martes, 19 de diciembre de 2023

CAPIA, QUÉ DULZURA

Notas de Navidad de “Un Perú Nuevo en el mundo nuevo”

CAPIA, QUÉ DULZURA

Para los que no conocen Capia o recién se enteran de que existe, les informo que Capia se llama el valle del maizal, donde se siembra y cosecha el maíz, el pan ancestral del mundo andino. Bueno, esos bellos tiempos del maíz que crecía con el trabajo de esa fe adorable y su sentencia que la vida brota de la tierra, allá, en nuestro valle de Añasmayo-Huaral-Lima, que durante el invierno almacenaba el agua en el río para el cambio de estación en el verano y proveer el regadío de las plantas y ganado, aplacando la pena desesperada del comunero de que el año no dejara de tratarlo bien.

El valle de Capia fue y sigue siendo el asiento caliente, acogedor, de los pobladores organizados como comunidad campesina “San Cristóbal de Rauma”.

Volviendo a aquellos bellos tiempos del maíz cuando crecían solo con el aliento amoroso de su cultivador sin las exigencias técnicas de hoy, se vio de pronto abruptamente romperse el cordón umbilical que lo unía a su amo, surgiendo en su lugar otro más exigente que comenzó por pedir al amo mejor tratamiento si quería verse favorecido por sus bondades de cantidad y calidad en la meca del gran mercado de consumo. Había llegado el MELOCOTONERO O MELOCOTÓN. No sólo despojo de sus privilegios al maíz, sino que también dejó en la más grande orfandad a la papa, a la oca, al olluco, habas, etc. El valle lucía todo su dominio de él, solo de él. Hasta las estaciones que controlaban los cultivos de antes habían perdido sus fueros. Ahora, no influían gran cosa en el cultivo moderno, técnico, del melocotonero. Los insumos y maquinarias ligeras de tratamiento en el cultivo hasta la cosecha de melocotón, se aplicaban sin atender ya a las estaciones en el tiempo, pues todo obedecía ahora a su preparación sin atender si la cosecha será en el invierno o en el verano. El agricultor o campesino se vio empujado, así él no lo quisiera, a organizarse, a disciplinarse de modo diferente, si es que anhelaba el mejoramiento notorio de su economía, por ende, los beneficios de las demás complacencias humanas de su familia.

Siglos de somnolencia, generación tras generación, se había estacionado en el valle; de pronto, en escasos años, despierta de modo abrupto como si hubiera estado momificado, pero con vida y como el rayo de luz que ingresa por las rendijas de la casa, destruyendo la oscuridad interior, le muestra una nueva realidad, dinámica, veloz. El cambio se sucede incesante. El valle se puebla de los productos de las ciudades. El medio de cambio antes subordinado al trueque, producto por producto, es desplazado por el cambio en dinero contante y sonante. La vida de los comuneros migra a otros lugares conducidos por ese dinamismo de seguir avanzando como las ondulaciones serpentinas de las carreteras sedientas de nunca acabar.

Ese mismo valle, hoy luce exangüe, como si hubiera cumplido un ciclo inevitable, pero desde donde sus moradores despertaron para ocupar las posiciones económicas, polítícas sociales de hoy.

Sus ingentes tierras lucen desocupadas como almacenando las energías que, en lo venidero de mañana, serán arrojadas todas a su resurgimiento. Mientras, hoy vive reflexiva, pensativa, como el volcán debajo de la nieve.

Pero, ¿Capia? Viene de la voz quechua qhapya “maíz blando”. Se dice que, en Argentina, Bolivia y Perú, se usaba la harina del maíz capia para la preparación de golosinas por el sabor dulce que tenía. Por eso, cantemos paisanos,

Capia, qué dulzura,

pedacito de mi valle, que más quiero.

En el mal, un consuelo; en la vida

una esperanza…

En estas breves notas de alma andina tiende a recrearse la navidad de “Un Perú Nuevo en el Mundo Nuevo”.

 

Héctor Félix Damián

15.12.23

COLECTIVO PERÚ INTEGRAL

16 de diciembre 2023


 

 

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