En circunstancias en que la
unidad de la izquierda y las fuerzas progresistas, parece inviable,
publicamos el presente documento discutido en la plenaria del 22 de noviembre 2015 del Movimiento
por el Socialismo (Voz Socialista), para dar a conocer nuestras opiniones sobre la actual
coyuntura política, la táctica electoral, la unidad de la izquierda y las
tareas del movimiento por el socialismo.
LA ACTUAL
COYUNTURA POLÍTICA: COMPLEJA Y DIFÍCIL
La actual coyuntura política del país es
muy compleja y tiene particularidades que necesitamos comprender para organizar
con la mayor objetividad posible la lucha de los socialistas.
Es evidente, el Perú está en un contexto
distinto a las circunstancias excepcionales de los años 2006 y 2011. En
aquellas coyunturas se desarrolló un movimiento democrático patriótico de
envergadura nacional, como subproducto de la lucha desarrollada a fines de la
década del 90, en particular de la gigantesca lucha de masas contra el
fujimorismo del 2000 y como resultado directo de las tensiones sociales
engendradas por el nuevo impulso del desarrollo de la gran industria -en el
sector minero en especial-, así como por las graves fisuras abiertas en las
capas dominantes, a consecuencia de la caída del fujimorismo. Por errores y,
sobre todo, debilidades estructurales de la izquierda, este movimiento fue
canalizado por el nacionalismo, permitiéndole a Ollanta Humala disputar con éxito las
elecciones generales, que casi ganó el 2006 y obtuviendo finalmente el triunfo
el 2011.
La traición de Humala y los
nacionalistas, y la persistencia de la crisis de la izquierda, rápidamente
convirtieron esa victoria en momentos desfavorables. Ahora, después de la
experiencia del gobierno municipal de Susana Villarán, que desilusionó a
importantes sectores del pueblo limeño (con repercusión nacional), y luego de
la frustración provocada por el viraje de Humala, por su continuismo
neoliberal, comienza a producirse un viraje hacia el conservadurismo, hacia el
reaccionarismo. Viraje que se profundiza a consecuencia de los crecientes
efectos de la crisis económica internacional que está empujando al país a una
nueva fase recesiva.
Durante la bonanza, la gran burguesía se
consolidó como clase -como capa social- dominante. Desde esa posición
hegemónica, direcciona el viraje movilizando a sus múltiples operadores
políticos, realizando una propaganda permanente a través de los medios de comunicación
de masas. La gran burguesía no tiene un partido político sólido que responda
plenamente a sus intereses, pero tiene injerencia directa en casi todos los
partidos y en los resortes claves del Estado. Al igual que en otros países del
mundo, esta burguesía utiliza la capacidad de los grandes medios de
comunicación para controlar ideológicamente a la población con una mayor
rapidez y profundidad que los partidos políticos.
En la actualidad, a pesar de las
evidencias de la crisis del neoliberalismo en todo el mundo y que el modelo
económico imperante en el país -sustentado en las industrias extractivas-
también está en crisis, la gran burguesía insiste en la política neoliberal del
Estado y se opone en los hechos a una verdadera diversificación de la producción,
aunque muchos de sus representantes declaren lo contrario.
La burguesía emergente, por su
vinculación con la pequeña y mediana producción, en los últimos años, por lo
general, ha asumido una posición retrógrada, tal como pudo evidenciarse en la
actitud que asumió frente a las reformas promovidas durante el anterior
gobierno de la MML. Después de haber acumulado, también gracias al
neoliberalismo, y disfrutado los beneficios del auge económico, hoy, ante los
primeros síntomas de una nueva crisis económica no está dispuesta a luchar como
lo hizo en los últimos años de la década del 90, cuando desempeñó un papel
activo en el derrocamiento del fujimorismo y en la derrota electoral municipal del
conservadurismo del PPC; tampoco hay síntomas de que pueda reeditar sus posturas
de los años 2006 y 2011, cuando se convirtió en el alma viva del nacionalismo
“insurgente”.
Hoy, la burguesía emergente tiende a
asumir una posición regresiva, reaccionaria; inclinándose a una postura similar
a la que tuvo en los 90, cuando se convirtió en la base social principal de la
contraofensiva reaccionaria impulsada por el fujimorismo. Como la experiencia
nos enseña, hoy, el viraje de esta capa social puede ser también decisivo en
los próximos resultados electorales. Desde 1990 los burgueses emergentes, en
cierto modo, son los “grandes electores”. Lo más probable, estos
“electores” son los que también definirán al triunfador de las elecciones del
2016, si es de derecha o de extrema derecha.
La pequeña burguesía puede tener
intenciones de luchar contra el estatus quo, pero hoy es una clase incapacitada
para organizar grandes luchas. En los últimos decenios ha sido afectada por la
ofensiva del neoliberalismo; siendo disgregada y descompuesta por el nuevo
desarrollo del capitalismo. Durante los años del auge económico se sometió por
completo al poder de la gran burguesía y de la burguesía emergente. En
particular, ha sido casi totalmente dopada por los grandes medios de
comunicación de masas. Ahora, ante la posibilidad de una nueva crisis económica
y por sus recuerdos y frustraciones respecto al nacionalismo y los “progres” de
izquierda, la mayoría de esta clase se inclina a una posición conservadora, a
un mayor sometimiento al orden social imperante, dominado por todo tipo de
capitalistas.
Para los trabajadores y los proletarios
de todos los sectores, el nuevo desarrollo de la gran industria capitalista ha
significado acceso al trabajo y vivir, a pesar de los regímenes de
sobreexplotación impuestos por el neoliberalismo. El período de bonanza
económica lo asumieron como un alivio y un progreso, en comparación a los años
de la prolongada crisis y retroceso productivo, económico y social, iniciada a
fines de la década del 70 del siglo pasado, años de completa miseria. Sobre
estas nuevas bases materiales, la clase obrera y los trabajadores en su
conjunto han avanzado en su organización y lucha sindical y en su conciencia de
clase, pero sin superar del todo sus profundas debilidades. Los actuales efectos
recesivos de la crisis internacional los han sorprendido en el momento más
elemental de su recomposición social como clase y fuerza productiva; hasta
podríamos decir, cuando aún experimentaban y “disfrutaban” el período de
crecimiento, que les permitía un mínimo de satisfacción de sus necesidades
básicas.
Los hechos evidencian que el
proletariado peruano actual, como clase, aún no está en condiciones de actuar
con plena independencia de las fracciones burguesas y de ciertos núcleos de la
pequeña burguesía; pero lo nuevo y progresivo, a diferencia de coyunturas
pasadas (2000, 2001, 2006, 2011), es que ha avanzado en su organización
sindical independiente. Más aún, sus sectores más avanzados están buscando de
alguna manera una representación de izquierda; aunque en ese camino, por sus
propias limitaciones estructurales presentes y por las debilidades, aún no
superadas, del movimiento socialista, se ilusionan con nuevas y falsas
expresiones políticas de izquierda, que por lo general tienen un carácter
pequeñoburgués, por lo tanto son inconsecuentes, conciliadoras o aventureras en
la lucha contra el capitalismo.
Estamos en una coyuntura diferente al
2006 y 2011. La reacción avanza, pero al mismo tiempo se desarrollan tendencias
progresivas en el movimiento obrero y popular. Este es un momento muy complejo,
de transición hacia un nuevo período de grandes convulsiones sociales y
políticas. Como una respuesta reaccionaria al “progresismo burgués y pequeñoburgués”,
momentáneamente, se fortalecen tendencias como el fujimorismo; se mantienen en
un nivel expectante el aprismo y el movimiento derechista de PPK; o irrumpe en
el escenario un nuevo partido de la burguesía emergente como APP, liderado por
Cesar Acuña.
Sin embargo, en este contexto,
aparentemente muy dominando por las tendencias reaccionarias, también se
desarrollan procesos progresivos, como la señalada maduración política de la
clase obrera; fenómeno no siempre evidenciado en los escenarios públicos.
Asimismo, se manifiesta el viraje a la izquierda de importantes sectores de la
juventud. Como parte de estos fenómenos progresivos, en la actual campaña
electoral, la vanguardia obrera, popular y juvenil busca una representación
electoral de izquierda con participación de las organizaciones sociales, y sus
sectores más conscientes exigen a los bloques de izquierda la unidad en una
sola plataforma electoral.
NATURALEZA
Y TENDENCIAS DE LA ACTUAL LUCHA ELECTORAL
Los acontecimientos de las últimas
semanas están aclarando determinados fenómenos, definiendo ciertos
procesos, así como manteniendo en la incertidumbre otros. En este
contexto complejo, en el cual domina el conservadurismo y el reaccionarismo,
asoman los elementos más progresivos de la lucha política.
El gobierno nacionalista se encuentra
completamente arrinconado, como lo muestra el acoso a Nadine Heredia. Por tal
razón, Ollanta Humala decidió precipitar la convocatoria a elecciones generales
para el 10 de abril del 2016. Lo hace en los marcos establecidos por la ley,
pero claramente con un espíritu de derrota, como una manera de desactivar las
presiones conservadoras de los que siempre han conspirado contra su
gobierno. Con este hecho se acabó gran parte de la incertidumbre política de
los últimos meses. Aunque no se descarta que algunos sectores de esa oposición,
con el objetivo de crear un escenario de mayor crisis y caos para luego
aparecer como la gran solución, continúen con sus planes de vacar a Humala. La
convocatoria a elecciones abre la posibilidad para una definición de la actual
coyuntura política. Es difícil que en este contexto se desarrollen tendencias
golpistas o insurgentes, si algunos optan por esos caminos aventureros lo más
probable es que serán aislados completamente. Las elecciones serán el camino
mediante el cual las clases y partidos políticos resuelvan sus tensiones, su
lucha por el poder.
Es visible que la gran burguesía
alimenta varias candidaturas. No tiene un único candidato. En primer lugar,
pretende sepultar a los que triunfaron los años 2000-2001, 2010-2011. Sus
opciones preferidas son Keiko Fujimori, Alan García y PPK, aunque es posible
que respalde a otras alternativas. Mediante los medios de comunicación masiva
intenta definir al primero y al segundo de la contienda, así como a la reserva;
incluso intenta “nombrar” al que represente a la izquierda. La gran burguesía
no quiere coyunturas electorales sorpresivas como las pasadas.
Según las últimas encuestas, Keiko
Fujimori se mantiene en primer lugar, seguido por PPK. Alan García continúa en
situación precaria, con tendencia a la baja, casi todas las encuestas resaltan
que ha sido desplazado del tercer lugar por Acuña. Con el ascenso de este
último, es muy posible que estemos ante un político que está logrando expresar
el estado de ánimo, intereses, ideología y moral de la burguesía emergente, así
como a importantes sectores de la pequeña burguesía. En estos momentos, por su
historia, discurso y vínculos sociales, es probable que Acuña sea el que mejor
representa a la burguesía emergente y a las capas pequeñoburguesas afines. No
expresa al burgués medio insurgente, tampoco intenta disfrazarse de progre o
demócrata liberal, simplemente es un burgués emergente que tiene como ideario
un pragmatismo rudimentario y elemental que le permite establecer una relación
beneficiosa con la gran burguesía y de soborno con los sectores populares.
Para sorpresa de tirios y troyanos,
Cesar Acuña, hasta el momento, es el que comienza a capitalizar al electorado
que rechaza o no se siente representado por los tres candidatos promocionados
por los medios de comunicación. Este burgués, con recursos financieros de
origen oscuro, se puede convertir en el más serio rival de los
“escogidos”. En los últimos días ha logrado pasar a Alan García, y
es muy probable que en las siguientes semanas supere a PPK.
La candidatura de Cesar Acuña no solo
afecta a los representantes de la extrema derecha, sino también restringe
seriamente las posibilidades de las candidaturas impulsadas por la izquierda y
de manera particular puede esfumar al electorado vinculado al nacionalismo y al
toledismo.
En los últimos años, la lucha en las
alturas ha sido intensa. La ofensiva de los sectores vinculados a los
representantes tradicionales de la gran burguesía o al fujimorismo, ha sido
cada vez más abierta y descarada contra los burgueses emergentes y pequeñoburgueses
que accedieron al poder. En este proceso electoral, difícilmente, estos
sectores se quedarán con los brazos cruzados, intentarán defender lo que han
conseguido en la base económica y la superestructura. El ascenso imprevisto de
Cesar Acuña, puede convertirlo súbitamente en el hombre que el nacionalismo ha
estado buscando para impedir la victoria de Fujimori y Alan. Por lo tanto, si
los nacionalistas sienten que no tienen posibilidades, pueden comenzar a mover
sus recursos y contactos en favor de este nuevo “advenedizo”. Si no lo hacen
desde arriba, desde las altas esferas del poder, las bases del nacionalismo
pueden actuar por su propia cuenta, como una manera de defenderse. Lo
mismo pueden hacer las bases de Perú Posible. Es decir, el partido de Acuña
puede escalar a la cima de la lucha electoral y convertirse en el más serio
competidor de los partidos tradicionales y del fujimorismo, pero a costa del
electorado del toledismo y humalismo.
LAS
POSIBILIDADES ELECTORALES DE LA IZQUIERDA
En este escenario, las posibilidades de
las actuales fuerzas electorales de izquierda se restringen. Panorama que
se puede agravar si no entienden las relaciones que se están creando entre las
clases y los partidos en esta coyuntura electoral.
En las condiciones actuales, tanto por
razones estructurales como coyunturales, si las organizaciones de izquierda
intentan concentrar su trabajo político en las capas emergentes, en los
llamados emprendedores, están condenadas al fracaso total. En estas
circunstancias, solo pueden tener opción en la medida que expresen
políticamente a los trabajadores, o tengan una relación preferencial con los
pobres de la ciudad y el campo, con los explotados y oprimidos por la nueva
ofensiva de la gran industria capitalista; pero evitando ser inundado por la
espiritualidad y la posición del pequeñoburgués desafortunado.
En el momento actual, de acuerdo a la
ubicación de cada una de las clases y partidos, y considerando la naturaleza de
la campaña electoral, será una elección de dos vueltas. La única posibilidad
que tienen las fuerzas de izquierda para lograr un éxito electoral de
importancia es constituir una plataforma verdaderamente unitaria, que levante
de manera clara las banderas democráticas de transformación por las cuales ha
luchado desde hace 25 años. Solo por este camino podría avanzar hacia un
escenario más favorable, con la movilización, la fuerza del pueblo y
aprovechando las fisuras y la lucha en las alturas que, inevitablemente, se
agudizarán durante la campaña electoral.
La división de la izquierda ha sido un
factor decisivo que ha extendido los tiempos y no ha permitido que se
establezca una estrecha relación con los trabajadores ni ganar a los sectores
medios. Está claro que ahora el pueblo no está por una revolución social y,
según los múltiples síntomas, tampoco por un cambio radical del estatus quo
neoliberal. En este contexto, como la izquierda no aparecía como una fuerza
política real ni con un mensaje progresista claro, se abrió la posibilidad para
la irrupción de un personaje como Acuña, que hoy amenaza con quedarse en los
primeros lugares. Naturalmente, esta nueva situación expresa mucho más que los
problemas de la izquierda. Está reflejando una realidad que hasta ahora no
entienden los analistas ni los políticos “tradicionales”, ni los representantes
de la superestructura “oficial”, ni los izquierdistas que están atrapados por
sus recuerdos. El ascenso de Acuña, más allá de sus potencialidades como
candidato y de su organización política, representa una capa social realmente
existente, a la burguesía emergente, así como el estado de ánimo de las masas
en las cuales predominan los pequeñoburgueses muy próximos a esa capa social
burguesa.
Si la izquierda no se une en la actual
contienda electoral no tendrá posibilidades de éxito. Si no se constituye un auténtico
bloque unitario, no solo será incapaz de luchar contra el fujimorismo, el Apra,
PPK, sino que tampoco podrá enfrentar al partido de Acuña, ni podrá
evitar el drenaje de sus fuerzas que le ocasionará este nuevo partido de la
burguesía emergente. Si las masas aún no están por acabar con el modelo
neoliberal imperante, pero tampoco desean la victoria de Alan y Fujimori,
existe la posibilidad que opten por Acuña y lo asuman como la alternativa
política que esperaban. Las masas pueden rechazar a los partidos y a los
candidatos que han escogido los grandes medios de comunicación, pero asimismo
pueden ignorar a los representantes de la izquierda. En lugar de ellos, una vez
más, pueden preferir a los políticos vinculados a la burguesía y pequeña burguesía
emergentes, que abundan en la sociedad peruana.
Los partidos de izquierda, hasta hace
poco han pensando que el electorado que apoyó a Humala el 2006 y 2011 es el
mismo electorado de izquierda de los años 80, que nuevamente podían
recuperarlo. No comprenden los procesos que el país ha vivido desde los tiempos
del velasquismo. En la actualidad, la izquierda está casi en el mismo nivel
electoral de las coyunturas del 2006 y 2011, no ha logrado acumular fuerzas
significativas. Ubicándolos en la historia general de la izquierda,
aparentemente, los que están en una situación más difícil son los antiguos
representantes, los viejos partidos socialistas o cuasi socialistas. Sin
embargo, las contradicciones en la sociedad se han desarrollado de tal manera,
en el contenido y la forma, que también han afectado “precozmente” a los
movimientos “renovadores”, que supuestamente se encargarían de negar a la
izquierda “tradicional”. En la actual coyuntura electoral, las viejas y nuevas
tendencias de la izquierda, con todos sus matices intermedios, parece que
solo buscan la sobrevivencia política. Si extreman esta posición defensiva y
marchan divididos, pensando ante todo en asegurar su propio espacio y
legalidad, en las próximas jornadas electorales, las masas no los apoyarán. El
pueblo, orientado por un sentido práctico, respaldará al que considere
una alternativa real.
LA LUCHA
POR LA UNIDAD DE LA IZQUIERDA Y SUS CONSECUENCIAS
Aparentemente, en las últimas semanas se
han dado algunos pasos en el proceso de unidad de los bloques de izquierda, al
haberse instalado una comisión de enlace en la que se han abordado los
múltiples problemas programáticos y organizativos de la unificación. Pero hasta
el momento no hay nada efectivo. Los avances son muy precarios y sobre todo
inciertos. En particular, los líderes del FA continúan con sus “peros” y vetos,
en esta oportunidad contra los Alcántara. Si se mantiene esta situación,
naturalmente, no se concretará la unidad tan deseada por el pueblo y tan
proclamada por los líderes de izquierda. Son urgentes pasos más concretos.
Tomando en cuenta la división existente, las múltiples aspiraciones de grupo y
personales, la única posibilidad para materializar la unidad es definir una
fórmula presidencial mediante un proceso electoral abierto, al igual que la
elección de los representantes parlamentarios.
En vista que predomina la incertidumbre,
existe la gran posibilidad que la unidad no se concrete. Por ello se avizora la
participación de dos bloques de izquierda en el proceso electoral. Con
posibilidad de que al final solo quede uno de ellos en carrera, pero como
producto de una política de maniobra, de imposición arbitraria y resultado de
los diálogos sin fin que hoy predominan.
Nuestro Movimiento por el Socialismo
(Voz Socialista), frente al proceso electoral del 2016 y la actual coyuntura,
siempre ha planteado la imperiosa necesidad de forjar la unidad de las fuerzas
progresistas de izquierda. Precisamente, por esta convicción decidimos
mantenernos al margen de los bloques electorales, porque considerábamos que
cada cual estaba empecinado en mantener una división que afectaba a los
trabajadores, al pueblo y a nuestra patria.
A estas alturas, a pesar de las grandes
incertidumbres imperantes en el campo de la izquierda, nuestro movimiento ha
tomado la decisión de integrarse a Unidad Democrática, porque consideramos que
actualmente es el espacio que nos puede permitir luchar por la unidad de las
fuerzas de izquierda. Nuestro objetivo principal al integrarnos a UD es luchar
por la unidad de los dos bloques progresistas de izquierda, porque estamos
convencidos de que solo con la unidad habrá alguna posibilidad para las fuerzas
populares, y también para nuestra lucha singular como movimiento
socialista.
LAS
TAREAS DEL MOVIMIENTO POR EL SOCIALISMO
Lo primero que debemos entender en el
momento político es que por el tipo de relaciones entre las clases
sociales y los partidos, por la situación de la izquierda, de la clase obrera y
del movimiento socialista, en la actual coyuntura electoral no será posible
conquistar un gobierno democrático progresista patriótico. Sin embargo,
para impulsar la lucha democrática por las grandes reformas, por las
particularidades de esta lucha electoral, debemos mantener la consigna del
gobierno democrático progresista y patriótico, para disputar a las masas hoy enajenadas
por los medios de comunicación, para seguir luchando por ganar a los sectores
populares y fuerzas progresistas en las actuales condiciones complejas y
adversas.
En las condiciones concretas de la lucha
electoral actual y tomando en cuenta las relaciones que se han establecido
entre todas las clases sociales, los partidos y tendencias, el objetivo
fundamental del Movimiento por el Socialismo es luchar con mayor énfasis por
avanzar en la unidad popular patriótica de los obreros, campesinos y pueblos
originarios; sobre la base de una propuesta democrática para toda la sociedad,
que plantee en primera instancia la ruptura con el neoliberalismo.
El Movimiento por el Socialismo, debe
levantar sus propuestas democráticas avanzadas que promuevan con claridad la lucha
por el progreso y la democracia, por mejorar las condiciones materiales y
espirituales de los trabajadores. En las actuales condiciones de crisis del
capitalismo en el mundo, de vísperas de una crisis en el Perú, las propuestas
democráticas tienen que ir más allá de las ideas planteadas en la “gran
transformación” del 2011. Debe adelantar algunos aspectos de su programa de
transición del gobierno popular patriótico y, en el conjunto de la lucha, de un
modo paciente y creativo debemos desarrollar una propaganda particular por
nuestros objetivos a largo plazo: nuestra lucha por la nueva sociedad
socialista.
En la actual coyuntura marcada por la
lucha electoral, el Movimiento por el Socialismo deberá avanzar en la
construcción de su organización partidaria, orientándose por los principios del
socialismo científico, por su línea ideológica, por la moral socialista que nos
exige colocar en primer lugar los intereses generales del pueblo y los
intereses históricos de la clase obrera, por encima de intereses particulares.
Nuestro objetivo estratégico principal en esta coyuntura deberá ser avanzar de
manera consciente en la Organización del Movimiento por el Socialismo.
Naturalmente, esta tarea solo podrá ser cumplida en la medida que logremos
vincularnos a la clase obrera, a los trabajadores; y en tanto avancemos en la
Unidad Popular Patriótica, en la que los obreros de vanguardia deben cumplir un
papel fundamental.
Por la naturaleza de los bloques de
izquierda, por el tipo de relación existente entre ambos, la unidad en una sola
plataforma electoral puede frustrarse pese al esfuerzo que puedan seguir
haciendo los diversos partidos y movimientos. Las posibilidades que ahora
existen, también pueden esfumarse en cualquier momento. Si el FA no acepta la
alianza con Democracia Directa (Unidad Democrática) no habrá unidad, por lo
menos en los términos planteados hasta ahora. Si no se da la unificación, la
izquierda sufrirá una derrota muy severa, tal vez más grave que la del 2014. Si
finalmente se define un escenario electoral en el que compiten dos bloques de
izquierda, estamos obligados a evaluar para tomar las decisiones que
correspondan a esas circunstancias, tomando en cuenta en primer lugar los
intereses de la clase obrera y del conjunto del pueblo y nuestra Patria.
En el escenario que se está definiendo,
lo más probable es que el caudal de la izquierda esté hoy, aproximadamente, en
un 10%, con un potencial máximo de 15%. Pero si las fuerzas se dividen no se
garantiza ni el 5%. En Lima, es posible que el promedio más óptimo de este
electorado se mantenga en 10%, como el 2014, posiblemente con algunos cambios
en su composición social. Las “deserciones” que pueden haberse producido serán
por el viraje de ciertas capas medias emergentes y tradicionales que apoyaron a
la izquierda en aquella campaña, marcada por la defensa del poder municipal
progresista. Mientras los nuevos elementos de este electorado pueden estar
compuestos principalmente por los trabajadores y la juventud progresista de
izquierda.
Estamos en una fase de transición a
nivel del conjunto del país y también de la construcción de nuestro Movimiento
Socialista. Es decisivo que desarrollemos la lucha con una gran flexibilidad
táctica para defender las posiciones conquistadas por el pueblo, la clase
obrera y nuestro movimiento, para crear las nuevas condiciones del próximo
escenario. Lo fundamental es impulsar con decisión la lucha democrática a un
nivel superior del 2011. Sobre esta base concreta, tomando en cuenta la
naturaleza de los diversos espacios, nuestro Movimiento deberá explicar con
paciencia su lucha por el socialismo. La crisis del capitalismo mundial y las
crecientes tendencias hacia la guerra, evidencian cada día más que este sistema
se ha convertido en una amenaza para toda la humanidad. En el Perú, donde tal
sistema es una mezcla de capitalismo primario y capitalismo transnacionalizado,
nos empuja a una profunda y peligrosa crisis. En estos días y semanas, en esta
compleja coyuntura política, siguiendo el camino popular patriótico, debemos
avanzar en la gran lucha por el socialismo.
Lima, 22 noviembre de 2015.
Movimiento por el Socialismo