miércoles, 13 de septiembre de 2017

MARITZA GARRIDO LECCA: LINCHAMIENTO MEDIÁTICO Y ANTITERRORISMO


Por DANTE CASTRO
Hubo quien subió y bajó cordilleras, quien pasó por quebradas espinosas y sedientas, por frías jalcas y hambrunas, sorteando balas y cercos de aniquilamiento. Hubo quien obedeció y enfrentó el sacrificio final en las luminosas trincheras de combate, y hubo quien calló todos los nombres, todos los números, mientras lo torturaban y violaban. Por muy equivocados que los juzguemos, hubo entrega y grandes sacrificios. Nada justifica la hemorragia nacional que produjo la desviación ideológica de un gran equivocado que se pasó la guerra cómodamente y sin despeinarse. En ese marco, el caso Maritza Garrido Lecca es el de una hija de la burguesía, con apellido aristocrático, que no sacrificó mucho para ponerse al nivel del holocausto general de la militancia senderista, excepto la consecuencia de aquel último acto: 25 años de cárcel por gritar consignas.
Podía ser condenada a pena más corta por hervir el agua del máximo líder, pero se puso a gritar cuando debió callarse: típica pose para sus amix de la PUCP. Ese es todo su "mérito", esa es toda su estatura. Se ensañaron con el símbolo: hija de la burguesía en pose desafiante. Aunque no mató a nadie ni militaba en el grupo, podía ser juzgada y sentenciada por actos de colaboración con el terrorismo, algo similar a la complicidad. Pero, insisto: pudo hacer como su amiga Patricia Awapara, quien guardó silencio durante la captura. Argumentaría no saber quién vivía en esas otras habitaciones o haber sido utilizada, y en 48 horas estaría en libertad con su tío, el famoso Celso Garrido Lecca. El acto histriónico para las cámaras le costó carísimo. La burguesía castigó con excesiva crueldad el gesto y el supuesto desclasamiento de una de sus hijas.
Estas actitudes son típicas de la zurda PUCP ochentera... Así mismo hizo Mónica Feria, también de la PUCP, siempre mirando a las cámaras, pero como es chola nadie le paró tanta bola, excepto sus ex compañeros de carpeta, porque para ellos y ese auditorio eran todos sus actos. Llegamos a buen puerto, entonces... la chica de los mandados alcanzó notoriedad internacional gracias a un acto histriónico que ni sus compañeros de servicio esperaban de ella. Salir en fotos, TV, revistas, etc., ser mediática, fue lo que demandaba su subconsciente burgués, el deseo de protagonismo que tan íntimamente oculta todo ser individualista en los rescoldos del extraconsciente y que puede solaparse tras una ilusión óptica de entrega por la causa o autosacrificio. Los militantes piensan y actúan de otro modo. El espontaneísmo individual ha sido constreñido bajo el mandato del grupo, del plan de acción y del programa. Un militante sabe el valor de su libertad y ha de hacer lo que sea por conservarla: negará, mentirá, argumentará en su favor o callará, porque afuera es más útil que adentro. Pero, sobre todo, callará.
Fue llevada por su afán de protagonismo, típico en actrices y gente del espectáculo. No pudo resignarse a un rol como el que le habían otorgado, sin épica ni audacia, excepto disimular tras una apariencia cotidiana y gris, un papel doméstico y desabrido que solo cobró notoriedad autoinculpándose. Y digamos bien claro que no mató a nadie, que no reventó coches bomba, que no destrozó cabezas de ingenieros o campesinos a pedradas, que no acuchilló labradores ni abaleó alcaldes por la espalda, que no derribó torres de alta tensión imponiéndonos putos e indeseables apagones ni hizo el atentado de Tarata.
Maritza Garrido Lecca y la calle Tarata se parecen en algo y es que ambos nombres están íntimamente asociados al imaginario e intereses de la clase dominante. Si fuese el coche bomba de Palao o Marta Huatay recobrando su libertad, ambos no tendrían interés mediático. Igual y para todos los casos: quien haya cumplido con su condena, no tiene por qué ser nuevamente juzgado y condenado por la prensa prostibularia. El linchamiento mediático y la hostilización reporteril son repudiables. Si la pena tiene como fin la redención del reo y su reincorporación a la sociedad, pues que no molesten a quien sale de las rejas. (DC)
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