(Ponencia
presentada ante Simposio referido al Centenario del retorno del Amauta,
organizado por la Casa Mariátegui en Lima. Sustentado el 15 de abril
del 2023)
Se ha
escrito mucho acerca de lo que se conoce comúnmente como “el periplo
europeo” del Amauta es decir, este periodo en el que Mariátegui pudo
conocer Francia, Italia, Alemania Hungría y Checoslovaquia, recogiendo
experiencias de todo orden, desde episodios de la vida cotidiana, hasta
acontecimientos de trascendencia virtualmente histórica.
Es
usual admitir que en esos años en los que el joven periodista recorrió
parte del viejo continente, estudió cuidadosamente diversos fenómenos:
la crisis mundial y la secuela que dejara después de la I Gran Guerra;
la trascendencia de la Revolución Rusa de 1917; el proceso de formación
de los Partidos Comunistas; el ascenso de la clase obrera y sus luchas,
en el escenario internacional; y el surgimiento del fascismo como
expresión de la política del capital financiero, intimidado por la Ola
Revolucionaria de los años 20. Todos ello, serían el signo de la escena
contemporánea, como el mismo la denominara cuando –para presentarla ante
los lectores peruanos- publicara un libro con este título, en noviembre
de 1925.
Es
claro que ese escenario difería significativamente del que encontrara
Mariátegui cuando arribó al viejo continente casi cuatro años antes. En
1919 descubrió una Europa desolada. Agobiada por una profunda crisis,
con países devastados, ciudades destruidas, hambre generalizado y
gruesas columnas de desocupados; la vieja Europa parecía vivir el fin de
la civilización cuando en realidad era escenario de los estertores de
una sociedad exhausta:
Servais
Thissen, en su valioso libro “La aventura del hombre nuevo” señala,
aludiendo a ese periodo y su incidencia en la formación cultural e
ideológica de nuestro personaje, que: “La estadía europea de Mariátegui
fue fundamental en su vida: le permitió comprender la crisis del mundo
occidental: le hizo descubrir una nueva manera de analizar los fenómenos
sociales y políticos, gracias al marxismo, y también la necesidad de
formar parte de gran movimiento revolucionario mundial. Lo más
importante para esta labor social y política que iba a emprender José
Carlos en el Perú, era haber asimilado la esencia del marxismo”.
Quisiera,
en este aporte al evento que realizamos, ocuparme del fascismo, un
fenómeno que surgió en Europa Central y que se convirtió en los años 20 y
30 del siglo pasado, en la herramienta de la que se valió el capital
financiero para enfrentar a la Clase Obrera y a la experiencia
socialista en ese entonces creciente. Y analizar el tema a la luz de las
opiniones que nos legara el Amauta en su valiosa obra. Veamos
No
esta demás, subrayar, en un inicio, que el fascismo tiene en realidad
dos variantes: la versión clásica de la política de Mussolini en la
Italia bajo su égida; y la variante alemana liderada por Hitler. Esta
última, sin embargo, no fue abordada por el Amauta que partió tres años
antes que Hindenburg consagrara al Cabo austriaco como el Jefe de la
Alemania Nazi. Obviamente, me referiré a la primera.
Es
importante hacerlo ahora no sólo como un recuerdo histórico, habida
cuenta que el fascismo en sus dos vertientes, fue liquidado después de
la II Gran Guerra; sino porque aún existe como una amenaza real, dado
que su esencia retorna hoy al compás de la crisis de descomposición de
un sistema que busca desesperadamente perpetuar su dominio global.
Hoy,
en efecto, como un ave fénix más bien siniestra y empapada en sangre,
retorna el maléfico espectro del fascismo, de la mano del Gran Capital y
ocupa un lugar preeminente en algunos países. La victoria de Giorgia
Meloni en los comicios italianos del año pasado; la afirmación de VOX,
el engendro Ultra Conservador de la España post franquista; la
persistencia de Le Pen en los comicios franceses y el viraje ultra
derechista de Macrón; el surgimiento de movimientos Neo Nazis, como el
Amanecer Dorado, en Grecia; y las victorias electorales de grupo y
partidos de la extrema reacción en Suecia, Noruega y en algunos países
de Europa Central; y la alianza del gobierno de Estados Unidos, la OTAN y
la Unión Europea para respaldar al régimen de Zelensky; lo confirman.
Todo eso, constituye hoy el núcleo duro del fascismo de nuestro tiempo; y
a él, se suman otros movimientos que llegan a nuestro continente. Como
en un espejo. podemos mirar la imagen del Perú de nuestros días.
No
se puede entender el surgimiento del fascismo sin comprender dos
fenómenos paralelos: la ruptura de la cadena de dominación capitalista,
ocurrida en Rusia el año 17 y el surgimiento de diversos procesos
liberadores ocurridos en distintos países, en lo que se conoce “La ola
revolucionaria de los años 20”. Surgió a partir de la caída del Zarismo y
la victoria de los Bolcheviques, en la vieja Rusia.
Quizá
si la expresión más sostenida de ella, fue la República Húngara de los
Consejos, surgida a la caída del Imperio Austro-Húngaro, en 1918 A esa
insurgencia se le llamó “La Revolución de los Crisantemos”, y comprendió
dos etapas. En una primera, el Conde Karoldy alentó reformas que
pusieron en jaque a los grandes terratenientes del Danubio. La segunda,
más radical -vale decir, más profunda- fue conducida por los comunistas
liderados por Bela Kun.
Pero
Hungría no pudo coronar ese proceso. Las fuerzas más reaccionarias se
agruparon en un solo frente contra el pueblo y promovieron la primera
sublevación fascista de la historia. El régimen del Almirante Horty,
aupado en el Poder gracias a la fuerza de las armas, impuso una
dictadura brutal orientada a descabezar al movimiento popular y quebrar
todas sus posibilidades de resistencia. Más de veinte mil húngaros
pagaron con sus vidas el empeño de ser libres.
Pero
Hungría no fue el único escenario de una confrontación de ese género.
En Bulgaria ocurrió un hecho similar cuando fue derrocado el régimen de
la Unión Agraria Popular Búlgara, el Partido de Alexander Stamboliinski
–la organización política de los campesinos del pequeño país balcánico-
que había impulsado una Reforma Agraria resistida por los grandes
terratenientes. Contra el gobierno de la UAPB el 9 de junio 1923 se
produjo un cruento golpe fascista encabezado por un militar siniestro
-Alexander Tzankov-, que derribó su Poder, y asesinó a su líder.
Mariátegui
no fue ajeno a este convulso periodo de la historia en los Balcanes. Ya
en el Perú, desde las páginas de “Variedades”, diría que el nuevo
gobierno búlgaro: “encarceló a millares de ciudadanos, y sin proceso
alguno fusiló a los más señalados por su actividad revolucionaria”.
La
primera crónica proveniente de Mariátegui y referida al fascismo, se
ubica a fines de marzo de 1921. En ella, sostuvo que se trataba de un
fenómeno pasajero en la vida italiana. Se aferró a la idea que el origen
del fascismo había que encontrarlo en el desenlace de la guerra y en
sus consecuencias en el interior de Italia. Pero sostuvo con meridiana
claridad que “el capital industrial y agrario financiaron y armaron a
las brigadas fascistas”.
Sin
desconocer la tragedia húngara y la búlgara, vivida en paralelo, afirmó
que si Italia fue el primer país de Europa donde apareció el fascismo
con fuerza, eso fue porque allí “la lucha social estaba en un periodo
más agudo, porque en Italia la situación revolucionaria era más violenta
y decisiva”. De ese modo aseveró que el fenómeno fascista, “constituido
por la pequeña burguesía descontenta y unida al capital, se extendió
rápidamente al campo”.
Para
Mariátegui, el segundo factor que dio origen al fascismo fue el culto a
la violencia. La guerra balcánica de 1912. y luego la I Gran Guerra que
alcanzó dimensiones más amplias, polarizó a las sociedades europeas,
desarrollando sentimientos extremos y rivalidades mayores; que se habían
extendido ante la incapacidad del Gran Capital y la clase dominante,
por regular la vida italiana.
Apelar
a la violencia para “garantizar el orden”, fue la palabra impuesta por
una realidad dramática signada por el derrumbe de un sistema de
dominación que carecía de imaginación y de alternativas. Nuestro Amauta
recordó que Marinetti -precursor de las concepciones fascistas- inducía a
las juventudes italianas a transitar la ruta de la violencia, y
Giovanni Gentile -como se anota en “La Escena Contemporánea”- hacía “la
apología idealista de la cachiporra”.
Un
tercer factor, sostiene José Carlos, fue el agravamiento de la lucha de
clases. Esta no fue una formulación académica. Fue la constante en una
sociedad convulsa. Y se manifestó en forma cotidiana en calles y plazas,
en enfrentamientos entre los trabajadores y los dueños del capital. Por
encima de ambos, el fascismo decidió jugarse sus propias cartas
imponiendo por la fuerza una supuesta “paz social”; en los hechos, una
paz de cementerios.
Apalear
a los huelguistas se convirtió en una suerte de consigna de las
escuadras fascistas en todas las ciudades. La debilidad de los
sindicatos, las pugnas entre reformistas y revolucionarios, la división
de los trabajadores y la escisión de los socialistas que no acertaron a
visualizar una táctica común y acertada para hacer frente a la ofensiva
del capital, crearon las condiciones para el éxito de “la marcha sobre
Roma”, en octubre de 1922. En palabras duras pero reales, fue la
división del pueblo el germen que avivó la semilla del fascismo.
Mariátegui
percibió que el fascismo pudo lograr la adhesión de un sector
mayoritario de los intelectuales italianos. “Unos se uncieron sin
reservas a su carro y a su fortuna -dijo-, otros le dieron un consenso
pasivo; otros, los más prudentes, le concedieron una neutralidad
benévola”. Confirmando el hecho, sostuvo una tesis que incómoda a
algunos: “La inteligencia -dijo- gusta dejarse poseer por la fuerza,
sobre todo cuando la fuerza es, como es el caso del fascismo- joven,
osada, marcial y aventurera”. Y completó esta idea, con una frase
lapidaria: “la inteligencia, es esencialmente oportunista”.
Esta
afirmación categórica asoma discutible. Aplicable en todo caso, a
ciertos intelectuales obnubilados por el halago, las ediciones
editoriales, los reconocimientos formales; en fin, las migajas que suele
soltar la clase dominante en su empeño por amaestrar el pensamiento. En
contrapartida, hoy existe una intelectualidad vinculada a la lucha
democrática y a las inquietudes populares. Tal segmento puede ser
percibido a partir de una óptica distinta.
Es
claro que los intelectuales, registrando la esencia de la lucha de
clases que se registra en la sociedad en la que viven, pueden –y de
hecho, eso ocurre- optar por situarse al lado de la clase dominante para
vivir dulcemente a su servicio; o colocarse en la vertiente del pueblo
para compartir sus angustias, sus luchas y sus esperanzas.
Mariátegui,
abordando la esencia del fascismo, insistió en el nacionalismo extremo,
que servía para justificar las más vulgares tropelías. “La bandera de
la patria -dijo Mariátegui- cubría todos los contrabandos y todos los
equívocos doctrinarios y programáticos. Los fascistas se atribuían la
representación exclusiva de la italianidad. Ambicionaban el monopolio
del patriotismo”.
Pero
supo diferenciar el nacionalismo de las grandes potencias, que se liga a
la expansión, la conquista de mercados y la opresión de poblaciones más
débiles; del nacionalismo en los países en vías de desarrollo, en los
que asoma más bien como herramienta de lucha en defensa de los recursos
naturales, la soberanía nacional así como los intereses de los pueblos.
En tal caso, dijo, ese nacionalismo, “puede ser revolucionario” .
Hay
que admitir, sin embargo, que el fascismo creció rápidamente y se
extendió con cierta facilidad. Stanley Paine recuerda, en efecto, que en
1925. Giuseppe Bastiani presentó un informe entusiasta al Gran Consejo
Fascista señalando que habían surgido grupos con esa denominación en 40
países.
Donde
Mariátegui hizo un análisis más preciso del régimen fascista fue en La
escena contemporánea, en 1925. Su estudio, titulado “Biología del
fascismo”, puso en evidencia los elementos más notables que asomaban en
el fenómeno naciente. Aludió así a la naturaleza del fascismo, a su
manejo de los diversos sectores sociales actuantes en la vida italiana,
pero avizoró, con singular clarividencia, la evolución de las
contradicciones en el seno mismo de la administración fascista, que
pasaron desapercibidas para mucha gente y que hoy, incluso, han quedado
relegadas pese a su enorme importancia.
Mariátegui,
fue consciente que, en el seno del fascismo, cohabitaban dos fuerzas
definidas: una facción extremista, ultraísta; y otra conservadora y
moderada. La primera buscaba imponer por la fuerza un Estado fascista
integral. La segunda, intentaba apoderarse de los resortes del Estado
tradicional y administrarlo con una política fascista. Diferencia
aparentemente sutil, pero finalmente decisiva
Esta
contradicción en su momento, no fue valorada por los estudiosos del
tema. Pero el Amauta, la percibió con singular perspicacia. Como se
sabe, estas contradicciones se fueron incubando durante años, y asomaron
formalmente al mundo en lo que se conoció como “la larga noche del 43”.
En esa circunstancia, el 24 de julio de 1943, el Gran Consejo Fascista
reunido en Roma, puso en evidencia la magnitud de su crisis.
Aquella
noche altos jerarcas fascistas como Grandi, Bottai Ciano y otros,
colocaron a Mussolini en el banquillo de los acusados y le enrostraron
la culpa principal en la tragedia italiana. Históricamente, ahí cayó el
fascismo. En el fondo, la lucha entre “L’ Idea Nazionale” de Federzoni y
la filosofía de la cachiporra de Farrinacci, había concluido con la
quiebra del régimen
La
Biología del fascismo, sin embargo, aborda el tema desde distintas
aristas. Alude a la personalidad de Mussolini, un hombre volitivo,
sensual y verboso, pero no un pensador, artífice o creador. Simplemente
un extremista de la retórica y de la palabra fácil que sobrevivió en un
escenario convulso por su manejo del arte escénico y su voz estentórea,
mas no por su inteligencia ni por su lealtad hacia la Patria Italiana,
que proclamaba. No en vano, los italianos de la época solían decir:
“cuando Mussolini habla, el cerebro descansa”. No les faltaba razón.
También
se refiere Mariátegui al rol de la intelectualidad, al papel de la
cultura y el arte; pero, sobre todo, a las contradicciones de clase que
desgarraban la sociedad italiana y que agudizaban peligrosamente las
tensiones sociales. Y, para completar el escenario, alude a la conducta
de la Oposición al fascismo, expresada en una variopinta de alternativas
que iban desde una oposición formalmente democrática, pero débil ante
la embestida del Poder, hasta la consecuente de los Comunistas
Italianos, unidos en Livorno en 1921, en un evento en el que confluyeran
Jorge Dimitrov, Antonio Gramsci. José Carlos Mariátegui y Palmiro
Togliatti.
Para
el Amauta, la oposición burguesa, pasiva, al fascismo le permitió ganar
puntos desde un inicio, pasando del aislamiento inicial a una
contraofensiva victoriosa que le permitió afirmarse en el Poder con
cierta facilidad. Y es que los jerarcas del fascismo no se dejaban
amedrentar con palabras. Combatirlos, requería acciones que la
adormilada Democracia formal, no estaba dispuesta a admitir. Por eso, en
1925, el fascismo celebró el tercer aniversario de la Marcha sobre
Roma, con un ánimo exultante y victorioso; quizá con el mismo talante
con el que la Meloni celebrara recientemente el centenario de ese mismo
oprobioso acontecimiento.
Han
pasado en efecto, cien años de ese infausto episodio en el que un
aventurero con suerte pudo hacerse del Poder gracias a la complicidad
registrada entre una Monarquía en derrota y el solvente empresariado
italiano aterrado por la crisis y espantado ante el sólo anuncio de la
eventualidad de una Revolución Socialista.
Para
Mariátegui, el fascismo revistió características específicas, que
fueron en su momento diseñadas tanto por el comunista húngaro Gylu Sas
cuanto por la lideresa alemana Clara Zetkin; y que dieran base a lae
definición que desarrollara Jorge Dimitrov en el VII Congreso de la IC,
en julio de 1935.
No
hay que olvidar, por eso mismo, que en los años 30 del siglo pasado en
nuestro país, desfilaban por las calles de Lima “Los Camisas Negra”
organizados por Luis A. F lores, Raúl Ferrero, Riva Agüero, Rodríguez
Pastor, Carlos Miro Quesada, Guillermo Hoyos Osores y otros, gentes con
recursos; pero alimentados por Klinge, Oeschle, el Banco Alemán, la
Compañía Ítalo-Peruana de Seguros y otras grandes empresas de la época,
cuyos descendientes tienen predicamento en nuestro tiempo. Constituyen
la esencia de la Clase Dominante que busca perpetuar en el aís regímenes
de oprobio e ignominia.
EL RENACIMIENTO DEL FASCISMO
Hoy,
como ayer, el fascismo renacentista tiene muy poco que temer de una
crítica, liberal, democrática, y aún reformista. Es consciente que puede
engullirse a todas y burlarse con escarnio de ellas cuando afirme su
victoria. Lo único que realmente puede intimidarlo, es la movilización
activa de las masas que no estén bajo su control. Y es que, como lo
afirma Michael Moore, el fascismo hoy implica “el fin de los hombres”
Por
eso resulta indispensable evocar el pasado y tener conciencia de la
historia a fin de impedir que ella sea distorsionada con el propósito de
engañar a las nuevas generaciones- En este sentido, debemos recordar,
con Jacques Juliard que “Hay algo peor que la ignorancia de la historia.
Es el uso desconsiderado de ésta”. De tal recurso se vale la nueva
escuela de fascistización que se desarrolla profusamente en algunos
países y que permite que levanten cabeza proyectos descalificados por la
vida.
Para
tener conciencia del peligro que se cierne en nuestro tiempo, se hace
necesario mirar el escenario mundial que coloca a los pueblos ante retos
extremadamente complejos, signados por la polarización y el odio.
Superada la etapa de la denominada “guerra fría”, caracterizada por un
enfermizo anticomunismo; hoy se levanta un nuevo periodo en el que
reaparecen personajes y escenarios del pasado reencarnados en las
expresiones del Gran Capital, cuyo mayor poderío se encuentra hoy en los
Estados Unidos de Norteamérica.
Si
queremos precisar acontecimientos y fechas, debemos situarnos en la
crisis de 1978, que llevó a los expertos del Imperio a hablar de “la
década perdida” y a alentar un “proceso de recuperación” por la vía del
Neo Liberalismo. Milton Friedman y sus “Chicago Boys” se convirtieron en
los principales protagonistas de la economía norteamericana que en el
plano de la política perfiló a Ronald Reagan como su principal impulsor.
En ese marco, “el consenso de Washington” fue el arquetipo de la
dominación impuesta con la complicidad de algunos gobiernos europeos
entre los que destacó el de la Primera Ministra Británica Margaret
Thatcher. En la última década del siglo pasado y la primera del presente
, George Bush padre e hijo, confirmarían ese rumbo.
La
fórmula, era simple: cambiar la estructura económica de los Estados,
desregular la economía y las relaciones laborales, otorgar la iniciativa
empresarial al capital privado e imponer el libre mercado, pasando por
la reducción del Estado. Esto implicaba eliminar las empresas públicas y
privatizar todo lo que fuera posible, desde recursos naturales hasta
empresas productivas. Algunos años más tarde, la caída de la URSS y el
colapso del socialismo en Europa del este, le permitieron al Imperio
reforzar transitoriamente su dominio y recuperar la iniciativa en el
plan mundial. Con la música celestial del discurso de Francis Fukuyama,
Estados Unidos proclamó “el fin de la historia” y la victoria final del
capitalismo. Surgió así la doctrina del shock, lo que Naomi Klein dio en
llamar “el auge del capitalismo del desastre”
Pero
ocurre que esto, no ha sucedido. El mundo Unipolar, no se ha impuesto, y
ha tomado más bien fuerza, un proceso de reordenamiento internacional
que ha debilitado la capacidad operativa de la Casa Blanca. Esto ha
llevado al Gran Capital a recomponer su política concreta y diseñar una
estrategia a largo plazo: una nueva guerra mundial que le permita
encarar la crisis a partir de la fabricación de armamentos, como
ocurriera en 1939. La táctica. Resulta simpe: preciar el enemigo
principal y debilitarlo golpeando primero a sus aliados potenciales o
reales. Eso explica la guerra que hoy libra la OTAN, en connivencia con
Estados Unidos y la Unión Europea, en suelo ucraniano. Desangrar a Rusia
para debilitar, en la perspectiva, a China. La crisis cíclica del
capitalismo volvió a asomar el 2008, y aparece hoy con nuevos vientos de
fronda en el sistema financiero de los Estados Unidos el 2023, en
condiciones aún más graves para el Imperio.
Pero
lo que importa, para los efectos de nuestro trabajo, es constatar, no
sin asombro, cómo los rasgos básicos que Mariátegui pergeñara como
esencia del fascismo en los años 20, asoman en el fascismo que hoy busca
levantar cabeza. Hemos aludido, en efecto, a cuatro elementos básicos
del fascismo clásico percibidos por el Amauta: la gran alianza urdida
por el capital financiero, el culto a la violencia y la práctica
guerrera, el agravamiento de las tensiones mundiales y de la lucha de
clases y el nacionalismo extremo. Aleatoriamente, el vínculo con
segmentos conservadores de la intelectualidad, cautivados por la procama
“democrática” del Imperio.
Ocurre
que tenemos ante nuestros ojos los mismos factores de alto riesgo La
fusión del capital industrial con el capital financiero y la
repotenciación de la agresividad imperial; la desenfrenada carrera
armamentista y el culto a la guerra; el odio a los migrantes, a las
poblaciones originarias, el racismo y el menosprecio a los pueblos; y el
extremo nacionalismo que se suma con el surgimiento de núcleos
agresivos incluso en nuestro país. A eso, hay que añadir la utilización
de personajes de la cultura, como el Premio Nobel de la Literatura,
Mario Vargas Llosa, vergonzosamente uncido a la ultra derecha
internacional.
Y
en el Perú, tenemos la obligación de señalarlo sin tapujos. Es hora de
hablar claramente y en voz alta. El mismo fascismo que señalara
Mariátegui en los años veinte del siglo pasado, el mismo que levanta
cabeza hoy en diversos países; asoma peligrosamente en nuestra patria al
amparo de un régimen impuesto a partir de la violencia, la represión y
la muerte; y en el que se dan la mano las fuerzas conservadoras y
reaccionarias, con una Mafia que ha envilecido la vida nacional. Callar
ante esa realidad, no sólo sería una cobardía. Sería, sobre todo,
traicionar alevosamente el legado del Amauta
En
este contexto, al evocar al Mariátegui que retornara al Perú en 1923 y
reafirmar el compromiso que tenemos con su vida y su obra; reiteramos la
voluntad de luchar para vencer a este siniestro enemigo de la
humanidad: el fascismo redivivo. (fin)