Conocida por sus antecedentes de
maltrato laboral y ventas a créditos exagerados, la criticada tienda
chilena por departamentos continúa hostigando a sus trabajadores
sindicalizados, en su afán por importar nuevas políticas laborales
desnaturalizadas.
Publicado: hace 4 horas
“Ahora ya no eres trabajador, eres
colaborador, o sea, alguien externo” nos cuenta Mirtha Llanos,
extrabajadora de la tienda Ripley de Mega Plaza, recientemente
despedida, al igual que muchos de sus compañeros del Sindicato Único de
Ripley (Sutragrisa). Sabe que mientras dure su juicio para ser
reincorporada, pasará por lo menos un año desempleada, viviendo de su
liquidación, con dos hijas a cuestas.
No es la primera vez. En el 2007, cuando Ripley ya tenía diez
años en el Perú, Mirtha, que entró a trabajar en el área de televisión y
vídeo desde el primer día que funcionó la empresa, fundó el sindicato
junto con sus compañeros, siendo despedida de inmediato al igual que los
demás dirigentes. Cuatro de ellos fueron a proceso judicial y lograron
regresar en el 2010.
En esta nueva ocasión, nuestra protagonista dejó el cargo de
secretaria general en enero último, luego de ejercerlo desde el 2013.
Siguió siendo parte de la comisión negociadora para el pliego de
reclamos de este año. La negociación terminó en julio pasado, y por ley
los miembros no pueden ser despedidos ni tres meses antes ni tres
después. Sin embargo, el 13 de agosto recibió la carta de aviso y el 21
del mismo mes fue finalmente despedida.
La empresa argumenta en la carta de despido que Mirtha quebró la
buena fe laboral, al realizar una venta con la tarjeta de crédito de una
cliente que no estuvo presente en la transacción. Lo curioso es que la
clienta, muy habitual siempre en la tienda, declara que sí estuvo en la
caja al momento de comprar y no tiene ningún problema en afirmarlo
nuevamente. Pero, según Ripley, en el video de seguridad no se la ve
presente. Nos pidieron mantener la identidad de la compradora en
reserva.
Para nadie es un secreto que es muy común que los consumidores le
presten la tarjeta de crédito a otros para acceder a alguna oferta y
que eventualmente los empleados de Ripley ayuden a conseguir el cliente
que quiera prestar su plástico. Dudamos mucho que la mayoría de lectores
no lo haya hecho nunca. Es una práctica difundida, que en realidad no
perjudica a la empresa porque los descuentos ya están subvencionados por
el Banco Ripley. En ninguna normativa ni contrato está prohibido que
los clientes se presten tarjeta entre ellos. Sin embargo, en el caso
concreto de Mirtha, esto fue la causal de despido por darle un beneficio
que no le correspondía al cliente.
El documento de despido donde se acusa a la trabajadora de hacer mal uso de la tarjeta.
Movidas de personal
En la última negociación colectiva de este año, donde
participó nuestra colaboradora, la comisión estaba integrada por doce
empleados, donde ocho aceptaron las condiciones impuestas por la empresa
y cuatro, entre ellos Mirtha, se negaron hasta el final. Así,
consiguieron que se suba el sueldo fijo de los vendedores a quinientos
ochenta y que para el 2016 ya sea de seiscientos sesenta. Al parecer,
esto colmó la incomodidad que su activismo representaba para Ripley.
Junto con ella, salieron doce de su tienda, la mayoría del sindicato. Según la comunicación interna del mismo retail,
son un total de setenta despedidos entre todas las tiendas este mes,
tildándolos de malos manejos con la tarjeta. Incluye a seis de los
fundadores del ente gremial.
La ex lideresa sindical opina que esto se debe a una
reestructuración que obedece al modelo laboral aplicado en Chile, donde
Ripley ya no tiene personal que cobre comisiones por cada producto que
vende, sino que está empezando a contratar colaboradores que deben
alcanzar una meta en ventas para poder ganarse un bono mensual. Esta
meta sería variable, a consideración de la empresa. Además es obvia la
intención de desarticular el sindicato e integrar nuevo personal menos
organizados para reclamar.
Años de lucha
A lo largo de sus años de carrera sindical, Mirtha ha
hecho más de ochenta denuncias contra la trasnacional ante los
organismos del Ministerio de Trabajo por impago de horas extra,
contratos desnaturalizados, prácticas antisindicales, vulneración a la
seguridad y salud en el trabajo, etc. Ocupó la secretaría general del
sindicato desde el 2011, siendo reelegida en el 2013 hasta inicios de
este año.
Cansados de las condiciones laborales, el sindicato comenzó con
la lucha por la estabilidad laboral. En sus inicios, los trabajadores
estaban con contratos por tres meses, y era imposible llegar a los cinco
años para ser nombrado. A punta de denuncias contra los contratos
irregulares, en el 2010 se consiguió que los colaboradores que
demuestren rendimiento puedan adquirir la estabilidad al año o incluso
antes.
Otra de las más conocidas batallas del sindicato fue el tema del
sueldo mínimo. Aduciendo que las comisiones por ventas permitían a los
empleados ganar más de mil soles, el sueldo fijo siempre fue de apenas
cien soles. El escándalo mediático en el 2011, sumado a la problemática
por los altos intereses que se cobraba a los clientes, producto de la
presión que las tiendas ejercen sobre los empleados para convencer a la
gente de comprar al crédito, terminó siendo ligeramente favorable. Ese
año, se subió el sueldo base a quinientos, además de lograr que los
agremiados pacten las comisiones con Ripley. Como se mencionó líneas
arriba, el monto a la actualidad es mayor, aunque sigue siendo inferior a
la remuneración mínima vital.
Los abogados de los trabajadores indican que la ley es bastante
ambigua en el aspecto del sueldo fija, al consentir que las primas
variables por las ventas se consideren como parte del éste, con lo que
se supera el monto mínimo legal, en muchos casos con creces. Lo que no
ha cambiado con los años es que la desafiliación al sindicato sea el
requisito tácito indispensable para lograr un ascenso al interior de
Ripley.
Mirtha afuera de la tienda que por segunda vez no la deja entrar. foto: alan benavides
Pagándose
su propio abogado, nuestra vendedora ha sido notificada que la primera
audiencia de su actual juicio será el 22 de marzo, con lo que recién
inicia el proceso. Y francamente piensa que ha sido suerte, en otros
casos hay fechas posteriores. Primero hay una conciliación, pero es
predecible que no se dará.
Sabe que con los más de diez años que tiene trabajando en Ripley,
al igual que sus colegas sindicalistas cesados, ella es un costo
laboral del que la tienda pretende deshacerse. Sus hijas están por
empezar la vida universitaria, así que el año que se le viene hasta que
se le haga justicia será difícil, tan difícil como hacer entender a los
empresarios en el Perú que el puesto de trabajo no es un favor que se le
hace a los empleados, sino un derecho que se ha arrancado con
históricas luchas a lo largo de las décadas.
Altavoz en mano.
Fechas antes de recibir la nefasta carta.
Al centro, cuando aún no avizoraba el destino sindical que le esperaba.
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