viernes, 4 de agosto de 2023

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL Dr. ANTENOR ORREGO DIRIGIDO AL GRUPO TRILCE

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NTENOR ORREGO ESPINOZA (1959). "DISCURSO PRONUNCIADO POR EL Dr. ANTENOR ORREGO DIRIGIDO AL GRUPO TRILCE, TEATRO MUNICIPAL DE TRUJILLO, 8-XI-1959. EN: "PUEBLO CONTIENTE. REVISTA OFICIAL DE LA UNIVERSIDAD PARTICULAR ANTENOR ORREGO". TRUJILLO, Vol. 20, Nº1, I-VI-2009, pp. 24-26)
“Queridos amigos del Grupo Trilce:
Vuelvo después de algún tiempo al hogar trujillano, llamado por la juventud, a este materno hogar en que nacieron y crecieron las inquietudes que han constituido, a lo largo de toda mi vida, la trama permanente de mi existencia como hombre. Aquí nació mi vocación de escritor y de pensador. Aquí se nutrió con las esencias imponderables de esta tierra, de ella extrajo el sentido vital de su tarea, de ese que hacer que se ha desenvuelto a lo largo de 40 años y que ha sido el axe modesto que he ofrendado a la patria.
He vuelto a mis raíces, como decía Goethe, a mis raíces permanentes, porque el hombre, en realidad, nunca puede arrancarse de ellas; porque allí reside el núcleo central e inspirador de su obra, cualquiera que sea. He vuelto a estas raíces maternas para extraer nuevas energías de esta tierra que encierra el acervo ingente de nuestro destino.
Cada vez que vuelvo a asentar las plantas en el suelo trujillano siento un renacimiento en todo mi ser, una suerte de rejuvenecimiento que me hace percibir con claridad la faena inmediata que debo realizar; percibo renovado el soplo creador que determinó como designio el ya largo camino de una obra difícil, en verdad, de una obra bronca, dolorosa y acerba en la múltiple modulación de su carrera, pero, también esplendorosa; también sembrada de innumerables horizontes de felicidad al verla sucesivamente consumada en la vida de nuestro pueblo y en la historia que será mañana. Esta visión nos conforta porque comprendemos que es el testimonio irrecusable de que hemos cumplido, de alguna manera, nuestra misión humana.
El retorno al hogar y a la tierra
He vuelto a la tierra trujillana porque el destino siempre me empuja hacia ella con un impulso irresistible y enigmático; he vuelto de nuevo y cuando el avión cerníase sobre Huanchaco y las ruinas de Chan-Chan, resurgieron en mi espíritu unas ansias tremendas y apremiantes de persistir en la continuación y culminación de aquella jornada que empecé, que empezamos un grupo de jóvenes hace 40 años. He visto que hay necesidad de renovar ese mensaje y proyectarlo con todo su estremecimiento primigenio hacia las nuevas generaciones que comienzan también a buscar y articular el suyo, y que necesitan iluminarlo con las experiencias y el pensamiento de la jornada anterior.
He vuelto a las raíces de mi hogar materno y cual no habrá sido mi sorpresa que Trujillo me recibe con el amor encendido, con el homenaje conmovido, con la belleza sutil y extraordinaria de sus poetas y escritores nuevos, que esta mañana han dicho sus palabras y sus versos que han tocado lo más íntimo y acendrado de mi ser. Es sin duda la voz de este amado suelo nuestro que comienza a modularse otra vez en los labios de los jóvenes.
Hay en la tierra un mandato que es preciso tener el oído fino y el corazón abierto para captarlo en toda su esencial profundidad, porque ese mandato constituye la obra que los hombres debemos proyectar hacia la historia. Es el llamado del pueblo, el recóndito llamado de nuestro pueblo que debe consumarse en pensamiento, en belleza, en acción, en proeza histórica, porque cada época y cada generación reclama una proeza nueva que realizar, y la esencia de esa proeza es el mandato de nuestro pueblo. Todo valor nuevo es un mensaje. Todo hombre que viene a dar algo positivo a su pueblo es un hombre que entiende el mandato que le da su propia tierra, surgiendo de sí misma.
El aplauso de Córdoba en Argentina
La certidumbre de que mi vida no había sido enteramente vana la percibí últimamente en la ciudad de Córdoba, cuando hablé de la poesía de César Vallejo, definiendo su sentido americano y universal. Frente a mí tenía un gran ventanal que miraba a las sierras de la ciudad y las siluetas de más de mil estudiantes que rayaban con sus imágenes inquietas el paisaje que se me ofrecía a los ojos.
Las montañas argentinas me trajeron x trasposición la visión de las montañas de Santiago de Chuco, su áspera grandeza, y las escarpas que tajaban las rocas me dieron toda la bronca dureza del escenario santiaguino. También por trasposición del recuerdo vi ante mí las montañas que circundan la ciudad de Trujillo, como un inmenso anfiteatro cósmico, y las cúpulas de Córdoba se me antojaron las torres de nuestras iglesias trujillanas. Por unos momentos trasladé un pedazo del Perú a la inmensidad de la pampa argentina y con esta visión permanente ante mis pupilas hablé de la obra de Vallejo; tuve la necesaria inspiración para que mis palabras asumieran la dimensión de la proeza histórica que se realizó en Trujillo hace 4 décadas.
No sé qué expresión y entonación adquirieron las palabras que dije entonces porque cuando hube terminado, esas mil personas, que horas antes desconocía completamente, prorrumpieron en frenéticos aplausos, luego me estrecharon estremecidas las manos y numerosos de esos rostros estaban literalmente cubiertos de lágrimas. Me quedé sorprendido y comprendí que había llevado el profundo mensaje histórico de esta tierra y que este mensaje había encendido sus corazones.
Y cuando me pidieron, hombres y mujeres, que firmara sus tarjetas y pusiera alguna frase, escribí las siguientes palabras: Por el Perú, por Trujillo, por César Vallejo y Haya de la Torre. Nunca tuve una emoción parecida porque ella emergía de un pasado ya sumergido desde hacía muchos años en la historia peruana.
Una encrucijada de caminos históricos
Si quisiera dar una imagen global y sintética de la misión que le tocó desempeñar al Grupo de Trujillo que surgió hacia el año de 1915, habría que delinear en rápido bosquejo la realidad inmediata que la envolvía y en la que parecía anclada para siempre.
La ciudad era como una encrucijada de caminos históricos que no tenía ya ninguna salida hacia el presente, era como una vida colectiva que había quedado retrasada en el tiempo sin poder marchar hacia adelante. La misma ubicación de la ciudad contribuía a acentuar esta impresión extemporánea como si se hubiera sumido en un ensueño pretérito y perdurable.
Por un lado, la prodigiosa ciudad de Chan-Chan, ciudad muerta y enigmática de edades pasadas, recinto urbano tentacular el más grande de la América prehistórica, cuyo misterio aún no ha sido aclarado por la ciencia arqueológica. Allí existió congelado un pasado remoto que ni aun la imaginación más potente podía resucitar e imprimirle vida y que no tenía ya ninguna relación visible con el quehacer y los afanes cotidianos de las gentes que ambulaban en la ciudad trujillana.
A esta soledad en que residía un silencio elocuente, en que vibraban voces mudas, que no las escuchábamos con los oídos, pero que las percibíamos con la fantasía juvenil, veníamos muchas veces a modelar nuestros sueños de renovación, a plasmar en realidad anticipada las esperanzas que bullían indómitas, acezantes de creación, de acción y de futuro.
Allí en Chan-Chan estuvimos muchas noches de plenilunio todo el grupo de mozos, como si quisiéramos adivinar entre las ruinas fantasmales de ese pasado, toda la tremenda responsabilidad de la tarea que nos aguardaba. Sumergidos en este escenario de espectros estuvimos Una encrucijada de caminos históricos muchas veces conversando y proyectando nuestra faena del porvenir, César Vallejo, Víctor Raúl Haya de la Torre, Alcides Spelucín, Macedonio de la Torre, Oscar Imaña, Juan Espejo, tantos jóvenes más.
En este escenario espectral con su voz de poeta alucinado Francisco Xandóval revivía dramas y tragedias remotas, reconstruía arquitecturas que se habían roto hacía millares de siglos, resucitaba con su palabra embrujada vidas lejanas y desconocidas que habían deambulado su alegría y su desventura por estos parajes.
Por otro lado estaba la Colonia asentada en el recinto urbano mismo de la ciudad trujillana.
Los templos eran –y lo son todavía– relicarios preciosos del Virreinato y las grandes casonas y solares de las antiguas familias dispersas en sus calles le daban una fisonomía singular que ya no se encontraba en el mundo moderno. Caprichosos arabescos y escudos nobiliarios presidían los xtones de las moradas aristocráticas y daban testimonio de su prosapia. Los salones artesonados, cubiertos de alfombras antiguas y de brocados lujosos en las puertas eran verdaderas urnas de muebles antiguos, de grandes espejos, de retratos de nobles personajes con espléndidos marcos dorados.
Eran la Colonia y el recuerdo del Virreinato que estaba como congelado y que quería vivir todavía contra el tiempo. Toda la vida y el pensamiento contemporáneo estaban ausentes de esta sociedad que realmente vivía en el sueño de los tiempos pretéritos.
Por último, estaba presente también la República, pero, una República deformada, inmadura, hechizada aún por la influencia de la Conquista. Todos los problemas sociales y económicos se intentaba resolverlos con criterio feudalista y colonial. Cuando se producía una reclamación de salarios o cualquier otro conflicto social, la República estaba allí con sus batallones armados y la solución era un saldo trágico en que corría la sangre de centenares de trabajadores. La Constitución democrática no era sino una hipótesis que no tenía ninguna realidad positiva.
No había sino un foco de inquietud contemporánea y éste era la Universidad. Allí comenzaron a resonar todas las inquietudes del pensamiento, de la acción y del arte moderno. De ese foco debía surgir el grupo de jóvenes que constituyó el llamado Grupo de Trujillo, que tomó resueltamente su camino histórico y que hasta este momento está esforzándose por cumplirlo. Fue la primera generación con intensa emoción social.
Hacia la conciencia de la Nueva América
Fuimos contra ese pasado que nos circundaba por todos los lados y que gravitaba con tremenda pesadumbre sobre nuestro pueblo. Sentimos el llamado de la tierra trujillana que quería resurgir hacia una nueva vida y cada uno x su lado se alistó en la nueva jornada que debía cumplirse.
De esta tremenda encrucijada de caminos históricos congelados, de este cruce de rutas petrificadas que carecían de curso vigente en la vida actual, debía partir un nuevo camino que se abriera al porvenir. Tuvimos que crear nuestro propio camino.
Estamos en el año 1914 en que se desencadena la primera conflagración mundial. Los valores fundamentales en que se asentaba la vida europea pierden su vigencia. Desaparece el hechizo que Europa ejercía sobre nuestros pueblos y América se vuelve sobre sí misma buscando su ser más original y genuino. Del tremendo choque de dos orbes culturales diferentes debía emerger la Nueva América con una nueva conciencia histórica. Esa tensa inquietud que los mozos del grupo juvenil sentían dentro de sí mismos para salir del pasado que les circundaba, era nada menos que la nueva conciencia del Continente que buscaba los instrumentos adecuados para su expresión.
Así fue cómo César Vallejo saltó a la busca de una nueva estética que se plasmó con carácter universal; así fue cómo Víctor Raúl Haya de la Torre forjó un nuevo pensamiento y una nueva acción políticos que abrazaron la vasta realidad americana, abriendo inmensos y originales horizontes; así fue cómo el que habla intentó una explicación filosófica adecuada para el proceso cultural del Nuevo Mundo; así fue cómo Macedonio de la Torre se esforzó por buscar y encontrar la genuina expresión artística de América con esencias universales también. Así fue cómo todos los componentes del grupo se buscaron a sí mismos, cada uno por su lado, y buscándose a sí mismos se encontraron con la nueva vida histórica de nuestros pueblos.
Hay que estar con el pueblo
Las inquietudes y los pensamientos de estos mozos comenzaron a irradiar al país entero, determinando una nueva época en el arte, en el pensamiento cultural, y en el pensamiento político, en la acción social.
Este es el mensaje que trasmitimos a las generaciones que vienen. Los nuevos grupos intelectuales de Trujillo tienen la responsabilidad de recibir en sus manos este mensaje. Responsabilidad de continuarlo, de acrecentarlo, de superarlo, llevándolo a sus últimas consecuencias históricas y culturales.
La nuestra fue una faena de coraje aguerrido porque nos acompañó con su acción, con su lealtad, con su corazón, el pueblo de Trujillo. De esta tierra extrajimos las energías necesarias para lograrlo; de ella extrajimos las esencias más profundas de nuestra voluntad y de nuestro pensamiento, las raíces más poderosas de nuestra existencia histórica como luchadores por la nueva América. Hay que estar con el pueblo.
A las nuevas generaciones intelectuales les decimos, para que su obra sea duradera y valiosa tienen que estar siempre con su pueblo, tienen que estar ligadas entrañablemente con esta tierra, tienen que extraer cada día de sus raíces las fuerzas necesarias para lograrlo. Esta tierra es pródiga para quien sepa amarla y comprenderla: posee un vigor misterioso que lo entrega a quienes se convierten en los instrumentos veraces de su gran destino histórico.
Para agradecer este homenaje que estremece la totalidad de mi ser y que lo acepto como el homenaje a mi generación porque ninguno de nosotros puede aisladamente monopolizar una tarea de tal proyección histórica, no poseo las palabras que puedan llevar en su seno la expresión de mi agradecimiento. Necesitaría un verbo de tal poder que fuera capaz de trasmitiros directamente el golpe emotivo que me sacude en estos momentos y que conmueve unas raíces de vida que brotaron ya bastante lejanas en el tiempo. De nuevo vuelvo a sentir frente a ustedes la certidumbre de que mi vida personal y las vidas de todos los jóvenes que hace 40 años salieron a realizar la magnífica aventura histórica de un sueño valeroso, no han sido vanas y que hemos cumplido, en la medida de nuestras fuerzas, la misión que el destino y el mandato de esta tierra trujillana puso, en nuestras manos. La vuelvo a sentir, como hace pocos meses en Córdoba, pero esta vez más concreta, más poderosa, más prendida en la realidad misma porque ustedes, porque el pueblo de Trujillo, que son ustedes, han sido los testigos insobornables de estas vidas que nunca traicionaron su propio destino y el destino de su pueblo.
Debo expresar mi agradecimiento en esta circunstancia al Grupo Trilce, que ha hecho posible mi presencia, una vez más, en esta amada tierra de Trujillo. No en vano lleva como lema de su faena el nombre del libro de nuestro gran poeta, que es ya una palabra que circula por el mundo entero, que se ha incorporado ya a todas las lenguas vivientes de hoy y cuyas sílabas se modularon por vez primera en las calles trujillanas.
Y con el nombre del célebre libro también ha puesto sobre sus espaldas su enorme responsabilidad por el porvenir. Debo expresar mi agradecimiento de modo especial a Teodoro Rivero-Ayllón y al poeta Julio Garrido Malaver que han tenido frases tan delicadas para mí, y a los poetas que acaban de recitar sus magníficos versos en mi honor. Les renuevo mi gratitud por este cordialísimo homenaje, hermanos jóvenes de Trujillo, y antes de que mi emoción irrumpa a través de los ojos, antes de que las lágrimas empapen mis pupilas, les digo de nuevo, gracias muchas gracias”.

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