miércoles, 29 de junio de 2022

Intelectuales: nacimiento y peripecia de un nombre

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Intelectuales:

nacimiento y peripecia de un nombre

Carlos Altamirano

En este artículo se traza, en grandes líneas, el recorrido que hizo el término «intelectual», desde su bautismo político en Francia con el caso Dreyfus. Si bien la resonancia que tuvo la acción de los intelectuales franceses en la crisis de 1898 fue muy amplia, los efectos de su irradiación no fueron los mismos en todas partes ni en todas las lenguas. La geografía cultural que el autor toma en cuenta no es solo la de los países europeos, sino también la de la América hispana, donde rápidamente la nueva expresión cobró ciudadanía.

Intelectuales: nacimiento y peripecia de un nombre

El concepto de intelectual no tiene un significado establecido: es multívoco, se presta a la polémica y tiene límites imprecisos, como el conjunto social que se busca identificar con la denominación de «intelectuales». Evocar brevemente la genealogía de este nombre no nos proporcionará una definición, pero puede servirnos para un primer acercamiento a la cuestión y a su histórica polivalencia.

Como sustantivo, el término «intelectual», con su plural «intelectuales», es relativamente nuevo. Corriente hoy en el habla común, en los media y en el lenguaje de las ciencias sociales, su empleo para designar a un grupo social o a un actor de la vida pública no va más allá del último tercio del siglo XIX, en cualquiera de las lenguas modernas. En el Primer diccionario etimológico de la lengua española, de 1881, uno de los significados del vocablo «intelectual» indica una ocupación: «El dedicado al estudio y la meditación»1. Esta acepción aparece consolidada en castellano ya a principios del siglo XX, según se lee en la Enciclopedia Espasa-Calpe: desde entonces «se ha usado con frecuencia la denominación ‘intelectuales’ para designar a los cultivadores de cualquier género literario o científico»2. Entre las dos fechas ha mediado lo que podríamos llamar el bautismo público de este vocablo y el comienzo de su connotación política.

Relato de origen

De acuerdo con una tradición consagrada, el nacimiento de la noción de intelectuales en la cultura contemporánea remite a Francia, al año 1898 y al debate que movilizó y dividió a la opinión pública francesa en torno del «caso Dreyfus». Hasta entonces, el vocablo había circulado en francés marginalmente, sobre todo en revistas de la vanguardia anarquista y simbolista parisina3.

«En el comienzo estaba el caso Dreyfus», escribe Jean-François Sirinelli4 para referirse a esa escena originaria. En 1894, el capitán del Ejército francés Alfred Dreyfus, alsaciano y de origen judío, fue arrestado bajo la acusación de haber entregado información secreta al agregado militar alemán en París. Pese a la fragilidad de las pruebas, un consejo de guerra lo halló culpable de alta traición y lo condenó a cumplir cadena perpetua en la Isla del Diablo (Guayana Francesa), tras ser despojado de sus grados militares. Solo la familia creyó en su inocencia y se movilizó para lograr la reapertura de la causa buscando apoyo en el mundo político y en la prensa. Aunque en 1896 el descubrimiento de nuevos indicios dio sustento a la demanda de los Dreyfus, la justicia militar francesa, dominada por círculos de la derecha nacionalista y antisemita, se negó a revisar el caso y a investigar las pruebas que señalaban a un nuevo sospechoso, el comandante Walsin Esterházy. Para los jefes militares, la admisión del error afectaría la autoridad del Ejército. No obstante, la labor de los familiares y los rumores sobre ocultamientos y manipulaciones lograron trascender el escudo de silencio con que las autoridades habían rodeado el affaire, y algunas personalidades se sumaron al reclamo de reabrir la causa.

En 1897 ingresa en el combate por la revisión el escritor Émile Zola. Primero desde las páginas de Le Figaro, después en L’Aurore, cuando la caída de las ventas hace flaquear el dreyfusismo de Le Figaro. Y en L’Aurore publicará el 13 de enero de 1898 su carta abierta al presidente de la república francesa, titulada por Georges Clemenceau, jefe de redacción del diario, con el título luminoso que la hará célebre: «Yo acuso». Al día siguiente, el mismo diario recoge un breve petitorio bajo el título «Una protesta», cuyos signatarios eran hombres de letras y científicos. El texto reprobaba la «violación de las formas jurídicas» en el proceso de 1894 y los «misterios» que habían rodeado el caso Esterházy y exigía una revisión. Las firmas de respaldo se escalonarían a lo largo de muchas semanas. Algunos de los firmantes gozaban de gran notoriedad –como los escritores Anatole France y Pierre Louÿs o el historiador Charles Seignobos–; el renombre de otros ante el gran público era menor, como el de los todavía jóvenes André Gide, Marcel Proust y Charles Péguy; el resto era completamente desconocido. A la firma de quienes consideraban que su nombre bastaba (los eximía de mayor identificación el prestigio de una obra literaria o científica asociado con su nombre), el petitorio sumaba las de quienes consignaban los títulos profesionales de que estaban investidos o sus diplomas («licenciado en Letras», «licenciado en Ciencias», «agregé», etc.). A los pocos días de que se publicara la protesta, el 23 de enero y nuevamente en L’Aurore, Clemenceau hizo referencia a ella y a sus firmantes, «esos intelectuales que se agrupan en torno de una idea y se mantienen inquebrantables». El periodista anunciaba así que un nuevo actor colectivo había hecho su ingreso en la vida pública francesa.

«En la memoria del medio intelectual, el acto fundador de la gesta de los clercs es la firma de ‘J’Accuse…!’ por Émile Zola en L’Aurore del 13 de enero de 1898, acto apoyado al día siguiente en el mismo diario por un grupo de escritores y universitarios. Una iniciativa individual, pues, seguida de un texto colectivo»5. La investigación histórica ha corregido muchos lugares comunes contenidos en la vulgata de ese relato de origen, pero ninguna de las enmiendas despojó de su valor mítico, como hechos constituyentes, al manifiesto de Zola y al petitorio colectivo que lo siguió. A través de ellos, los clercs, como los denomina Sirinelli con deliberado anacronismo, afirmaban su autoridad, una autoridad diferente de la autoridad política y sus órganos, una suerte de tribunal de los hombres de cultura. ¿De dónde procedía esa autoridad? De la reputación adquirida como escritor, erudito, científico o artista, y de los diplomas universitarios –es el argumento que dejan ver las firmas–. Pero el universo social de los signatarios del petitorio no se agotaba en las categorías profesionales mencionadas. La declaración fue suscripta igualmente por numerosos periodistas y también por docentes de la enseñanza primaria y secundaria. Esta coalición cultural obró como una magistratura que se manifestaba en el espacio público y proclamaba su incumbencia en lo referente a la verdad, la razón y la justicia, no solo frente a la elite política, el Ejército y las magistraturas del Estado, sino también frente al juicio irrazonado de una multitud arrebatada por el chovinismo y el antisemitismo. El término «intelectuales» se arraigó a partir del debate que fracturó el campo de las elites culturales y las dividió en dos familias espirituales, dreyfusards y antidreyfusards: las dos Francias. El elogio de Clemenceau a la actitud de los firmantes impulsó la respuesta de una de las plumas más prestigiosas del momento, Maurice Barrès, alineado con el antidreyfusismo. En un editorial de Le Journal del 1o de febrero de 1898 titulado «La protestation des intellectuels!» [La protesta de los intelectuales], Barrès retomó esa denominación para volverla contra los firmantes, descalificándolos: «Estos supuestos intelectuales son un desecho inevitable del esfuerzo que lleva a cabo la sociedad para crear una elite». Para el historiador Pascal Ory, este editorial de Barrès marca la verdadera fecha de bautismo de la palabra «intelectuales» en el lenguaje ideológico contemporáneo. Al replicar, los dreyfusistas harían suya la denominación con que Barrès había buscado mofarse y ridiculizarlos: «Algunos días más tarde, el bibliotecario de la Rue d’Ulm, Lucien Herr, mentor de los jóvenes normalistas de izquierda, redimió a la palabra de su infamia en una solemne carta abierta ‘A M. Maurice Barrès’, aparecida en la que hasta entonces era la más barresiana (y antizoliana) de las revistas, La Revue Blanche»6.

Remisión de un campo adversario al otro, reutilizaciones y cambios de sentido: el vaivén que conoce el término en el debate sobre el caso Dreyfus deja ver que la apología del intelectual y el discurso contra el intelectual se desarrollaron juntos, como hermanos-enemigos. El conocimiento social es siempre impuro y la lucidez suele ser interesada. Algo de esta clase de perspicacia apareció en el discurso de los antidreyfusards, que insistieron desde el comienzo de la disputa en que la noción de intelectual proclamada por sus adversarios elevaba a los hombres de ideas a la condición de miembros de una clase superior. El elitismo, en resumen, fue uno de los primeros blancos del discurso antiintelectual de los intelectuales nacionalistas y conservadores7. Dirá, por ejemplo, el crítico literario Ferdinand Brunetière, un antidreyfusista reputado:

El solo hecho de que la palabra «intelectual» haya sido recientemente adoptada con el fin de dividir en una especie de categoría social exaltada a la gente que pasa su vida en laboratorios y bibliotecas, señala una de las excentricidades más absurdas de nuestros tiempos, esto es, las pretensiones de que los escritores, los hombres de ciencia, los profesores y los filólogos deben ser elevados a la categoría de superhombres.8

Se puede hacer el reparo de que este relato de origen, en versión vulgar o en versión erudita, no habla más que de una historia particular y del comienzo de un tipo singular, el intelectual «comprometido» a la francesa. Conviene no pasar por alto esta objeción, que nos precave contra la universalización de una experiencia nacional que remite a un contexto que no es únicamente social, sino también político, así como a tradiciones ideológicas particulares. El recaudo, de todos modos, primero debería ser redimensionado. El caso Dreyfus no fue un hecho de repercusión puramente local, sobre todo desde el momento en que ingresó en la liza un escritor de fama mundial, como Zola. París se hallaba por entonces en el apogeo de su condición de metrópolis cultural de los países occidentales. Si gracias al vapor la riqueza podía desplazarse de un extremo a otro del mundo, gracias al telégrafo –el otro motor de aquella primera globalización capitalista–, las noticias relativas al affaire y al proceso que se instruyó al autor de Naná llegaban en pocos minutos a todas las capitales, no solo a las europeas. En Buenos Aires, por ejemplo, el diario La Nación del 20 de enero de 1898 destacaba que el caso Dreyfus constituía «el hecho de mayor actualidad que existe en el terreno internacional. Más que la guerra de Cuba y del reparto de China, se habla en todas partes de Zola y de sus acusadores»9. Tarde o temprano, en suma, como observa Yvan Lamonde, el análisis de los intelectuales y su surgimiento debe enfrentar la cuestión del affaire10. En Francia, la declaración de protesta contra el modo en que la justicia había obrado en el proceso que condenó a Dreyfus no fue la primera crítica contra los poderes públicos firmada por escritores y artistas11. Ya se habían producido otras. Pero solo la petición motivada por el affaire quedará asociada al nombre que daba identidad a ese nuevo actor colectivo, los intelectuales. Podría decirse que también entonces cristalizó el atributo «paradojal» de los manifiestos intelectuales. Preparados para su publicación en la prensa, advierte Stefan Collini, ellos transmiten una mezcla de cantidad y selectividad: «para su impacto público es crucial que no sean vistos como expresiones de uno o dos individuos –el número es parte de su esencia–, pero al mismo tiempo los nombres tienen que ser reconocidos y entrañar alguna forma de distinción»12.

Una propagación desigual

La adopción del sustantivo «intelectual» con el sentido que cobró en Francia y en otras lenguas, además del francés, siguió el eco del caso Dreyfus, aunque el vocablo ya estuviera disponible en ellas. En España, la aceptación fue muy temprana. «Una de las originalidades españolas», observa Paul Aubert, «radica en la precoz emergencia de una vocación de las elites intelectuales –una pequeña minoría dentro de una minoría ilustrada que se expresa en un país de cultura escrita poco desarrollada– por ejercer un papel dirigente y normativo»13. Según Eduard Inman Fox, los escritores de la llamada «Generación de 1898» no solo harían uso reiterado del término –Ramiro de Maeztu y Miguel de Unamuno, en particular– sino que se identificarían con la idea de la función cívica de las elites culturales, opuesta a la del estudioso o el escritor olímpicos, encerrados en su gabinete: «no solo debemos a los jóvenes de 1898 la penetración en la lengua castellana del término ‘intelectual’, sino también que fue la primera generación española que tenía una conciencia clara de su función rectora en la vanguardia política y social»14. Esta prédica preparó el terreno para la generación de escritores y profesores que, ingresada en la arena del debate público entre la primera y la segunda décadas del siglo XX, se denominará a sí misma como la «generación de los intelectuales». Bajo la jefatura de José Ortega y Gasset, la nueva promoción se asignará la misión docente de guiar la reforma cultural y política de España para hacer del país una nación europea moderna15.

También en la América hispana la recepción y el uso del vocablo «intelectual», como sustantivo y en la acepción que había cobrado en Francia, se produjeron muy rápidamente. En 1900, José Enrique Rodó le anuncia al escritor venezolano César Zumeta la próxima publicación de su ensayo Ariel con este comentario: «Es, como verá, una especie de manifiesto dirigido a la juventud de nuestra América (...). Me gustaría que esta obra mía fuera el punto de partida de una campaña de propaganda que siga desarrollándose entre los intelectuales de América»16. Cuatro años después, en un entusiasta artículo sobre Rodó y el sermón laico que encerraba su Ariel, el joven Pedro Henríquez Ureña escribe que el mensaje de este ensayo tiene como destinatario una «juventud ideal, la elite de los intelectuales»17. El nuevo término se ajustó sin dificultades a una tradición ideológica preexistente, la del americanismo, que rendía culto a las minorías ilustradas y a su papel en la construcción de las nuevas naciones del subcontinente.

La inserción del concepto en el discurso hispanoamericano radical también fue muy temprana. Se lo encuentra, por ejemplo, en «El intelectual y el obrero», la conferencia que Manuel González Prada dictó el 1o de mayo de 1905 en la Federación de Obreros Panaderos. El escritor peruano, un intelectual rentista de pensamiento anarquista, expuso en esa ocasión qué carácter debía revestir la alianza entre los hombres de pluma y los trabajadores que luchaban por emanciparse: «Los intelectuales sirven de luz; pero no deben hacer de lazarillos…»18. Hasta la Primera Guerra Mundial el uso del sustantivo, tanto en singular como en plural, fue esporádico, discontinuo. Pero a partir de la posguerra se hizo cada vez menos intermitente, y ya en la segunda mitad de los años 30, cuando se generalicen los movimientos y las agrupaciones culturales antifascistas, el llamado a los intelectuales estará plenamente incorporado al lenguaje de los enfrentamientos cívicos. Más allá de España e Hispanoamérica, sociedades que desde el punto de vista de la cultura funcionaban hacia 1900 como provincias de la capital francesa, el término «intelectuales» no halló difusores tan acreditados en el medio literario. El trayecto fue más quebrado en Italia, que había logrado su unificación estatal en 1870, y a fines del siglo XIX la tarea de construir una cultura nacional y de «crear italianos», según el célebre dicho de Giuseppe Mazzini, seguía vigente. Para las elites políticas y culturales de la Italia liberal, el suyo era un país pobre y rezagado que, para escapar del atraso, debía aprender del ejemplo de las naciones europeas que iban adelante. Pero ¿qué experiencia seguir, adónde mirar? ¿A Francia, a Alemania o a Inglaterra? En los 50 años que siguieron a la unificación del país se tradujo mucho del francés, del inglés, del alemán, dice Marco Gervasoni, tanto «que sería posible escribir una historia de los intelectuales italianos separando a los que habían tenido una formación francesa, de los de formación alemana y de aquellos (una minoría) que crecieron mirando culturalmente al mundo anglosajón»19. En ese contexto, el sustantivo «intelectuales» no hallará al comienzo mucho eco, y la mayoría de los que podrían haberse identificado con esa denominación preferían reconocerse como litterati, «es decir, personas que disponen de una calificación social y profesional en relación con la cultura»20.

La primera apropiación del término que alcanzó gran resonancia pública surgió del lado fascista. En efecto, el 21 de abril de 1925 se publicó en la prensa italiana el Manifesto degli intellettuali fascisti agli intellettuali di tutte le Nazioni [Manifiesto de los intelectuales fascistas a los intelectuales de todas las naciones]. La redacción del texto se debía a la pluma del filósofo Giovanni Gentile y estaba destinada a desmentir la idea de que fascismo y cultura eran hechos incompatibles. Buscaba alinear a los hombres de la cultura en torno del régimen, y muchos escritores, periodistas, universitarios y artistas prestaron adhesión a la declaración. Seis días después apareció la réplica, que había sido preparada por Benedetto Croce, por entonces la figura central de la cultura italiana. El rótulo que encabezaba el contramanifiesto rezaba: «Una respuesta de escritores, profesores y publicistas italianos al Manifiesto de los intelectuales fascistas», y tanto el título elegido para la réplica como la alusión contenida en el texto a «los así llamados intelectuales» dejaban ver la reserva de su autor respecto de ese sustantivo21. En la segunda posguerra, la publicación de los Cuadernos de la cárcel de Antonio Gramsci y la política cultural del Partido Comunista Italiano, que tenía como destinatarios y actores a los intelectuales, hicieron de este nombre un término corriente de la vida pública del país.

La palabra y la cosa

En la cultura intelectual de algunos países europeos, el sustantivo «intelectual» inspiró reparos y aún en la actualidad alimenta ironías o es considerado como un neologismo importado de Francia, pero sin referentes significativos en la experiencia nacional. Este ha sido el caso de Gran Bretaña, donde se pondría en cuestión la existencia misma de personas que pudieran clasificarse con ese término. En su vocabulario Palabras claves, Raymond Williams22 registra los sentidos negativos que han rodeado al sustantivo «intelectual» en la cultura inglesa, donde evoca «frialdad, abstracción y, significativamente, ineficacia». El historiador de las ideas Stefan Collini23 es más claro y terminante respecto de los rechazos que provoca la referencia a ese vocablo:

En la Gran Bretaña contemporánea, toda discusión relativa al tópico de los «intelectuales» resulta afectada tarde o temprano por el clisé de que la realidad del fenómeno, al igual que el origen del término, se halla localizado en la Europa continental, y que la sociedad británica, sea por razones de historia, de cultura o de psicología nacional, se caracteriza por la ausencia de «intelectuales».24

La solidez y la perdurabilidad de este prejuicio, observa Collini, obedecen a su fácil acoplamiento con las ideas e imágenes con que la cultura británica se interpreta (y se elogia) a sí misma –un conjunto de representaciones afirmadas en contraste con las naciones del continente europeo, en especial, Francia–. El clisé sobre la ausencia de intelectuales en Inglaterra se inserta así en una serie de oposiciones autocelebratorias: estabilidad y buen sentido político contra revolución y excitabilidad política, empirismo pragmático contra racionalismo abstracto, ironía y sobreentendido contra retórica y exageración, etc. «En la mitad caracterizada negativamente de esta serie de pares enfrentados, ya podemos divisar los componentes de lo que en el siglo XX se volvería la representación dominante de los intelectuales (europeos) en Gran Bretaña»25. Obviamente, la sociedad británica no solo ha producido intelectuales, sino que ha sido influida por ellos más o menos como el resto de las sociedades modernas. En un ensayo notable y muy erudito, Thomas William Heyck26 retoma la cuestión y somete a cuidadoso escrutinio el mito de la ausencia de intelectuales en Gran Bretaña. Pero antes, para hacer ver sin dilaciones «que no es objetivamente verdadero que la sociedad británica no ha tenido intelectuales influyentes», recuerda los nombres de Isaac Newton, John Locke, Adam Smith, Jeremy Bentham, William Wordsworth, Thomas Carlyle, Charles Dickens, John Stuart Mill, Charles Darwin, T.H. Green, Sidney y Beatrice Webb, R.H. Tawney, John Maynard Keynes, George Orwell, E.P. Thompson («y varios teóricos thatcheristas»). Ahora bien, ¿por qué resultó tan fuerte este lugar común intelectual, que se asentó contra toda evidencia a lo largo de gran parte del siglo XX y que puede encontrarse formulado y defendido por escritores de diversa orientación ideológica, desde G.K. Chesterton hasta George Orwell?

Para Heyck, hay tres causas anudadas en la firmeza de ese mito en la cultura británica. Por un lado, la permanencia de una fuerte tradición que no es solo intelectual, tradición cargada de galofobia que se remonta al siglo XVIII, cuando ingleses y franceses se enfrentaron en una serie de guerras. «Para el inglés, Francia representaba cosmopolitismo, artificialidad, sumisión a la moda, ingenio y falsedad intelectual; en contraste, el inglés/británico se pensaba a sí mismo como sincero, natural, ‘viril’, rudo, franco y moralmente serio»27. Quien le dio su formulación más influyente a la representación antiintelectual del carácter nacional inglés fue Edmund Burke en sus Reflexiones sobre la revolución en Francia, donde contrapuso a ingleses y franceses en términos de hábitos mentales: «Mientras el francés rompió con sus tradiciones políticas a causa de su insensata confianza en la pura razón, el inglés reverenció la tradición como la guía más segura en política»28. La otra causa es de orden sociológico:

Una de las explicaciones que se han dado frecuentemente para la falta de influencia de los intelectuales británicos es que han carecido de peso político y estuvieron en una posición marginal respecto de la sociedad. Sin embargo, hay evidencia clara de que, lejos de haber sido marginados, en la época moderna los intelectuales británicos han estado altamente integrados en la elite dirigente. Ellos han sido menos visibles como clase que algunos ejemplos continentales precisamente porque ha sido difícil distinguirlos del pequeño y exclusivo círculo de gente que dirigió el país –al principio, los órdenes tradicionales de propietarios terratenientes en el siglo XVIII y gran parte del XIX, luego, la nueva clase dirigente del siglo XX, compuesta por la plutocracia, los expertos y los profesionales.29

A través de los lazos del matrimonio, la concurrencia a los mismos colegios y la afiliación a los mismos clubes masculinos, los intelectuales ingleses del siglo XIX estuvieron conectados con los grupos dirigentes de la nación. No resultaría fácil, en consecuencia, percibirlos como un grupo socialmente diferenciado.

Una tercera razón cooperó en la perduración del mito, nos dice Heyck: la diversidad y la superposición de los significados que se engarzaron en el sustantivo «intelectual». Frente al prejuicio de que el término «intelectual» ha sido importado del continente, Heyck muestra que tanto la noción como la palabra estaban en circulación desde fines del siglo XIX y antes del caso Dreyfus. En realidad, al mismo tiempo que se propagaba el estereotipo de que los intelectuales carecían de gravitación en Gran Bretaña, los británicos no dejaban de hablar y de escribir sobre los intelectuales, aunque el término tendría diferentes significados en diferentes momentos y en diferentes «juegos de lenguaje». En un comienzo, el vocablo definía una minoría cultivada que se ocupa de cuidar el patrimonio filosófico, literario y artístico de la nación. Heyck llama estético/académica a esta primera acepción. Casi contemporáneamente surgirá otra, la tradicional/elitista, en la que el término «intelectual» implicaba una jerarquía social: significaba persona inteligente y altamente educada, contrapuesta a personas vulgares o de intereses exclusivamente prácticos. «El significado tradicional/elitista de intelectual (…) tenía un dejo de esnobismo, y esto fue indudablemente una de las razones por las cuales a lo largo del siglo XX algunos intelectuales británicos se mostrarían renuentes a aceptar esa etiqueta»30. El tercer sentido que registra Heyck es el normativo, que se usa para referirse solo a quienes piensan de determinada forma –es decir, solo ellos se comportan como intelectuales– y que se asocia con el rigor, la profundidad o la abstracción. Su campo de ejercicio es la crítica cultural. En la acepción normativa, el supuesto es que la cultura es la alta cultura y el intelectual representa la contrafigura del filisteo, que persigue ciegamente sus intereses.

De los discursos que llama funcionales, Heyck extrae otro significado: intelectuales son las personas que ejercen determinadas funciones en o para la sociedad. Si bien la definición de lo que son o deberían ser esas funciones varía de un autor a otro, por lo general, desde Samuel Thomas Coleridge en el siglo XIX a Beatrice Webb o Harold Laski en el siglo XX, lo que los británicos han entendido como papel propio de los intelectuales ha sido el del liderazgo cultural: de ellos se esperaba que, en una era secular, proporcionaran una dirección a la cultura. El quinto significado, el más polémico en la cultura británica, ha sido el político. Para los británicos, la jefatura espiritual que se reconocía a los intelectuales no implicaba que, por definición y en virtud de la reputación alcanzada en la ciencia, el arte o la literatura, ellos fueran también voces autorizadas en el campo político. Aunque la idea de un papel político del intelectual subyacía en la acción del socialismo fabiano, después en el laborismo y en otras agrupaciones de orientación reformadora, ninguna de estas modalidades estuvo ligada a la idea y la posición del hombre de cultura «alienado», es decir, a la actitud de quien se piensa ajeno a su sociedad, que critica en términos globales mientras llama a comprometerse en un combate radical contra ella. Solo en los años 30, observa Heyck, cuando una parte de los intelectuales, sobre todo de los poetas, fue atraída por el comunismo, se verificaría este tipo de posición. Pero la Segunda Guerra y el sentimiento patriótico que ella produjo sensibilizaron a los británicos contra el sentido político del término «intelectual», sospechoso de deslealtad hacia la Nación; después, en los 50 y todavía en los 60, en el clima ideológico de la Guerra Fría, se reforzaría el recelo respecto de la idea de intelectual y se consolidaría el lugar común de que en Gran Bretaña los intelectuales contaban poco y nada. Para entonces, otra acepción se había hecho cada vez más frecuente, la acepción sociológica, que se quería ideológicamente neutra y por la cual los intelectuales eran identificados como un conjunto de categorías profesionales. Todos estos significados, concluye Heyck, no fueron impermeables entre sí y a menudo se superponían en el discurso sobre los intelectuales. En diferentes momentos, uno de ellos resultaba predominante, pero finalmente ninguno acabaría por consolidarse.

En su ensayo de historia comparada Les intellectuels en Europe au XIX siècle [Los intelectuales en Europa en el siglo XIX], Christophe Charle anota que el país europeo donde la noción de intelectuales en el sentido que tomó a raíz del caso Dreyfus tuvo aparentemente menos resonancia fue Alemania. En las informaciones que se darían sobre el affaire, el neologismo no sería retomado en alemán –«Se prefirieron palabras alemanas más antiguas como Intelligenz»31–. Más aún, resalta el historiador, el término «intelectual» cobró un sentido peyorativo en panfletos, artículos y ensayos. A su juicio, sin embargo, limitarse a las denominaciones y a los estereotipos de la derecha conservadora no lleva lejos y lo considera incompatible con la perspectiva de análisis que revindica como apropiada, la perspectiva sociocultural que apunta más allá de los discursos. En efecto: ¿cómo atenerse solo a las palabras si se quiere captar estructuras sociales y simbólicas? La observación parece inobjetable, siempre que no acarree la subestimación de los cuadros mentales que encierran los estereotipos y los discursos públicos, sean conservadores o no, y lo que pueden enseñar sobre jerarquías –alto y bajo clero intelectual, «mandarines» y «escritorzuelos»– y sobre las relaciones entre cultura y política, entre intelectuales y elites de poder en un país y en un momento dados –en este caso, en la Alemania guillermina–. Por otra parte, la desconfianza y el cuestionamiento a los intelectuales no surgieron únicamente en el campo cultural de la derecha. En los años que precedieron a la Primera Guerra, el intelectual fue objeto del «doble ataque de la derecha y la izquierda, de modo que la palabra recibió desde sus orígenes una connotación negativa y, en cualquier caso, nunca se convertirá en el concepto capaz de agrupar a una izquierda en defensa de los derechos del hombre»32. En el tiempo de la República de Weimar, el sustantivo no alcanzó a «normalizarse», y bajo el nazismo fue una forma de injuria y estigmatización33. Solo a partir de la última década del siglo XX la producción de estudios sobre la figura social del intelectual se volvió proliferante y la carga despectiva que pesaba sobre la palabra Intellektueller comenzó a diluirse para ser reemplazada por una acepción más neutra34.

Algunas conclusiones

La primera conclusión podría ser que, si bien la resonancia que tuvo la acción de los intelectuales franceses en la crisis de 1898 fue muy amplia, los efectos de su irradiación no fueron los mismos en todas partes. Otro corolario importante es que los intelectuales no son considerados ni analizados de la misma manera en todas las sociedades, aun cuando todas ellas sean modernas. Conviene no olvidar, en este sentido, que la difusión del apelativo «intelectual» acotó la propagación de otro, que alcanzaría también un uso general: intelligentsia. El escritor ruso Pëtr Boborykin (1836-1921) fue el primero en emplear en la prensa esta expresión, y el gran novelista Iván Turgueniev, el primero en retomarla y difundirla, también en el exterior35. Según Isaiah Berlin, nadie evocó el mundo social de la intelligentsia como Turgueniev: «Sus novelas constituyen la mejor descripción del desarrollo político y social de la reducida pero influyente elite de la juventud liberal y radical rusa de su época… y de sus críticos»36.

El referente de ese término era la activa aunque exigua minoría de literatos y pensadores que, provinieran de la nobleza, de la burguesía o de categorías sociales más modestas, tenían como condición común el haber recibido una formación intelectual universitaria, aunque no todos completaran sus estudios. La instrucción superior era un hecho saliente en el paisaje social ruso, donde quienes podían leer y escribir constituían una reducida franja de la población. Hostil tanto al régimen autocrático del zarismo como a las autoridades religiosas, la intelligentsia se concebía a sí misma como un segmento cultural con una misión redentora –sacar de su inercia a una sociedad atrasada y liberar las energías de un pueblo pobre y oprimido, aunque de esa masa sojuzgada la separaba la cultura que la identificaba como intelligentsia–. El término pasó al vocabulario de otros países de Europa occidental con los viajeros y exiliados rusos, ellos mismos representantes de esa minoría de disidentes cultivados37. Fuera de Rusia, atenuó o directamente perdió algunas de las connotaciones que el sustantivo evocaba en su contexto originario, y actualmente se lo emplea con un significado más o menos próximo al de intelectuales y a menudo ambos se usan como intercambiables. Ya en la célebre obra de Karl Mannheim Ideología y utopía, el término intelligentsia (Intelligenz), que había tomado de Alfred Weber, convivía y alternaba con el plural «intelectuales», es decir, con la función de un sustantivo colectivo.

Tercera conclusión de este recorrido: la visibilidad que la figura del intelectual ha conocido en Francia en los dos últimos siglos, sea para alabarla o para denigrarla, remite a una historia particular, aunque obviamente los intelectuales no son una especialidad francesa. Lo que debe precavernos contra el inconsciente francés, como lo llama Charle38 en su investigación sobre los intelectuales, es decir, contra la adopción sin recaudos de las modalidades francesas de la política y de la actividad intelectual, dando por supuesta su universalidad. Hablando en términos más generales, digamos que en el análisis de los intelectuales deberíamos precavernos de una perspectiva determinada exclusivamente por la vida cultural o por la notoriedad de alguna de las grandes metrópolis.

1. Roque Barcia: Primer diccionario etimológico de la lengua española, Madrid, t. iii, 1881.

2. Espasa-Calpe: Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana Espasa-Calpe, tomo 28, Espasa-Calpe, Madrid, 1926.

3. Christophe Charle: Naissance des «intellectuels», 1890-1900, Minuit, París, 1990.

4. J.-F. Sirinelli: Intellectuels et passions françaises, Fayard, París, 1990.

5. Ibíd., p. 21.

6. P. Ory: «Qu’est-ce qu’un intellectuel?» en VVAA: Dernières questions aux intellectuels et quatre essais pour y répondre, Olivier Orban, París, 1990, p. 21.

7. Christophe Prochasson: Paris 1900. Essai d’histoire culturelle, Calmann-Lévy, París, 1999, p. 279.

8. Maurice Paléologue: An Intimate Journal of the Dreyfus Case, Criterion Books, Nueva York, 1957, p. 113.

9. Ver Daniel Lvovich: Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina, Javier Vergara, Buenos Aires, 2003, p. 66.

10. Y. Lamonde: «L’affaire Dreyfuss et les conditions d’emergence de l’intellectuel vues des Amériques» en Michel Trebitsch y Marie-Christine Granjon: Pour une histoire comparée des intellectuels, IHTP / CNRS / Complexe, Bruselas, 1998.

11. J.-F. Sirinelli: ob. cit., pp. 21-24.

12. S. Collini: Absent Minds: Intellectuals in Britain, Oxford University Press, Oxford, 2009, p. 264.

13. P. Aubert: «Commen fait-on l’histoire des intellectuels en Espagne» en Michel Leymarie y J.-F. Sirinelli: L’histoire des intellectuels aujourd’hui, Puf, París, 2003, p. 64.

14. E. Inman Fox: «El año de 1898 y el origen de los ‘intelectuales’» en VVAA: La crisis de fin de siglo: ideología y literatura, Ariel, Barcelona, 1975, p. 24.

15. Juan Marichal: «La ‘generación de los intelectuales’ y la política (1909-1914)» en VVAA: La crisis de fin de siglo: ideología y literatura, cit.; Vicente Cacho Viu: Repensar el noventa y ocho, Biblioteca Nueva, Madrid, 1997.

16. Martín S. Stabb: América Latina en busca de una identidad. Modelos del ensayo ideológico hispanoamericano, Monte Ávila, Caracas, 1969, p. 61.

17. P. Henríquez Ureña: Obra crítica, FCE, México, 1960, p. 24.

18. M. González Prada: Textos. Una antología general, SEP / UNAM, México, df, 1982, p. 193.

19. M. Gervasoni: Antonio Gramsci e la Francia, Unicopoli, Milán, 1998, p. 11.

20. Fréderic Attal: «Les intellectuels italiens» en M. Leymarie y J.-F. Sirinelli: ob. cit., p. 18.

21. Angelo D’Orsi: «Il fascismo e la politica della cultura» en A. D’Orsi y Francesca Chiarotto: Intellettuali. Preistoria, storia e destino di una categoria, Nino Arago, Turín, 2010.

22. R. Williams: Cultura y sociedad, Nueva Visión, Buenos Aires, 2001, p. 189.

23. S. Collini: «Intellectuals in Britain and France in the Twentieth Century: Confusions, Contrasts and Convergence?» en Jeremy Jennings (ed.): Intellectuals in Twentieth-Century France: Mandarines and Samurais, MacMillan, Londres, 1993, p. 220.

24. Puede verse también Clarisse Berthezene: «Intellectuels anglais: un faux paradoxe» en M. Leymarie y J.-F. Sirinelli: ob. cit. En alemán, no solo el sustantivo Intellektueller, sino también el adjetivo intellektuel «fueron importados de Francia y generalizados en Alemania en el contexto del affaire Dreyfus». Hangerd Schulte: «Histoire des intellectuels en Allemagne» en M. Leymarie y J.-F. Sirinelli, ob. cit., p. 29.

25. S. Collini: ob. cit., p. 221.

26. T.W. Heyck: «Myths and Meanings of Intellectuals in Twentieth-Century British National Identity» en The Journal of British Studies vol. 37 Nº 2, 4/1998, p. 193.

27. Ibíd, p. 196.

28. Ibíd., p. 197.

29. Ibíd., p. 201.

30. Ibíd., p. 205.

31. C. Charle: Les intellectuels en Europe au XIX siècle. Essai d’histoire comparée, Seuil, París, 1996, p. 283.

32. H. Schulte: ob. cit., p. 30.

33. Ibíd., p. 35 y Gereon Wolters: «Intellettuali tedeschi tra le due guerre» en A. D’Orsi y F. Chiarotto: ob. cit.

34. Hans Manfred Bock: «Un monde intellectuel polycentrique et apolitique. Regards comparatistes sur les intellectuels allemands et les concepts mis en ouvre pour écrire leur histoire» en M. Leymarie y J.-F. Sirinelli: ob. cit.

35. Zygmunt Bauman: «Intellettuali» en Enciclopedia delle Scienze Sociali, Treccani.it. L’Enciclopedia italiana, 1996, disponible en www.treccani.it/enciclopedia/intellettuali_%28Enciclopedia-delle-Scienze-Sociali%29/.

36. I. Berlin: Pensadores rusos, FCE, México, DF, 1980, p. 483.

37. Aleksander Gella: «An Introduction to the Sociology of the Intelligentsia» en A. Gella (ed.): The Intelligentsia and the Intellectuals: Theory, Method, and Case Study, Sage, Londres, 1978; Martín Malia: «¿Qué es la intelligentsia rusa?» en Juan F. Marsal (ed.): Los intelectuales políticos, Nueva Visión, Buenos Aires, 1971.

38. C. Charle: ob. cit., p. 20.

En este artículo: 50aniversario caso dreyfus elites culturales intelectuales intelligentsia política

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 245, Mayo - Junio 2013,

ISSN: 0251-3552

TEMA CENTRAL NUSO Nº 245 / MAYO - JUNIO 2013

de: Nueva Sociedad <info@nuso.org> a través de nuso.ccsend.com

responder a: mcorries@nuso.org

fecha: 22 jun 2022, 13:14

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30 de junio 2022

 

martes, 28 de junio de 2022

"El papel aguanta todo"

 

Minería: "Una de las actividades con mayor peso a la economía y la que más aporta a la recaudación de tributos" Así publica el diario El Comercio un artículo hecho por Marcial García socio Impuestos de EY Perú.
Retamos, al susodicho, (muy humildemente) para que nos demuestre su afirmación, de lo contrario nos estará demostrando sus sandeces y simplezas de lo que llamamos "El papel aguanta todo".
Pero no es esta la primera vez ni tan poco es el único, de esta laya de gentes, hay un sin número que tergiversa, sesga y miente.
Adjuntamos, para tal propósito, una investigación nuestra con datos y data fidedignos, sobre el mezquino comportamiento impositivo del sector minero al desarrollo del país. Vean cuánto exportan y la miseria que va a las regiones. Vean cuál es la generación de empleo, etc, etc.
Les ruego, ojalá, difundirlo y, si les es posible, hacerle llegar al autor de esta nota, (que no indica su dirección electrónica) esta investigación.
Desde luego no me anima ningún interés pecuniario ni defensivo a felones, es solo contribuir a la equidad en el pago de sus obligaciones impositivas, sin evasiones ni elusiones.
Finalmente "Quién muerde la mano a quién". Cuando los niños y ancianos que piden limosna en Cajamarca, y a pocos kilómetros de allí sus chacras y sus cerros revientan de oro. El primer productor de oro en el país (Cajamarca) se encuentra en el primer lugar de pobreza ¿Quién mordió y dejó exangüe a quién? 
Confieso, que no tener vergüenza y dignidad al escribir sin mínimos criterios de veracidad y éticos, nos remite a lindar con lo vacío y hueco  
El siguiente es el texto completo de lo publicado por el diario EL COMERCIO
 

Muerde la mano que le da de comer, por Marcial García | Opinión | ECONOMIA | EL COMERCIO PERÚ 

Muerde la mano que le da de comer (Marcial García Socio de Impuestos de EY Perú) 

Las señales dadas a los inversores en distintos momentos del gobierno no han podido ser peores. Como cuando se quiso aumentar aún más la carga tributaria minera a pesar de que los ingresos fiscales provenientes de esta actividad ya venían rompiendo todos los récords o cuando la premier Mirtha Vásquez amenazó con cerrar minas en Ayacucho. 

27/6/2022 16H18 - ACTUALIZADO A 27/6/2022 16H18 

El refrán al que alude el título de esta columna bien se puede aplicar al gobierno del presidente Castillo. Si hiciéramos un recuento de todas aquellas cosas que ha hecho, intentado hacer y omitido desde que llegó al poder hace apenas once meses, se podría afirmar que es una de las gestiones más perjudiciales y dañinas que hemos tenido para la minería, una de las actividades con mayor peso en la economía y la que más aporta a la recaudación de tributos que Estado puede usar luego para atender las necesidades de la población y cerrar las enormes brechas sociales. 

Las señales dadas a los inversores en distintos momentos del gobierno no han podido ser peores. Como cuando se quiso aumentar aún más la carga tributaria minera a pesar de que los ingresos fiscales provenientes de esta actividad ya venían rompiendo todos los récords o cuando la premier Mirtha Vásquez amenazó con cerrar minas en Ayacucho. Eso, para no hablar de las frases reñidas con la sensatez de la vicepresidenta en contra de la minería formal en Davos, del pésimo manejo de los conflictos sociales que han paralizado operaciones ya consolidadas, como las de Cuajone o Las Bambas, y de la inconstitucional propuesta de sus socios políticos del partido del lápiz para nacionalizar el cobre y crear una empresa estatal para explotarlo. 

Los ejemplos, en fin, abundan, y eso se reflejó en los resultados de la última encuesta anual de competitividad minera publicada por el Instituto Fraser de Canadá, en la cual el Perú descendió 27 puestos, del 42° al 69°, en la categoría que analiza qué tan favorables son las políticas públicas para la inversión minera. Es difícil sobrestimar cuánto le cuesta al país esta terrible situación en términos de movimiento económico, empleos y tributos, justo cuando los precios internacionales de los principales metales que exportamos se encuentran en su nivel más alto en mucho tiempo. 

Todo lo anterior se ha traducido en un deterioro de las expectativas de inversión en el sector. El BCR estima que tendrá una contracción de 5% en el 2022 y de 16% en el 2023, ante el clima antiminero que afronta el país y al hecho de que grandes proyectos, como Quelleveco y la ampliación de Toromocho, culminarían su construcción en este año. Mientras tanto el MINEM sigue anunciando en cuanto foro puede una cartera de 43 proyectos mineros por un monto de inversión que superaría los US$ 53.000 millones, pese a que la gran mayoría están paralizados o tienen graves problemas de viabilidad y no tendrían realmente posibilidad de concretarse. 

Nota: El subrayado y negritas es nuestro

lunes, 27 de junio de 2022

EL PROCESO DE LA LITERATURA, CIEN AÑOS DESPUÉS, EL 30 DE JUNIO A LAS 05:30 P.M. EN EL MUSEO JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI


 

JUEVES 30 a las 5.30pm - PresencialASOCIACIÓN AMIGOS DE MARIÁTEGUI _ MUSEO JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUIInvitan: EN EL MES MARIÁTEGUI: CÉSAR VALLEJO Y MARIÁTEGUI- MARIÁTEGUI Y MARTÍN ADÁN.Participan: Rodrigo EDUARDO CÁCERES/ DANTE CASTRO/ DANILO SÁNCHEZ LIHÓN/Av Washington 1946, Cercado de LimaDirigen el evento: Fanny Palacios Izquierdo / Manuel Velázquez RangelTransmisión en vivo por facebook: ASOCIACIÓN AMIGOS DE MARIÁTEGUI y MUSEO JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI.

domingo, 26 de junio de 2022

DECLARACIÓN FINAL DE LA CUMBRE DE LAS AMÉRICAS DE LOS TRABAJADORES

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DECLARACIÓN FINAL DE LA

CUMBRE DE LAS AMÉRICAS DE LOS TRABAJADORES

Tijuana, 10 al 12 de junio 2022

Las trabajadoras y trabajadores reunidos, en Tijuana, México desde el 10 al 12 de junio de 2022, con motivo de la CUMBRE DE LAS AMÉRICAS DE LOS TRABAJADORES en solidaridad con los pueblos soberanos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, luego de las deliberaciones efectuadas expresamos:

Existe una crisis sistémica y estructural del capitalismo y de su fase imperialista. Es en sí misma una crisis civilizatoria. Esta crisis se mantiene actualmente, transformándose en una Larga Depresión, también debe ser vista como expresión de por lo menos tres componentes fundamentales:

1. La disputa económica estadounidense y europea ante la competencia industrial del bloque de países del sur global encabezados por China.

2. El agotamiento del neoliberalismo como régimen socioeconómico institucional e ideológico prevaleciente a escala internacional.

3. La crisis de hegemonía del imperialismo estadounidense en el mundo, en el marco económico, social político y cultural.

La crisis pandémica del COVID, que comenzó a finales de 2019, aceleró el proceso de crisis del capitalismo y mostró su verdadera cara: primero es el capital y después el ser humano. A partir de aquí se incrementó, aún más, la desigualdad, la explotación y el control sobre los pueblos. Fue una oportunidad para el capital de controlar a las trabajadoras trabajadores y pueblos del mundo utilizando la desmovilización de las luchas populares.

Tras la superación relativa de la pandemia, debido a la virtual paralización de la producción, se ha generado a finales de 2021 la elevación de los precios de las materias primas (recursos energéticos, alimentos y metales) provocando un alza en la inflación a nivel mundial. Pero además produjo una crisis de las cadenas de suministro globales de las transnacionales que afectó y afecta al desenvolvimiento del capitalismo en la actualidad.

Esta situación de crisis del capitalismo en las cadenas de suministro de valor no debemos perderla de vista ya que es de suma gravedad si observamos que estas controlan el 50% del comercio mundial.

El imperialismo: preservar la hegemonía a costa de la destrucción del planeta

Para preservar su hegemonía el imperialismo estadounidense viene desplegando un proceso en donde a la vez que desarrolla fuerzas productivas, realiza un inaudito desarrollo de la Fuerzas destructivas que afecta al hombre y a la mujer y a la naturaleza.

Esto se demuestra en el desarrollo del complejo industrial militar, el gasto de presupuestos de armamento, las guerras y destrucciones de países en los últimos años, la misma pandemia del COVID 19 y la creación de diferentes tipos de virus en laboratorios biológicos secretos para exterminar tanto humanos, animales, como a la misma naturaleza. Por último, el cambio climático forma parte de este proceso de destrucción de fuerzas productivas para crear otras de donde el capitalismo obtenga más rentabilidad aun a costa del género humano y del planeta.

El imperialismo estadounidense y sus socios, la Unión Europea, Canadá, Australia y Japón para mantener esta hegemonía utilizan su brazo militar: la OTAN. Se han dedicado a desarrollar una estrategia de cerco, con bases militares y misiles, a países que ellos consideran sus enemigos (China, Rusia, Irán), además de Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Debemos recordar que Colombia es un socio global de la OTAN y Argentina y Brasil colaboran con esta organización de la destrucción humana.

Las diferentes administraciones desde Obama hasta Biden por medio de la OTAN azuzaron la crisis en Ucrania como instrumento para evitar que la Unión Europea se articule en el proyecto del mundo multipolar. El imperialismo, en esta etapa, comienza una expansión de la OTAN a nivel mundial. Provocando la guerra entre Rusia y Ucrania.

El Imperialismo también utiliza la guerra económica, realizando bloqueos y aplicando medidas coercitivas unilaterales como parte de los instrumentos para destruir a los países y sus procesos soberanistas: Venezuela, Cuba y Nicaragua.

Ahora no se trata de Venezuela, Cuba o Irán sino de China y Rusia a quienes “sancionan”.

Toda esta serie de medidas del imperialismo afectarán, sin duda alguna, al desempeño del desarrollo capitalista y a profundizar futuras crisis en el mundo, las cuales no podemos imaginar cómo serán, pero sí sabemos que serán las trabajadoras y trabajadores y el pueblo quienes las sufrirán.

Consideramos que todos estos procesos que se están desarrollando y que expresan una crisis hegemónica del imperialismo, tienden a complicar aún más las aspiraciones del imperialismo de controlar el mundo.

Pensamos que existen muchos factores que frenan la recomposición de la hegemonía del imperialismo y sus socios, consideramos que los más importantes serían:

1. La conformación de una nueva correlación de fuerzas, a nivel de las grandes potencias capitalistas en la tendencia a la construcción de un nuevo orden multipolar.

Consideramos que existe una lucha por la hegemonía capitalista entre un sector unipolar, bajo el predominio del neoliberalismo y liderado por EEUU y sus aliados la Unión Europea, Canadá, Australia y Japón, y un sector multipolar conformado por un grupo de países heterogéneos y desiguales, opuestos en diferentes formas al neoliberalismo liderado por China y Rusia.

Creemos que la conformación un nuevo orden mundial multipolar, posibilitará nuevas vías para el desarrollo de las luchas populares por la soberanía y autodeterminación de los pueblos a partir de la acumulación histórica de fuerzas en la lucha común de hoy contra el neoliberalismo.

2. Profundización del ciclo de luchas de clases en el siglo XXI

Debemos destacar que el nuevo siglo viene precedido por las luchas de los pueblos originarios que se desarrollaron en América Latina en los años noventa, la lucha de los zapatistas, la lucha por el agua en Bolivia, los levantamientos insurrecciónales de los pueblos originarios en Ecuador y la revuelta argentina en 2001. Estos eventos marcaran el proceso de lucha de clases en el mundo en el siglo XXI.

Durante la crisis capitalista de 2008 podemos apreciar dos oleadas muy importantes de lucha de clases desiguales, asimétricas y discontinuas en sus aspectos políticos y culturales que se extendieron a nivel internacional. La primera, como respuesta directa a los efectos de la Gran Recesión, tuvo su punto más alto en las rebeliones árabes, contra los gobiernos pronorteamericanos que se generan por el alza en el precio del petróleo. Esta oleada tuvo su expresión en Europa con el movimiento de los indignados en el Estado español y las decenas de huelgas generales en Grecia, capitalizados mayormente por nuevas formas orgánicas partidistas: Podemos y Syriza.

La segunda oleada se inició en Francia en 2018 con la movilización de los “chalecos amarillos” (mouvement des gilets jaunes) contra el alza de los combustibles, transformada posteriormente en lucha política contra el gobierno de Macron. Esta oleada llegó a América Latina con el levantamiento de Ecuador (contra la subida de combustibles ordenada por el FMI), las protestas y paros nacionales en Colombia y la revuelta en Chile de octubre de 2019, que se transformó en una revuelta política cuya principal petición era la conformación de una asamblea nacional constituyente popular.

Las luchas de las trabajadoras y trabajadores de las plataformas digitales de reparto globalizadas en el 2020, contra la precariedad del trabajo en América Latina como en Europa y Australia se extendieron durante toda la pandemia. Una de las respuestas a esta pandemia fue la organización a nivel internacional mediante sindicatos de base, alianzas con sindicatos tradicionales ya existentes, asociaciones amplias con consumidores y usuarios y la realización de 5 paros internacionales.

Igualmente, en el 2020 se generaron protestas en EE. UU. por la muerte de George Floyd a

manos de la policía blanca y racista de Minneapolis. Se conformaron y consolidaron movimientos de masas antirracistas y anticoloniales como el BLM (Black Lives Matter).

En Europa se desarrolló una lucha sugerente, la lucha de los migrantes; los “sin papeles”. Los procesos de luchas obreras en EE. UU. en octubre-noviembre denominada Striketober. Entre otras, John Deere (United Auto Workers, UAW), los trabajadores de comunicaciones (CWA) de Frontier Communications en California, Kellogs sindicato (sindicato BCT &amp; GMU), 21.000 enfermeras y otros trabajadores de la salud en Kaiser Permanente en California, IATSE, el sindicato de trabajadores en la producción de películas, Volvo, Frito-Lay, Nabisco, la Universidad de Nueva York, la Universidad de Columbia y programas de televisión, maestros y profesores, camioneros. Todas estas huelgas se desarrollaron desde las bases de sus sindicatos mediante la aprobación en asambleas de la huelga como instrumento de lucha.

A todo esto, hay que unir los conflictos en África en formas de golpe de estados (Sudán, Mali, Guinea, Chad y otros). Por lo menos en Sudán y Mali se han movilizado grandes contingentes de trabajadoras y trabajadores y pueblo en general. Igualmente, las luchas por los territorios y de liberación nacional que enfrentan el pueblo saharaui y el Frente Polisario contra la ocupación colonial de Marruecos, que actúa como agente de los intereses imperiales de la Unión Europea. La lucha del pueblo Palestino en Cisjordania y Gaza contra el ocupante colonial de Israel apoyado por el imperialismo de EE. UU. y su socio la Unión Europea.

Pensamos que este ciclo de lucha de clases se caracteriza por un proceso de clase superior y más violenta en sus formas de lucha, con una represión del sistema capitalista no vista hasta ahora en las “democracias” imperialistas.

La CUMBRE DE LAS AMÉRICAS DE LOS TRABAJADORES – TIJUANA 2022 convoca a la unidad programática de las trabajadoras y trabajadores del continente americano a la reflexión, el debate y la producción de propuestas de acción contra el imperialismo colonial, con el objetivo estratégico de combatir la violencia laboral y social aplicada a nuestros pueblos por el imperialismo de EEUU y Canadá; pero también combatir al imperialismo en todo el mundo.

Presenciamos un proceso de recolonización sobre nuestros pueblos, expresadas en el crecimiento desmesurado del racismo, la pobreza, el desempleo y precariedad del trabajo, el deterioro ambiental de los territorios, la violencia de género y cultural, y la criminalización de la migración.

Consideramos que el sindicalismo y los movimientos sociales que necesitamos en la actualidad deben ser de clase, internacionalista, feminista y que luche por la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y naciones; pero por sobre todo debe ser de combate y movilizador de todas las luchas del pueblo. En definitiva, un sindicalismo y un movimiento popular antimperialista, anticolonial y antipatriarcal.

Creemos que la clase obrera del siglo XXI sólo podrá jugar un papel independiente y central si además de luchar por las reivindicaciones más sentidas del movimiento obrero, asume el combate contra el patriarcado junto al movimiento feminista, la lucha de los pueblos originarios y contra el cambio climático y la defensa de la biosfera, en conjunto con la juventud y el amplio espectro de profesionales y científicos.

Debemos reconstruir articulaciones y alianzas en la que estructuremos nuestras fuerzas comunes para una lucha única y global contra el imperialismo colonial. Mundializar las luchas. Construir nuevas formas orgánicas de la clase obrera desde lo político-cultural hasta lo socioproductivo, para superar el capitalismo y construir el socialismo.

Se necesita un internacionalismo robusto para prestar una atención adecuada e inmediata a los peligros de la extinción: extinción por la guerra nuclear, por la catástrofe climática, y por el colapso social.

Afirmamos que lo anteriormente planteado nos permite demostrar que la lucha de clases es un hecho incontestable y que la emancipación de la humanidad del capitalismo opresor y del imperialismo será solo obra de la humanidad misma.

Esta Cumbre de las Américas de los Trabajadores – Tijuana 2022 lucha contra la IX Cumbre de la Américas, fachada del imperialismo otanista, por la exclusión de países soberanos como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Ante esto proponemos:

1. Crear un encuentro anual de trabajadores y trabajadoras por la solidaridad y articulación de las luchas antimperialistas, anticoloniales y antipatriarcales en el continente americano que sirva de ejemplo a nivel mundial.

2. Impulsar la solidaridad activa con los pueblos y naciones soberanas (Cuba, Nicaragua y Venezuela) y los demás pueblos del mundo “sancionados” y agredidas con el bloqueo económico y medidas coercitivas unilaterales del imperialismo estadounidense y sus socios.

3. Exigir la liberación inmediata de Alex Saab, diplomático venezolano, quien fue secuestrado por los EE.UU. y se encuentra ilegalmente detenido en su territorio desde el 16 de octubre

de 2021, acción que arremete contra la inmunidad diplomática, un derecho garantizado por las leyes internacionales a todo funcionario diplomático en el ejercicio de sus funciones.

4. Impulsar la integración regional de la clase obrera antimperialista de Nuestramérica y la participación en el fortalecimiento del ALBA TCP, la CELAC y UNASUR.

5. Impulsar una campaña contra las políticas de injerencia y expansionismo por parte de los EEUU, la OTAN y su socio global Colombia y luchar por la implantación de la Proclama de América Latina y el Caribe como zona de paz para toda Nuestra América.

¡¡SOLO LA LUCHA DE LAS TRABAJADORAS Y TRABAJADORES SALVARÁN A LA HUMANIDAD, LA NATURALEZA Y EL PLANETA!!

de: Víctor Manuel Matiz <vimas04@gmail.com>

para: Víctor Manuel Matiz <vimas04@gmail.com>

fecha: 12 jun 2022, 17:36

asunto: DECLARACIÓN FINAL

lista de distribución: <GEBOLIVARIANOSSXXI.googlegroups.com>

enviado por: googlegroups.com

firmado por: gmail.com

 

sábado, 25 de junio de 2022

Presentación del libro: Por un Socialismo Indoamericano, el 28 de junio


 

PRESENTACIÓN DE LIBRO 🚩🚩
✅ Michael Löwy (Compilador). “Por un socialismo indoamericano. Ensayos escogidos de José Carlos Mariátegui”. Editorial Ande. Lima, junio del 2022.
El destacado marxista franco-brasileño, Michael Löwy, realizó una selección de los ensayos más importante del gran pensador peruano, José Carlos Mariátegui, los cuales se reúnen en esta compilación. Se presenta la actualidad del pensamiento crítico del Amauta respecto a varios aspectos vitales para la destrucción del modo de producción capitalista. La publicación de este libro gana mayor importancia en el momento actual, donde se evidencia la ascensión del fascismo en todas partes del mundo y se muestra necesario retomar el camino de la crítica radical a toda forma de dominación. Así, este texto condensa la postura crítica del marxismo de Mariátegui frente a los que explotan a las masas trabajadores y a los que, en el ámbito de la teoría, se refugian en eclecticismos improductivos y en la defensa de la restauración de distintas formas de dominación de clase. A través de la reorganización de los ensayos escogidos de Mariátegui, Löwy recalca su llamado a la lucha por el socialismo a partir de las condiciones concretas de las distintas realidades de nuestra América Latina.
HORARIO: Martes 28 de junio 12 hrs (HORA PERUANA)
🕗 12:00: 🇨🇴🇪🇨🇵🇪🇲🇽
🕗 13:00: 🇧🇴🇻🇪🇨🇱
🕗 14:00: 🇦🇷🇧🇷
TRANSMISIÓN EN VIVO: desde este fanpage
AUTOR DEL LIBRO:
Michael Löwy - Universidad de París VIII
PRESENTADORES:
André Kaysel - Universidade Estadual de Campinas
Gustavo Pérez Hinojosa - Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Raphael Seabra - Universidade de Brasília
COMENTADORA:
Lourdes Flores Bordais - Universidade Federal do Río de Janeiro

viernes, 24 de junio de 2022

Petro presidente: el triple hito de Francia Márquez al convertirse en vicepresidenta electa de Colombia

 

Petro presidente: el triple hito de Francia Márquez

al convertirse en vicepresidenta electa de Colombia

Andrea Díaz Cardona

El primer presidente de izquierda del país y el primer costeño llegará a la Casa de Nariño de la mano de la primera vicepresidenta afro de la historia.

Esa dupla, de la coalición Pacto Histórico, obtuvo más de 11,2 millones de votos, una cifra también histórica, y derrotó a Rodolfo Hernandez y Marelen Castillo, de la Liga de Gobernantes Anticorrupción.

Su elección, además, supone un cambio en la manera de llegar al poder en un país que ha estado gobernado históricamente por hombres blancos de élite y urbanos.

Por primera vez una mujer afro llegará a la casa presidencial. Márquez representa y encarna la lucha colectiva por la igualdad de género y étnica. Su vida misma es el reflejo de eso, de ahí que para conocer su historia sea clave detenerse en el lenguaje que ella misma usa.

"Vivir sabroso", "Soy porque somos" y "Que la dignidad se vuelva costumbre" son algunas de las frases que repite y que muchos colombianos, algunos sin entender, escucharon por primera vez durante la campaña electoral.

El histórico triunfo de Gustavo Petro en Colombia

Ella ha dicho que habla y se comporta como la gente de a pie, como la gente que tiene "las manos callosas" de trabajar, porque para esperanza de unos y desconfianza de otros, la vicepresidenta electa representa a una Colombia que habla distinto, que ha crecido lejos de los centros de poder y que ha sobrevivido en carne propia a una guerra de décadas. O como ella dice: representa a los nadies y las nadies del país.

Pero, ¿cómo esta mujer de 40 años logró llegar desde las minas de oro artesanales en el norte del Cauca, hasta una oficina en la Casa de Nariño en Bogotá?

En BBC Mundo hacemos un recuento de los tres hitos que supone su elección.

1. Una vicepresidenta afrocolombiana

La elección de Márquez supone que al palacio presidencial llegue por primera vez la diversidad étnica que existe desde siempre en Colombia.

Francia Márquez nació en Yolombó, una vereda del municipio de Suarez, en el departamento del Cauca. Es una región en el suroeste del país que está habitada principalmente por comunidades afrodescendientes e indígenas.

Su mamá es partera, una tradición que aprendió de las abuelas y que, según ha dicho Márquez, le enseñó desde niña a ver su territorio como un espacio de vida. Es tal la conexión que tienen las comunidades afro con su tierra que cuando un bebé nace, entierran su ombligo para que se arraigue y crezca con la fuerza del lugar.

De ahí que la nueva vicepresidenta use frecuentemente la palabra ubuntu, que significa "soy porque somos" y que hace parte de la filosofía africana.

Márquez representa la lucha colectiva de los pueblos afrodescendientes.

Esa es la tradición en la que creció Márquez. Su infancia y juventud fue como la de la mayoría de mujeres negras del norte del Cauca. Estudió lo básico en la escuela cercana y ayudó en su casa desde pequeña.

A los 16 años tuvo su primer hijo y se convirtió en madre soltera. Para buscarse un sustento trabajaba como minera artesanal.

Como ella, muchas personas con linternas y bateas en mano se internaban en las minas a orillas del río Ovejas en busca de un poco de oro para venderle al mejor postor.

"Cuando conocí a Francia era una jóven minera, con un carácter muy fuerte, no tenía filtro", recuerda en conversación con BBC Mundo Elizabeth García, abogada e indígena arhuaca.

Y Márquez lo reconoce: ha dicho que ser mujer negra empobrecida hace que se forme un carácter, porque no hay otra forma de salir adelante.

La pregunta ahora es si ese carácter que la llevó hasta la vicepresidencia le alcanzará para materializar todo lo que representa y defiende, en especial la reducción de las brechas de desigualdad y discriminación hacia las mujeres y hacia quienes habitan los territorios étnicos y rurales.

"El temor es que las expectativas son demasiado altas con ella. Creo que corre el riesgo de sufrir el síndrome Obama, que es pensar que por tener un presidente negro se van acabar los problemas de dicriminación y resulta que no", explica Sandra Borda, analista política y docente de ciencia política en la Universidad de los Andes.

Pero aunque le sea imposible estar a la altura de las expectativas, Borda considera que Márquez sí tiene en sus manos "un poder enorme de, por lo menos, empezar a cambiar la tendencia a los problemas de desigualdad racial y de género en el país".

2. Una vicepresidenta líder ambiental

Francia Marquez en campaña

Márquez ha dicho que habla y se comporta como la gente de a pie.

En la comunidad de Márquez, como ella ha contado, la gente ve el río Ovejas como la fuente de subsistencia. Como padre y madre al mismo tiempo, es muy respetado y cuidado.

Por eso en 2009 cuando apareció un proyecto para desviar el cauce de ese río hacia una represa cercana, empezó su activismo.

"Eso implicaba que las mujeres no podían seguir trabajando y ese era su sustento. Así que la vida misma llevó a Francia a un rol de liderazgo, no creo que haya sido algo planeado; simplemente haber sufrido en carne propia el tema de la discriminacion, haber sido madre soltera muy joven, la llevó allí", dice García.

Además del desvío, se entregaron títulos de minería a empresas multinacionales que iban a desalojar a la población para poder empezar el negocio.

Era 2009 y Márquez decidió entonces poner una acción de tutela que fue negada dos veces hasta que lograron que la Corte Suprema la revisara. El máximo tribunal le dio la razón a la comunidad: la empresa no había hecho consulta previa ni había seguido el debido proceso, por lo que se frenaron los títulos de minería.

Ese primer logro la posicionó como una líder local. Fue su primer paso político sin quizás darse cuenta.

Pero la situación no mejoró porque tiempo después llegó la minería ilegal a la zona. Las comunidades empezaron a ver maquinaria que contamina el río con mercurio.

Márquez obtuvo la tercera votación en las consultas internas de coaliciones y partidos

En medio de la frustración, Márquez propuso a las mujeres hacer una movilización. Ha contado que muchas tenían miedo, pero cuando les dijo que lo haría sola, se solidarizaron. Quince mujeres de Suarez emprendieron una marcha con turbantes hasta Bogotá. Caminaron alrededor de 600 kilómetros en los que se fue sumando más gente.

A Bogotá llegaron más de 100 personas. Se ubicaron en el Ministerio de Justicia durante varías semanas hasta que lograron ser escuchadas.

Gracias a esa gestión, Márquez ganó el premio nacional de derechos humanos en 2015. En 2016 su nombre apareció en la prensa local, cuando enfrentó públicamente al entonces presidente Juan Manuel Santos por un incumplimiento de los compromisos adquiridos con las comunidades étnicas.

Pero su salida total del anonimato llegó en 2018, cuando recibió el premio Goldman, considerado el Nóbel de Medio Ambiente.

Según su página web, el premio reconoce a personas de todo el mundo por sus esfuerzos sostenidos y significativos para proteger y mejorar el medio ambiente natural, aún cuando tienen que correr un gran riesgo personal.

Como es el caso de Márquez quien fue víctima de intimidaciones y de un atentado que la obligó a abandonar su territorio. Sus dos hijos se encuentran exiliados y su familia no ha sido expuesta públicamente por cuestiones de seguridad. Colombia es uno de los países en los que más líderes sociales y medioambientales son asesinados cada año.

Así que el Goldman partió la vida de la nueva vicepresidenta en dos. No sólo porque, como ha dicho, empezó a ser alguien en la agenda pública y a posicionarse como un referente de liderazgo ambiental, sino porque con el dinero que recibió pudo comprar una casa para su familia.

3. Una vicepresidenta que fue empleada doméstica

Francia representa la lucha por la igualdad

Márquez tuvo que interrumpir muchas veces sus estudios. A veces no tenía con qué pagar el semestre, o no podía dejar de trabajar para dedicarse a estudiar. Le tomó muchos años concretar su sueño de ser abogada.

En el camino hizo de todo. Hasta trabajó como empleada doméstica en casas de familias en Cali y sorteó el desplazamiento y las amenazas que le llegaron por cuenta de su liderazgo en la comunidad.

Hasta que en 2020, a sus 38 años, pudo graduarse como abogada de la Universidad Santiago de Cali con una tesis laureada sobre racismo estructural.

Su entrada a la política ocurrió dos años antes. En 2018, después de ganar el Goldman, fue candidata a la Cámara de Representantes del Congreso por las comunidades afrodescendientes, pero no obtuvo puesto.

Dos años después y con su título de abogada en mano, anunció su precandidatura a la presidencia de 2022 dentro de la coalición Pacto Histórico. No logró recoger las firmas suficientes para presentarse por su cuenta, así que el partido político Polo Democrático le dio el aval para continuar.

En marzo de este año se enfrentó a Gustavo Petro y a tres candidatos más en una consulta previa de la coalición. Quedó en segundo lugar con 780.000 votos, mientras Petro obtuvo el primer lugar con más de cuatro millones y se convirtió en candidato a la presidencia.

Semanas después el Pacto Histórico anunció que Márquez sería su fórmula vicepresidencial. Después de meses de una campaña polémica y reñida, Francia se convirtió en la primera mujer afro en llegar a la vicepresidencia de Colombia.

"Que Francia esté en la vicepresidencia significa un hito histórico para las mujeres que luchan en Colombia. Ella es la cara visible y representa el trabajo colectivo de las comunidades afrocolombianas, no fue elegida a dedo, obtuvo la tercera votación más alta en las consultas", dice Sher Herrera, afrofeminista y estudiante de estudios afrocolombianos de la Universidad Javeriana.

El reto a partir de ahora

La hazaña de Márquez no termina con su llegada al poder. Ahora tendrá que materializar su propuesta de cerrar la brecha de la desigualdad.

"Es importante decir que a pesar de que ella es una buena noticia para las mujeres, eso no quiere decir que el tema de género haya estado en el centro de la campaña de Gustavo Petro. Es decir, no va a ser la prioridad del gobierno y va a depender de ella y de las mujeres que la sigan que así lo sea.

"Lo que vamos a ver, seguramente, van a ser grandes esfuerzos por tratar de abrir espacios de equidad y por tratar de eliminar formas de discriminación sistematica", explica Borda.

"Vivir sabroso" es uno de los lemas de campaña de Márquez

Su propuesta bandera es la creación del Ministerio de la Igualdad y es en donde ha dicho que concentrará su labor durante los siguientes cuatro años de gobierno.

Para algunos es una apuesta ambiciosa que desconoce, de alguna manera, instituciones y programas que ya existen y que necesitan ser fortalecidos, antes de gastar recursos en crear una nueva cartera.

Pero Borda, en cambio, opina que "sí es tremendamente importante subirle el perfil a la institucionalidad dedicada al tema porque lo que ha pasado es que la gestión alrededor del tema de la igualdad desde el punto de vista de género y desde el punto de vista racial, es una gestión que está desagregada, fragmentada y por tanto no tiene un nivel de coordinación lo suficientemente alto como para que se constituya en prioridad y para que sea efectiva".

Y Márquez tiene la legitimidad y el respaldo de los colectivos y las comunidades que llevan años tratando de posicionar sus temas en la agenda pública.

"No es la primera vez que una mujer negra o indigena trata de llegar a una posición de poder, la diferencia está en que la voz de Francia es la de muchas otras. Cuando Francia habla no habla ella, sino todas las comunidades que tenemos un referente y ella lo tiene absolutamente claro", concluye García.

BBC NEWS MUNDO

19 junio 2022