1° DE MAYO. LOS TRABAJADORES |
Por Gustavo Espinoza M.
Diario UNO / Domingo 1 de Mayo 2022
En 1924, desde “El obrero textil”, José Carlos Mariátegui sostuvo que el 1° de Mayo era un día de unidad del proletariado revolucionario y una fecha que reúne en un inmenso frente único a todos los trabajadores organizados. 98 años después, podemos decir que estas palabras se cumplen en todos los países y mantienen vigencia plena también en el nuestro.
El 1° de Mayo es un Día de Lucha y un día de Clase. No sólo pone en el debate los problemas acuciantes de los trabajadores, vale decir sus demandas inmediatas; sino también porque alienta la expectativa popular afincada en la imperiosa necesidad de un cambio profundo que modifique radicalmente la estructura de la sociedad, acabe con la explotación y la opresión y abra para todos un mundo socialmente nuevo, más humano, y más justo.
Cuando en 1991 Francis Fukuyama, ungido por los voceros del Capital como “el hombre de la libertad” proclamó “el fin de la historia”, embriagado por el derrumbe de la URSS y la caída del Socialismo en Europa del Este; tomaron fuerza algunos actores, hasta entonces replegados y en derrota.
Ellos, y las corrientes que representaban, levantaron raídas banderas y olvidadas consignas. Arguyeron que era inútil la lucha revolucionaria y que resultaba más productivo alentar “reformas” que sirvieran como una manera de “embellecer” al capitalismo. Fue ese el objetivo de los liberales de la época alineados con ciertos “socialistas” domesticados.
Sus herederos hoy, enarbolan el mismo discurso. Sostienen que ha llegado el fin de la lucha de clase, y que se impone como regla y norma, la conciliación de las fuerza socialmente antagónicas. “No es la hora de la confrontación, sino de la concertación”. “Hay que cambiar el sindicalismo de protesta, por el sindicalismo de propuesta”, “acabar con la huelga, y valerse del diálogo”, añaden, asegurando que “las diferencias” no deben a ventilarse a través de conflictos, sino de “mesas de acuerdo”.
Adicionalmente afirman que la clase obrera, ha desaparecido, sin reparar que, en realidad, simplemente, ha cambiado su estructura de clase y se ha ampliado. Hoy no representa sólo a obreros fabriles, sino a todos los trabajadores que sufren la explotación capitalista.
En el fondo, hay el intento de reivindicar el mensaje reformista que alcanzara cierto auge en las primeras décadas del siglo XIX, pero que fuera marcado a fuego por la insurgencia obrera registrada en la Revolución de 1848 en las calles de la capital francesa; y dejado de lado gracias a la experiencia de clase que hiciera posible la Comuna de Paris, en 1871, Marx de por medio.
Esa tendencia reformista, en el fondo capituladora, asomó en 1899, cuando Etienne Millerand, se integró al gobierno reaccionario de Waldeck-Rousseau, colaborando como ministro con los verdugos de la Comuna.
Muchos años han pasado desde entonces. Mucha agua ha corrido bajo los puentes, y mucha sangre obrera también. El Sindicalismo ha recuperado fuerza de clase, como habrá de confirmarse en el XVIII Congreso de la Federación Sindical Mundial, que se celebrará en Roma en mayo próximo.
El mundo hoy está estremecido por el renacimiento del Nazismo, que con la ayuda de la OTAN y la política guerrerista del gobierno de los Estados Unidos, busca afirmar su Poder en el corazón del viejo continente, generando el rechazo de los trabajadores en diversos países.
La guerra, que usa a Ucrania como mascarón de proa, es descaradamente alentada por los Monopolios, y asoma como herramienta para perpetuar el régimen de dominación capitalista. Hay que enfrentar sin vacilaciones esa ofensiva en todos los terrenos, y derrotarla.
En nuestro continente, la voluntad de cambio social se expresa en los avances del Proceso Emancipador Bolivariano¸ cuyo auge quedó históricamente marcado en 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana, que cumpliera ya 63 años de lucha y de victoria; y se extiende en las experiencias de otros pueblos, como la Nicaragua Sandinista, la Venezuela de hoy y Bolivia anti fascista.
En nuestro país el 1 de Mayo se celebrará en una circunstancia particularmente compleja, cuando la ofensiva de la ultra derecha busca traer por los suelos las expectativas populares afincadas en la posibilidad de transformar la vida nacional.
Consciente de su precariedad, no osó presentar batalla el 28 pasado pero no habrá de renunciar a sus aviesos propósitos. Para ella, aquí nada hay que cambiar, salvo los escasos mecanismos de protección social que aún conservan los trabajadores.
Es claro que en nuestro tiempo, la lucha por el salario y las condiciones de trabajo, resulta insuficiente. Por esa razón la clase obrera debe estar en condiciones de enarbolar banderas más altas.
Como dijera el Amauta, un proletariado sin más ideal que el salario y la reducción de horas de trabajo, será siempre incapaz de emprender tareas históricas. El Socialismo, está hoy planteado en el horizonte de los pueblos más avanzados, y en el nuestro.
Los extraños caminos a los que aludía Marx cuando hablaba del topo de la historia, han colocado a nuestro pueblo ante experiencias casi inéditas en distintas circunstancia. Una de ellas, la vivió el Perú en la década de los 70 del siglo pasado. En ella, la CGTP jugó un papel definido y decisivo.
Otro momento, se vive hoy, cuando el reto está planteado y la Central Obrera y los trabajadores, se movilizan activamente para convertir un simple proceso de cambios, en una transformación radical de la sociedad.
En circunstancias como ésta es cuando debe resplandecer el Frente Único y hacer múltiple la vieja consigna ideada por Flora Tristán: “Proletarios del mundo, uníos!” (fin)
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