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Nuestra América Nativa. Guatemala (¿O Perú?)
EL SÍNDROME DEL COLONIALISMO INTERNO
EN GUATEMALA
30 agosto 2019| Itzamná Ollantay
        
A raíz de la valerosa denuncia de fraude electoral que hiciera la
 indígena Thelma Cabrera (ex candidata presidencial del Movimiento para 
la Liberación de los Pueblos, MLP) en relación al proceso electoral 
reciente en Guatemala, diferentes actores sociales
 y políticos intentaron “descalificarla” o “mofarse” de aquella denuncia
 inmediata que, ahora, se convierte en una inconveniente verdad 
irrefutable.
        
El síndrome del colonialismo interno en Guatemala
        
Sergio Beltetón, abogado y asesor del Comité de Unidad Campesina 
(CUC), respondió en las redes sociales a Cabrera aseverando que su 
denuncia era “infundada…, que debía respetar las reglas impuestas…”.[1]
        
Siempre en las redes sociales, ante mi comentario a dicha 
aseveración “irrespetuosa” de Beltetón, Daniel Pascual, Coordinador del 
CUC, respondió adjetivando y calumniándome con falacias denigrantes 
contra mi persona, cuyas pruebas aún espero las presente.
 Pascual ya tiene un proceso penal en su contra por delito de calumnias e
 injurias iniciada por otro agraviado en Guatemala.
        
Lo que conozco de Daniel Pascual
        
En 2012, durante una de las movilizaciones de protesta que 
realizaban las comunidades en resistencia articuladas en CODECA (Comité 
de Desarrollo Campesino), en la ciudad de Guatemala, exigiendo la 
“nacionalización de la energía electricidad”, escuché
 a Daniel en la Radio Emisoras Unidas hablando del problema de la 
energía eléctrica a nombre de las comunidades en resistencia que exigen 
la nacionalización. También estaba en dicha emisora el Viceministro de 
Electricidad de ese entonces. Ambos llamando al
 diálogo.
        
En otra oportunidad, ante la comunidad universitaria de San 
Carlos, le escuché arrancar aplausos con su discurso sobre Estado 
Plurinacional. Pero, en 2018, en un conversatorio organizado por CODECA,
 también en la ciudad de Guatemala, Daniel Pascual,
 a nombre del CUC, se negó a articular esfuerzos concretos para impulsar
 el proceso de Asamblea Constituyente Popular y Plurinacional para el 
diseño del Estado Plurinacional. Su argumento fue: “Los hermanos 
mestizos no lo entenderían lo que es Estado Plurinacional.
 No es el momento”.[2] 
        
En 2016, la organización de Pascual, como parte de la plataforma 
Wakib’qej, publicó y presentó un informe de consultoría sobre Estado 
Plurinacional, financiada por el PNUD.[3] Pero, ante los otros indígenas
 Daniel argumentaba lo que lo Plurinacional
 es inviable.
        
En abril pasado, Pascual anduvo por España hablando sobre la 
realidad de Guatemala, allí, el periódico vasco GARA, le hizo una 
entrevista en la que el dirigente del CUC, aparte de presentarse como el
 más perseguido y criminalizado en Guatemala por defender
 derechos, expresa el discurso de la necesidad del proceso constituyente
 y la plurinacionalidad. Pero, cuando le preguntan sobre las 
organizaciones indígenas anti extractivistas en Guatemala, su respuesta 
fue: existen, pero no tienen ninguna posibilidad.
        
“Algunos plantean nacionalizar la electricidad, el agua, los 
minerales, el petróleo, pero no tienen ninguna posibilidad”, fue la 
respuesta cerrada del dirigente.[4]
        
¿Acaso a Daniel no se le escuchó hablando del problema de 
electricidad en Guatemala? ¿Acaso no fue Daniel uno de los organizadores
 de la Marcha por el Agua en 2016, en Guatemala?[5]
        
¿Será sólo estrategia discursiva, según su auditorio 
circunstancial? ¿O será que no cree en las efervescentes luchas 
indígenas y campesinas antineoliberales?
        
Un síndrome de la colonialidad
        
Cuando los europeos subyugaron a nuestros abuelos, y se 
apropiaron de nuestros bienes, algunos de los sobrevivientes de las 
jerarquías indígenas se constituyeron en “eficaces” autoridades al 
servicio de los invasores, en detrimento de la vida y derechos
 de los suyos.
        
Dichas autoridades indígenas (cabezas de capules, se los 
denominada en la Capitanía de Guatemala), para mantener los “privilegios
 degradados”, estaban condenados a “desear y amar”, el estilo de vida de
 su verdugo colonizador, e infligir la mayor severidad
 posible con los suyos, con tal de mantener el orden de la dominación 
colonial, y así agradar a su verdugo.
        
Esta condición de colonialidad, durante la colonia europea y 
durante la colonia interna de la República vigente, configuró las 
estructuras psicológicas y espirituales de muchos indígenas colonizados.
 Al grado que, ahora, la enfermedad del “indio oportunista”[6]
 es un mal endémico que florece en nuestros pueblos, muchas veces 
encubierto por el folclorismo o victimismo culturalista.
        
El síndrome del “indio oportunista” hace del indígena (que padece
 este mal) un vil “embustero” que miente a los suyos (para mantenerlos 
desmovilizados/agachados) y a sus patrones (para arrancarle 
financiamiento y mantener su desabrido estilo de vida).
 El embustero jamás permite que los suyos despierten y le den “vuelta a 
la tortilla”. Si ocurriese esto, se le acabaría el discurso lastimero y 
el “confort” que le reditúa ello. El indio oportunista tiene pensamiento
 y actitud “araña”, trepa incluso sobre las
 cenizas de los suyos.
        
El “indio oportunista” (producto de su falsa conciencia) no 
admite que otros indígenas hablen por sí mismos. Se asume como la única 
voz cualificada para decir la “verdad” sobre los indígenas. 
Especialmente si son eventos internacionales (a donde le gusta
 frecuentar). En estos espacios, su verba es lastimera y melancólica 
para activar conmiseración y solidaridad. Pero, con los suyos es déspota
 y cortante.
        
Dice ser apolítico (sin partido político), aunque siempre 
“votará” por el patrón. Si los suyos se organizan políticamente, los 
descalifica como “radicales”.
        
En los eventos o salones de cocteles internacionales (a donde le 
gusta frecuentar) regularmente lleva alguna indumentaria indígena que en
 la vida cotidiana no usa. Hace saludos cortos en un idioma indígena que
 no suele hablar. Reitera solidaridad con
 los pueblos de embajadas extranjeras, aunque ante las desgracias de los
 suyos es silente y ausente.
        
El indígena que padece este mal, sin empacho, puede desayunar con
 representantes de gobiernos de izquierda, almorzar con etnofágicos 
representantes de gobiernos neoliberales, y cenar (sin cargo de 
conciencia) con sus “representados” en algún hotel de
 la ciudad.
[1] 
Véase,
[2] Véase,
[3] Véase,
[4] Véase,
[5] Véase,
[6] Véase,
*Ollantay Itzamná*
*Defensor latinoamericano de los
Derechos de la Madre Tierra y Derechos Humanos*
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fecha: 30 ago. 2019 11:15
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6 de septiembre de 2019
 
 
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