miércoles, 5 de julio de 2023

FACHO-FUJIMORISMO VERSUS CIUDADANÍA PERUANA

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FACHO-FUJIMORISMO VERSUS CIUDADANÍA PERUANA
Carlos Angulo Rivas
El país vive una encrucijada fatal. Reina el desgobierno de los políticos tradicionales afanosos de llevarse el Perú en peso sin disimular esa acreditada costumbre, pues les queda poco tiempo para salir asegurados de por vida. A Dina Boluarte y sus ministros, a los congresistas, a los altos mandos militares, la Patria les interesa un comino, ellos sobreviven aprovechando en beneficio personal los cargos que ocupan. Ellos no son patriotas ni quieren escuchar nada referente a la lealtad patriótica y la defensa de la soberanía nacional. Desgraciadamente en el país, la historia de la enorme corrupción se repite multiplicada a través de los años. Este desperfecto social delictivo llegó a ser, con Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos, una maquinaria arrolladora de inmoralidad, descaro e insolente cinismo hasta construirse el Estado Mafioso que perdura hasta hoy. La elección presidencial de Pedro Castillo fue un profundo bache en el camino trazado por las cúpulas del crimen organizado en ese Estado Mafioso. Este nuevo escenario desconcertó por completo a los dirigentes tradicionales, conservadores de ultra-derecha y fujimoristas, a los socios de la CONFIEP y a las grandes empresas nacionales e internacionales, todos quienes acordaron deshacerse de Castillo lo antes posible y de cualquier manera. Y, lo lograron el 7 diciembre, 2022 mediante el irregular e inconstitucional derrocamiento-secuestro del presidente Castillo y la instauración de una dictadura cívico-militar que usurpa el poder con Dina Boluarte presuntamente sobornada y “perdonada” por el Congreso. ¿Somos la mayoría de los peruanos responsables o irresponsables? De ser responsables, no tendríamos un país rico hecho un desastre de proporciones, no tendríamos ni soportaríamos probados delincuentes políticos haciendo de las suyas en provecho lucrativo propio frente a nuestras narices.
De ser responsables la participación ciudadana debería ser consciente y a su vez una actividad política permanente en los asuntos públicos. No obstante, esta intervención del pueblo ha estado ausente en la historia; y en los últimos treinta años la tragedia del Perú tiene nombre propio, se llama el fujimorismo que impulsa al Perú a perdurar hundido en un mar de corrupción, inmoralidad y obscenidad mafiosa. Durante este lapso de tiempo se fortaleció el Estado Mafioso hasta la llegada de Pedro Castillo, quien trató en vano gobernar con el pueblo pero se vio atrapado por las fuerzas políticas del fujimorismo y la ultra-derecha fascista, episodio confrontacional entre poderes e instituciones azuzado por los medios de comunicación con premeditada inclinación racista, clasicista y discriminadora contra el maestro rural campesino elegido presidente. Hoy el país está sufriendo la convulsión social producto del rechazo mayoritario al gobierno de facto de Dina Boluarte, teñido de sangre debido a las masacres denunciadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las Naciones Unidas, Amnistía Internacional y Human Rights Watch. Tal sacrificio merece llegar a la culminación de una lucha dirigida a los cambios estructurales necesarios para destruir a las organizaciones clandestinas de criminales enquistadas en el Estado Mafioso creado por Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos; y que sin la eliminación de este “Estado” quedaríamos encadenados de por vida a las enormes desigualdades, a la falta de salud, educación, trabajo, vivienda, alimentación; y lo que es más grave a la pobreza y extrema pobreza; señales de la enfermedad incurable del capitalismo salvaje y las recetas económicas del neo-liberalismo globalizador.
Sabemos que la política es la facultad de organizar y gobernar pobladores de una sociedad constituida en un Estado Democrático nacido de un Pacto Social; en consecuencia, la actividad política afecta la vida de todos los seres humanos en los ámbitos personales y familiares, siendo el objetivo fundamental, recitado en las campañas electorales, alcanzar el bienestar general de los gobernados, meta nunca alcanzada en el Perú a pesar de escasos intentos en la historia. Y si no hemos logrado un mínimo de estabilidad y bienestar social en 200 años de república se debe a la gigantesca maraña de la corrupción e inmoralidad de una parte y de otra a la irresponsabilidad ciudadana de permanecer pasiva frente a la indispensable participación en política; esta indiferencia ha dado pie al fortalecimiento de una casta gobernante que se renueva de período en período. Y en el transcurso inexorable del tiempo hemos caído en la descomposición total del sistema de gobierno con Alberto Fujimori y su heredera Keiko Fujimori quien con su actuar inmarudo y frívolo ha originado una abismal crisis política en los últimos siete años con seis encargados de la presidencia (Kuczynski, Vizcarra, Merino, Sagasti, Castillo y Boluarte) y todavía ella continúa manipulando el Congreso en defensa del Estado Mafioso. Sin embargo, al no ceder Pedro Castillo a los requerimientos de la ultra-derecha fascista y el fujimorismo, su secuestro y prisión abusiva, inicia una ruptura de esquemas imposible de controlar ante la movilización social que inunda las calles contra la dictadura cívico-militar.
En realidad, frente a la crisis política actual hemos llegado a un callejón sin salida, punto de partida de cambios revolucionarios no de parches “institucionales” para mantener el injusto sistema neo-liberal. Aquí se vislumbran tres posiciones en el horizonte político social del Perú. La primera, extremista e intransigente de la derecha y el fujimorismo; o sea la dictadura cívico-militar que apuesta a quedarse hasta el 2026 sin importarle el Estado de Derecho destruido con el Golpe de Estado y la burla e incumplimiento constante de los congresistas a la Constitución y las leyes, y el propósito de capturar todas las instituciones y los tres poderes del Estado para nunca soltarlos. La segunda, la comedida, aprovechada y oportunista de los llamados “caviares” de derecha e izquierda con la cantaleta del adelanto de elecciones sabiendo que esa salida significa la defensa del Estado Mafioso constituido y capturado por el fujimorismo y la ultra-derecha fascista; en pocas palabras elecciones para que todo siga igual, cambio de “mocos por babas” sin alternativa de la gran transformación del país. La tercera, la revolucionaria auto-convocada del clamor popular, mayoritaria, con las exigencias de las movilizaciones sociales, principalmente en la regiones y Lima marginal, cuyas banderas son recuperar la Patria, recuperar la democracia y el Estado de Derecho en una Nueva República inclusiva e integrada, recobrar la libertad del presidente Pedro Castillo, ir a elecciones para una Asamblea Constituyente, gobierno de transición y elecciones generales de presidente y Congreso con la Nueva Constitución.
La confrontación entre los facho-fujimoristas y la ciudadanía no va terminar, la convulsión social continuará hasta derrotar a los golpistas, Dina Boluarte, Congreso y Fuerza Armada, quienes conspiraron y se rebelaron para derrocar al presidente constitucional Pedro Castillo; sólo un nuevo Pacto Social puede lograr la pacificación del país. Nuestra responsabilidad nacional es destruir el Estado Mafioso NO renovarle sus autoridades, por tanto, es un cambio de régimen no sólo de gobierno.

 

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