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PERÚ. DINA EN LA ONU 
Por Gustavo Espinoza M.
Diario UNO / Domingo 24 de septiembre}
Quizá
 la tapa de la bombonera en este cúmulo de desaciertos ridículos 
consumado por Dina en la ONU, fue el “comunicado” de la Oficina de 
Prensa de Palacio de Gobierno, dando cuenta de una reunión inexistente: 
La inventada “con el Presidente de los Estados en la que se trataron 
temas relacionados con ambos países y el apoyo que el Perú recibe de esa
 Nación.”. 
Como
 decía Talleyrand, en el final se perfila el detalle. Ahí asoma la 
intención: “La Mandataria invitó a su homólogo a visitar el Perú 
próximamente”, aseguro el texto conocido aquí. 
El
 caso, coloca al país ante un dilema: ¿Quién mintió? Porque aquí, hay 
dos respuestas. O Dina “informó” a Palacio de una cita que no se 
produjo, o la cita asomó en la febril imaginación de Lima. 
Es
 importante saberlo. Para que eso ocurra, acaso sería útil pedir que el 
Congreso nombre una “Comisión Investigadora”. Allí les encanta esa 
práctica: crear Comisiones e investigar temas. Quizá esta modesta 
sugerencia les caiga “en la yema del gusto”.
Lo
 previsible, sin embargo, es que la verdad, esté al medio. Dina les 
envió la foto, y aquí urdieron la trama. Ambos mintieron un poco. Se les
 podría recordar entonces el viejo aforismo que se repite a los niños: 
“Dijiste media verdad; dirán que mientes dos veces, si dices la otra 
mitad”.
Más
 allá de los chascarros puntuales que se derivan de este penoso 
incidente, cabe hacer un balance de la visita de la señora Boluarte al 
Foro Mundial celebrado en Nueva York. Veamos. 
Cuando
 arribó al país del norte, no la esperaba nadie. Ni siquiera un ujier de
 la ONU fue encomendado de darle la “bienvenida”. Al pie de la nave de 
la FAP, asomaron sólo tres funcionarios, todos peruanos: el embajador en
 Naciones Unidas, el embajador en Washington y el embajador ante la OEA.
 Si uno de ellos hubiese faltado, habría perdido el puesto, sin duda. 
A
 partir de allí, ningún peruano que no fuera funcionario del servicio 
diplomático, le dio la mano. Todos los que asomaron en las inmediaciones
 de la “Mandataria”, portaban pancartas y lanzaban denuestos. Y eso, a 
cada instante, en todas partes. 
Lo
 más ostentoso, ocurrió ante la sede diplomática peruana en Nueva York, 
la residencia del titular del ramo, el Palacio de las Artes, el edificio
 central de la ONU y hasta en los ambientes secundarios en los que se 
programaran eventos puntuales. 
Cuando
 habló ante el Comité de Desarrollo Sostenido, le apagaron el micro, y 
le dijeron “representante”, y no Presidenta. Y cuando se dirigió ante un
 auditorio vacío en la Asamblea, en un discurso aldeano y doméstico; 
sólo la aplaudieron los 30 peruanos acreditados allá: 10 ante la ONU, y 
los otros 20 ante la OEA y la embajada en Washington. 
Mucho
 mejor estuvo Esmeralda, la niña peruana de 16 años que habló allí del 
cambio climático. Y Xiomara Castro, la hondureña, ni se diga. 
Al
 partir de Lima, Dina aseguró que se reuniría “con los más altos líderes
 mundiales”. El más alto de ellos -y el único- fue el Presidente de 
Paraguay. 
Y
 en el último día, se encontró con su vecino del sur, que le entregó la 
Presidencia de la Alianza del Pacífico, con cargo a que se la devuelva 
en enero. Ningún otro “líder mundial” le prestó la más mínima atención. 
Desde
 el primer instante, la “Mandataria” buscó vincularse a los empresarios,
 Como si estuviese en una Feria, les ofreció todo; “Vengan a mí –pareció
 decirles- que aquí tengo para ustedes las minas, el mar, los cultivos, 
el petróleo, la mano de obra barata, la legislación favorable, las 
garantías de inversión, la Constitución del 93, todo lo que ustedes 
puedan necesitar”.
Y
 eso lo repitió como pregonera de barrio en todos los ambientes, incluso
 en la cita con los inversores del área del ¨Pacífico, sólo que allí 
tuvo que interrumpir su plática por “disturbios pagados por Castillo”, 
dijo, pero generados por manifestantes, 
El
 acceso a esa reunión fue restringido. Cada asistente debía pagar 150 
dólares para entrar. Por eso, la mayoría esperó afuera. Y Dima debió 
huir custodiada, y en medio de un creciente repudio. 
¿Sirvió
 para algo el viaje? Sí, claro, para confirmar el aislamiento 
internacional que concita el gobierno de la Boluarte y el rechazo 
absoluto que genera en la Comunidad Peruana en el exterior. No hubo un 
solo Colectivo que la saludara. 
Ni
 el más pequeño grupo de peruanos le extendió la mano. Y eso que ocurrió
 en Nueva York podría ocurrir en Kalimantan del Norte, Palao o Islas 
Vírgenes igual. Ella podrá sufrir de amnesia y no acordarse de los 70 
muertos, pero ellos habrán de devolverle la memoria. 
Una vez más, ni las mentiras, salvaron a Dina. (Fin)
 
 
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