sábado, 27 de julio de 2013





Un Tema de Actualidad

LA CLAVE DE TRABAJAR EN EQUIPO,
POTENCIANDO LO POSITIVO EN LOS DEMÁS
OPINIÓN Numa Molina

Siempre he creído que la metodología de una orquesta es el mejor ejemplo para que cualquier institución funcione con armonía, sea exitosa y sus miembros desde sus diferencias puedan ser felices.
Una orquesta puede estar compuesta por trescientos músicos; Gustavo Dudamel cuando se presentó en la plaza Diego Ibarra dirigió 1.500 músicos y aquello fue una expresión artística espectacular. Todo sucede así porque en una orquesta cada músico se responsabiliza de afinar a la perfección su instrumento, toca ese instrumento bien y lo toca en el momento que debe hacerlo. Si uno solo de los integrantes de la orquesta tiene el instrumento desafinado o no lo suena en el momento preciso, ese músico ya es suficiente para generar un caos en la orquesta y de ese modo ya no se produce la armonía musical esperada. Eso sucede en cualquier grupo humano, comunidad, empresa, radio, TV, etc. De tal modo que mi primer consejo es que pongan en práctica la dinámica de la orquesta, es decir, que cada una y cada uno haga lo que tiene que hacer, con pasión, haciéndolo bien y en el momento preciso que le corresponde hacerlo. En el momento preciso, repito, porque tú puedes ser muy eficiente, pero si no lo haces en el momento que debías hacerlo, la acción pierde validez. Un médico puede ser excelente profesional, pero por minutos de retardo en llegar se le puede morir el paciente.
La segunda lección que quisiera transmitirles es que en todo equipo humano que se pone de acuerdo para trabajar por un mismo fin, siempre habrá diferencias, pues todos somos distintos y tenemos nuestros aspectos negativos. Pero Dios no trabaja para el bien común con nuestras deficiencias, sino con nuestras virtudes que él mismo nos ha dado. No obstante, el error está en que siempre miramos en el otro lo negativo que tiene y no sus posibilidades de aportar desde lo que es. En la medida en que miramos en los demás las posibilidades que tienen de aportar y se las decimos y se las ayudamos a descubrir, sus deficiencias comienzan a ser menos visibles al tiempo que la propia persona por sí misma eleva su autoestima. Para ello, quiero enriquecer esta reflexión con una parábola. Invito a quienes me leen a reflexionarla con hondura espiritual:
Hubo en la carpintería una extraña asamblea; las herramientas se reunieron para arreglar sus diferencias. El martillo fue el primero en ejercer la presidencia, pero la asamblea le notificó que debía renunciar. ¡La causa! Hacía demasiado ruido, y se pasaba el tiempo golpeando.
-El martillo reconoció su culpa, pero pidió que fuera expulsado el tornillo: había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo.
-El tornillo aceptó su retiro, pero a su vez pidió la expulsión de la lija: era muy áspera en su trato y siempre tenía fricciones con los demás.
-La lija estuvo de acuerdo, con la condición de que fuera expulsado el metro, pues se la pasaba midiendo a los demás, como si él fuera perfecto.
En eso entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo, utilizando alternativamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Al final, el trozo de madera se había convertido en un hermoso mueble.
Cuando la carpintería quedó sola otra vez, la asamblea reanudó la deliberación. Dijo el serrucho:
“Señores, ha quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestra flaquezas, y concentré-monos en nuestras virtudes”
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba solidez, la lija limaba asperezas y el metro era preciso y exacto. Se sintieron como un equipo capaz de producir hermosos muebles, y sus diferencias pasaron a segundo plano.
Cuando el personal de un equipo de trabajo suele buscar defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, florecen los mejores logros.
Es fácil encontrar defectos –cualquier necio puede hacerlo–, pero encontrar cualidades es una labor propia de almas nobles, capaces de despertar lo mejor que tienen los demás.
EN LAS ORGANIZACIONES COMUNITARIAS
No olvidemos que venimos de un largo proceso que imperceptiblemente nos formó para el egoísmo. El trabajo en equipo nos cuesta mucho, en el horizonte de una buena mayoría de luchadores comunitarios uno percibe en el fondo un larvado afán de protagonismo y ese afán lleva al egoísmo y con egoístas no se puede hacer equipo. Interés por ganar espacio en la opinión pública, imagen social, etc. Esos son los actores que terminan haciendo negocios fraudulentos e hipotecando el capital económico que pertenece a la comunidad sin que los demás voceros y voceras del consejo comunal se enteren.
Cómo cuesta entonces trabajar en equipo, porque los equipos no se decretan, no son piezas inertes, son seres humanos con su misterio que deben sacar de sí lo más noble para ponerlo al servicio de su comunidad. Un luchador o luchadora social requiere ser desprendido, descentrado de sí para colocar como centro a los demás y dentro de ellos a los más excluidos y excluidas.
Solo cuando se comienza a mirar hacia el entorno con deseo de servir surge espontánea la necesidad de asociarse con otros y otras para unir talentos y esfuerzos en favor de los demás.

El autor es periodista
@numamolina

CIUDAD CARACAS CCS
CARACAS, VENEZUELA
14 DE JULIO DE 2013 / AÑO 4 / Nº 1.422
Pág. 7 VOCES
(Énfasis agregados)
            Nota.-
La experiencia gremial recuerda siempre que “no hay peor enemigo que el del oficio” Es muy cierto que venimos de un largo proceso que imperceptiblemente nos formó para el egoísmo. Es muy cierto que cuesta trabajar en equipo.
Pero es más cierto que
Solo cuando se comienza a mirar hacia el entorno con deseo de servir surge espontánea la necesidad de asociarse con otros y otras para unir talentos y esfuerzos en favor de los demás

Ramón García Rodríguez
26.07.13

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