lunes, 6 de julio de 2020

EL GOLPE DE ESTADO DE LEGUÍA, SU SIGNIFICADO Y CONSECUENCIAS (1919)

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Gustavo Pérez Hinojosa
16 h
EL GOLPE DE ESTADO DE LEGUÍA, SU SIGNIFICADO Y CONSECUENCIAS (1919)
El Golpe de Estado de Perú del 4 de Julio de 1919, fue propiciado por el entonces candidato presidencial y expresidente Augusto B. Leguía, con el respaldo de la gendarmería de Lima, contra el gobierno saliente de José Pardo y Barreda. El resultado del golpe fue exitoso para Leguía, quien dio inicio a un proceso político conocido como «Patria Nueva», por el que pretendía modernizar al país a través de un cambio de relaciones entre el Estado y la sociedad civil, y que derivó en una dictadura de once años que se conoce como el Oncenio. Este gobierno acabó abruptamente por otro golpe de Estado, en 1930, encabezado por el comandante Luis Miguel Sánchez Cerro.
En las elecciones de 1919, convocadas por el entonces presidente José Pardo, se presentaron como candidatos Ántero Aspíllaga (presidente del oficialista Partido Civil) y el ex presidente Augusto B. Leguía (candidato del opositor Partido Democrático Reformista) quien había gobernado el país entre 1908 y 1912.​ Durante la campaña presidencial, Leguía se presentó como el abanderado de los anhelos juveniles universitarios y de las clases trabajadoras y populares por cambiar las estructuras del país. ​ Su triunfo se vislumbraba, al ser el candidato más carismático.
Los comicios se realizaron y el escrutinio daba como vencedor a Leguía; fue entonces cuando la Corte Suprema anuló gran cantidad de votos que favorecían al Partido Democrático Reformista y se temía que las elecciones fueran anuladas por el Congreso.​ Frente a este panorama, y alegando que su victoria no iba a ser reconocida por el gobierno civilista, Leguía y sus partidarios dieron un golpe de Estado en la madrugada del 4 de julio de 1919.
El plan consistió en que dos batallones de la gendarmería de Lima asaltasen el Palacio de Gobierno. El complot, iniciado el 3 de julio, fue un éxito ya que el Ejército no repelió el golpe, los marinos de la Base Naval del Callao se inclinaron por acabar con el gobierno civilista, y los conjurados lograron apresar al presidente José Pardo, quien iba a culminar su mandato en apenas 45 días, y parte de su gobierno. Leguía hizo su flamante ingreso en el Palacio presidencial a las seis de la mañana, siendo aplaudido por la tropa afín y civiles partidarios.
Hubo un intento de restablecer el orden constitucional por parte del coronel Samuel del Alcázar, quien comandó un batallón del Ejército que se desplegó por las calles aledañas a la Plaza de Armas de Lima. Conforme iban llegando las compañías a la sede del Gobierno se plegaron al golpe. Tras una breve escaramuza entre los gendarmes que resguardaban el Palacio presidencial y la tropa que acompañaba al coronel Alcázar, éste fue preso. Por su parte, el jefe del Estado Mayor, coronel Pedro Pablo Martínez, intentó reunir a la tropa acantonada en el cuartel de Santa Beatriz para asaltar el Palacio de Gobierno, pero los soldados se habían unido al golpe dando vivas a Leguía.
Una turba asaltó las instalaciones del periódico El Comercio, ​ mientras que otra prendió fuego a la residencia del presidente Pardo.
Pardo fue desterrado a Nueva York. Leguía asumió el poder como presidente provisorio y su primer acto fue disolver el Congreso, que le era adverso. ​
El golpe de Estado fue apoyado solo por el Partido Constitucional del mariscal y héroe nacional Andrés Avelino Cáceres.
Leguía convocó un plebiscito para someter al voto de la ciudadanía una serie de reformas constitucionales que consideraba necesarias; entre esas reformas se contemplaba elegir al mismo tiempo al Presidente de la República y a los miembros del Congreso, ambos con períodos de cinco años (antes, el mandato presidencial era de cuatro años y el Parlamento se renovaba por tercios cada dos años). ​ De esa manera, quería fortalecer el Ejecutivo frente al Legislativo y evitar la exacerbada oposición parlamentaria que había sufrido en su primer gobierno. También convocó a elecciones a celebrarse en septiembre para integrar un nuevo congreso constituyente, el que tomaría el nombre de Asamblea Nacional, cuya misión sería dar una nueva Constitución Política, en reemplazo de la Constitución de 1860, que era la que regía entonces. La Asamblea se instaló el 24 de septiembre de 1919 y fue presidida por el sociólogo y jurisconsulto Mariano H. Cornejo. El 12 de octubre la Asamblea proclamó a Leguía como Presidente Constitucional de la República.
Para recompensar al Ejército por su complicidad en el golpe, el presidente Leguía promovió ascensos entre la oficialidad.
MUCHO MAS QUE UN SIMPLE GOLPE DE ESTADO
Tal y como anotan Miguel Aragón y desarrollan Ernesto Yépez del Castillo y Baltazar Caravedo Molinari, entre otros, una ubicación histórica de los trabajos de Mariátegui, evidencian que a diferencia de Haya de la Torre, éste constató que el ascenso al poder de Augusto B. Leguía, en su segundo periodo, significó el desplazamiento de la oligarquía exportadora, representada por el Civilismo, y su reemplazo por una alianza de intereses, entre la burguesía, la pequeña burguesía improductiva (sectores medios) y el imperialismo yanqui, cuya penetración en nuestra economía, aun desplazando al imperialismo inglés, profundizó nuestra dependencia.
Se trataba pues ya, de la burguesía en el Poder, con lo cual la etapa democrático-burguesa se cumplió, no en la forma revolucionaria que hubiese sido deseable (a este respecto ver V.I.Lenin. “Apreciación del momento”, Abril de 1917”) sino con el desplazamiento de la alianza de la aristocracia terrateniente y el imperialismo inglés, frente a lo cual, pese al carácter de la sociedad, correspondía ya la Revolución Socialista, pues la aristocracia terrateniente había dejado de ser un blanco principal para la Revolución (amén de que la estrategia de la Revolución Democrática del nuevo tipo incluía como aliados a sectores de la burguesía nacional y la pequeña burguesía).
Esto equivalía a una simple constatación histórica, que hacen tanto, Ernesto Yepez del Castillo:
" Leguía si bien en lo fundamental no alteró la riqueza y privilegio de las clases dominantes, significó en cambio el desplazamiento definitivo de la fracción hegemónica civilista de las instancias más altas del poder político " "Un siglo de desarrollo capitalista" , IEP, Campodónico Ediciones S.A., pag.283),
Como Baltazar Caravedo Molinari :
"Todas las fuerzas sociales no vinculadas al sector agrario exportador y terrateniente estuvieron objetivamente entrelazadas en una lucha anticivilista, que Leguía supo utilizar para asumir el poder. Propósito para el que también aprovechó los conflictos entre los capitales norteamericanos e inglés dentro del país. A los primeros les interesaba desplazar del poder a los civilistas, para lograr mejores condiciones políticas. Leguía se convirtió así en el hombre que abrió el camino al capital norteamericano y a la industria nativa " ("Burguesía e industria en el Perú 1933-1945", IEP, 1976, pags.37 y 38);
O como aparece de la lectura de Manuel Burga y Alberto Flores Galindo :
"La vieja casta civilista fue despojada del poder político manteniendo intactas sus bases económicas ". …"Leguía se apoyó en los sectores medios, en los medianos propietarios y más aún desplegó una intensa actividad para romper con la preponderancia de las viejas castas de terratenientes en el campo sin afectar la estructura económica imperante "…y "Sus planes políticos, en los primeros años, estuvieron dirigidos a quitar el poder político a la viejas castas dominantes: oligarquía costeña y gamonalismo andino. Paralelamente desarrolló un ambicioso programa (burocracia, obras públicas e irrigaciones) destinado a crear una clase media adicta y obsecuente. Para lograr esto tuvo que entregar el país a la influencia omnímoda del imperialismo norteamericano " ("Apogeo y Crisis de la República aristocrática”, Rikchay Perú, Febrero de 1980, pags. 133,134 y 140).
O Julio Cotler :
…"la burguesía nacional, de la que Leguía era su más lúcido representante, procuraba ampliar, profundizar y centralizar el aparato estatal a fin de lograr la hegemonía política. Con ello, los terratenientes dejarían de significar un obstáculo político a su desarrollo y la burguesía se convertiría en el único interlocutor valedero del capital imperialista con capacidad para negociar su asociación dependiente ", y "el país experimentaba un proceso de transformación social, fundado en la consolidación del capitalismo y la realización de la hegemonía política de la burguesía nativa asociada con el capitalismo imperialista ,"…("Clases, Estado y Nación en el Perú", IEP, Julio del 2005, Pags.178 y 210).
Al respecto Mariátegui analiza :
“¿Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente en nuestros países con los intereses feudales y semifeudales de la clase terrateniente? ¿La lucha contra la feudalidad se identifica forzosa y completamente con la lucha anti-imperialista? Ciertamente, el capitalismo imperialista utiliza el poder de la clase feudal, en tanto que la considera la clase políticamente dominante. Pero, sus intereses económicos no son los mismos. La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista. El capital financiero se sentirá más seguro, si el poder está en manos de una clase social más numerosa, que, satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier.
La creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un modo inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de feudalidad entraban el desenvolvimiento de una economía capitalista, ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo; que desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la "democratización" de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e influyente —y por lo mismo más apta para garantizar la paz social—, nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo” (J.C. Mariátegui. “Punto de vista antiimperialista”).
LA APRECIACION DE MARIÁTEGUI Y LAS DIFERENCIAS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA CON ÉSTA
La apreciación mariateguista causó polémica en el seno de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires, del 1º al 12 de Junio, de 1929. Gonzáles Alberdi, representante del Partido Comunista Argentino, señaló al respecto:
“Creen nuestros compañeros del Perú, que el imperialismo en su país puede obrar en cierta forma como actor de liquidación del latifundismo, y apoyarse en la pequeña burguesía, facilitando la creación de la pequeña propiedad rural. Es, evidentemente, un citerior peligroso, que conduce lógicamente a negar la deformación de la economía de los pueblos sometidos, por el imperialismo. La existencia de los restos feudales y otras formas atrasadas constituye, precisamente, la garantía de la dominación imperialista. Liquidar esas formas atrasadas, crear la pequeña burguesía, abrir libre cauce al normal desarrollo de la economía nacional, equivaldría, precisamente para el imperialismo, a facilitar el nacimiento de una burguesía indígena, cuyos intereses chocarían con los intereses de los imperialistas; burguesía indígena que sería fuerte porque se habría operado el proceso previo de la liquidación del feudalismo” (“El movimiento revolucionario latino americano”, Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino americana, Junio de 1929, Pág.328).
Y tras la defensa del compañero Saco (Hugo Pesce), Vittorio Codovilla añadirá:
“Intervengo en este debate movido por las apreciaciones hechas en las intervenciones de los compañeros del Perú, que me parecen muy peligrosas”…..”Otra afirmación peligrosa del compañero Saco es la de decir que el imperialismo ha disminuido “los caracteres feudales” de los países en que penetra y “ha modificado los rasgos de servidumbre, creando masas asalariadas, etc.”. Parece que el compañero Saco ignora que, justamente, el imperialismo conforma sus métodos de explotación capitalista a las formas de explotación semifeudal y semiesclavista, intensificando la explotación de las masas y apoyándose para su penetración en las formas más reaccionarias de gobierno” (“El movimiento revolucionario latino americano”, Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana, Junio de 1929, Págs.333 a 335).
La posición de Mariátegui al respecto ya había sido anteriormente señalada:
“En la América indo-española se cumple gradualmente, un proceso de liquidación de ese régimen oligárquico y feudal que ha frustrado, durante tantos años, el funcionamiento de la democracia formalmente inaugurada por los legisladores de la revolución de la independencia”.
“En Argentina, verbigracia, la ascensión al poder del Partido Radical canceló el dominio de las viejas oligarquías plutocráticas. En México, la revolución arrojó del gobierno a los latifundistas y a su burocracia. En Chile, la elección de Alessandri, hace cinco años, tuvo también un sentido revolucionario” (“La perspectiva de la política chilena”, Mundial, 13 de Febrero de 1925, en “Temas de nuestra América”, Pág.141).
“El irigoyenismo representa el capital financiero, la burguesía industrial y urbana y se apoya en la clase media y aún en aquella parte del proletariado a la cual el socialismo no ha conseguido aún imponer su concepción clasista. Es la izquierda del antiguo radicalismo; propugna una política reformista que hace casi inútil el programa socialdemocrático, prolonga el viejo equívoco radical de que en los países donde el capitalismo se encuentra en crecimiento, conserva sus resortes históricos” (“La batalla electoral de la Argentina”, Mundial, 13 de Febrero de 1925, “Temas de nuestra América”, Pág.138).
Y para el caso peruano en particular, continuaría señalando, comparativamente con los casos de Alessandri e Irigoyen:
“Nuestro fenómeno alessandrista o irigoyenista se ha producido ya: es el leguiismo. Tiene como corresponde al medio, las limitaciones y las gazmoñerías de un criterio clerical, conservador; no ha tocado al capital, ni siquiera a la vieja aristocracia; ha mantenido todos los prejuicios; pero es, en parte, nuestro motín pequeño-burgués rápidamente usufructuado por el gran capital y, sobre todo, por las finanzas extranjeras” (Carta de José Carlos Mariátegui a Eudosio Ravines, 31 de diciembre de 1928, Correspondencia de Mariátegui, Tomo II, Pág. 490).
“El procesoLeguiísta es la expresión política de nuestro proceso de crecimiento capitalista, y si algo se le opone radicalmente, si algo es su antítesis y su negación, es justamente nuestro socialismo, nuestro marxismo, que pugnan por afirmar una política basada en los intereses y en los principios de las masas obreras y campesinas, del proletariado, no de la inestable pequeña burguesía” (Carta de José Carlos Mariátegui a Moisés Arroyo, 30 de julio de 1929, Correspondencia de Mariátegui, Tomo II, Pág. 610).
Y finalmente:
“El leguiísmo no se atreve a tocar la gran propiedad. Pero el movimiento natural del desarrollo capitalista –obras de irrigación, explotación de nuevas minas, etc.- va contra los intereses y privilegios de la feudalidad. Los latifundistas, a medida que crecen las áreas cultivables, que surgen nuevos focos de trabajo, pierden su principal fuerza: la disposición absoluta e incondicional de la mano de obra”. (“Punto de vista anti-imperialista”, en “Ideología y política”, Pág. 93).
Y añade, ejemplificando lo antes señalado, con el conflicto surgido entre las obras de regadío, efectuadas en Lambayeque, por la Comisión Técnica presidida por el Ingeniero norteamericano Sutton, y la conveniencia de los grandes terratenientes feudales de la zona:
“La amenaza de que se les arrebate el monopolio de la tierra y el agua, y con él el medio de disponer a su antojo de la población de trabajadores saca de quicio a esta gente y la empuja a una actitud que el gobierno, aunque muy vinculado a muchos de sus elementos, califica de subversiva o anti-gobiernista” (“Punto de vista anti-imperialista”, en “Ideología y política”, Págs. 93 y 94).
¿Por qué discrepaba, entonces, la Internacional Comunista con el análisis de Mariátegui del comportamiento del Imperialismo yanqui en nuestra economía a partir del ascenso al Poder del Leguiismo?
Todo parece indicar que se trataba de no solo de una visión estática de la actuación del imperialismo, sino además fuertemente influida por una visión positivista del papel revolucionario de las burguesías nacionales en los países capitalistas atrasados, a partir del ejemplo de la Revolución China, la misma que, Mariátegui que no compartía para nuestro caso y el de Sud América (revisar “Punto de Vista Antiimperialista”).

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