sábado, 5 de mayo de 2018

Marxismo como Humanismo (1-3) TRABAJO – MÁQUINA - ESCLAVO


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Marxismo como Humanismo (1-3)
 
TRABAJO – MÁQUINA - ESCLAVO





               UNO
Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo o los trípodes de Vulcano, “que se iban solos a las reuniones de los dioses”; si las lanzaderas tejiesen por sí mismas;  si el arco tocase solo la cítara, los empresarios prescindirían de los operarios y los señores de los esclavos
Aristóteles (384-322 a.n.e) La Política, Cap.II, De la esclavitud. Gráficas Modernas, Bogotá, 2000, pág. 28
 
         DOS
En el primer proyecto de Constitución (1848) redactado antes de las jornadas de junio, figuraba todavía el “droit au travail”, el derecho al trabajo, esta primera fórmula, torpemente enunciada, en que se resumen las reivindicaciones revolucionarias del proletariado. Ahora se convertía en el droit à l` assistance, en el derecho a la asistencia pública, y ¿qué Estado moderno no alimenta, en una forma u otra, a sus pobres? El derecho al trabajo es, en el sentido burgués, un contrasentido, un mezquino deseo piadoso, pero detrás del derecho al trabajo está el poder sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital, la apropiación de los medios de producción, su sumisión a la clase obrera asociada, y, por consiguiente, la abolición tanto del trabajo asalariado como del capital y de sus relaciones mutuas. Detrás del “derecho al trabajo” estaba la insurrección de Junio.
Marx, 1850. La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850. Editorial Progreso, Moscú, 1979, p.64
 
         TRES
Y así se explica también la paradoja económica de que el recurso más formidable que se conoce para acortar la jornada de trabajo se trueque en el medio más infalible para convertir toda la vida del obrero y de su familia en tiempo de trabajo disponible para la explotación del capital. “Si las herramientas -soñaba Aristóteles-, obedeciendo a nuestras órdenes o leyendo en nuestros deseos, pudiesen ejecutar los trabajos que les están encomendados, como los artefactos de Dédalo, que se movían por sí solos, o los trípodes de Hefestos, que marchaban por su propio impulso al trabajo sagrado; si las canillas de los tejedores tejiesen ellas solas, como esos mecanismos, el maestro no necesitaría auxiliares ni el señor esclavos”
Marx, 1867, El Capital, Libro primero, Capítulo 13, Maquinaria y gran industria. Fondo de Cultura Económica, México, 2001, págs.335-336
(N.B. Marche: obrero francés que, en nombre del pueblo, exigió en 1848 del Gobierno Provisional la proclamación del derecho al trabajo)
 
         CUATRO
“El prejuicio de la esclavitud dominaba al espíritu de Pitágoras y de Aristóteles”, ha escrito alguien desdeñosamente”. Y sin embargo, Aristóteles preveía que: “si cada útil pudiera ejecutar sin colaboración, o bien por sí mismo, su función propia, y ello del mismo modo que las obras maestras de Dédalo se movían por si mismas o que los tridentes de Vulcano emprendían espontáneamente su trabajo sagrado, si por ejemplo las lanzaderas de los tejedores tejieran solas, el encargado del taller no necesitaría más ayudas ni el amo más esclavos”
El sueño de Aristóteles es nuestra realidad. Nuestras máquinas alentadas por el fuego, dotadas de miembros de acero, infatigables, fecundas e inagotables, desempeñan dócilmente, por sí mismas, su trabajo sagrado. Pero, no obstante ello, el genio de los grandes pensadores capitalistas permanece dominado por el prejuicio del asalariado, por la peor de las esclavitudes: todavía no comprenden que la  máquina es la redentora de la humanidad, el dios que rescatará al hombre de los sordidae artes (oficios) y del trabajo asalariado, en una palabra el dios que le dará ocio y libertad.
Lafargue, 1880, El Derecho a la Pereza, Apéndice. Editorial Grijalbo, México, 1986, p.55
 
         CINCO
Lo que da, además, a nuestra obra una importancia especialísima es la circunstancia de que en ella se proclama por vez primera la fórmula en que unánimemente los partidos obreros de todos los países del mundo condensan su demanda de una transformación económica: la apropiación de los medios de producción por la sociedad. En el capítulo segundo, a propósito del “derecho al trabajo”, del que se dice que es la “primera fórmula, torpemente enunciada, en que se resumen las reivindicaciones revolucionarias del proletariado”, escribe Marx: “Pero detrás del derecho al trabajo está el poder sobre el capital, y detrás del poder sobre el capital la apropiación de los medios de producción, su sumisión a la clase obrera asociada, y por consiguiente la abolición del trabajo asalariado y de sus relaciones mutuas”. Aquí se formula, pues -por primera vez-, la tesis de que el socialismo obrero moderno se distingue tajantemente de todos los matices del socialismo feudal, burgués, pequeñoburgués, etc., al igual que de la confusa comunidad de bienes del comunismo utópico y del comunismo obrero espontáneo.
Engels, 1895. Prólogo a Las luchas de clases en Francia.... Editorial Progreso, Moscú, p. 8
 
         SEIS
En los primeros tiempos de la vida ateniense, cuando entre los Aquiles y los Agamenón uno solo entre cien sabía leer y escribir, la “virtud” del hombre de gobierno no estuvo muy distante del ideal guerrero y brutal de los espartanos. Pero más delante, cuando la sociedad fue complicando su estructura y el trabajo del esclavo aseguró a las clases directivas un bienestar cada vez más acentuado, otros elementos se incorporaron al ideal de la “virtud”. Desvinculadas totalmente del trabajo productivo, fueron poco a poco considerando las actividades alejadas de la práctica y de la necesidad como a las verdaderamente distintivas de las clases superiores. El tiempo dedicado a esas ocupaciones y las ocupaciones mismas fueron calificadas con una palabra intraducible, diagosos, pero que significa algo así como “ocio elegante”, “juego noble”, “reposo distinguido”. Y como las concepciones religiosas reflejan paso a paso los movimientos de la sociedad que las produce, los dioses batalladores y guerreros de las épocas bárbaras fueron cediendo el paso a otros dioses equilibrados y serenos que saboreaban en el Olimpo una vida de perpetuos diasgogos.
Aníbal Ponce, 1934. Educación y Lucha de Clases. Bogotá, s.f. aprox. 1984. p.70)
 
         SIETE
Más franco todavía que Platón, Aristóteles no se ampara ni disfraza con las metáforas y los mitos: en  él hay muy poco de armonías musicales y de sociedades comparadas a organismos. No sólo sostuvo que la esclavitud estaba en la naturaleza de las cosas; no sólo afirmó como ya dijimos que las clases industriales son incapaces de “virtud” y de poder político, sino que reservando para muy pocos elegidos la visión de lo divino -que eso quiere decir teoría- lanzó con crueldad su sarcasmo sangriento: “cuando los telares marchan solos y las citaras suenen por sí mismas, entonces no necesitaremos ni esclavos ni patrones de esclavos. (“Si cada instrumento, en efecto, pudiera trabajar por sí mismo al recibir una orden o al adivinarla -como las estatuas de Dédalo a los trípodes de Vulcano, ‘que se presentaban solos, según dice el poeta, a las reuniones de los dioses’- si las lanzaderas tejiesen solas, si el arco se moviese solo sobre la cítara, los empresarios no necesitarían obreros ni los patrones, esclavos”. Aristóteles, La Política, p.13)
Tenía razón Aristóteles, como la tenía Platón: una sociedad asentada en el trabajo del esclavo, no podía asegurar la cultura para todos. El rendimiento de la fuerza humana es tan exiguo que un mismo hombre no podía a la vez, estudiar y trabajar. Los filósofos por eso debían conducir la sociedad; los guerreros protegerla; los esclavos mantener a los filósofos y los guerreros. La separación de la fuerza física y de la fuerza mental imponía al mundo antiguo estas dos enormidades: para trabajar había que gemir en las miserias de la esclavitud; para estudiar había que recluirse en el egoísmo de la soledad.
Veintitrés siglos hubo que esperar para que se cumpliera al pie de la letra la profecía involuntaria de Aristóteles: los telares empezaron a andar solos y las citaras a sonar sin citaristas. Pero más de un siglo fue todavía necesario para que los hombres llevaran a la práctica la profecía total. Puesto que la máquina liberó al hombre del trabajo interminable, ya están de más, en nuestros propios días, los esclavos y el patrón.
Aníbal Ponce, 1934. Educación y Lucha de Clases. Bogotá, s.f. aprox. 1984. p.84)
 
         OCHO
Para esta sociedad en que el trabajo ha dejado de ser un tormento, han retrocedido los límites de lo imposible. En las estepas, en las montañas, en los desiertos, en los pantanos, en los torrentes, surgen como por ensalmo las maravillas del hombre. Aldehuelas perdidas, villorrios hasta ayer desconocidos, adquieren de pronto repercusión universal. Pocos, muy pocos, ni en el mismo Ural, sabían a dónde estaba la montaña Magnitaya. ¿Quién no conoce hoy Magnitogorsk, una de las más grandes empresas siderúrgicas del mundo?
Nota del autor: La palabra “trabajo” se deriva de “tripaliun”, instrumento de tortura formado por tres piezas. En un principio, trabajar significaba atormentar.
Aníbal Ponce, 1935. Humanismo Burgués, Humanismo Proletario. Editorial Signos, Bogotá, 1983, p. 123.
 
         NOTA.- El presente año 2018 es útil para conmemorar tres aniversarios importantes:
-Bicentenario de Karl Marx (1818-2018)
-Mariátegui 124 Años (1894-2018)
-Centenario del Socialismo Peruano (1918-2018).
         Hace un par años el C-PI difundió una serie donde se ponía el acento en el trabajo como tema central del Marxismo, de José Carlos Mariátegui, del Socialismo Peruano. Esta vez se amplía el tema, comenzando por una serie de citas que sirven para respaldar esta interpretación.
         El objetivo de la teoría y práctica del Marxismo se basa en la liberación de las fuerzas productivas de la humanidad toda.
         El objetivo de la teoría y práctica de José Carlos Mariátegui se basa en la liberación de las fuerzas productivas del pueblo peruano
         El objetivo de la teoría y práctica del Socialismo Peruano se basa en la liberación de las fuerzas productivas de nuestro Perú Integral.
         No está demás reiterar que estas celebraciones marcan etapas de balance. La actividad ni comienza ni termina el mismo día de conmemoración. Bien se sabe que el hombre llega para partir de nuevo. Por eso, estas conmemoraciones tienen un objetivo definido:
 
 
Las discrepancias teóricas no impiden concertarse respecto de un programa de acción. El frente único de los trabajadores es nuestro objetivo. En el trabajo de constituirlo, los trabajadores de vanguardia tienen el deber de dar el ejemplo. En la jornada de hoy nada nos divide: todo nos une.
 
 
         Por eso, deseamos que estos temas sean de utilidad para el lector, para las Nuevas Oleadas de Activistas NOA
 
                                                                                              Ragarro
                                                                                              03.05.18
 
 
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
3 de mayo 2018

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