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Insensatez de la inteligencia
EL DESATINO DE LOS
ANÁLISIS ECONÓMICOS ACTUALES
28/11/2016
Opinión
Sigo
 con atención los análisis económicos que se realizan en Brasil y en 
todo el mundo. Con raras y buenas excepciones, la gran mayoría de los 
analistas son rehenes del pensamiento único neoliberal mundializado. Es 
raro que hagan una autocrítica que rompa la lógica del sistema 
productivista, consumista, individualista y anti-ecológico. Y aquí veo 
un gran riesgo ya sea para la biocapacidad del planeta Tierra o para la 
supervivencia de nuestra especie.
El título del libro de Jesse Souza La insensatez de la inteligencia brasileña (2015) inspiró el título de mi reflexión: “El desatino de los análisis económicos actuales”.
Mi
 sentido del mundo me dice que podemos conocer cataclismos ecológicos y 
sociales de dimensiones dantescas si no tomamos absolutamente en serio 
dos factores fundamentales: el factor ecológico, de carácter más 
objetivo, y la recuperación de la razón sensible, de sesgo más 
subjetivo. En cuanto al factor ecológico: la mayoría de la macroeconomía
 todavía alimenta la falsa ilusión de un crecimiento ilimitado, en el 
supuesto ilusorio de que la Tierra dispone igualmente de recursos 
ilimitados y tiene una capacidad de recuperación ilimitada para soportar
 la explotación sistemática a que es sometida. La maldición del 
pensamiento único muestra un soberano desprecio por los efectos 
negativos en términos de calentamiento global, la devastación de los 
ecosistemas, la escasez de agua potable y otros considerados como 
externalidades, es decir, datos que no entran en la contabilidad de las 
empresas. Este pasivo se deja para que lo resuelva el estado. Lo que 
debe ser garantizado en cualquier forma son las ganancias de los 
accionistas y la acumulación de riqueza a niveles tan inimaginables que 
dejarían loco a Karl Marx.
La
 gravedad radica en el hecho de que los órganos que se ocupan del estado
 de la Tierra, desde las organizaciones mundiales como la ONU, a los 
nacionales que denuncian la creciente erosión de casi todos los 
elementos esenciales para la continuidad de la vida (alrededor de 13), 
no se tienen en cuenta. La razón es que son antisistémicos, perjudican 
el crecimiento del PIB y los grandes beneficios de las empresas.
Los
 escenarios proyectados por centros de investigación serios son cada vez
 más perturbadores. El calentamiento, por ejemplo, no para de aumentar 
como se afirmó ahora en la COP 22 de Marrakesch. La temperatura global 
en 2016 ha sido 1,35º C por encima de lo normal para el mes de febrero, 
la más alta de los últimos 40 años. Los propios científicos como David 
Carlson, de la Organización Meteorológica Mundial, un organismo de la 
ONU, declaró: “Esto es increíble... la Tierra es ciertamente un planeta 
alterado”.
Tanto la Carta de la Tierra como la encíclica de Francisco Laudato Si: cómo cuidar de la Casa Común advierten de los riesgos que corre la vida sobre el planeta. La Carta de la Tierra
 (grupo animado por M. Gorbachov, en el que he participado) es 
contundente: «o formamos una alianza global para cuidar la Tierra y unos
 de otros o corremos el riesgo de destruirnos y destruir diversidad de 
la vida».
En
 los debates sobre economía, en casi todas las instancias, los riesgos y
 los factores ecológicos ni siquiera se nombran. La ecología no existe, 
incluso en las declaraciones del PT, en las que no aparece siquiera la 
palabra ecología. Y así, inconscientemente, hacemos un camino de no 
retorno, a causa de la ignorancia, irresponsabilidad y ceguera 
producidas por el deseo de acumulación de bienes materiales.
Donald
 Trump ha dicho que el calentamiento global es un engaño y que cancelará
 el acuerdo de París, ya firmado por Obama. Paul Krugman, Nobel de 
Economía, ha advertido de que tal decisión significaría un daño grave 
para EE.UU. y para todo el planeta.
Conclusión:
 o incorporamos los datos ecológicos en todo lo que hacemos, o nuestro 
futuro no estará garantizado. La estupidez de la economía sólo nos ciega
 y nos perjudica.
Pero
 este dato científico, resultado de la razón instrumental analítica, no 
es suficiente, ya que analiza y calcula friamente y entiende al ser 
humano fuera y por encima de la naturaleza. A la que puede explotar a su
 voluntad. Tenemos que completarla con el rescate de la razón sensible, 
la más antigua en nosotros. En ella se encuentra la sensibilidad, el 
mundo de los valores, la dimensión ética y espiritual. Ahí residen las 
motivaciones para el cuidado de la Tierra y para comprometernos en un 
nuevo tipo de relación amistosa con la naturaleza, sintiéndonos parte de
 ella y sus cuidadores, reconociendo el valor intrínseco de cada ser e 
inventando otra manera de satisfacer nuestras necesidades y el consumo 
con una sobriedad compartida y solidaria.
Tenemos
 que articular los dos factores, el ecológico (objetivo) y el sensible 
(subjetivo): de otro modo difícilmente escaparemos, tarde o temprano, de
 la amenaza de un colapso del sistema-vida.      
2016-11-25
Del mismo autor
-La vida como imperativo cósmico 31/10/2016 31/10/2016
de: Alai-AmLatina <alai-amlatina@alai.info>
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fecha: 28 de noviembre de 2016, 12:06
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