ocurrió hace 31 años. En ese 
lapso se dilataron las indagaciones formales como si los papeles 
hubiesen decidido buscar “un tiempo mejor” para salir a luz, y liberar 
de responsabilidad a los autores del execrable homicidio. Y no hallaron 
momento más apropiado que éste, cuando el cuadro político permite a la 
Mafia hacer de las suyas, burlarse de la ley y hacer escarnio de la 
verdad, en el empeño de imponer a cualquier precio sus abusos y 
atropellos.
Sólo
 así puede entenderse el brulote judicial adoptado por una mayoría 
exigua y, gracias al cual, se exime de toda responsabilidad -“por falta 
de pruebas”- al Grupo Colina y sus mentores. Es bueno entender, sin 
embargo, que la aludida “falta de pruebas” no declara inocente a nadie. 
Simplemente admite que no se puede comprobar sus culpas. En otras 
palabras, asegura que, aunque fuesen culpables, no podrían ser 
condenados. Cometieron un crimen perfecto, cargado de coartadas y limpio
 de huellas. 
Desde
 un inicio, la línea del gobierno de entonces fue echarle la culpa de 
los hechos a la estructura terrorista conocida como “Sendero Luminoso”. 
Cuando las balas aniquilaron el cuerpo del combativo dirigente sindical 
peruano, la autoría del crimen estaba sellada. Veinte minutos después, 
desde el Aeropuerto Internacional donde se hallaba para partir rumbo a 
Quito, Fujimori "dio la línea”: dijo que el asesinato era obra de SL.
¿Mostró
 alguna prueba? Ninguna. Simplemente afirmó lo que quería quedara como 
"la verdad" indiscutida. Y así fue. La "prensa chicha" y la "televisión 
basura” repitieron la misma monserga una y mil veces, hasta convertirla 
en “la verdad”. Y, a los pocos que exigimos que se investigara el hecho,
 nos acusaron aviesamente de pretender “embellecer al senderismo”, y 
“ocultar su culpa” en ese crimen.
Aún
 se recuerda que a partir de entonces fueron capturados varios grupos de
 presuntos senderistas. De todos se dijo que eran “el comando de 
aniquilamiento de SL que había asesinado a Huilca”. Varios de ellos 
fueron presentados ante la prensa nacional, pero ninguno fue reconocido 
por los testigos del hecho.
La
 viuda de Pedro -la señora Martha Flores- fue citada en diversas 
ocasiones para “reconocer” a los culpables. Ello nunca sucedió, y todos 
los acusados fueron finalmente liberados. Jamás intervino la justicia 
ordinaria, ni hubo juicio público alguno. Todo se operó en estricto 
secreto.
Fue
 sólo en 2003, cuando el general Robles hizo la denuncia y se conocieron
 los testimonios de los integrantes del Grupo Colina, Clemente Alayo y 
Hermes Talledo, que se comenzó a hacer luz sobre los hechos. A partir de
 allí, fue posible indagar mejor lo ocurrido aquella aciaga mañana del 
diciembre del '92. Hoy, se han dejado de lado esos testimonios, 
arguyendo que sus autores “se desdijeron”, obviamente bajo presión 
castrense.
Y
 claro, han celebrado la decisión del Cuarto Juzgado, los mismos que 
celebraron antes la muerte de Huilca y se solazaron acusando a Sendero 
por el crimen. Ahora se frotan las manos, asegurando que el Grupo Colina
 y sus mentores, fueron “absueltos”. A una sola voz, Willax TV y los 
diarios “La Razón” y “Perú 21” han lanzado campanas al aire celebrando 
la decisión de los dos jueces que asumieron la sentencia, hoy apelada.
Pero
 han aprovechado, adicionalmente, para enlodar la memoria de Pedro 
Huilca. Lo han presentado como “partidario de Alan García” y como un 
dirigente sindical “conciliador” y “oportunista”. Ya ocurrió eso antes. 
En marzo de 1992, la revista “SI”, bajo la dirección de Ricardo Uceda, 
denigró la imagen de Pedro, calificándolo de “Alan Huilca” para 
desacreditarlo ante los trabajadores. Hoy, Uceda es el hombre fuerte del
 diario "El Comercio”, tal vez en pago soterrado por su vileza.
Por
 si fuera poco, enfilan contra la familia buscando descalificarla. En el
 fondo, odian a Martha por su firmeza; a Flor, por su trabajo 
periodístico y a Indira por su vitalidad combativa. No las soportan, 
porque les temen.
Quienes
 conocimos a Pedro y trabajamos con él, sabemos de su línea de clase, de
 su honradez y consecuencia, de su firmeza y de su lealtad a la causa de
 los trabajadores. Luchamos con él en las calles y en movilizaciones y 
huelgas, sin renunciar jamás a nuestros valores de clase. Por eso 
sabemos también quiénes, en aquellos años duros buscaron hacerle la vida
 imposible; y hoy gritan su nombre procurando convertirlo en un ícono 
inofensivo.
La verdad, 
no es la que dicen los titulares del Cuarto Juzgado, ni los áulicos de 
la Mafia en todas sus variantes. La verdad es la que sabe el pueblo, que
 guarda en su memoria la imagen de Pedro Huilca Tecse.
Más
 allá de las decisiones puntuales de jueces episódicos, la vida y la 
obra del líder sindical peruano permanecerá incólume y su ejemplo será 
leyenda para las nuevas generaciones de luchadores sociales dispuestos a
 "construir un Perú Nuevo dentro de un Mundo Nuevo". 
Esta afrenta a la justicia, no quedará impune.
 
 
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