miércoles, 31 de diciembre de 2014

Revolución Cubana: hasta 570 y más…





Este 1 de enero de 2015 la Revolución Cubana encabezada por su líder histórico, Fidel Castro, el presidente Raúl Castro, y protagonizada por el pueblo de la nación caribeña, celebrará su 56 cumpleaños con el augurio de que cumplirá muchos más, y verá sepultado definitivamente el prolongado e injusto bloqueo de Estados Unidos. Como afirmó Raúl al final de su reciente intervención ante al Parlamento, la isla caribeña de seguro festejará 570 años, y más, del comienzo de su proceso emancipador, un certero mensaje de que nada ni nadie podrá revertirlo.
La propia historia se ha encargado de mostrar que la Revolución iniciada en 1959 es invencible porque la mayor de las Antillas ha tenido que desafiar disimiles obstáculos, y hasta prácticamente quedarse sola, enfrentando al más potente adversario del mundo, su cercano vecino del Norte.
Decir o pensar otra cosa significa no conocer a los cubanos, su intensa y larga trayectoria de luchas por su independencia desde las contiendas de los Mambises contra el colonialismo español, es dudar de su inteligencia y capacidad de resistencia, y subestimar sus triunfos en todos los campos de batalla.
En más de un cuarto de siglo Cuba ha vencido invasiones militares, la denominada Crisis de los Misiles, agresiones terroristas de todo tipo, provocaciones constantes de mercenarios al servicio de potencias extranjeras, campañas mediáticas sin precedentes, y el cerco económico, comercial y financiero impuesto por sucesivas administraciones norteamericanas, y que aun se mantiene.
Como reza un refrán popular, el que persevera triunfa, y es esa persistencia en no dejarse aplastar la que ha sido clave en todos sus éxitos, y en el prestigio internacional logrado por el más grande archipiélago caribeño.
En el aval de la Revolución Cubana, constituye un elemento primordial su marcado espíritu solidario, inculcado por Fidel, hacia los países más pobres, tanto en sus luchas contra el neocolonialismo y por su soberanía, como en el bienestar de sus pueblos en las esferas de la salud, la educación, la cultura y el deporte, por citar algunos de los derechos fundamentales de los seres humanos.
La isla Bonita, como la llaman muchos, ha ofrecido y compartido siempre, con dignidad y modestia, lo poco que ha tenido, nunca lo que le ha sobrado.
Como subrayé en un artículo anterior, algunos descolocados, unos llenos de rabia y otros con marcada ingenuidad, insisten en el supuesto peligro que significará para Cuba la normalización de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
A esos, nada más decirles, no hagan comparaciones y menos fuera de contexto, repasen la historia de la nación caribeña, y no olviden el ejemplo de los Cinco antiterroristas, Gerardo Hernández, Ramón Labaniño, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, hijos legítimos, como muchos, de la Revolución Cubana.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Fuente: Rebelión

Un Tema de Actualidad. Especialista en Informática. Pero tendré que seguir buscando empleo.








Un Tema de Actualidad
Especialista en Informática
Pero tendré que seguir buscando empleo



CANDIDATO A EMPLEO MAYOR DE 60 AÑOS

Un hombre mayor de 70 años contestó un examen de aptitud para trabajar.
Perplejo porque no lo contrataron, mandó copia del examen a un amigo suyo, también de 70 años, para ver si detectaba algún error en sus respuestas.
El amigo, al ver las excelentes respuestas, también quedó asombrado de que no lo hubiesen contratado y opinó que él lo hubiera calificado con 10 sobre 10.

Veamos el cuestionario con sus respectivas respuestas:

-¿Qué es un Megabyte?
En inglés, significa un gran mordisco.
-¿Qué es un Disco duro?
Cualquier disco de Rock pesado.
-¿Qué significa Zip?
Lo contrario de Nop.
-¿Qué es un Ratón?
El pequeño de una rata grande
-¿Qué es un Chip?
El compañero de la ardillita Dale. Juntos fueron creados por Disney para la serie cómica "Chip and Dale".
-¿Qué es un quemador de discos?
Tipo que repite un disco hasta que lo daña.
-¿Qué significa inyección de tinta?
Lo que hacen los pulpos al expulsar su tinta para confundir a la presa que atacan.
-¿Qué significa no break?
Prohibición del "break dance", baile de los 80s.
-¿Qué significa fuera de registro?
Persona sin registro electoral.
-¿Qué significa selección de color?
Equipo de fútbol conformado por negros.
-¿Qué significa tabloide?
Un pedazoide de maderoide.
-¿Qué significa tamaño oficio?
Es otra manera de decir "trabajo"
-¿Qué es una foto digital?
Tomarle una foto a un dedo de la mano.
-¿Qué es Mouse?
Es el apellido paterno de Mickey (no sé cuál es el materno).
-¿Qué es Macromedia?
Una media grande para las piernas de las gordas.
-¿Qué es Memoria RAM?
Recordar un modelo de Camioneta Chrysler

El amigo respondió:

-"Viejo, LA VERDAD ES QUE NO ENTIENDO POR QUÉ NO TE CONTRATARON. EL EXAMEN ESTÁ PER-FEC-TO"



¿Habrá un puestico para mí, por ahí?
Ragarro
31.12.14

martes, 30 de diciembre de 2014

COLOMBIA INVISIBLE



La Colombia invisible, dirigido por Unai Aranzadi (producido por Independent Docs para la Mundubat Fundazioa
Tan solo desde la década de 1980, se contabilizan 5 millones de desplazados, más de 100.000 desaparecidos, 3.000 sindicalistas asesinados, y un promedio de 10.000 asesinatos con tinte político al año. Cifras que superan la criminalidad que vivieron los países del cono sur latinoamericano bajo las terribles dictaduras de los años 1960 y 1980.
http://vimeo.com/99620123



COLOMBIA INVISIBLE from Monde diplomatique en español on Vimeo.

Fuente: Internacionalistas36

Un Tema de Actualidad (3-3) UN PASO HACIA EL CENTENARIO

Un Tema de Actualidad (3-3)

UN PASO HACIA EL CENTENARIO

I


I N S I S T I R

I
Cuando vayan mal las cosas
Como a veces suelen ir.
Cuando ofrezca tu camino
Sólo cuestas que subir.

II
Cuando tengas poco haber
Pero mucho que pagar,
Y precises sonreír
Aun teniendo que llorar.

III
Cuando el dolor te agobie
Y no puedas ya sufrir,
Descansar acaso debes...
Pero nunca desistir.

IV
Tras las sombras de la duda,
Ya plateadas, ya sombrías,
Puede bien estar el triunfo
Y no el fracaso que temías.

V
Y no es dable a tu ignorancia
Figurarte cuán cercano
Puede estar el bien que anhelas
Y que juzgas tan lejano.

VI
Lucha, pues, por más que tengas
En la brega que sufrir...
Cuando esté peor todo
¡Más debemos insistir!

Rudyard
Kipling



II
Se cierra este año 2014, y es oportuno hacer un balance de este paso inicial. Hay logros de peso, y hay limitaciones también de peso.
Nuestro país tiene dos características básicas:
-Primero: formalmente somos un país políticamente independiente, pero básicamente somos un país económicamente colonial. Sólo la mentalidad colonial puede resaltar un aspecto y negar el otro. Pero este año, con el desenmascaramiento del crecimiento económico extractivista, “crecimiento superior a China”, a la mentalidad colonial le queda cada vez menos espacio para persistir en su demagogia oscurantista. Y queda cada vez más espacio para la lucha consecuente contra el neocolonialismo
-Segundo: como lastre del antiguo colonialismo somos un país básicamente de dualidad demográfica quechua-español. En una se incluye todas las etnias precolombinas (preincaicas, incaicas, selvícolas); en otra se incluye los descendientes de europeos, africanos, asianos. Esta característica es básica para propugnar la lucha por un Perú Integral, por un Perú de Todas las Sangres.
De estas dos características salen las dos consignas básicas:


¡Luchar por un Perú Integral!
¡Luchar por la liberación de sus fuerzas productivas!


Pero la principal fuerza productiva es el Factor Humano, el Factor Trabajo. Entonces, las dos consignas son en esencia una:


¡Liberar el Factor Humano, Liberar el Factor Trabajo!


Por eso a este Factor Humano, a este Factor Trabajo hay que integrarlo. Y eso no lo puede lograr ni la izquierda protestataria ni el nacionalismo étnico. Las recientes experiencias muestran y demuestran lo contrario, un pueblo largo tiempo dividido “racialmente” por parte y parte y hasta con la “generosa” ayuda de un multimillonario yanqui siguiendo la táctica imperial de “dividir para dominar”
En cambio el Socialismo Humanista Peruano, por su posición teórico-práctica sí puede lograr el anhelo de un Perú Integral, de un Perú de Todas las Sangres.
Sin embargo, el factor humano peruano tiene una limitación propia. Si por una parte debemos reivindicar su solidaridad ancestral, (ayuda mutua-cooperación laboral-iniciativa individual), por otra parte debemos enfrentar en la realidad actual la limitación propia del individualismo huachafo, que por su angustiosa necesidad de sobrevivencia es reacio a aceptar que la organización decuplica las fuerzas.
Esta limitación subyace en la relación labor de sobrevivencia-labor de activista. Por la precariedad laboral impuesta por el capitalismo marginal parasitario y rentista, la agotadora jornada laboral deja poco margen para la labor de activista. Pero las Nuevas Oleadas de Activistas NOA sabrán superar esta limitación.
En las NOA no funciona la discriminación por edad ni por sexo. Eso de “los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra”, eso de “mujer de cabellos largos e ideas cortas”, no ha funcionado en el pasado y menos puede funcionar ahora. Por eso,
¡CUANDO ESTÉ PEOR TODO MÁS DEBEMOS INSISTIR!
Ragarro
30.12.14

viernes, 26 de diciembre de 2014

POR LA DEFENSA DEL SALARIO

POR LA DEFENSA DEL SALARIO
(26 de diciembre de 2014)
Por Miguel Aragón
La lucha por mejores condiciones de trabajo, y la lucha por mejores condiciones de vida, son dos luchas permanentes del pueblo trabajador desde los mismos inicios del régimen capitalista hasta el presente. Estas luchas reivindicativas son dos constantes en la historia de los trabajadores en todos los países del mundo, y también  es una constante en la historia de los trabajadores en el Perú.
Las luchas por la disminución de la jornada de trabajo y por el aumento de salarios, están indisolublemente ligadas, y son parte sustancial del desarrollo de  la acción clasista de los trabajadores asalariados.
LA LUCHA POR LA DISMINUCIÓN DE LA JORNADA DE TRABAJO
A fines del siglo XIX, el crecimiento capitalista en nuestro país recibió un enérgico impulso, el cual  se prolongó por más de treinta años (desde 1895 hasta 1930). Durante ese lapso, la sobreexplotación de los trabajadores asalariados enriqueció vertiginosamente a las diferentes facciones de la clase propietaria de los medios de producción, a la burguesía agro-exportadora (azúcar y algodón), a la burguesía minera (petróleo y cobre), a la burguesía contratista de obras públicas (puertos y carreteras), y también a la incipiente burguesía industrial (textiles y calzado). Por encima de  todas esas facciones, la sobreexplotación enriqueció principalmente a la parasitaria burguesía comercial y bancaria, facción burguesa improductiva que  asumió  la dirección del poder político  y el control directo del estado en 1919, desplazando a la obsoleta clase terrateniente feudal.
Al comienzo de esa larga etapa de crecimiento capitalista, desde 1895 en adelante, la jornada laboral de los trabajadores asalariados en todo el país era de 12 a 14 horas diarias, durante los siete días de la semana, y durante los 365 días del año, sin derecho a descanso semanal (descanso dominical) y sin derecho a descanso anual (vacaciones). La esclavitud asalariada, impuesta por el moderno modo capitalista de producción, se impuso en el país sobre los hombros de la miseria de los miles de empobrecidos trabajadores.
Como era natural y lógico,  la explotación por parte de la clase propietaria necesariamente generó la resistencia organizada de los trabajadores, y es así como  las primeras generaciones de trabajadores asalariados lucharon heroicamente por conquistar sus primeras reivindicaciones laborales. Las primeras victorias  se consiguieron  en los sectores económicos estratégicos, y poco a poco se fueron generalizando a sectores más amplios. 
Los trabajadores portuarios del Callao fueron los primeros trabajadores asalariados en conquistar la jornada laboral de las 8 horas diarias, y los seis días semanales, con derecho a descanso dominical. Esa primera conquista laboral se consiguió el año 1913, hace cien años. En un país convertido por la  burguesía  en país agro exportador, el trabajo portuario era una de las actividades económicas más importantes y sector estratégico para el funcionamiento del conjunto  de la economía. Ante las constantes huelgas de los trabajadores portuarios que periódicamente paralizaban la circulación de mercancías, y bloqueaban el movimiento de barcos y ferrocarriles,  afectando las lucrativas ganancias del comercio de exportación e importación, la clase propietaria se vio forzada a aceptar la reivindicación de la jornada de las 8 horas de ese sector de la clase trabajadora.
Ese gran ejemplo de la acción clasista de los trabajadores portuarios,  rápidamente fue propagandizado y asimilado por los trabajadores de las otras ramas económicas, y seis años después, en enero de 1919, los obreros de las más importantes empresas industriales, comerciales y de transportes  de Lima, en tenaz y prolongada lucha huelguística,   conquistaron el derecho a la jornada laboral de 8 horas y la jornada laboral de seis días con derecho al descanso dominical.
Esa lucha reivindicativa de carácter económico, por la cual habían luchado durante más de veinte años,  se elevó a lucha política, cuando el gobierno de turno representante de la clase propietaria, reconoció con carácter de ley  la reciente conquista laboral. Años después los trabajadores  conquistaron la jornada de trabajo de once meses al año, con derecho a un mes de descanso (vacaciones de treinta días al año).
Los jornales dominicales (cincuenta jornales al año) y los treinta jornales  durante las vacaciones una vez al año, que comenzaron a percibir los trabajadores, “no son regalos”,  dádivas, ni generosos favores,   otorgados por  la clase propietaria. Esos ochenta jornales  forman parte del salario de los trabajadores, son parte del salario diario que asume la forma de salario diferido.
Los salarios dominicales y los salarios de vacaciones que comenzaron a recibir los trabajadores asalariados, son “descuentos que se hacen diariamente del total de sus salarios”, son retenciones  que después se le entregan a fin de semana, o a fin de año, dando la apariencia que  fueran un “pago extra”, cuando realmente son una parte retenida de su propio salario diario.  
            Al presentarse y pagarse en forma desdoblada y diferida, la clase propietaria los declara “sobrecostos laborales” y constantemente busca la forma de recortarlos, apropiándose de esas partes del salario, tal como está ocurriendo en estos momentos, con su pretendida “ley de empleo juvenil” que intenta imponer el sumiso gobierno de la “gran transformación”.
LA LUCHA POR AUMENTO DE SALARIOS
Por otro lado, los trabajadores además de luchar por la disminución de la jornada de trabajo, también han luchado permanentemente por el aumento de salarios para cubrir sus gastos mínimos, que le permitan sobrevivir ellos mismos y reproducirse familiarmente. La lucha por la defensa de los salarios es y será una lucha permanente.
El precio de venta de la fuerza de trabajo se determina por la ley del valor. Los salarios,   como cualquier otra  mercancía, también están sujetos a las fluctuaciones de la oferta y la demanda en el mercado. En los ciclos de crecimiento capitalista, al aumentar la demanda de más trabajadores en la industria y el comercio, el precio de la fuerza de trabajo (los salarios) por lo general sube; mientras que en los ciclos de estancamiento y crisis económica,  los precios de los salarios por lo general disminuyen.
Desde que existen trabajadores asalariados organizados en nuestro país, que luchan por la defensa del salario, la fluctuación de los salarios ha sido una constante, que se repite ciclo tras ciclo.
Durante los ciclos de crecimiento capitalista, periodos en los cuales  se acrecienta la fuerza de las luchas de los trabajadores asalariados, muchas veces la clase propietaria se ve obligada a tener que aceptar una parte reducida de los aumentos de salarios que exigen  los trabajadores. Pero, mediante “mil artimañas”, la burguesía busca la forma de fraccionar y encubrir los aumentos, con la finalidad de escamotearlos en la primera  oportunidad que se le presente.  La burguesía propietaria de los medios de producción difícilmente acepta aumentos en el monto del “salario básico”. Por el contrario,  cuando ya no puede oponerse, la burguesía por lo general opta por aceptar aumentos bajo la forma de diversas modalidades del “salario diferido”.
La  compensación anual por tiempo de servicios (CTS), al igual que el pago de pensión por jubilación (vía SNP o AFP), así como las llamadas “gratificaciones” de fin de año, y de medio año, al igual que las “bonificaciones” por escolaridad o por movilidad, son diversas modalidades del salario diferido.
Esos aparentes “pagos extras” no salen de las ganancias de la clase propietaria, no forman parte de la plusvalía, sino que salen directamente de los propios salarios de los trabajadores, forman parte del capital variable. Esos supuestos “pagos extraordinarios”, que la clase propietaria los considera “sobrecostos laborales”, son el resultado de los descuentos que se hace a los jornales diarios de los trabajadores,  son  una especie de ahorro forzoso.  
La lógica de la clase propietaria es muy burda y simple: “diariamente te descuento una parte de tus salarios”, y después “te lo devuelvo como generosa gratificación”.  Lo mismo ocurre con el llamado “reparto de utilidades”, el cual también es una parte del salario diferido que solamente se distribuye en las empresas más rentables del país.
            Después de fraccionar el monto total del salario diario  en varias formas de salario diferido, la clase propietaria busca apropiarse permanentemente de esas modalidades de descuentos temporales de los salarios, promoviendo cambios en la legislación laboral para recortarlos e incluso anularlos definitivamente. Así está ocurriendo en estos momentos, con la pretendida “Ley de Empleo Juvenil”. (continuará) 

Un Tema de Actualidad (2-3) OBEDECER Y MANDAR

Un Tema de Actualidad (2-3)
OBEDECER Y MANDAR
            La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros seres para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como esclavo, y de esta suerte el interés del señor y el del esclavo se confunden.                                                          Pág. 24
            Lo que prueba claramente la necesidad natural del Estado y su superioridad sobre el individuo es que, si no se admitiera, resultaría que puede el individuo entonces bastarse a sí mismo aislado así del todo como del resto de las partes; pero aquel que no puede vivir en sociedad y que en medio de su independencia no tiene necesidades, es un bruto o un dios.                                                                                                         Pág. 26
Es preciso ver ahora si hay hombres que sean tales por naturaleza o si no existen, y si, sea de esto lo que quiera, es justo y útil el ser esclavo, o bien si toda la esclavitud es un hecho contrario a la naturaleza. La razón y los hechos pueden resolver fácilmente estas cuestiones. La autoridad y la obediencia no son sólo cosas necesarias, sino que son eminentemente útiles. Algunos seres, desde el momento en que nacen, están destinados, unos a obedecer, otros a mandar; aunque en grados muy diversos en ambos casos. La autoridad se enaltece y se mejora tanto cuanto lo hacen los seres que la ejercen o a quienes ella rige. La autoridad vale más en los hombres que en los animales, porque la perfección de la obra está siempre en razón directa de la perfección de los obreros, y una obra se realiza dondequiera que se hallan la autoridad y la obediencia. Estos dos elementos, la obediencia y la autoridad, se encuentran en todo conjunto formado de muchas cosas que conspiren a un resultado común, aunque por otra parte estén separadas o juntas. Ésta es una condición que la naturaleza impone a todos los seres animados, y algunos rastros de este principio podrían fácilmente descubrirse en los objetos sin vida: tal es, por ejemplo, la armonía en los sonidos. Pero ocuparnos de esto nos separaría demasiado de nuestro asunto.
Por lo pronto, el ser vivo se compone de un alma y de un cuerpo, hechos naturalmente aquélla para mandar y éste para obedecer. Por lo menos así lo proclama la voz de la naturaleza, que importa estudiar en los seres desenvueltos según sus leyes regulares y no en los seres degradados. Este predominio del alma es evidente en el hombre perfectamente sano de espíritu y de cuerpo, único que debemos examinar aquí. En los hombres corrompidos, o dispuestos a serlo, el cuerpo parece dominar a veces como soberano sobre el alma, precisamente porque su desenvolvimiento irregular es completamente contrario a la naturaleza. Es preciso, repito, reconocer ante todo en el ser vivo la existencia de una autoridad semejante a la vez a la de un señor y a la de un magistrado; el alma manda al cuerpo como un dueño a su esclavo, y la razón manda al instinto como un magistrado, como un rey; porque, evidentemente, no puede negarse que no sea natural y bueno para el cuerpo obedecer al alma, y para la parte sensible de nuestro ser obedecer a la razón y a la parte inteligente. La igualdad o la dislocación del poder, que se muestra entre estos diversos elementos, sería igualmente funesta para todos ellos. Lo mismo sucede entre el hombre y los demás animales: los animales domesticados valen naturalmente más que los animales salvajes, siendo para ellos una gran ventaja, si se considera su propia seguridad, el estar sometidos al hombre.  Pág. 29
            En la constitución republicana se pasa de ordinario alternativamente de la obediencia al ejercicio de la autoridad, porque en ella todos los miembros deben ser naturalmente iguales y semejantes en todo; lo cual no impide que se intente distinguir la posición diferente del jefe y del subordinado, mientras dure, valiéndose ya de un signo exterior, ya de ciertas denominaciones o distinciones honoríficas.                             Pág. 43
            Y en general, el ser formado por la naturaleza para mandar y el destinado a obedecer, ¿deben poseer las mismas virtudes o virtudes diferentes? Si ambos tienen un mérito absolutamente igual, ¿de dónde nace que eternamente deban el uno mandar y el otro obedecer? No se trata aquí de una diferencia entre el más y el menos; autoridad y obediencia difieren específicamente, y entre el más y el menos no existe diferencia alguna de este género. Exigir virtudes a uno y no exigirlas al otro sería aún más extraño. Si el ser que manda no tiene prudencia ni equidad, ¿cómo podrá mandar bien? Si el ser que obedece está privado de estas virtudes, ¿cómo podrá obedecer cumplidamente? Si es intemperante y perezoso, faltará a todos sus deberes. Evidentemente, es necesario que ambos tengan virtudes tan diversas como lo son las especies de seres destinados por la naturaleza a la sumisión. Esto mismo es lo que hemos dicho ya al tratar del alma. La naturaleza ha creado en ella dos partes distintas: la una destinada a mandar, la otra a obedecer, siendo sus cualidades bien diversas, pues que la una está dotada de razón y privada de ella la otra. Esta relación se extiende evidentemente a los otros seres, y respecto de los demás de ellos la naturaleza ha establecido el mando y la obediencia. (…) Lo mismo sucede necesariamente respecto a las virtudes morales. Se las debe suponer existentes en todos estos seres, pero en grados diferentes, y sólo en la proporción indispensable para el cumplimiento del destino de cada uno de ellos. El ser que manda debe poseer la virtud moral en toda su perfección. Su tarea es absolutamente a la del arquitecto que ordena, y el arquitecto en este caso es la razón. En cuanto a los demás, deben estar adornados de las virtudes que reclamen las funciones que tienen que llenar.                                                                                                                              Pág. 44
Pero ¿quién podrá entonces reunir esta doble virtud, la del buen ciudadano y la del hombre de bien? Ya lo he dicho: el magistrado digno del mando que ejerce, y que es, a la vez, virtuoso y hábil: porque la habilidad no es menos necesaria que la virtud para el hombre de Estado. Y así se ha dicho que era preciso dar a los hombres destinados a ejercer el poder una educación especial; y realmente vemos a los hijos de los reyes aprender particularmente la equitación y la política. Eurípides mismo, cuando dice: Nada de esas vanas habilidades, que son inútiles para el Estado, parece creer que se puede aprender a mandar. Luego, si la virtud del buen magistrado es idéntica a la del hombre de bien, y si se permanece siendo ciudadano en el acto mismo de obedecer a un superior, la virtud del ciudadano, en general, no puede ser entonces absolutamente idéntica a la del hombre de bien. Lo será sólo la virtud de cierto y determinado ciudadano, puesto que la virtud de los ciudadanos no es idéntica a la del magistrado que los gobierna; y éste era, sin duda, el pensamiento de Jasón cuando decía que “se moriría de miseria si dejara de reinar, puesto que había aprendido a vivir como simple particular” No se estima como menos elevado el talento de saber, a la par, obedecer y mandar; y en esta doble perfección, relativa al mando y a la obediencia, se hace consistir ordinariamente la suprema virtud del ciudadano. Pero si el mando debe ser patrimonio del hombre de bien y el saber obedecer y el saber mandar son condiciones indispensables en el ciudadano, no se puede, ciertamente, decir que sean ambos dignos de alabanzas absolutamente iguales. Deben concederse estos dos puntos: primero, que el ser que obedece y el que manda no deben aprender las mismas cosas; segundo, que el ciudadano debe poseer ambas cualidades: la de saber ejercer la autoridad y la de resignarse a la obediencia. He aquí cómo se prueban estas dos aserciones.
Hay un poder propio del señor, el cual, como ya hemos reconocido, sólo es relativo a las necesidades indispensables de la vida: no exige que el mismo ser que manda sea capaz de trabajar. Más bien, exige que sepa emplear a los que le obedecen: (…) En el Estado no se trata de señores ni de esclavos; en él no hay más que una autoridad, que se ejerce sobre seres libres e iguales por su nacimiento. Ésta es la autoridad política que debe conocer el futuro magistrado, comenzando por obedecer él mismo; así como se aprende a mandar un cuerpo de caballería siendo simple soldado; a ser general, ejecutando las órdenes de un general; a conducir una falange, un batallón, sirviendo como soldado en éste o en aquella. En este sentido es en el que puede sostenerse con razón que la única y verdadera escuela de mando es la obediencia.
No es menos cierto que el mérito de la autoridad y el de la sumisión son muy diversos, bien que el buen ciudadano deba reunir en sí la ciencia y la fuerza de la obediencia y del mando, consistiendo su virtud precisamente en conocer estas dos fases opuestas del poder que se ejerce sobre los seres libres. También debe conocerlas el hombre de bien, y si la ciencia y la equidad con relación al mando son distintas de la ciencia y la equidad respecto de la obediencia, puesto que el ciudadano subsiste siendo libre en el acto mismo que obedece, las virtudes del ciudadano, como, por ejemplo, su ciencia, no pueden ser constantemente las mismas, sino que deben variar de especie, según que obedezca o que mande. Del mismo modo, el valor y la prudencia difieren completamente de la mujer al hombre. Un hombre parecería cobarde si sólo tuviese el valor de una mujer valiente; y una mujer parecería charlatana si no mostrara otra reserva que la que muestra el hombre que sabe conducirse como es debido. Así también en la familia, las funciones del hombre y las de la mujer son muy opuestas, consistiendo el deber de aquel en adquirir, y el de ésta en conservar. La única virtud especial exclusiva del mando es la prudencia; todas las demás son igualmente propias de los que obedecen y de los que mandan. La prudencia no es virtud del súbdito; la virtud propia de éste es una justa confianza en su jefe; el ciudadano que obedece es como el fabricante de flautas; el ciudadano que manda es como el artista que debe servirse del instrumento.
Págs. 89-91
Ahora bien, el ciudadano en general es el individuo que tiene participación en la autoridad y en la obediencia pública, siendo por otra parte condición del individuo variable según la constitución; y en la república perfecta es el individuo que puede y quiere libremente obedecer y gobernar sucesivamente en conformidad con los preceptos de la virtud.                                                                                                         Pág. 107
Estando compuesta siempre la asociación política de jefes y subordinados, pregunto si la autoridad y la obediencia deben ser alternativas o vitalicias. Es claro que el sistema de la educación deberá atenerse a esta gran división de los ciudadanos.
Pág. 145
Sin embargo, es incontestable que debe haber alguna diferencia entre los jefes y los subordinados. ¿Cuál será esta diferencia y cuál el modo de dividir el poder? Tales son las cuestiones que debe resolver el legislador. (…) El mérito o el vicio de una acción no se encuentran tanto en la acción misma como en los motivos que la inspiran y en el fin de cuya realización se trata.                                                                     Pág. 146

Nota.- Estos párrafos corresponden a La Política, de Aristóteles (384-322 a.n.e), Ediciones Universales, Bogotá, 270 págs., 12 x 17 cms., diciembre 2000
Hace 25 siglos el gran pensador griego trató este tema de manera dialéctica, exhaustiva. Pero en nuestra mamapacha aún se rechaza la relación interna de mando-obediencia. Más de un intelectual “de avanzada” actúa silenciando que la única y verdadera escuela de mando es la obediencia. (El mandar obedeciendo maya-azteca) Su rechazo al respecto no es sino expresión de nuestro torpe individualismo huachafo, que las nuevas oleadas de activistas NOA también enfrentarán y superarán. Por eso,
           ¡HAY, HERMANOS, MUCHÍSIMO QUÉ HACER!
Ragarro
26.12.14

miércoles, 24 de diciembre de 2014

EL IDEAL SOCIALISTA

Un Tema de Actualidad (1-3)

EL IDEAL SOCIALISTA
Paul Lafargue, 1906
Desde hace algún tiempo los compañeros alemanes discuten, sin llegar a ponerse de acuerdo, sobre si el socialismo es o no una ciencia. En mi opinión, el problema tiene una solución muy sencilla si se plantea como sigue: el socialismo no puede ser una ciencia, por la sencilla razón de que es un partido de clase llamado a desaparecer en el momento en que haya cumplido su razón de ser, es decir tras la abolición de las clases sociales que le han dado vida; y, por otra parte, el objetivo que pretende alcanzar el socialismo es totalmente científico.
Como muy acertadamente decía Guizot -que tenía una vaga idea de lo que es la lucha de clases, y sobre todo de esa dramática lucha de clases que es la Revolución-, una clase no puede emanciparse en tanto no haya llegado a poseer las condiciones necesarias para hacerse cargo de la dirección de toda la sociedad. Y una de tales condiciones es, desde luego, llegar a concebir correcta y precisamente el orden social que se trata de instaurar. Sin embargo, un tal concepto sólo puede ser lo que se llama “un ideal social”, o para emplear la terminología científica, una hipótesis que, al igual que todas las hipótesis -tanto las que se forman en las ciencias naturales como las que se realizan en las ciencias sociales-, puede concebirse a su vez como utópica o como científica.
El socialismo, partido político de la clase oprimida, tiene un ideal en torno al cual se agrupan y organizan los esfuerzos de todos los individuos que desean edificar, sobre las ruinas de la sociedad capitalista cuyos cimientos son la propiedad individual, una sociedad ideal hipotética basada en la propiedad común de los medios de producción.
Así pues el socialismo moderno aspira a realizar un ideal utilizando como medio más adecuado la lucha de clases, y cree poseer todas las condiciones necesarias para ser considerado como “una hipótesis científica”. El hecho de tener un objetivo científico y de esperar cumplirlo utilizando la lucha de clases, distingue a este socialismo de aquel otro anterior a 1848, que perseguía alcanzar un ideal social mediante la armonía entre las clases. Aquel socialismo no podía ser, considerando el momento histórico en que fue concebido, más que utópico. Pero el socialismo se ha convertido en un ideal que ha pasado de ser utópico a ser científico: Engels ha trazado los grandes rasgos de esta evolución en su obra Socialismo utópico y Socialismo científico, por cierto muy notablemente. En todas las doctrinas científicas sucede lo mismo: comienzan por la utopía y acaban en el conocimiento positivo, siguiendo el camino impuesto por la propia naturaleza del espíritu humano.
La trayectoria del hombre es una constante progresión, tanto en la vida social como en la intelectual, que va dejando atrás lo conocido para adentrarse con creciente ahínco en lo desconocido, previamente representado como ideal en su imaginación. Y esta concepción imaginaria constituye uno de los más poderosos incitantes con que debe contar la acción revolucionaria. Por lo tanto, no tiene nada de extraño el que los Bernstein alemanes y los Jaurés franceses -que intentan “domesticar” el socialismo y hacerle marchar a remolque del liberalismo- lo rechacen, so pretexto de que hipnotiza a los adeptos con una imagen ideal de la vida en el año 3000, que les obliga a vivir con la esperanza en una catástrofe mesiánica y a no aceptar las ventajas inmediatas de una armonía y una colaboración efectiva con los partidos burgueses. Además, dicen ellos, es una especie de alucinación compuesta de las más chocantes y estúpidas ideas: concentración de las riquezas, desaparición de la pequeña industria y de la clase media, antagonismo progresivo entre las clases, generalización e intensificación de la miseria obrera, etc.; y añaden que tales chocante y estúpidas ideas, desde luego totalmente erróneas, puede ser que fueran hipótesis posibles antes de 1848, pero los hechos posteriores a esa fecha han demostrado con toda evidencia su falsedad. Para concluir, afirman que ese desdichado ideal impide “descender de las alturas revolucionarias” para “aceptar las responsabilidades del Poder”, y también transigir que no falte ni un céntimo ni un soldado a las expediciones coloniales que llevan a los pueblos bárbaros el trabajo, el cristianismo, la sífilis y el alcoholismo de la civilización.
Los neometodistas del antiguo y gastado evangelio de las fraternidad entre las clases, aconsejan a los socialistas que abandonen su ideal (pues desgraciadamente seduce a las masas populares, perjudicándolas gravemente), que no hablen se sueños imposibles y que se consagren al servicio de las necesidades prácticas, a los “vastos” planes de producción agrícola e industrial cooperativizada y de enseñanza en las Universidades populares, etc., etc. En realidad, todas estas prácticas que bordean el oportunismo más flagrante, están concebidas para que las sigan los idealistas trascendentalistas, los que van por el mundo con los ojos fijos en las estrellas, los que reemplazan las ideas por una brillante orquestación de palabras altisonantes y de principios eternos…
Los Pierre J. Proudhon de ese idealismo burgués, se meten en todo y con todo. Finalizada la revolución de 1789 reprocharon a los sabios sus hipótesis y sus teorías, afirmando que su obligación era limitarse a estudiar únicamente los hechos en sí mismos, sin deducir de cada uno de ellos un sistema general. Ahora recriminan a los fisiólogos lo que, a su juicio, es perder el tiempo elaborando hipótesis sin haber conseguido explicar todavía lo que sucede en un músculo que se contrae o en un cerebro que piensa; se quejan de las hipótesis que formulan los físicos, cuando aún desconocen la naturaleza real de la elasticidad o de la transmisión eléctrica, ni tampoco lo que sucede cuando se disuelve un terrón de azúcar; pretenden impedir a los hombres de ciencia, en una palabra, que realicen cualquier tipo de especulaciones, y ello aludiendo a la posibilidad de que pudiera resultar aventurado e incluso erróneo; y así sucesivamente. Sin embargo, quienes esto sostienen manifiestan sin ambages que la imaginación es una de las primeras y más indispensables facultades del sabio, y que las hipótesis por ellos sentidas constituyen, aun siendo falsas, la condición necesaria de todo desarrollo científico.
Una hipótesis es tanto más indemostrable y susceptible de resultar errónea cuanto menos ciertos y numerosos sean los elementos que la integran. Así, tomando como referencia la ciencia helena -que indudablemente ofreció una concepción nueva del mundo-, vemos cómo hubo de recurrir, en aquella época en que tan rudimentarios eran los conocimientos que se poseían sobre los fenómenos de la naturaleza, a indicios que siempre serán considerados, por su atrevimiento y acertada intuición, como auténticamente maravillosos en la historia del progreso de la conciencia humana. Un ejemplo: después de haber admitido la opinión vulgar de que la tierra era plana y el templo de Delfos estaba en su centro, la ciencia griega admitió la hipótesis de la esfericidad de planeta terráqueo, entonces imposible aún de demostrar.
El socialismo, que sólo data de los primeros años del siglo XIX, admitió en sus principios algunas hipótesis erróneas y se fijó un ideal utópico por la sencilla razón de que el mundo que se proponía transformar, todavía estaba en vías de formación y por tanto le era desconocido.
Cuando apareció el socialismo, la máquina movida a vapor empezaba a introducirse en la industria y a desterrar los útiles de trabajo existentes hasta entonces, que debían ser accionados por la fuerza humana y sólo en muy contados casos por la fuerza del viento y las corrientes fluviales. Es lógico pues, como hace notar Engels, que en tales condiciones los pensadores socialistas no tuvieran más remedio que imaginarse el ideal, puesto que no lo podían deducir científicamente del tumultuoso mundo económico en vías de transformación plena.
Y no obstante ello, fue su obra indiscutible la que recogió e infundió nueva vida al ideal comunista que dormitaba en la conciencia de los hombres, haciendo despertar los recuerdos de aquel comunismo de la sociedad primitiva que la mitología poética griega llama Edad de Oro. Para esos primeros socialistas se trataba de restablecer el comunismo, no porque el medio económico en evolución propiciara su introducción, sino porque los seres humanos de la época padecían miseria, porque la justicia e igualdad eran sistemáticamente violadas y porque los preceptos de Cristo se habían convertido en algo totalmente acomodaticio y adulterado.
Aquel ideal comunista de los primeros tiempos no era producto de la realidad económica, sino una inconsecuente reminiscencia del pasado que provenía de concepciones idealistas de una justicia, una igualdad y una ley evangélica no menos idealistas. Era una especie de socialismo de segundo grado, una utopía por lo tanto.
Pero a los socialistas de la primera mitad del siglo pasado, que han hecho revivir el ideal comunista en toda su pujanza, debe reconocérseles el extraño mérito de haberle dado una consistencia menos idealista. Sus obras hablan poco de la religión cristiana, de la justicia y de la igualdad. Por ejemplo, Robert Owen hace responsables de los males sociales a la familia, la propiedad y la religión; y Charles Fourier emplea su incomparable ironía para criticar sin tregua las ideas de justicia y de moral introducidas por la Revolución burguesa de 1789. No lloran sobre las miserias de los pobres, como lo hacían Víctor Hugo y los charlatanes del romanticismo, sino que abordan el problema social tomándolo bajo su aspecto más real, sabiendo que sólo así será posible encontrarle solución. Procuran demostrar que, organizando socialmente la producción será posible llegar a satisfacer las necesidades de todos, sin reducir la parte correspondiente a cada uno.
En aquellos años, la preocupación más acuciante de los capitalistas era organizar el trabajo conforme a las nuevas necesidades creadas por la introducción del vapor en la industria. Así pues, los burgueses perseguían el mismo fin que los socialistas, pero por distintos propósitos; en consecuencia, estaba dentro de lo posible que llegaran a un acuerdo. Y lo que importa no es saber si llegaron o no a ponerse de acuerdo, sino extraer toda su significación del hecho de que en las filas socialistas de entonces se alineaban gran cantidad de ingenieros e industriales en general que, después de haber manifestado sus simpatías a los proletarios poniéndose a su lado, pasaron a ocupar puestos importantes de la sociedad capitalista en cuanto se les ofreció ocasión de hacerlo.
Queda claro, pues, que el socialismo de esa época no podía, por las condiciones y situación en que se encontraba, ser otra cosa que pacifista. Aquellos socialistas, en lugar de entrar en lucha con los burgueses, no dejaban de soñar en convertir a éstos y en integrarles a su ideal de reforma social, que beneficiaría a ellos primero que a nadie. Preconizaban la asociación del capital, la inteligencia y el trabajo, afirmando que sus intereses eran idénticos, y la armonía entre el patrono y los obreros, entre el explotador y los explotados. No tenían la menor idea de lo que es y significa la lucha de clases. Condenaban la realización de huelgas, así como cualquier tipo de agitación política, sobre todo si revestía un carácter revolucionario. Querían el orden en la calle y la concordia en el taller o la fábrica. En una palabra, deseaban mucho más, y en el mismo sentido, de lo que quería la nueva burguesía.
Preveían que la introducción de la fuerza motriz del vapor, de la máquina útil y de la concentración de instrumentos de trabajo, darían a la industria unas colosales posibilidades productivas y tenían la candidez de creer que los capitalistas se contentarían con percibir una parte razonable de las riquezas así obtenidas y que dejarían a sus cooperadores, los trabajadores manuales e intelectuales, lo suficiente para mejorar su vida y acercarla a su bienestar. De este modo, aquel socialismo servía a las mil maravillas los intereses del capital, permitiéndole acrecentar sus riquezas y recomendando al obrero la armonía con el patrono. Aquel socialismo reclutaba a sus adeptos en los centros de enseñanza burgueses: era utópico y por eso fue el socialismo de los intelectuales.
Pero, precisamente por su carácter utópico, los obreros (que siempre han estado y están en la lucha contra los patrones, por causa del salario y de las horas de trabajo) sospechaban de él. No acertaban a comprender un socialismo que condenaba las huelgas y la acción política, un socialismo que tenía la pretensión de armonizar los intereses del capital y del trabajo, del explotador y del explotado. Y se separaban de él para simpatizar con los radicales burgueses, que desde luego eran más revolucionarios, afiliándose a las sociedades secretas en que éstos se constituían, acudiendo a las barricadas y tomando parte en los motines y las revoluciones políticas.
Marx y Engels tomaron el socialismo en el punto en que lo habían dejado los grandes utópicos. Pero, en lugar de estrujar sus cerebros para inventar una organización del trabajo y de la producción, estudiaron la que imponían las nuevas necesidades creadas por la industria moderna, que por cierto ya estaba bastante desarrollada.
En efecto, la producción se hacía más y más cuantiosa, y, como lo habían afirmado y previsto Fourier y Saint-Simon, ya era posible atender con ella y abundantemente las necesidades normales de todos los miembros de la sociedad. Por primera vez en la historia se alcanzaba una potencia productiva que hacía posible la reintroducción del comunismo, es decir, de la verdadera igualdad en la participación de todos los hombres de las riquezas sociales y del libre y completo desenvolvimiento de sus facultades físicas, intelectuales y morales.
El comunismo ya no era una utopía: podía ser una efectiva realidad
El útil-máquina sustituye la producción individual artesanal de la pequeña industria por la producción comunista de la fábrica. Pero la propiedad de los medios de producción continúa siendo individual, como en los tiempos de la pequeña industria. Ello hace que exista una autonomía entre el modo individualista de posesión y el modo comunista de producción, un contraste que se traduce en antagonismo entre los intereses del obrero y del patrono capitalista.
Los productores, que forman la inmensa mayoría de las naciones, no poseen los instrumentos de trabajo, el dominio de los cuales está centralizado en las ociosas manos de una minoría cada vez más pequeña. Por eso, el problema social que plantea la producción mecánica no se resolverá en tanto no se adopten las mismas o similares medidas que se emplearon para resolver los problemas planteados por los precedentes modos de producción, es decir, en tanto no se precipite la evolución comenzada por las fuerzas económicas y se acabe por conseguir la expropiación de los medios de trabajo en beneficio de la sociedad.
El comunismo de los socialistas contemporáneos no emana, como el de los tiempos pasados, de las elucubraciones de pensadores de genio, sino que es producto de la realidad económica.
Los capitalistas y sus intelectuales han elaborado, sin darse cuenta de ello, el molde comunista del nuevo estado social que con tanta premura está llegando al momento de su establecimiento. Por lo tanto, el comunismo no es una hipótesis utópica como antaño, sino un ideal científico. Se puede afirmar sin temor a equivocarse, que nunca se ha analizado mejor ni de un modo más completo la estructura económica de ninguna sociedad, como se está haciendo con la sociedad capitalista; y que jamás un ideal social ha sido concebido disponiendo de tantos y tan positivos datos, como el ideal comunista del socialismo moderno.
Cualesquiera que sean las fuerzas económicas que incitan a los hombres a la acción, cualquiera que sea la fuerza misteriosa que determina las grandes corrientes de la historia -que los cristianos atribuyen a Dios y los librepensadores al Progreso, a la civilización, a los inmortales principios y demás Manitus propios de los pueblos salvajes-, siempre son el producto de la actividad humana exclusivamente. Hasta aquí, los hombres hemos creado fuerzas y hemos sido dominados por ellas; a partir de ahora, que empezamos a comprender su naturaleza y su tendencia, podremos influir en la evolución de dichas fuerzas.
A los socialistas se nos acusa de estar impregnados del fatalismo oriental, se dice que esperamos que la sociedad comunista surja del libre juego de las fuerzas económicas; pero lo cierto es que, en lugar de cruzarnos de brazos como hacen los faquires de la economía oficial y de tener abierta la Biblia por la página que contiene su dogma fundamental: “dejad hacer, dejad pasar”, nosotros nos proponemos someter a las fuerzas ciegas de la naturaleza y hacer que sirvan para la felicidad de todos los hombres.
No esperamos que nuestro ideal social caiga del cielo, como los cristianos esperan la gracia de Dios o los capitalistas las riquezas; por el contrario, nosotros nos disponemos a llevarlo a la práctica sin apelar a la inteligencia de la clase enemiga, ni tampoco a sus sentimientos de justicia y humanidad, porque la combatimos y porque estamos seguros de acabar expropiándola del Poder político con que protege su despotismo económico.
El socialismo posee un ideal social propio y tiene, por consiguiente, una crítica propia. Toda clase que lucha por su emancipación pretende imponer un ideal social en completa oposición al de la clase dominante, esto es obvio. Y la contienda que ello provoca, se produce antes en el terreno de los principios que en de los hechos: comienza por la crítica de las ideas que trata de abolir, por la sencilla razón de que “las ideas de la clase dominante son siempre las ideas que informan la sociedad”. Es decir, que las ideas son el reflejo intelectual de los intereses materiales. Consiguientemente, pues, en tanto que la riqueza de la clase dominante ha sido producida por el esclavo, la religión, la moral, la filosofía y la literatura defienden de común acuerdo la esclavitud.
El mezquino Dios de los judíos y los cristianos castiga con la maldición a la prole de Cam, para que sea ella la que suministre esclavos a la clase dominante. Aristóteles, el pensador enciclopedista de la filosofía griega, dice que los hombres son esclavos por naturaleza, al tiempo que les niega a éstos la posibilidad de tener iguales derechos que los hombres libres, los privilegiados. Eurípides expone en sus tragedias una moral servil. Y San Pablo, San Agustín y demás padres de la Iglesia enseñan a los esclavos que deben practicar la más completa sumisión a los amos de la tierra si quieren merecer la gracia del amo del cielo.
La civilización cristiana introdujo la esclavitud en América, y la ha mantenido hasta que los fenómenos económicos han demostrado que la esclavitud es un modo de explotación de la fuerza humana que resulta más costoso y menos remunerador que el trabajo del hombre aparentemente libre.
En la época de la descomposición grecorromana, cuando el trabajo de los artesanos y de los obreros libres empezaba a sustituir el trabajo de los esclavos, la religión, la filosofía y la literatura se decidieron a reconocer a estos últimos algunos derechos. El mismo Eurípides, que aconsejaba al esclavo que confundiese su personalidad en la del amo, se negó de pronto a que los esclavos fuesen menospreciados; dijo: “el esclavo no es inferior al hombre libre, cuando tiene un corazón generoso”
Los misterios de Eulises y de Orfemia, al igual que el cristianismo, continuador de su obra, admitían entre sus iniciados a esclavos y les prometían la libertad, la igualdad y la felicidad para después de la muerte.
En la Edad Media, cuando la clase dominante era guerrera, la religión cristiana y la moral social condenaban el préstamo con interés y consideraban infamante el mismo hecho de prestar dinero. Entonces, cobrar algún interés por el dinero prestado estaba considerado como algo tan ignominioso, que la raza judía lleva aún sobre sí la vergüenza de haberse dedicado a ese comercio. Pero hoy que los cristianos se han convertido en judíos, y que la clase dominadora vive del interés de sus capitales, el oficio de prestamista con interés, el oficio de rentista es el más honorable de todos los existentes, el que más se desea y se busca.
La clase oprimida elabora sus ideas religiosas, morales y políticas en relación con sus condiciones de vida e independientemente de los ideales que animan a la clase opresora. Y esas ideas, vagas y secretas en un principio, se van afirmando a medida que sus portadores, la clase oprimida, toman cuerpo como tal y adquieren conciencia de su utilidad y de su fuerza, y a medida que su audaz concepción de la naturaleza y de la sociedad son contrapuestas más y más vigorosamente a la de la clase dominante. En ese momento, cuando esto se produce, significa que la hora de la emancipación de la clase oprimida está próxima a sonar.
Los socialistas militantes están tomando ejemplo de los enciclopédicos del siglo XVIII y se dedican a realizar una crítica despiadada de las ideas económicas, políticas, históricas, filosóficas, morales y religiosas de la clase capitalista, con objeto de preparar en todas las esferas del pensamiento el triunfo de la nueva ideología que trae al mundo el proletariado.
En EL DERECHO A LA PEREZA, Anexos, págs. 99-113
Editorial Grijalbo, S.A. México, 160 págs. 11.5 x 18 cms. 1986
Nota.- Se sabe que Marx comenzó por la filosofía pero escribió acerca de la economía (El Capital), y que Engels comenzó por la economía pero escribió acerca de la filosofía (Dialéctica de la Naturaleza) Esta colaboración fue destacada por diversos continuadores, entre ellos Paul Lafargue (1842-1911)
Cuando Engels publicó su Anti-Dühring, el éxito de la obra lo llevó a preparar sobre esa base El Desarrollo del Socialismo, de la Utopía a la Ciencia, que Lafargue tradujo y publicó con el título abreviado Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico. Lafargue, pues, seguía de cerca el tema del socialismo.
Una muestra es el presente artículo, que Lafargue redactó y publicó en francés en 1906. Ahí el lector puede seguir de cerca el desarrollo teórico-práctico del socialismo. Y cómo y por qué pudo pasar de la utopía a la ciencia. Para ello es clave entender que El comunismo de los socialistas contemporáneos no emana, como el de los tiempos pasados, de las elucubraciones de pensadores de genio, sino que es producto de la realidad económica.
Lafargue nació en Cuba, y viajó de niño a Francia; estudió medicina. Visitó a Marx y adhirió al socialismo. Casó con Laura, hija menor de Marx. Sufrió persecución, prisión, destierro. Sus tres hijos fallecieron a muy temprana edad. Pero siguió luchando, defendiendo y difundiendo el socialismo marxista, el socialismo ciencia, el socialismo humanista. Es ejemplo de marxista convicto y confeso
Ragarro
23.12.14