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DE LA REALIDAD SUPERFICIAL
A LA
REALIDAD PROFUNDA
A nueve días de levantado la cuarentena, después de más de tres meses
de encierro de la población productiva, sentenciado por la pandemia
superficial, las opiniones y puntos de vista sobre el mencionado tema,
menudean ahora en esa misma superficie, sobre los posibles brotes y
rebrotes del mal. Al margen de estos hechos que acaparó los ojos y la
opinión del mundo por más de 100 días, los hechos reales, de la realidad
profunda del trabajo abandonado a su suerte, afloran ahora más crítico,
más dramático que antes de la pandemia.
La población productiva en el mundo ha descendido al mundo de la
desocupación en cifras tan altas, que las costuras del desempleo ya no
le aguatan.
En el Perú, los desempleados, denominados informales, suman el 70% de
la población productiva. Se confirma que a raíz de esta pandemia el
número de trabajadores que se han quedado sin trabajo alcanza la cifra
de 2.3 millones, los mismos que vienen a engrosar las filas de la
informalidad.
Pero
¿cuál era la situación de la población laboral en el Perú antes de la
pandemia? No era tan halagüeño como las opiniones de los críticos hacen
suponer cuando abordan las consecuencias que ha suscitado la pandemia.
En el Trabajo.
La desocupación era tan abultada como pírrico el salario mínimo legal,
que garantizaba y garantiza hoy más que ayer, una agonía prolongada y
segura; y hoy lo es en toda su crudeza. La crisis laboral es tan
evidente, que nadie, que no sea el Estado y su Gobierno, lo puede negar.
En la Educación.
Demás sabemos que las instituciones de educación, dependientes en lo
económico y político del Estado oficial, son centros en donde los hijos
de las masas trabajadoras realizan sus primeras preparaciones para
acceder a un oficio u profesión en las universidades estatales. Sabemos
también en que condiciones tan críticas y limitadas están. Y aun así,
para llegar a ella, los hijos de padres desempleados o subempleados
tienen que pasar una vía crucis, que por lo general terminan desertando
de los estudios y ponerse el overol de un subempleado o desocupado a
destajo. Sobrevivir, se ha convertido en la tarea más urgente y
apremiante. Es tan evidente la crisis en Educación, que los únicos que
pueden negarlo, son el Estado y su Gobierno.
En la Salud.
Para nadie es un secreto lo que sucede en este sector. La crisis
sanitaria actual no ha necesitado de la pandemia para demostrarnos que
la Salud dentro del sistema dominante en el Perú está en absoluto
abandonado, como lo está el trabajo y como lo está la educación.
Consultado las estadísticas del INEI sobre la mortandad en la población
peruana en el año de 2019, arroja: 188,043 fallecidos; es decir, 515
fallecidos cada día, muchos más que los años anteriores, que bordean
cifras por encima de los 180,000. Es tan evidente la crisis de la Salud,
que solo el Estado y su Gobierno, pueden negarlo.
Que el lector saque sus conclusiones.
La pregunta: ¿puede las masas trabajadoras del pueblo peruano esperar
un futuro diferente dentro de un sistema de producción de explotadores;
de un Estado de explotadores; de una democracia de explotadores; de un
Gobierno de explotadores?
QUÉ HACER.
Lo
visto no es sino la crisis terminal del sistema dominante, cuyos
intelectuales algunos de verdad pero inflados de mentiras, pretenden
lavarse las manos como de las clases dominantes parasitarias con el
cuento de considerar a las masas trabajadoras como pobrecitos, los
venidos a menos, los que menos tienen, y ahora con eso de: “población
vulnerable”. Mentira. Las masas trabajadoras que constituyen el 90% de
la población es la fuerza, el potencial formidable que tiene el Perú
Nuevo. Solo le falta ORGANIZACIÓN. Y la reivindicación de una
gran Organización políticamente autónoma del sistema dominante, propone a
las masas trabajadoras (0breros-campesinos-empleados...) a nivel
nacional como su Programa Mínimo Reivindicativo Inmediato: TRABAJO-EDUCACION-SALUD. Los tres son uno, separados ninguno.
Héctor Félix D.
09.07.20
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
09 de Julio 2020
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