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MAGISTERIO Y EDUCACIÓN PÚBLICA
Diario UNO / Domingo 2 de julio 2023
Por Gustavo Espinoza M.
Un acalorado
 debate generó la decisión parlamentaria que dispuso que los maestros de
 Educación Básica pasaran a ser automáticamente nombrados luego de 3 
años de contrato. Para unos, la decisión fue legítima por cuanto 
reconocía el derecho del maestro a contar con un puesto fijo de trabajo.
 
Para
 otros implicó el fin de la “meritocracia” y la ratificación de la 
mediocridad en la Educación Pública. Este debate elude el tema de fondo.
 Este se refiere a la calidad de la Educación Pública y al aporte con el
 que el docente debe contribuir a ella.
Cuando
 un estudiante de medicina culmina sus estudios, es nombrado como médico
 en un centro de salud. No se le exige un examen previo para eso. 
Tampoco se le evalúa periódicamente para comprobar su eficiencia. 
Ya
 se sabe que es médico, y eso basta. ¿Por qué no ocurre eso con el 
maestro? Lo legítimo sería que el profesor, al terminar su carrera sea 
nombrado –y no contratado- en una Escuela Pública y debiera bastar su 
condición de docente para que no requiera evaluaciones periódicas, sino 
más bien cursos de perfeccionamiento.
Lo
 que ocurre es que se eluden dos temas: todos saben que la formación 
profesional de los maestros deja mucho que desear porque al Estado no le
 importa la calidad de los profesores, dado que enseñan tan solo en el 
sector estatal de la educación donde se educan los niños pobres. 
Considerar
 a priori que los docentes están mal preparados, pasa por admitir 
primero que el culpable es el Estado. El otro tema es que, de modo 
general, se considera al Magisterio una profesión devaluada, inferior a 
las otras. De acuerdo a este criterio un Maestro de Escuela no tiene el 
nivel profesional de un médico graduado.
Es
 claro que éste, es el asunto de fondo. Estamos lejos de lo que un 
tiempo se llamaba El Estado Docente Democrático y Laico. En él, la 
educación era función pública. Hoy ocurre que se ha convertido en 
Negocio Privado. Ahora, la educación no es un Derecho si no un Servicio,
 que debe ser remunerado como una manera de acumular fortunas. En el 
Perú de nuestros tiempos, una Universidad Privada o un colegio del mismo
 signo, constituyen una fuente de riqueza. Existen clamorosas pruebas de
 ello.
Estamos
 también lejos del Maestro considerado un “Dómine empecatado y déspota”,
 al que aludiera Otto Rulhe. Ahora, el docente es más bien el pueblerino
 empeñado en servir a su comunidad modestamente, que percibe una 
retribución pequeña, pero carga con la responsabilidad del 
comportamiento social de sus alumnos. Ese docente tiene, un su más alta 
proyección figuras como el uruguayo Jesualdo o los peruanos Encinas o 
Peñaloza.
Cuando
 Jesualdo, el Maestro de Canteras de Riachuelo en Colonia, Uruguay, 
quiso afirmar su escuela, fue acusado de comunista y subrogado. Cuando 
Encinas se empeñó en crear la “Escuela Nueva”, sufrió similares 
represalias. Cuando Peñaloza convirtió a La Cantuta en un verdadero 
centro de formación de maestros, ella fue destruida y él mismo 
despedido.
Cuando
 en La Cantuta en los años 50’s y 60’s se formaron docentes imbuidos por
 la Doctrina Peñaloza, estos reunieron altas condiciones de calidad y 
prestancia. Por eso fueron hostilizados y perseguidos. Para la Clase 
Dominante lo atinado era recurrir a la creación de Institutos 
Pedagógicos Privados que repartieran títulos a granel. Surgieron así 
maestros formados en ciclos dictados de lunes a jueves, o de viernes a 
domingo; preparados en turnos de mañana, tarde o noche; formados con 
clases presenciales, virtuales o por correspondencia. Así, cayó el 
Magisterio y se denigró la Educación Pública. 
Y
 eso se hizo por imposición de la Clase Dominante, con la anuencia de la
 sociedad y la iniciativa de los gobiernos de turno. Como resultado de 
esta política, el Perú pasó a tener la peor educación de América Latina.
 La Escuela Pública quedó descalificada; y el docente, degradado. Ese es
 el tema de fondo que nadie quiere discutir y que se oculta tras la 
estéril campaña destinada a denig
rar a los maestros considerándolos poco menos que analfabetos.
Si
 los niños de nuestro país tienen una mala educación, ella es producto 
de la política oficial. Y si el maestro, no está preparado, eso es 
resultado de la misma. Los niños y los maestros son las víctimas de un 
proceso educativo dominado por el mercantilismo.
Por
 eso resulta curioso que algunos “Comunicadores Sociales” y otros 
“Expertos en Políticas Educativas”, clamen al cielo maldiciendo a los 
“Maestros Incapaces” y alcen voces por “sus niños”. Por lo demás, es 
claro que “sus niños” no estudian en la Escuela Pública sino en colegios
 privados. Si algo debe hacerse es emprender una gran campaña y una 
orquestada ofensiva por recuperar el nivel académico y pedagógico de la 
Educación Estatal.
La
 Organización Sindical de los Maestros tiene, no solo el deber de luchar
 por mejores salarios y condiciones de vida para los docentes, si no 
también combatir por una Educación Pública que responda a los verdaderos
 intereses nacionales.
Al
 aproximarse el Día del Maestro, y al rendir homenaje a las figuras más 
destacadas de la educación peruana –José Antonio Encinas y Walter 
Peñaloza, entre otros- hay que reivindicar también el verdadero papel 
del docente en la construcción de una auténtica y legítima visión del 
Perú.
 
 
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