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CUBA: La sociedad socialista del conocimiento
LA SOCIEDAD SOCIALISTA
DEL CONOCIMIENTO
La
 historia de nuestra especie comenzó en algún lugar de África. Hoy lo 
sabemos a ciencia cierta e incontrovertiblemente porque nuestra 
sabiduría le ha seguido el rastro a ciertas moléculas muy especiales, 
portadoras de información, que llevamos en cada una de nuestras células
11 de noviembre de 2016 21:11:46
Nuestra
 especie se autodenominó homo sapiens en este mundo natural que 
habitamos. «Humano sabio» debería traducirse, para disminuir los 
problemas en el buen decir contemporáneo. El género biológico homo tuvo 
otras especies que se consideran extinguidas al ser imposible 
identificar sus individuos actualmente, como es el caso de homo 
neanderthalensis.
A
 ese lo llamamos así por haberse encontrado sus primeros restos, 
accidentalmente, en una excavación del valle de Neander que es un bello 
rincón de la Renania del Norte alemana. Los rasgos moleculares de esos 
congéneres aparecen frecuentemente en nosotros, los sapiens de hoy, por
 lo que deben de haberse podido mezclar con facilidad y durante bastante
 tiempo.
La
 historia de nuestra especie comenzó en algún lugar de África. Hoy lo 
sabemos a ciencia cierta e incontrovertiblemente porque nuestra 
sabiduría le ha seguido el rastro a ciertas moléculas muy especiales, 
portadoras de información, que llevamos en cada una de nuestras células.
 Su nombre científico no es muy amigable y se han popularizado como sus 
iniciales ADN, en español.
Tales
 rastros moleculares existentes en las poblaciones humanas actuales y en
 los restos de las ya fallecidas y dispersas están permitiendo averiguar
 con una certidumbre asombrosa sus rutas migratorias ancestrales y hasta
 las razones de nuestras diferenciaciones físicas actuales.
Prácticamente
 acabamos de aparecer como especie en este mundo, hace solo 250 000 
años, miles más, miles menos. Los 3 800 millones de años que nos 
precedieron de vida en la tierra hicieron posible que la selección 
natural, la eterna adaptación de los sistemas vivos a su entorno, 
llegara a establecer una cierta cantidad de individuos genéticamente 
compatibles que fueron el núcleo originario del homo sapiens.
Aquellos
 superabuelos nuestros pudieron intercambiar mucha información entre 
ellos, almacenarla por sí mismos en forma de conocimientos y usarlos a 
voluntad. Eso ocurrió gracias a las herramientas naturales que se nos 
seleccionaron, como es la voz articulada, el oído, la vista, el tacto y 
un cerebro muy preparado. Dicho órgano se encargó de coordinar el 
ingreso y la expresión de información, de almacenarla y de recuperarla 
(utilizarla cuando se hace necesario).
Ruidos
 con mayor o menor diferenciación ya se habían seleccionado para 
emitirse y oírse en otras especies animales. Pero en nuestro caso la 
articulación y la variedad de sonidos voluntarios que podíamos emitir y 
entender era formidablemente amplia. Se podía intercambiar ideas 
completas en una conversación. Somos el producto natural más acabado del
 tráfico de información entre seres vivos, al menos hasta el momento.
Y
 no solo eso. Los conocimientos que fueron estableciéndose nos 
permitieron ir más allá de nuestra propia memoria individual y empezamos
 a escribirlos, a registrarlos en soportes permanentes fuera de 
nosotros, aunque mucho más recientemente.
En
 la misma Mesopotamia donde tantas convulsiones ocurren hoy, alguien 
pensó hace unos 5 500 años que con un palito podía grabar algunos 
símbolos que se harían equivaler a palabras habladas en una tablilla de 
arcilla blanda y lo realizó. Después se calentaba la arcilla y tales 
palabras se quedaban escritas tan bien que aún existen algunas de ellas.
 Los chinos y los egipcios no tardaron en imitarlos o inventar lo mismo 
con sus propias lenguas. En la actual América solo lograron hacerlo los 
Mayas parece que hace unos 2 000 años, y fue independientemente porque 
no pudieron copiar las experiencias de escritura del otro lado del 
Atlántico. La Universidad Brown, en los EE.UU., acaba de autentificar el
 más antiguo conocido de los códices mayas, el llamado «Grolier», que 
data del siglo XIII de nuestra era.
La
 sociedad que tenemos hoy en día es el producto de toda esa evolución. 
De sus rutas y andares, de sus luchas, de sus progresos y retrocesos, 
pero sobre todo del avance de la sabiduría de nuestra especie y del 
eficiente uso que comenzamos a hacer y seguimos haciendo de la 
información. Lo hicimos entonces con tablillas de barro y hoy con 
dispositivos electrónicos y sus redes de intercambio que llegan o pueden
 llegar a todo lugar donde exista una persona. No ha sido un progreso 
monótono lineal.
Han
 tenido lugar revoluciones de información, como la de la imprenta, la de
 la radio, la de las computadoras aún sin redes. La situación actual 
permite que un individuo pueda llevar consigo un dispositivo que lo 
capacita para comunicarse hasta visualmente con otro en el momento que 
desee, aunque esté en la luna. Y además puede tener acceso a toda la 
información almacenada por el hombre, o casi toda, también 
instantáneamente.
Los
 que pensamos que el presente y el futuro de todos los seres humanos 
tienen que pasar por su máxima realización y felicidad personal y 
social, sin que nadie lo haga a costas de los demás, podemos ser 
optimistas. Tenemos que estar convencidos de que una sociedad que 
pretenda ese objetivo tendría que basarse en la solidaridad colectiva, 
donde el uso de las capacidades personales se ponga en función siempre 
del bienestar personal y también de todos los demás. Y que tales metas 
no se pueden obtener hoy, ni mucho menos en el futuro, sin que el 
intercambio de información que nos distinguió como especie sea el más 
eficiente e intenso de acuerdo con lo más avanzado de los tiempos.
El
 acceso irrestricto a las comunicaciones en cualquier lugar donde esté 
una persona, por aislado que sea, es una aspiración dentro de ese 
socialismo próspero y sostenible por el cual luchamos. También lo es que
 el acceso a toda información que se requiera es una necesidad. Las 
discusiones populares que fueron convocadas en torno a los más recientes
 congresos de nuestro Partido, así como los documentos que se discuten, 
así lo evidencian. No puede existir una sociedad socialista que no sea 
del conocimiento, universal, ubicuo. Si los fundadores de estas ideas 
cuando no se soñaba con internet o la telefonía inteligente vivieran hoy
 en día, seguramente que las tomarían como estandarte.
Lo
 demostró Lenin cuando planteó que comunismo era poder soviético más 
electrificación. En aquel entonces, la electrificación era de lo más 
excelso de los descubrimientos tecnológicos del saber humano. Sin 
embargo, por diversas razones entre las cuales el mayor peso lo lleva el
 bloqueo de Estados Unidos, y a pesar de la clara postulación de estos 
principios en la política de la Revolución, todavía es baja la 
penetración social e individual de esas nuevas tecnologías en el país.
Paradójicamente, al mismo tiempo somos de los mejor educados para aprovecharlas al máximo.
La
 difícil situación actual de Cuba con el uso masivo de las nuevas 
tecnologías de la información y las comunicaciones contempla muchos 
factores, algunos de los cuales están fuera de nuestra acción directa, 
como es el caso del bloqueo; cuyo impacto se expresa en las 
posibilidades de adquirir hardware, software y conocimientos, pues 
todavía existen numerosos sitios de internet a los cuales no se puede 
acceder desde nuestro país. Es un impedimento que se enfrenta en el 
terreno político, pero en el que la decisión final corresponde a quienes
 nos han impuesto estas onerosas sanciones unilateralmente.
Por
 tanto, tenemos que superar la situación -dentro de nuestras 
posibilidades- de la forma más acelerada a nuestro alcance; enfrentando 
los retos de toda índole y venciéndolos, nunca evitándolos, como hacen 
los revolucionarios verdaderos. Hay que hacerlo porque si no, como una 
vez dijera Fidel, estaríamos cada vez más cerca de nuestros ancestros 
homínidos («del mono», según sus palabras textuales) que del hombre del 
futuro que tantos soñamos. El mismo líder que planteó en el amanecer de 
la Revolución: «No le decimos al pueblo: cree. Le decimos al pueblo: 
lee» es un nonagenario que las usa intensivamente, tal y como le afirmó a
 la directora del diario mexicano La Jornada en una memorable entrevista
 del 2010.
Si
 existen barreras que no se pueden eliminar con nuestra voluntad, como 
es el bloqueo y las limitaciones de recursos, tenemos que usar la 
innovación propia, los conocimientos, y la ingeniosidad que nos sobra, 
para no perder ni una oportunidad de participar en el acelerado proceso 
que tiene que ser la informatización de todos en toda la sociedad 
cubana. Es preciso generar software de todo tipo, promover su uso y 
usarlo, y también obtener el máximo de nuestro hardware de transmisión y
 procesamiento.
Existe
 un campo enorme de progreso endógeno con las inversiones que se puedan 
hacer. Creemos en una sociedad mejor, que llamamos constitucionalmente 
socialista, y necesariamente del conocimiento. Por eso no deberíamos 
perder ni esperar un segundo para aprovechar cuanta opción exista. 
Cualquier barrera administrativa o conceptual, que se haya podido erigir
 en la mente de algunos en cualquier parte contra este progreso, se 
convierte en antisocialista de facto.
De
 lo relatado antes acerca de nuestra historia como especie se hace obvio
 que cualquier acción para nuestro progreso socialista tiene que pasar 
por la optimización constante de sus procesos de intercambio de saberes,
 de conocimientos. Luchar por algo tan hermoso como la felicidad de 
todos tiene que estar ligado a ello en una sociedad como la que queremos
 construir.
*Presidente del Consejo Científico de la Universidad de La Habana
Guillermo C. Cohen-DeGovia
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de: 'Guillermo C. Cohen-DeGovia' allelon@operamail.com [nuestramerica] <nuestramerica@yahoogrupos.
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fecha: 12 de noviembre de 2016, 8:34
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14 de noviembre 2016
 
 
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