Un
Tema de Actualidad
EL
ESPEJISMO DEL
CRECIMIENTO
ECONÓMICO
Julia Evelyn Martínez
Como una tradición
de Año Nuevo, economistas y autoridades gubernamentales de nuestros países se
enfrascan (y a veces se enfrentan) en el debate sobre el crecimiento económico
del año anterior y en las proyecciones de crecimiento del nuevo año. Este debate
surge en tanto este dato es considerado en el pensamiento neoclásico como el indicador clave para medir el
desempeño y/o la gestión de cualquier sistema económico. Dentro de esta lógica,
se asume que si la tasa de crecimiento es alta se puede concluir que ha sido un
buen año para la economía y si es baja, se asume lo contrario.
Resulta
interesante y hasta entretenido, escuchar los análisis que sobre estos
resultados se realizan dependiendo de si se está en la oposición o en el
gobierno. Una misma persona puede analizar el mismo dato de crecimiento de la
economía de manera distinta dependiendo de su posición en el sistema de
relaciones de poder en un momento determinado. Si está en la oposición política y su credibilidad (e incluso su
salario) depende de evidenciar la incapacidad de la gestión del partido
gobernante, una tasa de crecimiento baja será utilizada como la prueba más
fehaciente de la incapacidad de un gobierno de administrar la economía y de
garantizar el bienestar de la población.
Sí
esa misma persona, luego está en el gobierno, y su puesto
depende de la confianza de sus votantes y/o patrocinadores, una baja tasa de
crecimiento pasará a ser justificada como el resultado de “factores exógenos”
sobre los cuales la política económica gubernamental no tiene control
(catástrofes naturales, cambio climático, recesión mundial, etc.), los cuales
de no existir, permitirían un mejor dato de crecimiento y más bienestar para la
sociedad. En uno y en otro caso, este análisis no deja de estar basado en una
simple ilusión.
La
ilusión de la tasa de crecimiento deviene tanto de lo que mide como de la forma
en que lo mide.
La tasa de crecimiento anual no es más que
la variación porcentual de la producción de bienes y servicios que se realiza
dentro de un país durante un año con respecto a la producción del año anterior.
Este cálculo tiene al menos tres
características que es necesario conocer: 1) se hace en términos de precios indexados o precios constante
(precios a los cuales se les ha eliminado el efecto de la inflación de ese año
para que puedan compararse con los precios de un año de referencia); 2) Solamente se toma en consideración
en este cálculo los bienes y servicios que se comercializan en el mercado, y 3) Esta estimación no toma en cuenta
las condiciones y/o relaciones dentro de la cuales se realiza la producción de
estos bienes y servicios (incluyendo las relaciones de distribución de lo que
se produce).
En otras palabras,
el crecimiento (o decrecimiento) de la producción de bienes y servicios no es
un reflejo del bienestar (o malestar) de la población de un país, porque este indicador no da cuenta de todo lo que
se produce en un sistema económico, ni tampoco da cuenta de las implicaciones
de la producción social anual en términos de la vida de las personas.
En primer lugar,
el Producto Interno Bruto (PIB) que
sirve de referencia para la fórmula de la tasa de crecimiento, excluye la producción de bienes y servicios
que realizan las familias para su atender necesidades del cuidado de sus
miembros y/o de la comunidad. Debido a que esta producción se realiza mediante
la utilización de fuerza de trabajo (mayoritariamente femenina) que no recibe
remuneración alguna, no entra a formar parte de la estimación del crecimiento
económico y esta omisión hace que el indicador de crecimiento ofrezca un
panorama incompleto de la dinámica económica de un país.
Esta omisión no
constituye una cifra banal, al menos en el caso de El Salvador. En 2005 se
estimó que el valor monetario de la producción de los hogares para satisfacer
necesidades del cuidado para sus miembros y para las comunidades, ascendió a
$5,436 millones, equivalente al 32% del PIB de ese año, y superior a la
producción de los principales sectores económicos (agropecuario, manufactura),
a las exportaciones y a las remesas. No considerar el aporte económico del
trabajo no remunerado de las familias no es solo una imprecisión metodológica
en la estimación del PIB sino que impide darse cuenta del importante papel
compensatorio que la producción de los hogares desempeña en las distintas fases
del ciclo económico. En efecto, la
producción de bienes y servicios en los hogares (preparación de alimentos,
cuidado a personas enfermas, producción agropecuaria para el autoconsumo,
actividades voluntarias comunitarias, etc.) aumenta en tiempos de crisis
económica, para compensar la caída en el poder adquisitivo de los salarios e
ingresos y/o la caída en el gasto público social. Es decir, una caída en el
crecimiento del PIB no implica necesariamente una disminución de la producción
social, sino únicamente una reducción de la producción que contabiliza el
sistema de cuentas nacionales. El análisis económico y el diseño de políticas
económicas estarán incompletos mientras en la discusión del crecimiento
económico no se incorpore la contribución de los hogares a la producción social
anual.
Otro elemento que
vuelve ilusorio al crecimiento como medida del desempeño económico y del
bienestar, es la cuestión de la distribución
de la producción social. Una
economía durante un año, puede aumentar significativamente su producción pero
eso no puede leerse como un aumento en el bienestar de TODAS las personas.
Tomemos por ejemplo el caso de China, que en los últimos 20 años ha reportado
las mayores tasas de crecimiento a nivel mundial (10% promedio anual), al mismo
tiempo que se ha convertido en una de las sociedades más desiguales del mundo,
incluso más que Estados Unidos. De acuerdo al Fondo Monetario Internacional
(FMI) el Índice de Gini -que mide la igualdad/desigualdad en la distribución de
la riqueza de un país- en el caso de China pasó de 0.35 (menos desigualdad) en
1979 a 0.47 (más desigualdad) en 2010. Esto se traduce en hechos como que en
2010 había en China alrededor de 140 personas con una fortuna personal de más
de $1,000 millones mientras que 500 millones de sus compatriotas sobrevivían
con menos de dos dólares diarios.
Pero más allá de
la distribución de lo que se produce, se encuentra el problema de las condiciones bajo las cuales se produce el crecimiento.
Un mayor crecimiento de bienes y servicios puede estar fundamentado en
condiciones que amenazan la vida de las personas si la economía crece a costa
de un mayor deterioro en los recursos
naturales, en la pérdida de la soberanía alimentaria y/o de la destrucción de
fuentes de ingresos.
Como ilustración
observemos los “motores del crecimiento” que están utilizando algunos países
africanos, como Etiopía, Ghana, Angola, Tanzania, Nigeria, Mozambique, Zambia y
Libia, que por sexto año consecutivo han crecido en 2011 a una tasa promedio
superior al 6%. Estos motores consisten nada más y nada menos que en una
agresiva política de atracción de Inversión
Extranjera Directa (IED), que está permitiendo a empresas transnacionales
apropiarse de millones de hectáreas de tierra para hacerse de jugosas ganancias
mediante la minería extractiva
(hierro, diamantes, oro) y la producción
para la exportación de productos agrícolas destinados al consumo humano, al
consumo animal y a la producción de agro combustibles.
¿Cuál es el
problema de esta forma de crecimiento de África? Para los gobiernos y las
empresas transnacionales no parece haber por el momento ningún problema.
Mediante los Asocios Público Privados (APP) los gobiernos africanos le abren
las puertas a la IED y les ofrecen en propiedad o en concesión tierras
fértiles, agua, salarios bajos, cero regulaciones medioambientales e incluso
subvenciones y a cambio reciben apoyo político, militar y económico de los
gobiernos de los países de origen de estas inversiones, que los mantienen en el
poder y les permiten seguir gozando de privilegios en medio de la pobreza
generalizada.
Las
cosas son diferentes para la gente, especialmente si se toma en
cuenta que el 80% de la población africana subsiste gracias a la agricultura
familiar y que utilizan la tierra deshabitada como “despensas naturales” de las
que obtienen de manera gratuita frutos, leña, caza, pastos, agua, entre otros
recursos para la reproducción de su vida. Tomemos por ejemplo el caso
emblemático de Etiopía, que dicho sea de paso es uno de los países que
abastecieron en 2011 de frijol importado a países centroamericanos, como El
Salvador y Honduras.
Etiopía es uno de
los países africanos que más tierra ha concesionado a las empresas
transnacionales: más de 2,500 kilómetros de tierra fértil han sido entregadas a
empresas provenientes de 36 países en la región de Ganbella, al mismo tiempo
que serán desalojados de esa zona más de 15,000 ciudadanos/as etíopes, que
quedarán sin acceso a los recursos necesarios para su supervivencia. En esa
región, la multinacional Karaturi (India) ha alquilado 311,000 hectáreas de
tierra para producir arroz destinado al consumo de la India y la multinacional
Star (Arabia Saudita) ha invertido más de $2,000 millones en la compra de
tierras destinadas al cultivo de alimentos para la exportación a países del
Oriente Medio. Todo esto sucede mientras miles de personas de la región de
Ogaden, mayoritariamente mujeres, corren el riesgo de morir de hambre según la
FAO.
Un caso parecido
podría ocurrir en El Salvador con la política de asocios para el crecimiento
con el Gobierno de Estados Unidos, que tiene como objetivo facilitar el entorno
de negocios a las empresas transnacionales de ese país y en el cual se cifran
grandes esperanzas del gobierno actual para lograr un repunte en la tasa de
crecimiento del PIB a partir de 2012. Se podría traer a cuenta la reciente
aprobación de los permisos para la apertura de la sucursal de Wal-Mart en el
municipio de Mejicanos, con una superficie de 27 mil metros cuadrados y que
creará 500 empleos directos. De acuerdo a estudios realizados por Geólogos del
Mundo, el sitio donde se pretende construir esta superficie comercial se
encuentra situada en una de las zonas más proclives a deslizamientos de tierra
de la zona, por lo que la construcción de Wal-Mart hará más vulnerable a la
población de ese municipio. Adicionalmente, de acuerdo a la Mesa Permanente
para la Gestión de Riesgos (MPGR) la construcción obstruirá la quebrada El
Arenal que sirve de evacuación natural a escorrentías que bajan del volcán en
época lluviosa, con lo cual se incrementará el riesgo de inundaciones y de
muerte de los habitantes de las comunidades aledañas. ¿Cuántas vidas de
salvadoreños/as de la zona de Mejicanos se tiene disponibilidad de sacrificar
por un punto o más de crecimiento del PIB en el 2012? Además debería añadirse a
este cálculo la suma de los ingresos monetarios y de los empleos directos e
indirectos que se perderán con el inicio de las operaciones de Wal-Mart, como
resultado de la caída en las ventas del sector de comerciantes minoristas
locales (integrado mayoritariamente por mujeres) que no podrá competir con la
agresiva política de “los precios más bajos todos los días” que impulsa esta
multinacional en el mundo entero.
Establecido lo
anterior, se puede concluir que el
debate sobre el crecimiento económico y de su relevancia para determinar el
buen o mal desempeño de la economía constituye un debate estéril desde el punto
de vista del objetivo fundamental de cualquier sistema económico.
Probablemente es
tiempo de recordar la advertencia que Adam Smith hace en una nota al pié de
página del primer capítulo de su obra “La Riqueza de las Naciones” (1776), y en
la cual después de afirmar que la riqueza de una nación se refleja en el
bienestar de sus habitantes, nos advierte que “el bienestar de la nación debe
calcularse por el bienestar promedio de sus miembros, y no por el agregado”.
¿Es el bienestar promedio una medida subjetiva? Seguramente lo es, ya que
dependerá del paradigma de estilo de vida que colectivamente y/o personalmente
se considere el ideal de desarrollo. Este paradigma puede situarse dentro de un
amplio espectro de posibilidades y/o de preferencias que en la actualidad
pueden oscilar entre el Vivir Bien (American Dream, Rich & Famous´s
Lifestyle) y el Buen Vivir (Sumak
Kawsay).
Sin embargo, tanto
ahora como en 1776 y como en toda la historia de la humanidad, cualquiera que sea el modelo de producción,
distribución y/o consumo predominante en una sociedad, hablar del bienestar
promedio de los miembros de esa sociedad solo
tiene sentido si TODOS sus miembros, una vez nacidos, tienen garantizada su
VIDA en las distintas etapas de su ciclo natural. La discusión y/o preferencia
entre Vivir Bien o el Buen Vivir,
solo tiene razón de ser en este contexto; fuera de él, no es más que un espejismo
para la mayoría de la sociedad. Hinkelammert y Mora (2009) lo expresan en los
siguientes términos: “La satisfacción de las necesidades hace posible la vida,
la satisfacción de preferencias puede hacerla más o menos agradable. Pero para
poder ser agradable, antes tiene que ser posible”.
Por lo tanto, si se quiere analizar realmente el
desempeño anual de cualquier economía, se tiene que sustituir el actual foco de
atención de este análisis. Es preciso pasar del indicador del crecimiento económico y de sus criterios asociados
(productividad, competitividad, libertad económica, tasa de rentabilidad, etc.)
hacia el indicador de la reproducción de
la vida de todos los hombres y todas las mujeres que forman la sociedad.
Este análisis debe incorporar por supuesto el
estado anual de las condiciones materiales y no materiales que hacen posible la
vida digna, tales como la calidad, disponibilidad y acceso a alimentos y al
agua para consumo humano, las condiciones del cuidado para los miembros de la
sociedad, la sostenibilidad de los recursos agroecológicos, entre otras.
Para avanzar en la
construcción de una sociedad y de una economía alternativa fundamentada
realmente en la Vida, es preciso
comenzar a analizar el desempeño económico desde nuevos paradigmas, nuevas
categorías y sobre todo, con nuevos y/o mejores indicadores. He aquí un desafío para las nuevas generaciones
de economistas, que frente a los estragos que el predominio del pensamiento
neoclásico ha provocado en la teoría y en la práctica económica, desean pasar
de la indignación a la acción.
Julia
Evelyn Martínez es economista feminista, Profesora del Departamento de Economía
de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” de El Salvador. (Énfasis agregados)
Tomado
de Rebelión (6 de enero 2012)
Nota.- ¿Por qué se centra el debate en
el “crecimiento económico” y no en la relación crecimiento-desarrollo-progreso para el buen vivir de un país?
Sencillamente, por el predomino del pensamiento neoclásico, que genera la
mentalidad colonial en más de un
exponente de la burguesía profesional. Este artículo de una connotada
economista salvadoreña es una guía básica para la comprensión de esta relación
y el porqué de la separación de sus elementos. Conserva plena actualidad. En
verdad,
He aquí un desafío para las nuevas
generaciones de Activistas.
Ragarro
24.10.14
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