-------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Un
Tema de Actualidad
CRISIS TERMINAL-01
SER ANTICAPITALISTA
HOY,
UNA CUESTIÓN DE
SENTIDO COMÚN
Mateo
Aguado
Viento
Sur
Hace poco más de un año tres
reputados científicos de la NASA publicaron un impactante estudio en el que,
basándose en complejos modelos matemáticos, pronosticaban el posible colapso de
la civilización humana para dentro de pocas décadas. Las causas que se aludían
como determinantes para llegar a tales conclusiones eran principalmente dos: la insostenible sobreexplotación
humana de los recursos del planeta y la cada vez mayor desigualdad social existentes
entre ricos y pobres (1)
Más allá de analizar la gravedad
de esta predicción, me gustaría hacer notar que los dos motivos que –según
estos investigadores– podrían acabar provocando el derrumbe de nuestra
civilización son precisamente dos de las más claras características que posee
el sistema capitalista: una insensibilidad
total hacia la sostenibilidad ecológica del planeta y una abrumadora despreocupación hacia la
(des)igualdad y la (in)justicia social.
En consecuencia –y como se verá
en mayor profundidad en las líneas que siguen– no resultaría demasiado
descabellado afirmar que el capitalismo es, al día de hoy, una de las mayores
amenazas que se ciernen sobre la continuidad de la cultura humana en el planeta
Tierra.
Evidencias
de un sistema insensato
En las sociedades modernas de hoy
en día nos hemos acostumbrado a asociar el poder adquisitivo con la capacidad
de alcanzar una vida feliz. Es decir, se asume que –más que menos– nuestro
nivel de renta determina la felicidad que podemos llegar a alcanzar en nuestra
vida (o, como se suele decir, que el dinero da la felicidad).
Esta engañosa forma de concebir
la vida (basada en los aspectos materiales y monetarios como medida a través de
la cual lograr una vida buena) representa, probablemente, la mayor herramienta
moral que posee el capitalismo en la actualidad. Sin embargo, y como veremos a
continuación, esta concepción ofrece al menos dos evidencias que la hacen
insostenible.
I) La
evidencia social
Desde el punto de vista social el
capitalismo es insostenible en tanto en cuanto promociona una sociedad global
de poseedores y desposeídos en donde el sobre-consumo innecesario de unos pocos
se produce a costa de las carencias vitales de la mayoría. Y es que una de las
características que ha demostrado tener el capitalismo moderno es la
construcción de sociedades en las que tienden a crecer las desigualdades
sociales (lo cual sucede tanto si pensamos a una escala planetaria, a nivel de
países, como si lo hacemos dentro de un mismo país bajo el prisma, cada vez más
simplificado, de clases).
Paralelamente a esta
estratificación económica de la sociedad en dos claros grupos (unas élites muy
ricas y unas masas pobres), el capitalismo no ha logrado tan siquiera cumplir
su clásica promesa de traer la felicidad a un creciente número de personas. Son
cuantiosos los estudios que en este sentido han cuestionado rotundamente el
axioma tan fuertemente instaurado en el ADN capitalista (y en el imaginario
colectivo) de que el dinero da la felicidad. Estos estudios vendrían a
mostrarnos cómo la correlación entre los ingresos y la satisfacción con la vida
sólo se mantiene en etapas tempranas, cuando el dinero es usado para cubrir las
necesidades más básicas. A partir de este punto entraríamos en una situación de
“comodidad” en donde más dinero ya no significa necesariamente más felicidad.
Es más, una vez ha sido alcanzada esta situación, seguir buscando
obstinadamente el crecimiento económico (en el plano macro) y el aumento de la
renta y el consumo (en el plano micro) puede resultar incluso contraproducente,
pues tiende a hacernos descuidar otros aspectos de nuestra vida –intangibles
pero igualmente esenciales para la felicidad– como las relaciones sociales o el
buen uso del tiempo (2).
Así pues, parece claro que el
capitalismo es un sistema que chirría tanto con la justicia social como con la
felicidad humana. Como pusieron de manifiesto hace unos años Richard Wilkinson
y Kate Pickett –en su magnífica obra Desigualdad: Un análisis de la
(in)felicidad colectiva– estas dos cuestiones (justicia social y felicidad
humana) son dos asuntos íntimamente relacionados. Parece ser que las
desigualdades sociales tienden a hacernos más infelices: en aquellas sociedades
en donde son mayores los niveles de desigualdad, mayores son también los
niveles de infelicidad (3).
De todo esto se puede extraer la
acertada conclusión de que una sociedad preocupada por maximizar sus niveles de
felicidad debería ser una sociedad centrada en rebajar al mínimo sus niveles de
desigualdad (lo cual, dicho sea de paso, parece una tarea incompatible con las
actuales políticas de desarrollo occidental). Por ello, como sostiene Jorge
Riechmann en su libro ¿Cómo vivir? Acerca de la vida buena, el capitalismo es
“un enemigo declarado de la felicidad”. Y por esta misma razón “los partidarios
de la felicidad humana no pueden ser sino anticapitalistas”.
II) La
evidencia ecológica
Por otro lado, el axioma del
crecimiento indefinido que el capitalismo defiende, a la vez que (como hemos
visto) un sinsentido social, es una inviable biofísica. La constante demanda de
materiales y energía que conlleva una economía como la que tenemos no puede
mantenerse de forma indefinida en el tiempo sin acabar chocando con los límites
biofísicos de nuestro planeta (un lugar éste, no lo olvidemos, finito y
acotado). Este hecho, a pesar de ser firmemente ignorado por los economistas
convencionales (y por la inmensa mayoría de los políticos), constituye una
realidad absolutamente incontestable, tal y como nos enseña la segunda ley de
la termodinámica. Se podría afirmar, por lo tanto, que el capitalismo es, desde
el punto de vista ecológico, biofísico y termodinámico (desde el punto de vista
científico al fin y al cabo) un sistema imposible abocado al desastre.
Es por razones como ésta que en
política y en economía, al igual que sucede con el resto de aspectos de la
vida, se hace imprescindible poseer un mínimo de cultura científica para poder
ejercer como ciudadanos responsables y comprometidos (o lo que es lo mismo a
efectos termodinámicos, para acomodar nuestro comportamiento a los límites
biofísicos del planeta)
Me resultan muy interesantes en
este sentido las sabias palabras de Wolfgang Sachs, quien sostiene que, en el
futuro, el planeta ya no se dividirá en ideologías de izquierdas o de derechas,
sino entre aquellos que aceptan los límites ecológicos del planeta y aquellos
que no. O dicho de otro modo, entre aquellos que entiendan y acepten las leyes
de la termodinámica y aquellos que no. No
se trata por lo tanto de arreglar o refundar el capitalismo (como algún
político sostuvo hace no mucho) sino de entender que nuestro futuro como especie en este planeta será un futuro
no-capitalista o, sencillamente, no será.
Hacer comprender al común de los
mortales que la esfera económica no puede crecer por encima de la esfera ecológica
(al menos no sin comportarse antes como un cáncer) es, por sencillo que pueda
parecer de entender, uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta la
ciencia y la educación del nuevo milenio.
Sin embargo, esta cuestión de las
esferas concéntricas –cual muñecas rusas– y de los límites del planeta es (pese
a los reiterados mensajes ilusorios en pro del gasterío insensato que el
capitalismo se empeña en difundir) un asunto sencillo de concebir para todas
las personas. Y aquí reside –precisamente– nuestra esperanza: la esperanza de
un cambio social en aras de poder alcanzar otro mundo posible, más justo y
sostenible.
Como argumentaba recientemente
Juan Carlos Monedero, es mucho más
factible hacerse anticapitalista al día de hoy desde posiciones ecologistas que
desde posiciones marxistas. La
inviabilidad de un sistema que aboga por el crecimiento constante en un mundo
que es limitado es algo mucho más fácil de comprender para la gente normal que
la tendencia descendente de la tasa de ganancia o el fetichismo de la mercancía
de la que nos hablaba Marx.
Por lo tanto, y a modo de
corolario, urge entender que ser anticapitalista a día de hoy no es ya una
cuestión de ecologistas o de marxistas aislados, sino que es algo de sentido
común; algo directamente relacionado con la lógica de supervivencia. Esperemos
que este asunto sea entendido –más temprano que tarde– por la inmensa mayoría
de individuos que pueblan la Tierra hasta convertirse en una evidencia popular.
Nuestra continuidad sobre el planeta y nuestra felicidad de ello dependerán.
Notas.-
(1) Motesharrei, S., Rivas, J., & Kalnay, E.
(2012). A Minimal Model for Human and Nature Interaction.
(2)
Para profundizar algo más sobre este tema se recomienda leer este artículo.
(3)
La obra de Wilkinson y Pickett (2009) muestra minuciosamente como el incremento
en las desigualdades tiene significativas repercusiones negativas sobre otros
aspectos de la vida que afectan directamente al bienestar y a la felicidad. Tal
sería el caso de la educación, la esperanza de vida, la mortalidad infantil, la
incidencia de enfermedades mentales, el consumo de drogas, las tasas de
obesidad y sobrepeso o el número de homicidios; variables todas ellas que
presentan peores valores en aquellos lugares en donde mayor es la desigualdad.
Mateo
Aguado es Investigador del Laboratorio de Socio-Ecosistemas
de
la Universidad Autónoma de Madrid
Artículo
publicado en Rebelión, 2 de abril de 2014
de:
Clara Niño musicolombiana@hotmail.com
para:
"cncl@etb.net.co" <cncl@etb.net.co>
de qué nos hablaba Marx, fecha: 6 de abril de
2014, 12:12
asunto:
FW: ARTICULO
enviado
por: hotmail.com
CRISIS
TERMINAL-02
LA
TAREA DE FUTURO:
DIFUNDIR
EL COLAPSO DE ESTA CIVILIZACIÓN
Rómulo Pardo Silva (especial para
ARGENPRESS.info)
Pocos están
conscientes de que la etapa actual de la humanidad termina. Y menos son los que
se atreven a decirlo, algunos temen asustar, otros perder votos.
La verdad no
cambia ocultándola y se agravan los sufrimientos para los humanos, todas las
formas de vida y el ambiente físico impidiendo tomar medidas de adaptación
desde hoy.
Se necesita una
estrategia mundial política pero se debe empezar por una batalla de ideas para
instalar la visión del cambio inevitable de civilización.
Esa es primero
una misión personal pero que debe irse eslabonando con otros.
Antes que un
partido se puede tejer un movimiento. Una relación para el intercambio de
información y la realización de acciones públicas voluntarias. Una coordinación
libre sin reglas de mayoría.
Tres
coincidencias fundamentales debe tener esa vinculación para la cooperación:
-La
civilización actual colapsará por ser insostenible en una naturaleza finita.
-Le
seguirá otra sustentable de bienes materiales limitados.
-Se
tiene que trabajar para lograr que sea solidaria y no de explotación.
Son las duras
afirmaciones que se callan.
Desde esa base
se abrirán diferencias sobre el hacer, el decir, el programa. Las opciones son
muchas y los acuerdos y la realidad tomarán tiempo.
Después del
crecimiento económico constante vendrá el decrecimiento… que no se quiere.
¿Movimiento por
la civilización global sustentable solidaria?
Es la idea.
Hay que
insistir.
de: ARGENPRESS argenpress@gmail.com
responder a:
argenpress+owners@googlegroups.com
fecha: 8 de abril de 2014, 11:29
asunto: ARGENPRESS.info - Resumen de
noticias del 08/04/2014
lista de distribución:
argenpress.googlegroups.com
enviado por: googlegroups.com
firmado por: googlegroups.com
Nota.-
Es
muy cierto que en su crisis terminal
el sistema dominante presenta:
-una
insensibilidad total hacia la sostenibilidad ecológica del planeta y
-una
abrumadora despreocupación hacia la (des)igualdad y la (in)justicia social
Todo
sistema dominante comienza impulsando la producción y productividad, y después
de cumplir su ciclo termina sobreviviendo con la renta parasitaria. Dos siglos
antes de desplomarse el imperio romano, Plinio el viejo
señalaba que “el latifundio pierde a Roma” Y Lenin en 1916 señalaba las
características rentísticas del sistema capitalista en su etapa superior. Bien
se puede sostener, pues, que “el financierismo pierde al imperio” ¿Qué son -si no-
los paraísos fiscales y las burbujas inmobiliarias? Los casinos del Principado
de Mónaco son casinos de barrio pobre comparados con ellos, que abarcan y
sacuden el mundo entero.
Es muy cierto
que el abismo social ricos-pobres jamás había sido tan claro como hoy en día.
Proporcionalmente, ahora hay menos ricos (ultramillonarios) pero infinitamente
más ricos que cualquier rico Epulón de antaño. El de “la plata llega sola”,
comparado con lo que era en su juventud, es “millonario”, pero comparado con un
magnate de Wall Street, es un pordiosero. (Y por eso tiene una “doble condición
moral: lacayuna ante el soberano e insolente y opresora del más débil”) Y el
pobre Lázaro bíblico se alimentaba mejor que la mayoría de la población mundial
actual o, sin ir muy lejos, que la mayoría de los trabajadores de nuestra
mamapacha.
Es
muy cierto que ecología y economía van de la mano. El extractivismo minero que
incluso destruye las fuentes de agua (nacientes, puquios, humedales, otros
nombres) es prueba de ello. La explotación petrolera, que incluso destruye
bosques y profundidades marinas, es prueba de ello. Por supuesto, agua sobra en
el mundo, pero no al alcance de la
población.
Es
muy cierto que ya ni se requiere ser marxista ni conocer El Capital para
comprender la realidad actual y tomar posición social y política. La mayoría de
la población puede no conocer o no captar el análisis de la “tendencia
decreciente de la tasa de ganancia o el fetichismo de la mercancía de que nos
hablaba Marx”, pero ahora es más fácil comprender “la inviabilidad de un
sistema que aboga por el crecimiento constante en un mundo que es limitado”
Se podría afirmar, por lo tanto, que el
capitalismo es, desde el punto de vista ecológico, biofísico y termodinámico
(desde el punto de vista científico al fin y al cabo) un sistema imposible
abocado al desastre.
Y
esa doble característica (insensibilidad total, abrumadora despreocupación) es
también característica del capitalismo marginal de nuestro país y la mentalidad
colonial que propicia en más de uno de sus intelectuales. Por eso el mensaje
es:
-La
civilización actual colapsará por ser insostenible en una naturaleza finita.
-Le
seguirá otra sustentable de bienes materiales limitados.
-Se
tiene que trabajar para lograr que sea solidaria y no de explotación.
¡Aprendamos
la lección!
Ragarro
22.04.14
No hay comentarios:
Publicar un comentario