viernes, 30 de agosto de 2019

EL NUEVO TOPO Y LAS APORÍAS DEL ANTI-TOPO 1

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Nuestra América Nativa
 
EL NUEVO TOPO Y LAS APORÍAS DEL ANTI-TOPO 1
 
         La acepción de la imagen metafórica de la cual se desprende el título del libro El nuevo topo, los caminos de la izquierda latinoamericana (2009), del brasileño Emir Sader, es alegórica no sólo al factor “sorpresa” que pueda generar en la esfera política el asomo de lo inadvertido, sino la sugestiva novedad del topo frente a sus versiones pasadas. Recuerda Sader que la imagen del topo ya había sido acogida por Marx en El 18 Brumario de Luis Bonaparte para referir al fenómeno político que irrumpe insospechadamente, atributo propio de aquel animal con problemas de visión, que discurre subterráneamente haciendo imprevisible su existencia, por lo cual, cuando erupciona de la tierra genera sorpresa y ruptura de la realidad, conminando a interpretaciones que puedan reorganizar lo acaecido, y para ello, reunificar las piezas que han saltado por los aires.
         Cuando alude a la sorpresiva incursión del topo, no sugiere el autor una desligazón con hechos desplegados anteriormente, por el contrario, la insurrección del topo es situada y trae consigo su antípoda o contradicción en forma de caos. Por tanto, en todo modo de tiempo y lugar, estamos caminando sobre los socavones que va recabando el topo sin que percibamos su andar revolucionario, como ocurre con lo que está por brotar, entonces es lo emergente, relámpago que alumbra y rompe la oscuridad, lo contingente, la contradicción, lo por venir. Como lo emancipatorio en la opresión, o su contrario, la amenaza del sometimiento que puede asomar en todo estadio de libertad.
         En la práctica política, Sader evoca una ocasión notable, no la única, en la que el topo ha insurgido. Menciona el análisis dialéctico realizado por Lenin a las contradicciones del sistema imperialista ruso a comienzos del siglo XX, identificando así el “eslabón más débil de la cadena imperialista”, lugar donde se ubican las condiciones para la ruptura de las estructuras de poder. Lenin apela a Marx que avizora el movimiento real, donde “el socialismo sería construido como la superación de las contradicciones generadas por el desarrollo desigual y condiciones objetivas y subjetivas en el centro del capitalismo. Lenin lo expresó afirmando que era fácil tomar el poder en la periferia pero mucho más difícil construir el socialismo”(37). Aquí el autor plasma la manera en que irrumpe el topo con vestimenta rusa, luego en el texto muestra la aparición del topo con acento chino, en seguida vietnamita, para finalmente reseñar el asomo en la isla cubana. Y reitera, sale el topo repentinamente de la penumbra en busca de luz y aire, allí “donde era más fácil romper la cadena de dominación imperial (...), pero donde a su vez era más difícil construir el socialismo –por el atraso en el desarrollo de las fuerzas productivas–” (37).
Para acercarse al tema que lo atañe, el autor inaugura su reflexión mencionando el inicio del siglo XIX, con la aparición del topo en las revoluciones de independencia entre 1810-1822 en América Latina, que expulsaron, dice Sader, a los colonizadores, a la vez que fundaron Estados nacionales y abolieron la esclavitud. Ya en el siglo XX, el topo hace erupción en la Revolución Mexicana (1910) y en el movimiento por la reforma universitaria en Córdoba (1918), con sus sendos líderes populares. Y a comienzos del siglo XXI, se manifiesta el topo en plena reunión de la Cúpula de las Américas (2000) cuando levanta solitariamente la mano para votar en contra del ALCA de los EEUU. Ese voto es el de Chaves, electo en 1998, y que vaticinaría la asunción de Lula (2003), de Néstor Kirchner (2003), de Evo Morales (2006), de Daniel Ortega (2007), Rafael Correa (2007) y Fernando Lugo (2008).
         Los ciclos latinoamericanos del topo
         Aclara Sader que si bien la aparición del topo tiene un halo de “sorpresa”, no significa que deje de lado los movimientos reales y particulares de cada contexto; de lo contrario, ocultaría el carácter popular, y como ya se mencionó, la unificación de las fuerzas de independencia, su ideología anticolonial, que tienen de común la abolición de la esclavitud, la fundación de repúblicas y la etapa incipiente de los Estados nacionales (39). Así el autor libera a las interpretaciones de la historia del enfoque idealista, a cambio, da lugar a la lucha de clases como paridora de la historia.
         Atento al recuento del insurgir del topo en América Latina, Emir Sader observa la formación en alto relieve que deja la aparición del topo en Cuba, al considerar que esta es “una nueva “revolución contra el capital”, una nueva y brusca irrupción del viejo topo, que confirmaba que la revolución sólo es posible si viola las leyes estratégicas hasta entonces como obligatorias –hasta que dejan de serlo por la lógica concreta de la realidad concreta–”(41). Agrega que “lo más sorprendente fue la rápida dinámica que asumió la revolución victoriosa, que en pocos años transitó de la fase democrática a la fase antimperialista y anticapitalista, acelerada por la dupla revolución-contrarrevolución que afecta a todo proceso realmente revolucionario”(42). No sé si estén de acuerdo los lectores, pero en el anterior entrecomillado se genera una reflexión que gravita en torno a una lógica topo-cronológica de: revolución, posrevolución, o de implantación de democracia (no sabemos de qué tipo) y luego adviene el antiimperialismo y anticapitalismo.
         Para su análisis, el autor no olvida los mecanismos tradicionales de la Guerra Fría, desplegados como estrategia de contención para la acción comunista en América Latina, que lograron controlar todo movimiento antidictatorial. Así, paradójicamente, “[l]a ausencia del factor sorpresa influyó para que no ocurrieran otras victorias en América Latina durante las dos décadas siguientes, aun cuando proliferaron los movimientos guerrilleros”(43), en medio del esquema complementario de la Doctrina de Seguridad Nacional. El autor sugiere que el topo quedó encallado en las costas cubanas, quizás por no haberse propiciado simultáneamente las insurrecciones en otras latitudes latinoamericanas, a falta de condiciones objetivas y subjetivas, y de estrategias revolucionarias sincrónicas.
         Luego el topo asomará su cabeza en Chile, como parte del “laboratorio de experiencias políticas” (Engels), siendo el gobierno de Allende la única experiencia de transición institucional al socialismo en el mundo, luego malograda por la bota militar y la astucia de la crueldad. Años después, arribaría el topo sandinista.
         No todo fue victoria para la izquierda, en los flujos y reflujos propios de la historia, el autor anuda los reveses ideológicos al interior de la izquierda, en donde “la socialdemocracia, escudada en la reactualización de la teoría del totalitarismo –que identificaba nacismo con estalinismo– reafirmó su elección atlantista con la alianza subordinada a los EEUU. La unidad de la izquierda se debilitaba y Europa occidental se distanciaba de América Latina y de toda la periferia capitalista”(47), se anidó entonces el neoliberalismo en la burocracia suramericana, en algunos casos, defendiendo este modelo como respuesta a la hiperinflación. Tales derrotas políticas e ideológicas de la izquierda, por cuenta de los maridajes entre partidos del campo progresista con el neoliberalismo, generó que “el campo de la resistencia se [viera] restringido casi exclusivamente a los movimientos sociales”(48).
         No obstante, al fragor del neoliberalismo aparece larvada la resistencia en el movimiento piquetero y de recuperación de fábricas en Argentina, los zapatistas en Méjico, los Sin Tierra en Brasil, los movimientos indígenas en Bolivia y en Ecuador, y en los sindicatos. En el despunte de los 90 se dan las condiciones para transitar de la fase de resistencia a la fase de construcción de alternativas. La tesis de Emir Sader para el proceso instituyente de la alternativa para superar el neoliberalismo, es que todos los proyectos alternativos sin distingo, deberán tomar en cuenta que sus primeras formulaciones de transformación estarán “supeditadas a las políticas estatales”(52), ya sea que tengan como frente de lucha la garantía y la extensión de derechos, la reglamentación del capital financiero o por la construcción de alianzas alternativas a la Organización Mundial del Comercio o al FMI, pues quienes rehúsan a asumirlo “permanecen en la fase de resistencia y se muestran incapaces de enfocar las opciones que, en la práctica, dieron comienzo a la construcción del otro mundo posible”(52).
         Los ciclos de lucha
         En este acápite, Emir Sader segmenta los distintos ciclos de lucha desplegados en las últimas cinco décadas, tomando como punto axial la victoria de la Revolución Cubana, y valorando cada periodo, así:
1. 1959-1967 (período ascendente): victoria de la Revolución Cubana, extensión de las guerrillas rurales a Venezuela,
Guatemala, Perú, que se sumaron a las de Colombia y Nicaragua, más movilizaciones en varios países. Período interrumpido por la muerte del Che (1967).
2. 1967-1973 (período mixto: ascenso y descenso): ascenso de nuevos movimientos guerrilleros urbanos en Uruguay, Argentina y Brasil. Triunfo de Salvador Allende (1970-1973). Inicio de los gobiernos nacionalistas de Velasco Alvarado en Perú (1968), Omar Torrijos en Panamá (1968) y Juan José Torres en Bolivia (1971). Golpes y dictaduras militares en Bolivia, Chile, Uruguay y Argentina, más la ya establecida en Brasil. Termina con la muerte de Allende.
3. 1973-1979 (período de reflujo): consolidación de las dictaduras militares. Implantación del modelo neoliberal, por parte de la dictadura de Pinochet.
4. 1979-1990 (período de recuperación y avance): victoria sandinista en Nicaragua (1979), elección de Fidel Castro para presidir el Movimiento de los países No Alineados (1979), expansión de las guerrillas en El Salvador y Guatemala. Continúan las dictaduras en el Cono Sur.
5. 1990-1998 (período de reflujo y regresión): derrota sandinista (1990), comienzo del “Periodo especial” en Cuba (1989), expansión del neoliberalismo en el continente. (52-53)
         Al final, el autor presenta un balance cuantitativo: “los tres ciclos ascendentes suman veintinueve años –incluyendo las victorias revolucionarias en Cuba y Nicaragua, y los gobiernos de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa–, mientras que los ciclos de reflujo suman catorce años –incluyendo la muerte del Che, el golpe en Chile y la derrota sandinista–”(55). No se presenta en este capítulo ningún análisis cualitativo de la naturaleza, identidad o carácter de las distintas izquierdas en lo referido a lo ideológico, económico y político.
         Los ciclos neoliberales [del anti-Topo]
         Avanzaba en el continente la mancha contaminada del neoliberalismo a la sazón de promesas que luego incumpliría, como “la desregulación, cuyo resorte propulsor era destrabar todos los obstáculos para la libre circulación del capital”, que, “llevó (...) a canalizar abultadamente recursos no para el sector productivo, sino para el financiero”, lo que “ocasionó no sólo un intenso proceso de concentración del ingreso, exclusión de derechos formales de los trabajadores y desempleo, sino también un proceso de desindustrialización de las economías del continente”(57), empujando así al empobrecimiento de las capas medias.
         Sader, como otros teóricos, afirma que la conquista más importante del neoliberalismo no ocurrió en el plano económico, en cuyo marco aguardaba sus mayores promesas, sino en los planos social e ideológico, generando “fragmentación social”, que “dificulta al máximo la organización de las luchas de resistencia contra el neoliberalismo”(58). Así las cosas, lo que sobreviene a la derrota del campo socialista, fue “un proyecto ideológico que sustituyó el Estado por la empresa y el mercado, el ciudadano por el consumidor, la regulación económica por el libre comercio, los espacios públicos por los shopping centers, el trabajador por el individuo, la ideología por el marketing, la palabra por la imagen, la escritura por los medios visuales y el libro por el video, las concentraciones callejeras por las campañas políticas televisivas, los derechos por la competencia, la novela escrita por la telenovela, los periódicos por el informativo de televisión”(58), todo un giro axiológico afirmativo. Entonces, por oposición, tenemos la negación o descalificación de “valores, fenómenos, espacios, partidos, política, soluciones colectivas, planificación estatal, derechos, teoría, ideología, razón, conciencia social, desalienación, organizaciones y movimientos sociales, esfera pública y esfera estatal”(58). Tal es la visión de mundo o valores ideológicos neoliberales, que sumados a las campañas del pensamiento único y del Consenso de Washington, configuraron un “campo intelectual dominante absolutamente precapitalista en su era neoliberal”(59).
         Para el siguiente subcapítulo, Sader no se satisface con este prefijo (pre) al capitalismo, sino que barruntará otro que será el de post-capitalista, sugerente anteposición por la carga ideológica que lastra. Resuelve afirmar nuestro autor que la propulsión ideológica del neoliberalismo subyace a la unión entre lo que él denomina como precapitalismo y la fragmentación social, responsables del mantenimiento de este modelo hegemónico, aun cuando su agotamiento económico es incurable y sus fatuos gobernantes hayan sido derrotados.
         El posneoliberalismo en América Latina [o aporías del anti-topo]
         A su abigarrada presentación, como pos-neo-liberal-ismo, le suma poliédricos antecedentes y consecuencias mideológico-político-económicas. La combinación entre el mundo unipolar y el modelo neoliberal “provocó un inmenso retroceso histórico y modificaciones fuertemente regresivas en la correlación de fuerzas (...). Durante el periodo bipolar, los dos bandos se disputaron la interpretación de la historia contemporánea”(59): en plena Guerra Fría, la historia se desplegaba a partir de la confrontación entre el socialismo y el capitalismo (según el campo o interpretación socialista), o entre democracia y totalitarismo, en su versión comunista (según el campo capitalista). Lo cierto fue que, como lo afirma Sader, con el advenimiento del triunfo del campo capitalista, se impuso su interpretación, expresada por Francis Fukuyama en su versión restrictiva del horizonte contemporáneo, pues caprichosamente impusieron la democracia liberal (a nivel planetario identificada como la Democracia) y la economía capitalista de mercado (identificada como la Economía), conquistando ideológicamente, de este modo, otros niveles, en la medida en que “[é]se es el plano donde se revela la fuerza principal de la hegemonía de los Estados Unidos: la del “modo de vida norteamericano”, que influye ampliamente hasta en las capas más pobres de la población mundial”(60).
         Ahora bien, para Emir Sader, debido a la recesión económica y porque política y militarmente EEUU es incapaz de desarrollar dos guerras al mismo tiempo, se inhibe la posibilidad de consolidarse como la única potencia. Sin embargo, y en conjunto con los factores ideológicos que se han señalado, el autor advierte que “las interpretaciones que afirman que puede haber dominación sin hegemonía son inadmisibles”(61), sin negar que la influencia ideológica de EEUU es un caso-tipo de hegemonía en el sentido gramsciano, reflejado en “la capacidad de convicción, de persuasión, de fascinación, de adopción de los valores del modo de vida norteamericana”(61).
         Por consiguiente, Emir Sader no visualiza que EEUU pueda dejar vacío el lugar que ocupa su hegemonía, no porque sea inamovible, sino porque no hay en ciernes hegemonías potenciales para habitar ese lugar, tampoco entrevé alternativas efectivas al modelo neoliberal. Eso sí, se aventura a postular la triada que articula el poder actual mundial, tomando como base los tres grandes monopolios: las armas, el dinero y la palabras: 1) el de las armas, en tanto refleja la militarización de los conflictos; 2) el dinero, bajo la política neoliberal de mercantilizar todas las relaciones sociales y los recursos naturales, produciendo un mundo en el que todo tiene un precio, todo se vende y compra; 3) la palabra, por medio del monopolio de los medios de comunicación privados, que son los que confeccionan la opinión pública (62-63).
         Pese a ello, presenta la fisura por donde se puede filtrar lo emancipatorio o el terreno de resistencia de América Latina. Según Emir Sader, en nuestro continente se han configurado espacios de “autonomía relativa”, en relación con la economía y política de EEUU, y es esto lo que lo inspira a considerar que he ahí el eslabón más frágil de la cadena neoliberal en los albores del siglo XXI.
Bibliografía: Sader, Emir. El nuevo topo, los caminos de la izquierda latinoamericana. Argentina, Siglo XXI editores, 2009.
1 Resumen del primer capítulo “El nuevo topo”, presentado por Fernando Solano
de El nuevo topo, los caminos de la izquierda latinoamericana (2009)
de: Ivan Posada Pedraza <iposada47@hotmail.com>
fecha: 20 ago. 2019 14:42
 
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
 
28 de agosto de 2019

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