Un Tema de Actualidad
EL
ARMA DEL TERROR
Hoy que el
hundimiento de ese portentoso y moderno leviatán que fue el “Lusitania” escribe
la más espantosa tragedia marítima de esta contienda espantosa, vienen a cuento
las ideas que el publicista germano Walter Bloem ha expuesto recientemente
desde las columnas de “La Gaceta de Colonia” que ha sido a partir de agosto
último una verdadera almáciga de noticias sensacionales y de revelaciones
asombrosas.
La idea del
escritor alemán, a las cuales han hecho referencia muchos diarios de Europa y
América, despertaron, como no podía dejar de ocurrir, un sentimiento de
indignada protesta, un gesto de condenación que redime a la humanidad del
delito de que en su seno se haya concebido lógica tan fría y criminal como la
que Walter Bloem explica y defiende.
Bloem preconiza
la sistematización del terror en los países conquistados, como medio cierto de
dominación. Demuestra cómo el miedo sembrado en la forma en que lo han hecho
los alemanes en esas horribles resurrecciones de la barbarie que narran las
páginas de sus atrocidades en Bélgica y Francia, es susceptible de método y de
ese modo adquiere una eficacia cierta, absoluta, infinita. El terror aplicado
científica y calculadamente, igual que cualquier otro sistema experimental,
decía este hombre que tal vez podría contarse entre la legión de profesores
alemanes que se dirigieron al mundo para decirle bajo su palabra de honor que
Alemania es un país civilizado. Que todo sería posible.
La lógica de
Bloem es crispante. Con el método del terror o con el terror metódico si lo
queréis mejor así, se busca no la represión de rebeldías francas o latentes sino
la asfixia, la petrificación de las rebeldías posibles, de las rebeldías por
venir. Eliminar a los rebeldes reales, pero eliminar ante todo a los rebeldes
probables o a los que con su muerte pueden ser escarmiento y ejemplarización.
Leed y decidme
si no os crispáis:
“Hemos partido
del principio de que la falta de uno solo debe expiarla la colectividad entera.
Si el culpable no es descubierto, deben ser fusilados en virtud de la ley las
personalidades más salientes de la población.
“Los inocentes
deben pagar por los culpables. Ellos deben purgar no sólo los delitos que ya se
han perpetrado, sino aquellos que podrían perpetrarse en lo sucesivo. Cada vez
que una aldea es presa de las llamas, cada vez que los habitantes de una comuna
caen bajo nuestras balas, se tendrá en cuenta que no se trata de una venganza
vulgar, sino de una simple advertencia a la parte del país que aún no ha sido
ocupada”
Así, de esta
manera pavorosa, que pone frío en las arterias y parálisis en los nervios, se
explica un hombre que quiere decir por qué los alemanes han procedido con
crueldad y con violencia en Francia y Bélgica. Su país tan utilitario, tan
positivista no podía consumar inútilmente esas atrocidades de que se le acusa.
Se indigna en nombre del sentido práctico de sus connacionales. Y prefiere
presentarlos así, fríos y razonadores del crimen y del terror y se encara con
la humanidad entera que los ha llamado bárbaros por algo que no es más que un
método científico. Podría defendérsele con el argumento de que no ha sabido ser
hipócrita y ha dicho a los cuatro vientos su sentir y el de su pueblo, tal como
lo interpreta, y de que es un gran gesto de sinceridad y de franqueza este de
confesar tan salvajes propósitos. Será como se quiera. Pero cuando se desafía
así la conciencia del mundo y se defiende una intención criminal, no cabe
defensa posible.
Y es lo peor,
que ese hombre no habla por sí. Parece que quisiera reflejar todo el
pensamiento de Alemania. Esto es lo que horroriza, esto es lo que sorprende. Y
horroriza y sorprende más aún cuando tenemos, como prueba dolorosa de que el
método del terror no es sólo fantasía morbosa de una imaginación enfermiza y
malsana, la tragedia dolorosa y cruenta que ha conmovido al mundo entero y que
es en estas horas de amargos quebrantos una culminación trágica de la barbarie.
Son un día los
submarinos, -corsarios aleves- que disparan sus torpedos contra una nave de
pasajeros, para presenciar luego el espectáculo de angustia del naufragio; son
otro día las legiones invasoras que arrastran, exterminan y destruyen, marcando
su paso con una huella de desolación y muerte; es siempre el ataque cruel a las
masas indefensas, cómplice en este esfuerzo de Alemania que pugna por llevar el
desaliento y el terror a las nacionalidades adversarias que tienen aún el
candor de pensar en las legislaciones de la guerra, en los convenios humanitarios
y en la fe nacional que empeñara un signatario olvidadizo y versátil.
Y disimulando
todo esto, justificándolo, defendiéndolo, la palabra de Walter Bloem que dice
cómo no es una campaña irreflexiva y loca, sino una aplicación metódica de
teorías y principios que tienen su fundamento en investigaciones filosóficas y
en axiomas científicos.
Ya no es Von
Bernhardi que adoctrina osadamente, proclamando como un reto el neoimperialismo
de su “Germania” utópica. Es un frío preconizador del miedo como instrumento
eficaz de dominación y de conquista, que sale al encuentro de todas las viejas
pragmáticas del derecho y desafía la indignación universal.
El terror, esta
nueva arma de guerra que debemos a la bondadosa ciencia alemana y que al igual
de los explosivos asfixiantes semeja un producto de laboratorio, hace su camino
entre clamores de duelo y ayes de muerte. El millar de víctimas de “Lusitania”
es una cifra más en los cálculos de eficacia del procedimiento que escriben los
sabios germanos. ¡Quién sabe cuántos de ellos firmaron sin remordimientos ese
papel en que dijeron al mundo que Alemania es un país justo!...
Juan
Croniqueur, seudónimo de José
Carlos Mariátegui
(En La Prensa: Lima, 16-V-1915)
Escritos
Juveniles, Tomo II, Crónicas, Biblioteca Amauta
Lima Perú, 1991,
Págs. 243-245
Nota.- Tenía
21 años JCM cuando publicó este artículo acerca de un tema de la I-GM
(1914-1919) El método del terror o
el terror metódico se empleó y se
emplea “científicamente”, como medio
cierto de dominación. Y sobre todo como escarmiento y ejemplarización. No
hay legislación internacional que lo detenga.
El torpedeo de
una nave civil en la I-GM, Guernica, el Holocausto, el genocidio de población
civil de Hiroshima-Nagasaki en la II-GM, las víctimas de Plaza de Mayo, el “Baile
Rojo” en Colombia, el “no hacer prisioneros, no entregar cadáveres” en Perú, el
reciente genocidio de población civil e infantil en Gaza, tienen su fundamento en investigaciones filosóficas y en axiomas
científicos. ¡Psicología de las masas! Y ahora todo avalado por el esclavo
mental de la Casa Blanca, ¡Premio Nobel de Paz, Oh!
El terror es arma de guerra oficial. Lo demuestran
los hechos en los cien años pasados. En nuestra América Nativa, en nuestro
país, se conoce muy bien el terror oficial contra la población, contra los
trabajadores. ¡Conoce a tu enemigo! Conoce sus métodos “científicos” en su
guerra total, en su guerra de cuarta generación “G-4G”
Y sin guerra
declarada, el oficialismo impone
preventivamente la criminalización de la protesta social. ¡Aprendamos la lección!
Ragarro
19.08.14
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