jueves, 1 de septiembre de 2016

POR LA REIVINDICACIÓN ANCESTRAL



Escribe: Milcíades Ruiz

Hace miles de años, los pueblos andinos surgieron y se desarrollaron
espontáneamente habitando territorios en armonía con la naturaleza. La
familia fue la base de la organización social de los ayllus (troncos
familiares) que fueron creciendo como pueblos de la misma etnia. Se
sustentaban en la agricultura para asegurar la alimentación de todos sin
excepción. En cada valle, en cada cuenca los ayllus se desarrollaron
compartiéndolo todo. El proceso de desarrollo social dio origen a las
diversas nacionalidades étnicas con autonomía económica, idiomática,
cultural y política.

El autogobierno prevaleció siempre y los gobernantes eran designados por su
liderazgo natural, reconociendo sus cualidades de sabiduría y valentía para
la defensa de la comunidad étnica. Los valores culturales provenían del
respeto a los mayores, de la voluntad de trabajo, honestidad y cooperación.
La moral se sustentaba en los preceptos: “Ama suwa” (No seas ladrón), Ama
llulla (No seas mentiroso) y Ama qella (No seas ocioso).

Con este sistema, nuestros ancestros lograron desarrollar muchos productos
alimenticios entre granos, hortalizas, frutales, raíces, tubérculos y otros,
como jamás hizo civilización alguna. Ellos cultivaron la coca como un
alimento energético desde los orígenes de la civilización andina. También
crearon su propia ganadería autóctona, la más sana del mundo y, crianzas
menores de alto valor nutricional.

Pero no lo hicieron por ambición individualista porque toda la economía
giraba en beneficio común, sin apropiación privada de los medios de
producción. Organizados como sociedades solidarias, nunca padecieron
hambruna ni existió la pobreza porque el sistema no lo permitía. Sus proezas
en medicina, arquitectura, ingeniería agrícola, textilería, cerámica,
metalurgia y más, no tienen parangón con otras civilizaciones del mundo.
Ningún otro pueblo aportó tanto al bienestar de la humanidad y alimentación
mundial.

El amplio conocimiento de la naturaleza y sus principios, generó la
filosofía de cosmovisión andina que se tradujo en ciencia astronómica y
tecnologías de aplicación en todas las actividades. Inventaron su propio
sistema para medir el tiempo y un calendario anual completo. Cada fase lunar
comprende siete días (semana) y el ciclo competo de las cuatro fases lunares
(Luna nueva, cuarto creciente, luna llena, cuarto menguante) equivalían al
mes. Cuatro ciclos lunares una estación climática y cuatro estaciones el año
completo como cuatro direcciones tenía el “Tahua”-ntinsuyo.

Con admirable precisión, ubicaron los solsticios de verano e invierno así
como, los equinoccios de otoño y primavera confirmados por la ciencia
astrofísica. El solsticio de invierno en el hemisferio sur de nuestro
planeta ocurre indefectiblemente 21 de Junio de cada año fecha en que
nuestro planeta cambia de inclinación con respecto al sol determinando la
noche más larga del año porque el sol se demora en aparecer. Es el año nuevo
andino que marca el fin del año productivo y el comienzo de uno nuevo. De
allí la fiesta del sol o el Inti Raimi como gratitud y esperanza.

Todo ese desarrollo autárquico estaba plasmado en un Estado integrador que
fue el Tahuantinsuyo, el cual mantuvo el sistema de autogobierno,
reconociendo la autonomía local de los ayllus y la autoridad de sus curacas.
El intercambio de productos era bajo la modalidad de trueque y no, por afán
de lucro. No había lugar para la corrupción ni para la apropiación del
trabajo ajeno mediante la explotación humana. El Tahuantinsuyo fue en su
tiempo, el Estado más desarrollado de nuestro continente y colosalmente,
sobre una base totalmente propia, autosuficiente.

Ese esplendoroso desarrollo autónomo se cortó a partir del año 1532, con la
llegada de invasores del continente europeo que sometieron al Tahuantinsuyo
con el poderío de armas de fuego. La sociedad incaica estaba todavía en la
primera etapa de desarrollo humano mientras que los invasores estaban en una
etapa de desarrollo, en la que primaba la acumulación de oro y plata como
fuentes de poderío de un reino o monarquía. El rey o emperador era el
todopoderoso absoluto de un sistema de dominación brutal sobre sus súbditos,
en colusión con los jefes religiosos que le atribuían derechos divinos.

La riqueza acumulada, daba a las monarquías europeas poder militar,
comercial, y capacidad para prosperar en todos los aspectos. Este, era el
objetivo de apropiarse de otros territorios para sustraerles sus riquezas.
Los enfrentamientos entre monarquías europeas eran frecuentes, haciendo
prosperar el arte de la guerra que se desarrolló mucho más con las armas de
fuego. Fue con esa ventaja que los conquistadores españoles pudieron vencer
y tomar posesión del Tahuantinsuyo, arrebatándonos nuestra patria ancestral.

Destruyeron el Estado Incaico y su autonomía de desarrollo. Desde entonces,
toda la población autóctona fue obligada a trabajar para el engrandecimiento
de otro país en vez de hacerlo en beneficio propio. Al perder su sistema de
autogobierno nuestro territorio fue anexado al sistema de gobierno
monárquico español, de servidumbre feudal y esclavista. La vida de la
sociedad autóctona pasó a depender de las decisiones de un gobierno lejano
situado en otro continente. Nunca más recuperaría su independencia.

El Tahuantinsuyo era nuestra patria y fue avasallada. El Estado de Derecho
Incaico fue reemplazado por el Estado de Derecho Monárquico cuya aplicación
en las colonias sometidas se tradujo en virreinatos dependientes del imperio
español. De este modo, los conquistadores e invasores posteriores se
atribuyeron el derecho de apropiarse de las tierras de los ayllus, confiscar
todo tesoro en oro y plata e imponer tributos a la población nativa para
sustraerles la riqueza generada por el trabajo.

Pero además, la población autóctona fue obligada a sufragar los sueldos de
las autoridades virreinales o, “corregidores” mediante el abusivo sistema de
“repartimientos” de mercadería no deseada e inútil entre las familias
nativas. Estas estaban obligadas a pagarles elevados precios bajo penas
severas. Los colonialistas establecieron el trabajo esclavizante de las
“mitas” con el que obligaban a toda familia nativa a dar una cuota humana
para el trabajo forzado en las minas y obrajes o talleres de exterminación
humana.

Nuestros ancestros lucharon en todas partes rebelándose contra los abusos
virreinales pero la historia ha ocultado siempre la heroicidad de los
luchadores del incanato. Solo la rebelión masiva encabezada por Túpac Amaru
II, no pudo ser ocultada y su trascendencia histórica llega hasta nuestros
días. Pero las sublevaciones contra el sistema abusivo de explotación
virreinal prosiguieron aún después de esa gran rebelión, porque era
preferible morir por la libertad antes que seguir soportando tanta
injusticia. Son muchas las rebeliones ignoradas por la historia escrita a
conveniencia de los opresores.

Los invasores colonialistas trajeron el sistema del dinero como sustento de
vida, la propiedad privada de bienes, la religión, el idioma, la usura y la
codicia. Nuestros ancestros fueron obligados a seguir las costumbres
europeas y a vestirse a la usanza española eliminando toda veneración al
sol, a la madre tierra y a los apus ancestrales. Los ayllus fueron
desarraigados de sus terruños y amontonados en campos de concentración
conocidos como “reducciones de indios”.

Por ser los curacas quienes encabezaban las rebeliones se les despojó de su
autoridad natural reemplazándola por la de “alcaldes de vara” a la usanza
española, designados entre los adulones de los opresores corregidores.

Contra la voluntad de los oprimidos se les incorporó a un nuevo orden
económico, con otro orden social y otro estado de derecho. Nunca más la
población autóctona pudo recuperar su derecho a la autodeterminación. Si
bien, la incorporación a un grado superior de desarrollo económico-social
fue beneficiosa en algunos aspectos, en cambio fue perjudicial en lo
estructural por la subordinación al dominio extranjero. La estructura de
dominación virreinal fue de expoliación de la población nativa. Los métodos
crueles de esa incorporación abrupta fueron genocidas.

Pero el sistema monárquico se hizo insoportable en Europa teniendo que
soportar las sublevaciones populares sangrientas que erosionaron su poderío
haciéndolas entrar en decadencia hacia los finales del siglo XVIII. La
revolución francesa, que propugnaba los derechos del hombre en
contraposición a los abusos de la monarquía fue el inicio de la tercera
etapa histórica de la humanidad con el establecimiento del capitalismo que
enarboló las banderas de la libertad de comercio frente al monopolio y otros
ideales contra la opresión monárquica.

De este modo, en Europa se cambió el Estado de Derecho monárquico por el
Estado de Derecho Capitalista en forma de república. Desde entonces la
persona vale por su dinero y no por sus títulos de nobleza. Las nuevas
doctrinas antimonárquicas generaron ideales de libertad e independencia.
Esos ideales emancipadores de los ideólogos europeos llegaron a calar entre
los descendientes de los conquistadores e invasores españoles (españoles
sudamericanos) que sufrían la segregación del poder monárquico sin acceder a
los privilegios reservados solo a los españoles netos (españoles
peninsulares).

Los opresores de la dominación virreinal solo veían los abusos monárquicos
sobre ellos pero no la crueldad que ellos mismos ejercían sobre la población
nativa oprimida y esclavos africanos. En las diversas colonias los españoles
sudamericanos recurrieron a la lucha armada para desligarse de la monarquía
española aprovechando que se encontrada sometida por Francia y en guerra por
la independencia de España. El virreinato del Perú fue el último en
rebelarse por cuenta de subversivos extranjeros que invadieron su territorio
garantizando mantener los privilegios de la aristocracia colonial.

Nació así, la República del Perú como estado independiente sin sujeción al
Estado monárquico español. El acta de independencia fue firmada por condes,
marqueses y demás miembros de la nobleza colonial. La población nativa fue
ignorada de las tratativas porque no se trataba de la independencia del
Tahuantinsuyo sino del virreinato. Libertad para los amos pero no para los
avasallados. El Estado virreinal solo cambió de nombre adoptando la forma
republicana. La aristocracia virreinal pasó a gobernar la nueva república
después de proclamada la independencia en 1821 copando todos los cargos
públicos, políticos y militares.

Para la población autóctona todo siguió igual porque el Tahuantinsuyo no
fue liberado de sus opresores y los colonialistas siguieron en posesión de
la patria ancestral que nos arrebataron. Posesionado de la maquinaria
estatal de dominación, el gobierno aristocrático republicano mantuvo la
contribución indígena y la servidumbre feudal de explotación. Los
descendientes de los invasores europeos mantuvieron el régimen de vasallaje
y esclavitud. Los supuestos patriotas continuaron con sus esclavos africanos
y sus vasallos nativos.

Los colonialistas no devolvieron el territorio hurtado a la población
andina ni devolvieron el gobierno a los expropiados. Los opresores
colonialistas se disfrazaron de patriotas republicanos para seguir gobernado
como hasta ahora usurpando los derechos legítimos de los peruanos
ancestrales. Esta república nació espuria y contiene todos los vicios
capitalistas que la hacen insoportable e indignante por el alto grado de
desigualdad social, pobreza, corrupción y entreguismo antipatriótico.

Todo es falso en esta república que mantiene en la postración a los
peruanos ancestrales y usurpa su representatividad. Su democracia
representativa es falsa e hipócrita pues no refleja la composición social de
nuestra patria. Los gobernantes y sus partidos políticos suplantan la
representación de los sectores sociales, excluyéndolos del acceso al poder.
Ellos se amparan en un sistema electoral fraudulento para usurpar la
representatividad política con métodos antidemocráticos.

Esta república mantuvo las mal llamadas “reducciones de indios”
cambiándolas de nombre como “comunidades indígenas” y luego “Comunidades
campesinas” a las cuales mantiene hasta hoy en estado primitivo, en la más
indigente situación de abandono. El saqueo de nuestras riquezas prosigue
como en el virreinato y el Perú aún continúa sin soberanía porque sigue
dependiendo de decisiones extranjeras.

Un nuevo tipo de colonialismo impera en el mundo. Son las grandes
corporaciones capitalistas las que invaden nuestro territorio y nos
esclavizan sustrayendo nuestras riquezas con la complicidad de los políticos
tradicionales corruptos y vende patria. Seguimos siendo colonias
dependientes de las potencias económicas que mediante tratados onerosos,
inversiones de sustracción de riquezas e intervenciones políticas y
militares nos imponen su dictadura internacional.

Pero por nuestra visión cósmica ancestral sabemos que al igual que la etapa
monárquica, también el capitalismo se acabará, porque todo lo que nace se
desarrolla hasta alcanzar su esplendor, tras lo cual decae y se extingue. La
etapa capitalista de la humanidad ha entrado al ocaso de su vigencia y será
reemplazado por un nuevo sistema acorde con las aspiraciones sociales
contrarias a la dominación del dinero, donde los intereses comunitarios
primarán sobre los intereses individualistas, como en nuestra patria
ancestral.

No será para siempre que los descendientes del colonialismo y la opresión
capitalista mantengan secuestrada a nuestra patria ancestral. Los tiempos
buenos volverán. Hemos resistido por siglos la oprobiosa maldad de los
invasores europeos y sus descendientes, pero no han logrado eliminar nuestra
rebeldía ni nuestro propósito de recuperar lo que fue nuestro. Tampoco han
podido eliminar nuestras lenguas nativas ni la visión cósmica heredada de
nuestros antepasados.

La veneración a nuestro pasado andino, al grandioso Túpac Amaru II y a
nuestros héroes ancestrales ocultados por la historia oficial, sigue firme
como la piedra labrada que nos dejaron nuestros ancestros. En nuestros genes
llevamos la aptitud y capacidad para crear maravillas mundiales como Machu
Picchu y demás proezas que devela la arqueología. Por nuestras venas fluye
la sangre heredada de nuestros antepasados que le han dado tanta
grandiosidad al Perú. Los peruanos ancestrales son los verdaderos herederos
del Tahauntinsuyo. No hay razón para segregarlos.

Conservamos como un sentimiento nacional nuestro justo derecho de
reivindicar lo nuestro y asumir el gobierno de nuestra heredad. Acabemos con
la postergación de los peruanos ancestrales, sean estos de pura sangre o
cholos mestizos. Reconocemos que en el Perú actual existe una pluralidad
étnica y muchos peruanos provienen de etnias de otros continentes que
llegaron como esclavos durante el coloniaje, como jornaleros cautivos, como
inmigrantes de toda forma. Todos somos peruanos con los mismos derechos y
deberes.

Pero lo que reclamamos es equidad. No es justo es que, las minorías
posterguen y discriminen a la mayoría. Por justicia nos asiste el derecho de
representación mayoritaria en toda instancia de gobierno. Los peruanos
ancestrales estamos en la ciencia como también en todas las especialidades
profesionales y tecnológicas. Estamos capacitados para dirigir nuestra
heredad y compartir equitativamente con todas las etnias. No necesitamos que
intermediarios políticos nos representen porque lo podemos hacer
directamente por mandato de nuestras asambleas.

Este sistema político determina una democracia fraudulenta que suplanta la
voluntad popular. Esa seudodemocracia es la que por casi dos siglos mantiene
en la postergación a los peruanos más auténticos. Esto debe terminar.
Lucharemos por un sistema político distinto donde la democracia no sea solo
nombre sino, la expresión auténtica del pueblo gobernando con la
participación de todos los sectores sin discriminación racial, religiosa o
de poder económico.

El actual sistema electoral es antidemocrático. Por ello propugnamos un
nuevo sistema sobre la base de la representación directa de los pueblos
mediante nuestras asambleas locales, distritales, provinciales y nacionales.
Queremos gobernar nuestros valles y cuencas por elección directa sin
injerencias afuerinas. Con autonomía de desarrollo y libre disposición de
nuestros recursos naturales. Queremos un nuevo Estado democrático en que
todas las etnias tengan acceso al poder según la proporción de su masa
poblacional en cada ámbito geográfico.

Queremos una nueva república que se rija por los valores ancestrales de
honestidad y de beneficio común. Los intereses del conjunto deben estar por
encima de los intereses particulares. Pero la única manera de garantizar una
democracia verdadera es mediante una república popular que reemplace a la
decadente república del dinero. Será el socialismo como sistema antípoda del
capitalismo el que eliminará las injusticias de nuestra actual situación de
servidumbre. Una nueva democracia equitativa sentará las bases del futuro de
la humanidad y de nuestra patria.

Junio, 16 del 2016


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