EL TITÁN DE TRÉVERIS 
Por Gustavo Espinoza M. 
Domingo 5 de mayo del 2024
De acuerdo
 a la Mitología Griega, los Titanes fueron creados originalmente por los
 dioses y poseían dones especiales. Tenían una enorme capacidad 
operativa y una descomunal fuerza, que los hacía imbatibles. 
Su
 misión era asistir a sus creadores en el cumplimiento de las tareas que
 les fueran asignadas. Ellos no siempre se sintieron satisfechos. 
Prometeo, en venganza robó el fuego, y lo entregó a los hombres.
Aunque
 Prometeo fue castigado por su acción y clavado en una montaña del 
Cáucaso, fue finalmente liberado por Heracles, de tal modo que su acción
 resultó perdonada.
Desde
 entonces los Titanes -y Prometeo en particular- constituyen el símbolo 
de una fortaleza excepcional destinada a ayudar al hombre y asistir a la
 humanidad entera. No es casual, entonces, que se considere a Carlos 
Marx el Titán de Tréveris o el Prometeo del Palatinado. 
Carlos
 Marx nació hace más de dos siglos, el 5 de mayo de 1818 en esa pequeña 
ciudad renana, fundada 16 años antes de Nuestra Era, y situada en la 
margen derecha del río Mosela. Hoy se conserva la casa en la que nació 
porque simboliza al hombre que dio una nueva luz a la humanidad. 
En
 1848 Carlos Marx aseveró: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del 
comunismo”. Y ese fantasma recorre hoy no sólo Europa sino el mundo 
entero, para horror de explotadores y mentecatos. 
Objetivamente
 el comunismo -esa sociedad del futuro que revindica la dignidad e 
implanta la justicia- no es sólo el sueño de millones en el viejo 
continente, sino también la ilusión de los pueblos en Asia, África y 
América Latina. 
Por
 eso, la Clase Dominante juega hasta con armas nucleares empeñada en 
impedir que se abra paso, como anhelan los pobres y lo impone la 
realidad de nuestro tiempo. 
Cuatro
 años más tarde, el 5 de marzo de 1852, en su célebre carta a Joseph 
Weydemeyer, Marx diría: “Por lo que a mí se refiere, no me cabe el 
mérito de haber descubierto la existencia de las clases ni la lucha 
entre ellas. Lo que yo he aportado nuevo, ha sido demostrar: 1) que la 
existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas 
de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, 
necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma 
dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de 
todas las clases y hacia una sociedad sin clases.”- En otras palabras, 
que la lucha de clases, es el motor de la historia, 
Esta
 formulación escarapela el cuerpo a los filisteos de todo pelaje. Según 
ellos, la lucha de clases es un invento diabólico de mentes extraviadas 
que fomentan el odio y la inquina. Y lo dicen muy sueltos de huesos con 
la idea de “trasmitir la paz”, sembrar “el orden” y cimentar “el 
diálogo” para “atenuar” los conflictos sociales. 
Vana
 esperanza, por cierto, cuando se enfrentan a una Clase consciente, que 
conoce sus deberes y responsabilidad y que lucha convencida de enfrentar
 una tarea histórica. Sueñan, no obstante, con seducir a una cierta 
“aristocracia obrera” que piensa sólo en su propio salario, y no percibe
 sus deberes de clase. A ella, apuntan con empeño. 
La
 Clase Dominante y sus medios de comunicación insisten en sostener que 
la inversión de capital, genera riqueza, Asegura que cuando no hay 
inversión, asoma la pobreza. Y eso es falso.
No
 es el dinero el que produce la riqueza, sino “la naturaleza, que es la 
fuente de los valores de uso, ni más ni menos que el trabajo, que no es 
más que la manifestación de una fuerza natural”. Allí está el origen de 
la riqueza. La naturaleza y el hombre, son la base de la riqueza. 
Cuando
 los creadores de la riqueza logren sus objetivos históricos, 
implantarán una nueva sociedad, regida por verdaderos preceptos 
democráticos. Ellos permitirán mirar la vida con otros ojos, recuperar 
la dignidad, el imperio de los valores y la causa de la justicia, será 
la consecuencia del surgimiento del Hombre Nuevo, aquel que basa su 
esfuerzo en la tarea solidaria.
En
 mayo de 1875, Marx diseña la sociedad del futuro: “Entre la Sociedad 
Capitalista y la Sociedad Comunista media el periodo de la 
transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este 
periodo corresponde también un periodo político de transición, cuyo 
Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del 
proletariado”.
Cuando
 los áulicos del capitalismo leen esta cita, ponen los ojos en blanco. 
Les aterra tan sólo la posibilidad de ver a obreros dictando leyes e 
imponiendo la voluntad de su pueblo. Sería “El fin de la Democracia!” 
claman.
De
 la Democracia Burguesa, claro, que no es otra sino la dictadura de 
clase de la burguesía, que se impone mediante la violencia y la muerte. 
Pero sería también el surgimiento de la Democracia Popular más amplia, 
aquella que encarna la voluntad de millones y se concreta en leyes y 
hechos tangibles.
A
 comienzos del año 2000, la BBC de Londres hizo una encuesta mundial 
para que sus oyentes escogieran al Hombre del Milenio. Para sorpresa de 
los organizadores, la voluntad de los participantes fue contundente: el 
Hombre del Milenio, es Carlos Marx. 
El Titán de Tréveris, vive en la memoria de millones (fin)
 
 
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