-0-
Nuestra América Nativa. Puerto Rico
(3-3)
PUERTO RICO
ENAJENACIÓN COLONIAL Y LIBERACIÓN
Nils Castro
13/09/2019
puerto_rico.jpg
        
Incluso en EEUU puede esclarecer
        
Hasta
 mediados de 2019 este modo de ver pudo tacharse de iluso, dando por 
sentada la tradicional obtusidad del establishment estadunidense. No 
obstante, la publicación
 de otro enfoque del tema por Foreign Affairs, la influyente revista del
 Consejo de Relaciones Exteriores ha hecho ver, desde Washington DC, qué
 tanto pueden evolucionar las preocupaciones (y propuestas) sobre la 
crisis colonial puertorriqueña y sus consecuencias,
 desde el punto de vista de los intereses norteamericanos.
        
Los
 redactores de ese estudio, titulado “America’s Forgotten Colony: Puerto
 Rico’s Crisis”, son Antonio Weiss y Brad Setzer, investigadores de 
Harvard y del propio
 Consejo de Relaciones Exteriores, a quienes puede considerarse 
intelectuales orgánicos del “gobierno permanente” de Estados Unidos25. 
La formulación de su texto apunta a destrabar y promover el debate sobre
 el status de Puerto Rico para legitimar y abrirle
 campo a la alternativa de la descolonización.
        
Los
 autores empiezan por recordar que Puerto Rico no es parte de Estados 
Unidos sino un territorio “no‑incorporado”, pues desde que la Isla fue 
tomada a España su soberanía
 se transfirió al Congreso. Es este, bajo el Artículo 4 de la 
Constitución norteamericana, quien tiene poder plenario sobre todos los 
“territorios u otras propiedades pertenecientes a los Estados Unidos”. 
Aunque en 1917 una ley del Congreso otorgó la ciudadanía
 estadunidense a los puertorriqueños, en 1947 el mismo Congreso emitió 
una ley que les permitió elegir a su propio gobernador, y en 1952 le 
aprobó una Constitución local que oficialmente designó a Puerto Rico 
como un Commonwelth en inglés (o Estado Libre Asociado
 ‑‑ELA‑‑ en español), la mencionada “cláusula de territorialidad” sigue 
definiendo el status del país. Uno que, al decir de Weiss y Setzer, 
establece la relación colonial que Estados Unidos tiene con esa posesión
 y “el dañino purgatorio que representa el actual
 status de la Isla”.
        
Reconocen,
 además, que la cuestión del status asimismo define la propia política 
puertorriqueña, y que los dos principales partidos de la Isla se definen
 por apoyar
 la continuidad del ELA o preferir la estadidad26. En el país se han 
celebrado cinco referendos no vinculantes sobre el su status político: 
los dos primeros (en 1967 y 1993) indicaron una preferencia por el 
régimen del ELA, pero en 1998, en el tercero, más
 de la mitad de los votantes marcó una preferencia por la opción 
“ninguno de los anteriores”. Unos años después ‑‑observan los autores‑‑,
 la tendencia parecía favorecer a la estadidad, pero en 2017 un gobierno
 estadista convocó a un referendo que ganaría ampliamente,
 pero que fue boicoteado tanto por los independentistas como por los 
partidarios del ELA, con lo cual concurrió apenas un 23 por ciento de 
los electores (con el agravante de que dos años después ese gobierno 
estadista fue defenestrado por multitudinarias manifestaciones
 ciudadanas bajo acusaciones de corrupción).27
        
Luego
 de realizar un meticuloso examen histórico del caso puertorriqueño, el 
ensayo de Weiss y Setzer analiza las limitaciones estructurales, 
económicas, jurídicas
 y políticas del colonialismo estadunidense en Puerto Rico, 
estudiándolos como factores causales tanto de la persistencia del 
subdesarrollo como de la bancarrota del país. Y al examinar las 
alternativas usualmente planteadas, descarta o admite las respectivas
 opciones según su capacidad para satisfacer los necesarios objetivos. 
Si bien hace años algunos intelectuales y dirigentes puertorriqueños 
habían expuesto tesis similares, en este caso lo notable es que el 
análisis y las propuestas vienen del interior del
 establishment washingtoniano.
        
Los
 autores empiezan por examinar la expectativa que generalmente se 
consideraba preferida por los votantes, la de mejorar el Estado Libre 
Asociado (ELA) y su aprovechamiento,
 liberándolo de las restricciones derivadas de la cláusula territorial. 
Pero al repasar la cadena de requerimientos demandados por la enmienda 
constitucional que eso exigiría, que requiere contar con el respaldo de 
dos tercios del Congreso y de tres cuartos
 de las legislaturas de todos los estados de la Unión, ambos autores 
concluyen que ello sería un empeño imposible.
        
Enseguida,
 ellos auscultan la opción de la estadidad. Aparte de valorar los 
enormes obstáculos políticos y socioculturales que sería indispensable 
superar dentro de
 Estados Unidos, agregan que, incluso consiguiéndolo, acto seguido el 
efecto empobrecedor de los impuestos federales sería insoportable. Lo 
que también obliga a descartar esa alternativa.
        
Finalmente,
 al examinar la opción de la independencia, reconocen que ella 
actualmente es la que cuenta con menor apoyo plebiscitario, pero 
asimismo sostienen que es
 la que puede dotar a Puerto Rico de los instrumentos necesarios para 
poder darse un futuro económico sustentable. Lo que, sin embargo, 
agregan, requiere negociar una transición económica, así como un 
conjunto de previsiones sobre la ciudadanía y otros asuntos.
        
Esto
 es, que mientras un ELA no territorial o la estadidad representan 
ficciones políticas irrealizables ‑‑por mucho que obtengan mayores 
apoyos plebiscitarios‑‑, ya
 que en la práctica solo la independencia haría posible dotar a Puerto 
Rico de los instrumentos indispensables para desarrollar un camino 
económico viable. Al fin y al cabo, como plantea el estudio, “el status 
es una cuestión de ideología e identidad” y, como
 observa Fernando Martín, la formación de mayorías y minorías es asunto 
de tiempos y circunstancias, y de las opciones que pueden percibirse 
como factibles en las condiciones disponibles.28
        
Y
 nada como las circunstancias de la presente bancarrota económica, del 
descrédito del sistema político existente y de la indignación 
sociocultural ante las miserias
 morales, políticas y materiales de la reconstrucción del país, como 
sobrados motivos para rediscutir las ya dudosas preferencias ciudadanas 
legadas por el ELA.
        
Y ahora ¿qué?
        
Menos
 de dos meses después de publicarse “America’s Forgotten Colony: Puerto 
Rico’s Crisis”, en la Isla empezó la crisis iniciada por el destape de 
la cloaca de chats
 que el gobernador Roselló intercambiaba con sus principales 
colaboradores. Doce días de bravas y masivas movilizaciones ciudadanas 
forzaron la renuncia del mandatario, maliciosamente maquinada, sin 
embargo, para manipular la sucesión y retener el gobierno
 en manos del mismo grupo político, una fracción del anexionista Partido
 Nuevo Progresista, sombra del Partido Republicano estadunidense.
        
Eso
 fue un suceso inaudito en un país donde, desde la instauración del ELA,
 las protestas públicas eran escasas en número y afluencia. Como lo 
reseñó el New York Times,
 a simple vista los manifestantes protestaban ante los arrogantes y 
groseros chats del gobernador y sus colaboradores íntimos, y el arresto 
por el FBI de varios políticos de alto nivel, acusados de corrupción. 
“Pero las demostraciones […] eran más bien un rechazo
 a décadas de escándalos y malos manejos que involucran a líderes 
adinerados y desconectados que una y otra vez se han beneficiado a costa
 del sufrimiento de los puertorriqueños”.29
        
Tanto
 más luego de la multidimensional e inacabada tragedia que siguió al 
huracán María, más la reveladora insensibilidad de Washington y la 
incapacidad del gobierno
 de San Juan para atender sus consecuencias. Cuestionado, el presidente 
Trump, sin pensarlo dos veces desvió toda crítica hacia los líderes de 
la Isla, a quienes culpó de incompetentes y corruptos, negándoles así 
cualquier amparo político a los más obsecuentes
 aliados del Partido Republicano.
        
Enseguida
 de María, nadie salió a protestar; todos estaban demasiado atareados en
 sobrevivir: el pueblo en su desamparo y los políticos en sus cargos. 
Pero, como el
 mismo reportaje del Times añadió, tras la detención de varios 
funcionarios corruptos y el escándalo del chat de la cúpula gobernante, 
toda esa acumulación de agravios detonó una explosión de 
inconformidades: “este ha sido un proceso traumático”, dijo una 
profesora
 entrevistada; tras “muchos años de soportar y aguantar”, al fin “todo 
ese trauma ha salido, todo ese dolor”.
        
Ese
 escándalo expansivo acopló súbita e inesperadamente a diversos sectores
 de la sociedad puertorriqueña, para expresar “una honda insatisfacción 
con el modo en que
 la Isla es gobernada”.
        
La
 cadena de manifestaciones, autoconvocadas a través de las redes 
digitales y abanderadas por varios artistas muy populares, pronto fue 
fortalecida por la insólita
 participación de una multitud de puertorriqueños de las barriadas y 
caseríos pobres. Marginales y anónimos en la contabilidad de los 
partidos políticos y de la clase media educada, y carentes de sus 
propios medios de expresión cívica, en esta coyuntura encontraron
 amplia oportunidad de participación.
        
No
 obstante, ese alud ciudadano carecía de un proyecto y un liderazgo que 
les diera un propósito de mayor alcance ‑‑sin limitarse a echar del 
gobierno al cabecilla
 de esa camada de retoños del sistema, engreídos desconocedores del país
 real‑‑ y movilizarse por objetivos soberanos más sustantivos y, por lo 
tanto, más democráticos y duraderos.
        
Sin
 duda, se obtuvo un triunfo de gran valor simbólico y, por el momento, 
demostrativo del poder de la movilización ciudadana. Sin embargo, esta 
al cabo de poco tiempo
 se dispersó, sin haber cumplido mayores posibilidades. La falta de esa 
propuesta inmediata de mayores trasformaciones viables, a su vez, le dio
 tiempo y oportunidad a la vieja casta política para apelar a sus añejos
 ardides mediáticos y legales para controlar
 la sucesión, al menos al corto y mediano plazos. Las reglas del poder 
quedaron en las manos de siempre.
        
Para
 explicarlo es preciso comprender que, en las calles, junto a la gran 
masa de puertorriqueños indignados que anhelaban una reforma moral y 
cívica, también desempeñó
 su rol la cultura colonial. Nutrido del complejo de inferioridad y su 
consiguiente cortedad de horizontes, el “sentido común” que esa cultura 
cultiva y recicla, aún siguió resignando a gran parte de los ciudadanos a
 creer que, tras el acierto de expulsar a
 un gobernador incompetente, lo más oportuno y “realista” es remplazarlo
 por otro mejor aceptado en Washington y tanto más idóneo para limosnear
 en Estados Unidos otras “ayudas” para la Isla.
        
En
 pocas palabras, hace falta que las movilizaciones sociales alcancen a 
generar estructuras incluyentes y duraderas, que aseguren la continuidad
 de sus luchas ‑‑culturales,
 ideológicas y políticas‑‑. Y, con esto, a proponer y conquistar cambios
 estructurales en el tejido y en las instituciones sociales, para que el
 entusiasmo y energía de los grandes acontecimientos no se diluya, ni le
 permita a la élite local y al régimen colonial
 reiterar su viejo juego de recuperación de la “normalidad” colonial, en
 este caso nombrando nuevo gobernador a una persona o electa.
        
La
 crítica a las incompetencias y corrupciones, si bien cumple la 
necesaria función de revelar las realidades que hay tras los mitos y el 
conformismo, no basta. Mientras
 no se construyan organizaciones y acontecimientos que cuestionen esa 
“normalidad” y produzcan nuevos avances del proceso, la sola denuncia 
incluso puede servirle al sistema imperante. Porque la incompetencia y 
la inmoralidad del sistema también da pretextos
 al régimen para justifica nuevas intervenciones, alegando que acude a 
remediar incompetencias y corruptelas de los funcionarios locales.
        
Es
 el caso de la llamada Junta de Supervisión y Administración Financiera 
‑‑la Junta‑‑, maquillada como un mal menor y transitorio mientras 
realiza su brutal intervención
 expoliadora, con el pretexto de venir a reparar daños causados por la 
ineptitud de los líderes y funcionarios nativos.30
        
Tras
 la experiencia de gran movilización social de julio de 2019, tras una 
confluencia de voluntades sin precedente en la historia del país, y 
frente a la demanda de
 darle continuidad, el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) 
propuso una doble iniciativa. En conferencia de prensa, Rubén Berríos, 
su líder, y María de Lourdes Santiago, ex senadora y vicepresidenta del 
PIP, llamaron a convocar un amplio frente para,
 por un lado, demandar unas enmiendas de urgencia a la Constitución 
puertorriqueña, para que estén vigentes antes de las próximas 
elecciones. Y, por el otro, plantear una nueva relación con Estados 
Unidos, a discutirse en una “Asamblea para un Nuevo Puerto
 Rico”, electa por votación popular, “que garantice la participación de 
los más amplios sectores de la sociedad”.
        
Esas
 enmiendas constitucionales prevén: autorizar la celebración de un 
referendo revocatorio para que el pueblo pueda destituir a un mal 
gobernador; elegir por votación
 al nuevo gobernador si el cargo queda vacante; y disponer realizar una 
segunda vuelta electoral entre los dos candidatos más votados si ninguno
 obtiene la mayoría absoluta.
        
Y
 sobre la nueva relación con Estados Unidos, la propuesta señala que la 
Asamblea a elegirse tendrá dos encomiendas: la primera, redactar una 
nueva Constitución para
 Puerto Rico, que emane del poder soberano de su propio pueblo31. La 
segunda, elaborar alternativas no coloniales y no territoriales para la 
nueva relación con Estados Unidos, para ser presentadas y negociadas en 
el Congreso antes de someterlas a votación popular.
        
Ambas
 propuestas deben votarse a más tardar a inicios de 2020, para corregir 
algunas importantes deficiencias constitucionales que la crisis política
 de 2019 puso en
 evidencia, antes de celebrarse las próximas elecciones locales. Como, 
asimismo, corregir las demás deficiencias de la Constitución actual, y 
enfrentar democráticamente el problema de la relación colonial con 
Estados Unidos.
        
Esta
 propuesta se caracteriza por su amplio realismo político: no demanda de
 la masa ciudadana más de aquello por lo cual su mayoría se manifestó en
 julio de ese año;
 a la vez, plantea unos términos que no contradicen los del discurso de 
los líderes “soberanistas” del Partido Popular Democrático (PPD). A la 
vez, es una propuesta abierta a modificarse al tenor de su debate con 
los demás sectores congregados ‑‑ojalá con una
 práctica y un lenguaje que igualmente atraiga a los sectores barriales 
que también se sumaron a aquellas manifestaciones‑‑.
        
La necesaria transición
        
El
 Estado Libre Asociado hace mucho dejó de encajar entre los inventos que
 hoy el derecho internacional considera justificables. Hace décadas el 
Comité de Descolonización
 de la ONU anualmente pone a Washington en el banquillo de las potencias
 coloniales, y le da tribuna a una creciente lista de portavoces 
latinoamericanos que allí examinan el status de Borinquen. Cada año esa 
instancia global reconoce a Puerto Rico como “Nación
 Latinoamericana y Caribeña, y su derecho inalienable a la libre 
determinación e independencia, su soberanía, y a la integridad de su 
territorio nacional”, Y además ratifica que el pueblo puertorriqueño 
tiene el inalienable derecho a su autodeterminación, como
 lo acreditan ya más de 34 Resoluciones, reiterando que el status de la 
Isla debe discutirse en la Asamblea General, donde Estados Unidos 
difícilmente podrá encontrar voces que lo secunden, ninguna 
gratuitamente.
        
Desde
 el punto de vista norteamericano ¿a quién le sirve prolongar esos 
inconvenientes? Solo los clichés de una vieja inercia, y un desfasado 
orgullo imperial, pueden
 ocasionarlo. Al cabo, terminada la Guerra Fría, tras la experiencia de 
Vieques la Armada estadunidense abandonó todos sus demás baluartes y 
operaciones en la Isla, la que así perdió lo que devengaba como plaza 
militar. Como también sigue perdiéndolo como plaza
 de interés económico, desde que Washington prefirió explotar acuerdos 
de libre comercio con otros países del área, que hoy aprovechan las 
ventajas de acceso al mercado estadunidense que antes el ELA retenía.32
        
En
 los años 30 a 50 del siglo pasado ‑‑en tiempos de Albizu Campos‑‑, la 
cuestión de la independencia de Puerto Rico gozaba de amplias simpatías 
en la opinión pública
 hispanoamericana. Pero después el tema fue arrollado por el frenesí de 
la Guerra Fría, y el patriotismo borinqueño se vio estigmatizado como un
 instrumento de las agencias soviéticas. No obstante, ahora la raíz del 
asunto ha vuelto a su dimensión real, aunque
 algunas de sus consecuencias subjetivas aún demoren en sanarse.
        
De
 hecho, Washington hace mucho ha venido agotando los motivos para 
retener la propiedad de la Isla, donde solo va quedándole la obligación 
federal de costear la subsistencia
 del régimen, y la de lograr que los acreedores estadunidenses consigan 
recuperar la enorme deuda del gobierno boricua, que es lo que más 
interesa a los burócratas norteamericanos. Aunque Puerto Rico contó con 
buenas infraestructuras ‑‑hoy en día tan deterioradas‑‑,
 en la última década la Isla perdió sostenibilidad tras haberla 
especializado en actividades económicas que al cabo dejaron de ser 
atrayentes para Estados Unidos.
        
Antes
 de la invasión norteamericana, la Isla produjo azúcar y derivados, 
café, legumbres y otros alimentos, cuya producción el régimen colonial 
descartó en beneficio
 de la cañaveralización. Comer se volvió caro; del 85 al 90 por ciento 
de los alimentos se importan congelados o enlatados, generalmente de 
Estados Unidos. Pero, “la Ley Jones […] con frecuencia detiene 
cargamentos del territorio continental porque solo las
 empresas de envío estadounidenses pueden transportar legalmente 
alimentos de un puerto estadounidense a otro”.33
        
A
 su vez, en la actividad turística Borinquen hoy es superada por varios 
competidores del Gran Caribe, donde es menos costosa. Por largos años el
 status colonial ha
 impuesto legislaciones estadunidenses ajenas a la naturaleza de la 
Isla, que impiden aprovechar otras ventajas de su ubicación geográfica, 
como desarrollar una diversidad de servicios marítimo‑portuarios y 
aeroportuarios, y de ser parte de los proyectos de
 cooperación para el desarrollo y de integración mesoamericana y 
caribeña.
        
Con
 eso tanto el ELA como los dos partidos políticos que le son funcionales
 hace mucho han perdido las razones de existencia que antaño les dieron 
propósito, mientras
 que al gobierno de Washington DC aún no encuentra oportunidad ni 
discurso para justificar cómo deshacerse de la Isla, en lugar de 
pretender anexarla como un Estado extraño, costoso y problemático para 
la Unión Americana y la idiosincrasia estadunidense.
        
En
 tales circunstancias, solo queda proponer el necesario proceso de 
transición a cierto número de años plazo, a fin de reestructurar la 
institucionalidad y el modelo
 económico puertorriqueños, para culminar la constitución de una nueva 
república latinoamericana y caribeña. Esta, como nación independiente y 
viable, podrá tener un apropiado esquema de relaciones con Estados 
Unidos y con las demás naciones de la región y
 del mundo.
1. Carlos (Taso) Zenón, pescador. “Canción para Vieques”, en Memorias de un pueblo pobre
 en lucha: manual de lucha para los jóvenes que quieren transformar a Puerto Rico, Editorial El Antillano, 2018.
2.
 La literatura suele referirse a Puerto Rico como una isla, que los 
nativos prehispánicos
 llamaban Borinquen. Pero Puerto Rico es un archipiélago, cuyas cuatro 
porciones más evocadas son la “isla grande”, la mayor, más poblada y de 
mayor peso económico; la contigua isla de San Juan, asiento histórico de
 la capital del país, donde radica el gobierno;
 y las islas de Culebra y de Vieques, municipios dedicados sobre todo a 
la pesca y el turismo, parte de las cuales hasta hace unos años fueron 
explotadas, a la par, como polígonos de tiro de la Marina militar 
estadunidense, con los riesgos y daños que eso acarreó.
3.
 El principal dirigente de aquel socialismo fue el inmigrado gallego 
Santiago Iglesias
 Pantín, quien había militado en el Partido Socialista Obrero Español 
(PSOE) y mantenía contacto con su líder, Pablo Iglesias, quien, a 
finales del régimen colonial español, lo alentó a fundar el Partido 
Obrero Socialista de Puerto Rico, afiliado al PSOE. Luego,
 bajo la dominación estadunidense, en 1915 Santiago Iglesias lideró su 
conversión en el Partido Socialista Puertorriqueño, afiliado al Partido 
Socialista de Estados Unidos, y fue uno de los creadores de la 
Federación Libre de Trabajadores, afiliada, a su vez,
 a la American Federation of Labour (AFL). Iglesias opinaba que las 
posibilidades del movimiento obrero puertorriqueño y de su partido eran 
más favorables en el ámbito político norteamericano que frente a la 
reaccionaria oligarquía puertorriqueña y, por consiguiente,
 fue anexionista, partidario de incorporar a Puerto Rico como estado 
federal de la Unión estadunidense. Por lo mismo, respaldó dentro del 
movimiento obrero y la izquierda puertorriqueña la política de 
americanización del país.
4. Antecesor de los actuales Partido Popular Democrático (PPD) y Partido Independentista Puertorriqueño (PIP).
5. Ver Bolívar Pagán, La Historia de los Partidos Políticos en Puerto Rico. En internet:
http://seminarios-pnp.com/2015/08/historia-de-los-partidos-politicos-pue... Capítulo 7 sección 3.
6.
 De hecho, así la Asamblea reflejó que la unidad del partido se debatía 
entre radicales
 independentistas y moderados autonomistas. La “temporalidad” de esa 
forma de posponer la decisión le daría largo de cobijo a la política 
gubernamental de “americanización” del país, respaldada por el proyanqui
 Partido Republicano, principal oponente del Unionista.
7. Particularmente, en apoyo al esfuerzo de la Unión Soviética para rechazar la invasión
 alemana.
8.
 Este Nuevo Trato o acuerdo social orientó el conjunto de políticas 
impulsadas por
 los gobiernos de Franklin D. Roosvelt (1932-45) para resolver las 
principales causas y efectos de la Gran Depresión, la crisis económica 
desatada a comienzos de los años 30. Incluyó la intervención del Estado 
en la economía, inversión pública en infraestructuras
 productivas, fomento del empleo y ampliación de las libertades 
políticas. Entre sus efectos estuvo el fortalecimiento de las 
organizaciones sindicales y de los valores democráticos antifascistas. 
Tras el fallecimiento de Roosvelt y la victoria en la II Guerra
 mundial, las grandes empresas y la derecha política impusieron el fin 
de la colaboración con la Unión Soviética y el inicio de la Guerra Fría,
 a la vez que el roll back contra las políticas sociales del New Deal, 
las organizaciones sindicales y las ideas y
 organizaciones progresistas, hasta llegar a los extremos del 
macartismo.
9.
 Eso ocurrió bajo la influencia del Browderismo, una extrapolación 
político‑ideológica
 de la estrategia frenteamplista de la III Internacional, que alentaba 
la colaboración antifascista con los partidos, gobiernos y 
organizaciones burguesas para combatir al nazi‑fascismo. El nombre de 
esa política derivó del de Earl Browder, jefe del partido
 comunista de Estados Unidos y de la Komintern para Centroamérica y el 
Caribe--, quien durante la Segunda Guerra Mundial postuló la 
aproximación de su partido al partido demócrata y el gobierno 
norteamericano, bajo las premisas de la prioridad de la lucha contra
 el fascismo y la invasión alemana a la URSS.
Este
 acercamiento se dio tras el pacto norteamericano-soviético para 
combatir a las potencias del eje nazi‑fascista, y la colaboración de 
clases que a partir de entonces se predicó.
 En el ambiente político del New Deal, Browder sostuvo que los partidos 
comunistas debían soslayar cualquier consideración ideológica y 
colaborar con los gobiernos democráticos existentes, cualquiera que 
fuese su signo político, para luchar juntos contra el
 fascismo en el mundo. Eso condujo incluso a la auto disolución del PC 
estadunidense y a que varios partidos comunistas latinoamericanos 
renunciaran a llamarse así, convirtiéndose en partidos policlasistas 
“populares”, reorientados a buscar el socialismo por
 medios pacíficos y graduales.
10.
 Lo que debe entenderse no solo respecto a un caso extremo como el de 
Puerto Rico,
 sino como realidad que igualmente incide, en diversas formas, sobre la 
cultura política, y la cultura general, de las repúblicas neocoloniales 
de América Latina y demás países en subdesarrollo.
11.
 Gatopardismo. Palabra derivada del italiano Gattopardo, título de la 
novela del siciliano
 Giuseppe Tomasi (1896-1957), que alude a la decadencia de la nobleza 
siciliana y relata el matrimonio del sobrino de un viejo príncipe con la
 hija de un comerciante plebeyo. Ante el inevitable ascenso de la 
burguesía, el añoso noble promueve ese matrimonio
 para enlazar a su clase social con sus enemigos mortales, convertidos 
en la nueva fuerza política dominante. La expresión gatopardismo señala 
la filosofía de quienes piensan que es necesario que algo cambie para 
que lo demás permanezca intocado en la organización
 social. Como las reformas meramente cosméticas o de distracción que se 
proponen para mantener incólumes los privilegios sociales y económicos 
de sus manipuladores. Tomado de la Enciclopedia de la Política de 
Rodrigo Borja. Ver
www.enciclopediadelapolitica.org
12. El territorio de Estados Unidos está integrado por 50 estados, un distrito federal,
 5 territorios importantes (entre ellos Puerto Rico) y 9 territorios menores, enumerados en
https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Estados_y_Territorios_de_los_Estados...
Al
 respecto, ver el Artículo IV, Sección 3, Cláusula 2 de la Constitución 
de Estados Unidos. A su vez, acto seguido, la Sección 3, en su Párrafo 
2, determina que “El Congreso tendrá
 la facultad para disponer y formular todos los reglamentos y reglas 
necesarias con respecto al territorio y otros bienes que pertenezcan a 
los Estados Unidos” [Cursivas del autor].
Por
 si faltara, dicho estatus fue ratificado por una sentencia que la Corte
 Suprema estadunidense dictó en 1901 (a los tres años de la ocupación 
norteamericana de la Isla), por la
 cual Puerto Rico le “pertenece a” pero no es “parte de” Estados Unidos,
 dado que no es un Estado de la Unión sino un territorio de la misma o, 
como se dice en el resto del mundo, es una colonia.
Ninguno de esos textos jurídicos fue modificado al adoptarse en 1952 la ficción del llamado Estado Libre Asociado (ELA).
13.
 Luego de más de cuatro años de protestas encabezadas por Rubén Berríos,
 en 1975 los
 borinqueños lograron sacar a la Marina estadunidense de su base y campo
 de tiro en la isla puertorriqueña de Culebra. En el 2000, Berríos 
completó casi un año acampando, bajo soles y tormentas, sobre la playa 
de la isla de Vieques para impedir que la Marina
 continuara sus bombardeos sobre ese territorio, que usaba como 
polígono. Ambas islas conservaban numerosa población civil, amenazada 
por esas actividades.
Durante
 esa segunda gesta, que logró movilizar a la mayor parte de la sociedad 
puertorriqueña, con gran parte de la dirigencia independentista en 
prisión, Berríos y sus compañeros,
 recibieron amplia solidaridad de personalidades e instituciones 
cívicas, políticas religiosas e intelectuales estadunidenses y 
latinoamericanas.
Al
 cabo, la Armada también tuvo que retirarse definitivamente de Vieques. Y
 poco tiempo después las fuerzas armadas estadunidenses decidieron 
retirarse asimismo de Roosvelt Roads,
 la mayor y más valiosa de sus bases militares en Puerto Rico, 
adelantándose a que los independentistas la pudieran bloquear. Con esto,
 desapareció el último de los emplazamientos bélicos estadunidenses en 
el archipiélago puertorriqueño.
14. Así denominada por las siglas de Puerto Rico Oversight, Management, and Economic
 Stability Act, nombre que leído en español porta una maliciosa ambigüedad que solo puede descifrarse en inglés.
15.
 El Partido Republicano escogió cuatro y el Demócrata tres, de los 
cuales Obama designó
 uno. Mayoritariamente, ciudadanos nacidos en Puerto Rico pero que hace 
mucho se habían integrado al establishment estadunidense, a excepción de
 la Directora Ejecutiva, Natalie Jaresko, una ucranio‑norteamericana que
 fue ministra de finanzas del gobierno que
 siguió al golpe de Estado en su país de origen.
16. La ilusa expectativa de algunos ingenuos de que la Junta vendría a hacer justicia
 sobre los corruptos que antes engendraron esa deuda no pasó de brevísima quimera.
17.
 La tecnología y concepciones militares dominantes al concluir la II 
Guerra Mundial
 dominaron la forma de organizar y dotar los baluartes estadunidenses 
establecidos en Puerto Rico y en la Zona del Canal de Panamá. Pero, en 
la práctica, la rápida evolución de los medios aeroespaciales de la 
Guerra Fría iría devaluando dichos baluartes, al
 extremo de que, cuando Omar Torrijos y Jimmy Carter negociaron el nuevo
 tratado del Canal interoceánico, Washington admitió que ya era tiempo 
de dejar sus bases militares en ese lugar, incapaces de impedir un 
eventual ataque transoceánico.
Otro
 tanto sucedería en Puerto Rico, donde la desobediencia civil 
independentista llevó a la Armada estadunidense a admitir que la 
alternativa de evacuar sus cuarteles y polígonos
 en Culebra, Vieques y Roosvelt Roads ya no impedía a las fuerzas 
norteamericanas mantener su control estratégico de la región.
18. En Puerto Rico muchos servicios son prestados por empresas estatales y, por motivos
 electorales, el gobierno busca prever un presupuesto que minimice el despido de empleados públicos.
19.
 Como el mismo periódico relató el 20 de mayo de ese año, José Marrero, 
director de
 finanzas del Hospital de Niños San Jorge, informó que el gobierno le 
adeuda a esa institución US$ 350,000 por servicios prestados en marzo, y
 que a esta suma se agregan US$ 1,200,000 por servicios prestados en 
abril, más otros US$ 250,000 por los ya prestados
 en mayo. A su vez, Pedro Meléndez, director ejecutivo del Sistema de 
Salud Menonita, añadió que, aparte no de contratar especialistas para 
servicios indispensables, se usaban “tarifas de hace dos o tres años” y 
“se redujo los fees de los médicos hasta un 33
 por ciento”. Similares consecuencias ahogaban a los hospitales de todo 
el país.
20.
 Según El Nuevo Herald, por ejemplo, hasta el 1 de junio de 2018 los 
sobrevivientes
 de María recibieron en promedio $ 1,800 para reparaciones, mientras que
 el año anterior los del ciclón Harvey, en Texas, en ese plazo 
recibieron $ 9,127.
Esa mezquina ayuda a cuentagotas favoreció formas negligentes y corruptas de manejarla, como después se evidenció.
21. La empresa de electricidad explica que parte del problema es que la reposición de
 los tendidos de la red eléctrica se ha hecho con cables de menor calibre que los anteriores, por falta del material adecuado.
Paradójicamente,
 durante más de un año la situación del servicio eléctrico en el 
territorio norteamericano de Puerto Rico ha sido notoriamente peor que 
la muy publicitada crisis
 eléctrica de la aislada Venezuela.
22.
 Parte de tales diferencias viene de que unos solo contaron las víctimas
 conocidas
 del primer impacto, mientras otros sumaron las registradas en las 
siguientes semanas, añadiendo los datos aportados por los hospitales y 
las agencias funerarias; después se agregarían, además, los decesos 
registrados en las incomunicadas poblaciones del interior
 del país.
23.
 Véase “Califica Trump de incompetentes y corruptos a políticos de 
Puerto Rico”, agencia
 EFE, Washington, 2 de abril de 2019, así como “Ataques de Trump a 
políticos puertorriqueños, más sal en la herida”, agencia Prensa Latina,
 de la misma ciudad y fecha.
Trump
 fue particularmente duro con Carmen Yulín Cruz, a quien se refirió como
 “la enloquecida e incompetente alcaldesa de San Juan [quien ha] hecho 
un trabajo muy malo para devolver
 la salud a la Isla”.
24. Citado por BBC Mundo el 12 de octubre de 2017.
25.
Con
 el título “La colonia olvidada de los Estados Unidos” este estudio fue 
publicado en castellano por el diario El Nuevo Día, de San Juan, el 
martes 11 de junio de 2019.
Weiss
 fue asesor principal del Secretario del Tesoro en el gobierno de Barak 
Obama y arquitecto del vigente plan PROMESA. Setzer es “Senior Felow” 
del Consejo de Relaciones Exteriores.
26. El autonomista Partido Popular Democrático (PPD) de Muñoz Marín, y el anexionista
 Partido Nuevo Progresista (PNP).
27.
 En Puerto Rico los comicios ordinarios se limitan fundamentalmente a la
 elección
 de funcionarios y legisladores locales, y en las campañas y debates 
electorales tienen poca prominencia los temas de la soberanía nacional y
 las políticas de desarrollo.
No
 obstante, estos temas sí alcanzan mayor relevancia en los referendos 
relativos al status. En este caso, la evolución de los resultados 
refleja un creciente desencanto respecto
 al ELA, pero el mal desempeño gubernamental –por la proliferación de 
casos de imprevisión, ineficiencia y corrupción‑‑ de ambos partidos 
tradicionales no ha permitido a los estadistas capitalizar políticamente
 el retroceso de las simpatías por el ELA.
28. Ver Fernando Martín, “La puerta hacia la descolonización”, en El Nuevo Día, Tribuna
 invitada, del viernes 14 de junio de 2019.
29. Ver Patricia Mazzei y Frances Robles, “El hartazgo de los puertorriqueños sale a
 las calles”, en el boletín en español del New York Times, del 18 de julio de 2019.
30. Ver Elvin Carcaño Ortiz, “¿Revolución en Puerto Rico?”, en ALAI, 13 de agosto de
 2029.
31. La actual Constitución emana del poder del del Congreso de Estados Unidos.
32.
 El hecho de que ahora, con la Administración Trump, el gobierno de 
Washington decidiera
 incrementar el proteccionismo, restándole valor a los acuerdos de libre
 comercio, no le restituye a Puerto Rico aquel pasado privilegio.
33.
 Julia Moskin, “El éxito de la comida local que salvó a Puerto Rico”, en
 el diario
 The New York Times (edición digital en español) del 22 de mayo de 2019.
 La autora narra la aventura creativa de los borinqueños que ahora 
vuelven a cultivar la tierra con nuevas tecnologías, tras la ruptura de 
la cadena alimentaria y la escasez de alimentos
 que vinieron tras los huracanes de 2017.
- Nils Castro es escritor y catedrático panameño.
Facebook0 Twitter Pinterest LinkedIn WhatsApp Compartir
Del mismo autor
-Enajenación colonial y liberación   
13/09/2019
-Fidel y Omar: momentos y escenarios de una convergencia vigente   
30/08/2019
-Las ideas y la fuerza   
16/11/2018
-Aprender de un progresismo al siguiente   
04/11/2018
-Del golpe blando a la elección “democrática” del fascismo   
11/10/2018
-Para saltar del revés a victorias   
30/07/2018
-Progressisme : la vague qui commence   
13/07/2018
-Progresismo: la oleada que empieza   
11/07/2018
-Puerto Rico: Frente al naufragio, la alternativa   
18/01/2018
-Fidel: raíz y perseverancia de unas convicciones   
24/11/2017
puerto_rico.jpg
Enajenación colonial y liberación
Nils Castro
humboldt.jpg
de: Alai-AmLatina <alai-amlatina@alai.info> a través de
alainet.org 
responder a:
info@alainet.org
para:
alai-amlatina@alai.info
fecha: 13 sept. 2019 12:53
asunto:       
[alai-amlatina] Alainet.org Al Día - 13/09/19
lista de distribución: <alai-amlatina.listas.alainet.org>
enviado por:
listas.alainet.org
firmado por:
alainet.org
Importante según el criterio de Google.
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
18 de septiembre de2019
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario