viernes, 27 de octubre de 2017

Rusia: de país 'vencido' en 1991 a potencia euroasiática en 2017


Vladímir Putin, presidente ruso, junto al caza T-50 (imagen referencial)

© Sputnik/ Alexey Druzhinin
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Vicky Peláez
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Estados Unidos y sus aliados incondicionales de la OTAN no pueden entender cómo ha logrado resurgir Rusia en estos 26 años después de la desintegración de la Unión Soviética.
La paz solo puede lograrse por hegemonía o por el equilibrio de poder.
(Henry Kissinger)
Según el 'Plan Totality', elaborado en 1945 en Washington y aplicado en 1991 por unos 2.000 asesores norteamericanos en el Gobierno de Yeltsin, Rusia iba a ser dependiente económicamente de Occidente por el resto de su existencia y EEUU jamás le permitiría ser demasiado fuerte para amenazar a sus vecinos o edificar su 'Cortina de Hierro'.

Los globalizadores 'iluminados' pensaron en todo para dominar al país, inclusive en su desintegración, menos en la fuerza del espíritu ruso, en la voluntad de su pueblo y en su capacidad de hacer resurgir una Rusia nueva. Recién ahora se ha dado cuenta de cuan equivocado estaba uno de sus principales ideólogos, Zbigniew Brzezinski, cuando anunció en 1991 que Rusia era un país "vencido", que jamás podría aspirar a ser una potencia.

Bastaron dos generaciones para que Moscú adquiriera suficiente fuerza moral y física para no solo afectar el equilibrio de poder en Euroasia sino convertirse en uno de los principales 'jugadores' geopolíticos en Oriente Medio tratando de lograr una estabilidad en la región. Precisamente, debido a la intervención militar de la aviación rusa en Siria, Daesh (autodenominado Estado Islámico, organización terrorista proscrita en Rusia y otros países) y sus ramificaciones como el Frente Al Nusra (actual Frente Fatah al Sham) y Al Qaeda, que ocupaban más del 70% del país, han tenido que replegarse o rendirse quedándose por el momento sus yihadistas en un 5% del territorio de Siria.
La exitosa campaña rusa en Siria ha asestado un duro golpe a los planes norteamericanos en Oriente Medio. Tanto la Casa Blanca como el 'Estado profundo' no pueden ocultar su irritación y lo único en que suelen coincidir es en aumentar su rusofobia y su retórica belicista. No pueden digerir con serenidad el hecho de que no pudieron derrocar al presidente de Siria, Bashar Asad, y de que los rusos sacaron ventaja en esa región. Durante el reciente viaje del secretario de Estado de EEUU, Rex Tillerson, a Catar fracasaron los intentos norteamericanos de establecer un diálogo entre Doha y Riad.

Tampoco Tillerson pudo lograr un acuerdo entre el rey Salman de Arabia Saudí y el primer ministro de Irak, Haider Abadi, para aislar a Irán por su "conducta maligna". Lo mismo sucedió con la misión del secretario de Defensa, general James Mattis, a Catar y los intentos de Donald Trump en las Naciones Unidas de calmar los ánimos de Arabia Saudí, Egipto, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos, países que a instancias del actual presidente de EEUU y del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, impusieron sanciones a Doha y lo intentaron aislar del resto de la región por sus 'buenas relaciones con Irán'.

Mientras los países de Oriente Medio le están dando 'media espalda' a Washington, sus dirigentes están buscando una aproximación a Moscú, pensando en la inestabilidad a largo plazo de sus alianzas con Norteamérica que suele cambiar de opinión de acuerdo a sus intereses nacionales de momento. El mismo rey Salman de Arabia Saudí, país que hace tres años atrás amenazó a Rusia con el terrorismo por su apoyo a Bashar Asad, está 'construyendo puentes' hacia el Kremlin después de la visita del monarca a Moscú. El emir de Qatar, Tamim Hamad Thani llamó a Vladímir Putin y recibió palabras de apoyo del presidente ruso.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que está en permanente movimiento tratando de congraciarse tanto con Washington como con Moscú, está obligado por el momento a acercarse más a Putin debido al éxito de Rusia en Siria. El primer ministro de Irak, Haider Abadi, está en permanente contacto con Moscú. Irán es un aliado estratégico de Rusia en el golfo Pérsico. A la vez, el expresidente de Afganistán, Hamid Karzai (2004-2014), que ayudaba a los muyahidines para luchar contra los soviéticos entre 1979 y 1989 vino a Sochi para encontrase con Vladímir Putin y denunciar a las tropas norteamericanas por trasladar durante los últimos dos años a los extremistas de Daesh a Afganistán "para crear problemas en toda la región y desestabilizar Asia Central".

El desplazamiento de las redes yihadistas a Irak, Afganistán y Siria fue seguido y controlado, según el analista geopolítico de la revista New Eastern Outlook, Ulson Gunnar, por el Centro de Combate del Terrorismo de la Academia Militar de EEUU West Point y fue documentado en dos informes publicados en 2007 y 2008. Actualmente, el desplazamiento de los combatientes de Daesh y sus grupos afiliados se realiza en la región usando la autopista que conecta Bagdad, Anbar y la frontera de Irak con Jordania como una ruta alternativa después de que los aviones rusos pusieron fin al desplazamiento de los terroristas a través de Siria. Los mercenarios de la corporación Olive Group brindan protección a los terroristas.

El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, exigió a Washington mostrar claramente su posición respecto a la lucha contra el terrorismo en Oriente Medio y acusó a los aliados de Washington, las Fuerzas Democráticas de Siria (SDF) por hacer "sangrientas provocaciones" contra los militares rusos. Sin embargo, los intereses del Gobierno de Trump, que está en realidad en manos de tres generales: James Mattis (el secretario de Defensa), John Kelly (el jefe del Gabinete de la Casa Blanca) y Herbert R. McMaster (asesor de Seguridad Nacional), coinciden con los del 'Gobierno profundo'. Uno de sus conocidos representantes, el exdirector de la CIA (entre 2009 y 2011) y exsecretario de Defensa (entre 2011 y 2013), Leon Panetta, declaró en la Conferencia del Instituto Hudson que "actualmente estamos en un nuevo capítulo de la Guerra Fría con Rusia (…) y de ninguna manera vamos a entregar Oriente Medio a Rusia (…) y vamos a enviar un mensaje claro a Rusia. EEUU necesita contener las aspiraciones rusas de gran poder global".


Sin embargo, el proceso ya está en marcha y por muchas sanciones que traten de imponer Washington y Bruselas, el proceso de fortalecimiento de Rusia como una decisiva fuerza de equilibrio en Oriente Medio y en Euroasia será muy difícil de parar. Inclusive, el más cercano aliado de EEUU, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, está de acuerdo con el plan estratégico de Rusia para Oriente Medio para crear un equilibrio en la región que favorecería también a la seguridad nacional israelí. Militarmente, EEUU no está listo para enfrentarse al país eslavo. Además, como declaró el exjefe de la CIA, el general retirado David Petraeus, "en este momento el más importante reto de EEUU no es Rusia, Irán, Corea del Norte, Siria, Daesh o la competencia con China. Es el parroquialismo (tendencia de una comunidad de centrarse en sí misma) lo que nos limita a resolver los serios problemas que tenemos en EEUU".

​Donald Trump lo sabe perfectamente, pero no puede detener el ímpetu belicista promovido por el 'Estado profundo' a través del Congreso y el complejo industrial-militar que ya ha convertido a Rusia en su enemigo principal para desviar la opinión pública interna de la caída de los ingresos en el país, del crecimiento de la desigualdad y el racismo, la disfunción del Gobierno y la disminución del apoyo popular a la democracia. Según las últimas encuestas nacionales, el 70% de los estadounidenses que nacieron en vísperas de la Segunda Guerra Mundial creen que es esencial vivir en democracia, mientras que sólo el 30% de la generación Y o los mileniales, conocidos como nativos digitales nacidos entre 1980 y 2000, creen en la democracia. También el porcentaje de los ciudadanos estadounidenses que prefieren un fuerte líder incrementó de 1995 a 2017 del 24 al 32%. En el mismo período, el porcentaje de norteamericanos que está listo para apoyar un Gobierno militar incrementó del 6 al 17%.

Están todos los indicios de que EEUU está tomando cada vez más un camino hacia la domesticación y la militarización de la democracia, lo que podría en unas determinadas condiciones repetir la triste y cruenta experiencia de América Latina entre los años 1970 y 1980. Los gastos militares del Pentágono para 2018 llegan a 700.000 millones de dólares, lo que significa que sumando el dinero que deben adjudicar otros departamentos gubernamentales a los militares, el presupuesto total del departamento de Defensa superaría los 1,5 millones de millones de dólares. La paranoia antirrusa en EEUU es promovida diariamente por el Congreso y los medios de comunicación. El periódico The Military Times anunció la necesidad urgente de proteger a las tropas norteamericanas para no 'contaminar su cerebro' con la información de los medios rusos que resultan ser preferidos entre los militares.

​La revista Defense One anunció la preparación de los bombarderos estratégicos B-52, B-2 y B-21, equipados con bombas nucleares, para el retorno al estado permanente de alerta nuclear que terminó con la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Actualmente, EEUU tiene hasta 250 ojivas nucleares tácticas con capacidad de 18 megatones en Bélgica, Italia, Reino Unido, Holanda, Alemania y Turquía. Todas estas armas están orientadas hacia Rusia. En el transcurso de los últimos años, Washington está rompiendo poco a poco todos los tratados firmados con Moscú, igual como se han anulado más de 300 tratados firmados con los nativos norteamericanos.

A pesar de todo esto, Rusia, según su presidente Putin, sigue adelante con su marcha hacia una democracia a su estilo y de acuerdo con sus condiciones, tratando de no repetir su error histórico más grande y más trágico de haber tenido confianza en la palabra de los líderes estadounidenses. En su reciente discurso en el Club Internacional de Debates Valdái, el mandatario ruso recalcó que "el mundo ha llegado a una época de cambios drásticos (…) se está agudizando la competencia por un lugar en la jerarquía internacional (…) y Occidente muestra cada día más egoísmo al repartir el legado geopolítico de la URSS".

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