sábado, 25 de abril de 2015

CORRESPONDENCIA

  Creo que la palabra co-respondencia no solo transmite el interés sobre un determinado asunto sino sobre todo, cultiva en él el sentimiento y apasionamiento por ese interés, que invita a poner en movimiento una realidad profunda cubierta por la indiferencia de una realidad superficial. Es el caso de la reciprocidad del comentario que el c. Aguinaga hace al modestísimo esfuerzo de una observación personal sobre uno de los componentes del problema de la tierra en el Perú, difundido a través de los artículos “El Problema de la tierra y las Comunidades Campesinas” y “Las Comunidades Campesinas de la Región Lima”. El hecho de que se sumen a este estudio, como a otros problemas de la realidad peruana, activistas de clara filiación ideológica socialista, es ya un gran paso a que la realidad profunda del Perú ocupe el primer plano del pensamiento con el propósito definido de su transformación en un Perú nuevo en el mundo nuevo.
  El c. Aguinaga acompaña a su comentario interrogantes como ¿en qué escenario económico, político, social, nacional y regional, se desarrollaron estas comunidades campesinas del Distrito de Sumbilca? Motivados por una conversación solidaria, le diré que el escenario económico, político, social, nacional y regional es uno solo a lo largo y ancho del país. Ese escenario es el capitalismo marginal, que desde la independencia formal hasta hoy, tiene de rodillas a las clases dominantes parasitarias del país ante el poder del capital extranjero. Es este escenario obsoleto, ocupado por la fuerza organizada del Estado, el principal obstáculo para la liberación de las nuevas fuerzas productivas. Por eso, a modo de una ilustración, tomé al Distrito de Sumbilca, que con sus pequeñas parcelas, y sin ninguna orientación agrícola, por su propios medios y a tientas, el comunero campesino descubrió, organizó y disciplinó su potencial económico, en medio de las condiciones adversas y contrarias de un capitalismo marginal, lo que confirma que en un país, así sea un pedregal, su mayor riqueza es el factor humano.
  Solamente he abordado a grandes rasgos la condición económica, política y social del campesino comunero, cuya comunidad campesina que hoy integra, desciende directamente del Ayllu ancestral, la misma, que luego de la conquista española, el dominio español le impuso su nueva fundación como reducciones indígenas, para luego, con la revolución de la independencia, se denominaría como Comunidades Indígenas hasta el golpe militar de Juan Velasco Alvarado en 1968, que cambiaría a la denominación de Comunidades Campesinas.
  Las Comunidades Campesinas no cuentan para el Estado y sus gobiernos temporales, así sean estos militares o civiles. Solo se acuerdan, cuando les necesitan para despojarle lo poco que tiene en medio de su miseria material y moral. Por eso, la reforma agraria actuada por el régimen militar presidido por Juan Velasco Alvarado (dirigido contra la gran propiedad de los terratenientes), se sintió en las comunidades campesinas (pequeñas posesiones parcelarias) como una tenue noticia, no fue nunca un creador enérgico. Salvo algunas excepciones temporales, como las que anoto con el Distrito de Sumbilca, las comunidades campesinas continuaron siendo las mismas, como hasta hoy,  en proceso de lenta extinción por la migración de su población a las principales ciudades del país en busca de un futuro mejor. Esta situación ilustra mejor que ninguna sobre la desagrarización del país.
  El campesino comunero trabaja su pequeña parcela con la ayuda de su familia y mantiene su vínculo comunal en los trabajos comunes de competencia de toda la comunidad. Tienen solo la posesión de su parcela, no la propiedad propiamente dicha, que corresponde íntegramente a toda la comunidad.
  No he tocado la condición actual del campesino medio o arrendatario, que produce para abastecer al mercado nacional, abrumado de las deudas crediticias de los prestamistas o de los bancos, de los impuestos que el Estado le exige al comercio de sus productos. El proletariado agrícola que trabaja para el campesino medio, se limita según la necesidad del empleador.
  No he tocado al gran latifundista de las más grandes y mejores tierras que producen para la exportación con el crédito del capital extranjero; por supuesto, gozan de las franquicias privilegiadas que el Estado le otorga. El proletariado agrícola es numeroso.
  Creo que ambos, necesitan de un tratamiento aparte.
  En las comunidades campesinas, dado la pequeña porción de tierras cultivables y su condición jurídica de tener solo “la posesión de la tierra” y no de propiedad individual, pues la Comunidad es la dueña de todas las tierras, le pone un freno a la concentración de tierras en pocas manos, lo que sí ocurre con los propietarios individuales de tierras, localizados en los campesinos medios y los grandes latifundistas.
  Creo que he respondido, en lo fundamental, a modo de un estudio colectivo, a sus interrogantes.
  Finalmente, el Problema de la Tierra planteado por el Amauta José Carlos Mariátegui está más vivo y actual que nunca. Sus 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana es la luz que alumbra el camino para el Resurgimiento del Perú. Y como el Amauta lo trabajara toda su vida, la alianza obrero-campesino con carácter netamente clasista, son las fuerzas motrices del Cambio Social para el Resurgimiento del Perú, de la liberación de las fuerzas productivas hacia un Perú Integral.
  Ojala, otros activistas como el c. Aguinaga, se sumen al estudio del conocimiento y definición de los problemas peruanos.
    HFD
21.04.15

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