martes, 16 de febrero de 2021

RICARDO MELGAR BAO Y LA REVOLUCIÓN PERUANA "IMPORTADA" DE CHINA

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Recordando al amigo, en el Día de la Amistad
RICARDO MELGAR BAO Y LA REVOLUCIÓN PERUANA "IMPORTADA" DE CHINA 
 
Como muchos de mi generación, veníamos de Padres militantes o simpatizantes apristas y nos incorporamos a la actividad política en alguno de los Partidos Comunistas o “ramas” de éste. En mi caso, igual que muchos jóvenes de mi época, en una organización de influencia maoista (o “pensamiento Mao Tse Tung”, como prefieran llamarlo), tomando su estrategia revolucionaria como una verdad universal.
Fue la lucha interna de nuestra organización (en este caso “Patria Roja”) y el rompimiento y debate, a nivel internacional, del Partido del Trabajo de Albania (PTA) con el Partido Comunista Chino (PCCH), lo que me llevó a cuestionarme la estrategia revolucionaria planteada tanto por “Patria Roja” como por su tronco original, “Bandera Roja”, que se resumía en una Revolución Antimperialista y Antifeudal o Nacional Democrática, conforme a las tareas principales que ésta debía cumplir : la liberación nacional del yugo imperialista y la revolución agraria.
Las lecturas iniciales del “Antimperialismo y el Apra” (1935), me sorprendieron al encontrar similitud entre el carácter de la Revolución que veníamos planteando nosotros, disciplinada y militantemente, y la planteada por Víctor Raúl Haya de la Torre para el Perú (no en vano Haya calificaba al Apra como el “Kuomintang peruano” y manejaba igualmente la tesis del Frente Único Antimperialista y Antifeudal).
La lectura de algunas obras de Mao me llevó al entendimiento del entroncamiento de sus tesis con las de Sun Yat Sen, basadas en la necesidad de una Revolución Antimperialista y Antifeudal, que en el caso de Mao avanzaba hacia una posterior Revolución Socialista, y me orientó a estudiar lo que en borradores a lápicero denominé : “aprismo-maoismo-pensamiento sun yat sen”, que resumía en el carácter solo democrático revolucionario y no socialista del proceso chino, que le había permitido cumplir con éxito las tareas nacional democráticas pero no continuar hacia el socialismo.
Un segundo aspecto del mismo tema, que me seducía, era la “copia” mecánica de la estrategia de la Revolución China por parte del Partido Comunista Peruano - “Bandera Roja” (rama del Partido Comunista Peruano - “Unidad”, que se escindiese de éste, a partir de 1964), situación que se mantendría igual en la escisión que adoptó el nombre de Partido Comunista del Perú -”Patria Roja”, como en fracciones posteriores de “Bandera Roja” (incluso la denominada “Sendero Luminoso”). 
 
AL REENCUENTRO CON MARIÁTEGUI
Hasta allí llegué en el periodo 1975-1980, y luego el trabajo de auto sostenimiento consumió mi actividad personal e investigatoria hasta que en el año 2005 topé con un grupo de compañeros revolucionarios que re-estudiaban la obra revolucionaria de José Carlos Mariátegui, eran orientados por Ramón García Rodríguez y Miguel Aragon Ojeda, y se autodenominaba como “Foro Centenario José Carlos Mariátegui”.
Varios de estos compañeros habían avanzado hasta entender, con Mariátegui, que la semifeudalidad de la sociedad peruana no era una situación estática e inmóvil y que en la practica constituía un capitalismo atrasado (tal y como Mariátegui lo había dejado entrever en su conocida entrevista de la Revista “La Sierra” y en sus artículos sobre el Leguiismo); que el carácter de la Revolución que correspondía al Perú era Socialista, y que sería ésta la que de pase cumpliría las tareas aún subsistentes correspondientes a la revolución democrática burguesa, y en el caso de la tierra la solución no era la división y distribución de la propiedad terrateniente sino la entrega de la tierra a las comunidades campesinas organizadas, es decir aprovechar, mantener y desarrollar la propiedad colectiva de la tierra, aún subsistente en los Andes. La tarea de liberación nacional no era prioritaria ni subordinaba a las demás, pues tras la independencia de España y la expulsión del invasor chileno, la opresión y dominación era de nuestra propia burguesía nacional como intermediaria o aliada del capital imperialista.
Bajo tales nuevos hallazgos, siguiendo el hilo de la historia del PCP llegué a la conclusión que, cuando en su IV Conferencia Nacional acordaron retomar las ideas de Mariátegui como la guía de la Revolución, realmente sufrieron el avasallamiento ideológico de las ideas de Mao Tse Tung y de su Revolución China. Llegando a la conclusión que fue a partir de esa fecha que habíamos tomado como modelo la Revolución China pese a que el “Punto de Vista Antiimperialista” de Mariátegui, había deslindado con la vía de esa Revolución, mencionándola incluso (....”A diferencia de China”).
Fue en esa etapa de mi vida que conocí a Ricardo Melgar Bao, quien era amigo de Miguel Aragón del Grupo “Foro Centenario José Carlos Mariátegui”, y de cuando en cuando, llegaba desde México, y en su calidad de Profesional sobre la materia, exponía temas internacionales y nacionales de la revolución latinoamericana, haciendo énfasis en la obra de Mariátegui.
Pasando de mi etapa de seguidor de sus investigaciones a la de amigo personal de Ricardo, el reorientó mi búsqueda, ayudándome a entender que la “importación” del modelo de Revolución Nacional Democrática, Antiimperialista Antifeudal no venía desde la avasalladora influencia del maoísmo en América Latina, en 1964 sino que había sido prácticamente impuesto por la Internacional Comunista y Mariátegui había polemizado con ello.
 
EL CAMINO DE ORIENTE
Así después de mucha insistencia mía, Ricardo me hizo conocer, con uno de sus trabajos (“De la historiografía y las fuentes sobre el marxismo latinoamericano en el período de la Internacional comunista”), en parte inedito, y que por razones que ignoro no fue publicado por la ENAH, lo que él denominaba como “el Camino de Oriente”, recogiendo la experiencia de la Internacional Comunista.
En efecto, para el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista (en adelante CEIC), en vísperas del II Congreso de ésta, “Oriente” no significaba sólo el continente asiático oprimido sino también todo el mundo colonial, el mundo de los pueblos oprimidos de Asia, África y América Latina. Era realmente la “universalidad” del Camino de Oriente, el prisma ideológico a través del cual el CEIC trataba los problemas de quienes, como América Latina “carecían de fisonomía política y cultural propia”. Luego los rasgos agraristas de la Revolución Mexicana refrendaron que el Camino del Oriente “era necesario y viable en América Latina”.
Tras el IV Congreso de la IC, el CEIC se vio forzado por las circunstancias a plantear el debate sobre la unidad y heterogeneidad de los procesos revolucionarios del mundo colonial, partiendo de las experiencias asiáticas del Camino de Oriente.
En su Informe al VI Pleno Ampliado del CEIC (Febrero-Marzo de 1926, Zinoviev señaló que “no estaba lejos el momento en que América Latina se convirtiese en la china de lejano este y México en el Cantón de América Latina”, y en su Informe al VI Congreso de la IC, Kuusinen expresó la construcción del “paradigma de Oriente”, a partir de la revaloración de la práctica y la perspectiva de los comunistas en la Revolución China, ocupándose muy poco o nada del problema indígena.
Finalmente la Primera Conferencia de Partidos Comunistas de América Latina, de Junio de 1929, en Buenos Aires, transparentó que los comunistas latinoamericanos sentían la la falta de desarrollo de la forma nacional del marxismo, intuyendo la artificialidad de las fórmulas genéricas sobre los “países semicoloniales” y sus “vías orientales” de la Revolución. 
 
LA PRIMERA CONFERENCIA COMUNISTA LATINOAMERICANA : ESCENARIO DEL DEBATE ENTRE MARIÁTEGUI Y LA INTERNACIONAL COMUNISTA
Como lo refleja magistralmente Ricardo Melgar, la Conferencia se convirtió en el debate de las posiciones del CEIC, representadas por el Secretariado Sudamericano, encabezado por Vittorio Codovilla con las tesis de Mariátegui, traídas a ésta por la delegación peruana conformada por Hugo Pesce y Julio C. Portocarrero (son las mismas que figuran en “Punto de Vista Antiimperialista”, en “Ideología y Política”). En resumen el debate se dio entre la ponencia peruana que partía de la impugnación del modelo asiático del Kuomintang, y cuestionaba a la vez el formalismo analógico del Camino de Oriente, que volvía a prevalecer en el CEIC a partir del replanteamiento del curso de la Revolución China, y la impugnación del “particularismo” del planteamiento peruano, por parte de Codovilla, por afectar las tesis generales de la IC, sobre táctica a seguir en Asia y América Latina.
Su reelectura paciente nos puede dar las dimensiones del debate de Mariátegui contra el Camino de Oriente impuesto a América Latina y al Perú, en particular, que curiosamente coincidía con las tesis apristas.
“¿Hasta qué punto puede asimilarse la situación de las repúblicas latinoamericanas a la de los países semicoloniales?”
.....”las burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional. Estas burguesías, en Sud América, que no conoce todavía, salvo Panamá, la ocupación militar yanqui, no tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia, como suponía ingenuamente la propaganda aprista”.
“Pretender que en esta capa social prenda un sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en condiciones distintas representa un factor de la lucha antiimperialista en los países semi-coloniales avasallados por el imperialismo en los últimos decenios en Asia, seria un grave error”.
"La colaboración con la burguesía, y aun de muchos elementos feudales, en la lucha antiimperialista china, se explica por razones de raza, de civilización nacional que entre nosotros no existen. El chino noble o burgués se siente entrañablemente chino”. “El anti-imperialismo en la China puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en el factor nacionalista En Indo-América las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía criollas no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes. En el Perú, el aristócrata y el burgués blancos, desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos”. “El factor nacionalista, por estas razones objetivas que a ninguno de ustedes escapa seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha anti-imperialista en nuestro medio”.
“Mientras la política imperialista logre "manéger" los sentimientos y formalidades de la soberanía nacional de estos Estados, mientras no se vea obligada a recurrir a la intervención armada y a la ocupación militar, contará absolutamente con la colaboración de las burguesías”.
“El anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al socialismo, a la revolución social. Este concepto lleva a una desorbitada superestimación del movimiento anti-imperialista, a la exageración del mito de la lucha por la "segunda independencia", al romanticismo de que estamos viviendo ya las jornadas de una nueva, emancipación”.
“El anti-imperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de Intereses.
Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política anti-imperialista. Tenemos la experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha acabado por pactar con el imperialismo yanqui”.
“El asalto del poder por el anti-imperialismo, como movimiento demagógico populista, si fuese posible, no representaría nunca la conquista del poder, por las masas proletarias, por el socialismo. La revolución socialista encontraría su más encarnizado y peligroso enemigo, -peligroso por su confusionismo, por la demagogia-, en la pequeña burguesía afirmada en el poder, ganado mediante sus voces de orden.
Sin prescindir del empleo de ningún elemento de agitación anti-imperialista, ni de ningún medio de movilización de los sectores sociales que eventualmente pueden concurrir a esta lucha, nuestra misión es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera”.
Así, Mariátegui deslindaba con el Camino de Oriente, de la Revolución Antiimperialista y Antifeudal propuesta por la IC y por el Apra.
Pero además deslindaba con la base de tal planteamiento : la solida alianza de los intereses terratenientes feudales con los del imperialismo, en América Latina, situación que incluso no coincidía con los del capitalismo leguiista y su amo, el imperialismo yanqui.
“¿Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente en nuestros países con los intereses feudales y semifeudales de la clase terrateniente? ¿La lucha contra la feudalidad se identifica forzosa y completamente con la lucha anti-imperialista? Ciertamente, el capitalismo imperialista utiliza el poder de la clase feudal, en tanto que la considera la clase políticamente dominante. Pero, sus intereses económicos no son los mismos. La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista. El capital financiero se sentirá más seguro, si el poder está en manos de una clase social más numerosa, que, satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier. La creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un modo inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de feudalidad entraban el desenvolvimiento de una economía capitalista, ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo; que desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama fa "democratización" de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e influyente -y por lo mismo más apta para garantizar la paz social-, nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo. En el Perú el régimen leguiísta, aunque tímido en la práctica ante los intereses de los latifundistas y gamonales, que en gran parte le prestan su apoyo, no tiene ningún inconveniente en recurrir a la demagogia, en reclamar contra la feudalidad y sus privilegios, en tronar contra las antiguas oligarquías, en promover una distribución del suelo que hará de cada peón agrícola un pequeño propietario. De esta demagogia saca el leguiísmo, precisamente, sus mayores fuerzas. El leguiísmo no se atreve a tocar la gran propiedad. Pero el movimiento natural del desarrollo capitalista -obras de irrigación, explotación de nuevas minas, etc.- va contra los intereses y privilegios de la feudalidad”.
“¿Y la pequeña burguesía, cuyo rol en la lucha contra el imperialismo se superestima tanto, a como se dice, por razones de explotación económica, necesariamente opuesta a la penetración imperialista? La pequeña burguesía es, sin duda, la clase social más sensible al prestigio de los mitos nacionalistas. Pero el hecho económico que domina la cuestión, es el siguiente: en países de pauperismo español, donde la pequeña burguesía, por sus arraigados prejuicios de decencia, se resiste a la proletarización; donde ésta misma, por la miseria de los salarios no tiene fuerza económica para transformarla en parte en clase obrera; donde imperan la empleomanía, el recurso al pequeño puesto del Estado, la caza del sueldo y del puesto "decente"; el establecimiento de grandes empresas que, aunque explotan enormemente a sus empleados nacionales; representan siempre para esta clase un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado favorablemente por la gente de clase media. La empresa yanqui representa mejor sueldo, posibilidad de ascensión, emancipación de la empleomanía del Estado, donde no hay porvenir sino para los especuladores. Este hecho actúa, con una fuerza decisiva, sobre la conciencia del pequeño burgués, en busca o en goce de un puesto”.
Concluyendo :
“En conclusión, somos anti-imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa”.
Obviamente la acusación obtusa de Codovilla fue la de que Mariátegui otorgaba un papel progresista y desarrollista al imperialismo yanqui.
Tras la Conferencia de Partidos Comunistas de Latinoamerica, la designación de Eudocio Ravines (que expresaba la tendencia obsecuente al CEIC y al Secretariado Sudamericano de la IC) como Secretario General del Grupo Organizador del Partido Socialista, la muerte de Mariátegui (Abril de 1930), y la constitución a su muerte del Partido Comunista del Perú - Sección peruana de la IC (20/05/1930), significaron finalmente la imposición del “Camino de Oriente” para la Revolución Peruana y el deshecho u olvido de las tesis críticas de Mariátegui a este modelo importado.
Gustavo Pérez Hinojosa

 

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