Creo que la palabra co-respondencia no solo
transmite el interés sobre un determinado asunto sino sobre todo, cultiva en él
el sentimiento y apasionamiento por ese interés, que invita a poner en
movimiento una realidad profunda cubierta por la indiferencia de una realidad
superficial. Es el caso de la reciprocidad del comentario que el c. Aguinaga
hace al modestísimo esfuerzo de una observación personal sobre uno de los componentes
del problema de la tierra en el Perú, difundido a través de los artículos “El
Problema de la tierra y las Comunidades Campesinas” y “Las Comunidades
Campesinas de la Región Lima”. El hecho de que se sumen a este estudio, como a
otros problemas de la realidad peruana, activistas de clara filiación
ideológica socialista, es ya un gran paso a que la realidad profunda del Perú
ocupe el primer plano del pensamiento con el propósito definido de su
transformación en un Perú nuevo en el mundo nuevo.
El c. Aguinaga acompaña a su comentario
interrogantes como ¿en qué escenario económico, político, social, nacional y
regional, se desarrollaron estas comunidades campesinas del Distrito de
Sumbilca? Motivados por una conversación solidaria, le diré que el escenario
económico, político, social, nacional y regional es uno solo a lo largo y ancho
del país. Ese escenario es el capitalismo marginal, que desde la independencia
formal hasta hoy, tiene de rodillas a las clases dominantes parasitarias del
país ante el poder del capital extranjero. Es este escenario obsoleto, ocupado
por la fuerza organizada del Estado, el principal obstáculo para la liberación
de las nuevas fuerzas productivas. Por eso, a modo de una ilustración, tomé al
Distrito de Sumbilca, que con sus pequeñas parcelas, y sin ninguna orientación
agrícola, por su propios medios y a tientas, el comunero campesino descubrió,
organizó y disciplinó su potencial económico, en medio de las condiciones
adversas y contrarias de un capitalismo marginal, lo que confirma que en un
país, así sea un pedregal, su mayor riqueza es el factor humano.
Solamente he abordado a grandes rasgos la
condición económica, política y social del campesino comunero, cuya comunidad
campesina que hoy integra, desciende directamente del Ayllu ancestral, la
misma, que luego de la conquista española, el dominio español le impuso su
nueva fundación como reducciones indígenas, para luego, con la revolución de la
independencia, se denominaría como Comunidades Indígenas hasta el golpe militar
de Juan Velasco Alvarado en 1968, que cambiaría a la denominación de
Comunidades Campesinas.
Las Comunidades Campesinas no cuentan para el
Estado y sus gobiernos temporales, así sean estos militares o civiles. Solo se
acuerdan, cuando les necesitan para despojarle lo poco que tiene en medio de su
miseria material y moral. Por eso, la reforma agraria actuada por el régimen
militar presidido por Juan Velasco Alvarado (dirigido contra la gran propiedad
de los terratenientes), se sintió en las comunidades campesinas (pequeñas
posesiones parcelarias) como una tenue noticia, no fue nunca un creador
enérgico. Salvo algunas excepciones temporales, como las que anoto con el
Distrito de Sumbilca, las comunidades campesinas continuaron siendo las mismas,
como hasta hoy, en proceso de lenta extinción
por la migración de su población a las principales ciudades del país en busca
de un futuro mejor. Esta situación ilustra mejor que ninguna sobre la
desagrarización del país.
El campesino comunero trabaja su pequeña
parcela con la ayuda de su familia y mantiene su vínculo comunal en los
trabajos comunes de competencia de toda la comunidad. Tienen solo la posesión
de su parcela, no la propiedad propiamente dicha, que corresponde íntegramente
a toda la comunidad.
No he tocado la condición actual del
campesino medio o arrendatario, que produce para abastecer al mercado nacional,
abrumado de las deudas crediticias de los prestamistas o de los bancos, de los
impuestos que el Estado le exige al comercio de sus productos. El proletariado
agrícola que trabaja para el campesino medio, se limita según la necesidad del
empleador.
No he tocado al gran latifundista de las más
grandes y mejores tierras que producen para la exportación con el crédito del
capital extranjero; por supuesto, gozan de las franquicias privilegiadas que el
Estado le otorga. El proletariado agrícola es numeroso.
Creo que ambos, necesitan de un tratamiento
aparte.
En las comunidades campesinas, dado la
pequeña porción de tierras cultivables y su condición jurídica de tener solo
“la posesión de la tierra” y no de propiedad individual, pues la Comunidad es
la dueña de todas las tierras, le pone un freno a la concentración de tierras
en pocas manos, lo que sí ocurre con los propietarios individuales de tierras,
localizados en los campesinos medios y los grandes latifundistas.
Creo que he respondido, en lo fundamental, a
modo de un estudio colectivo, a sus interrogantes.
Finalmente, el Problema de la Tierra
planteado por el Amauta José Carlos Mariátegui está más vivo y actual que
nunca. Sus 7 Ensayos de Interpretación de
la Realidad Peruana es la luz que alumbra el camino para el Resurgimiento
del Perú. Y como el Amauta lo trabajara toda su vida, la alianza
obrero-campesino con carácter netamente clasista, son las fuerzas motrices del
Cambio Social para el Resurgimiento del Perú, de la liberación de las fuerzas
productivas hacia un Perú Integral.
Ojala, otros activistas como el c. Aguinaga,
se sumen al estudio del conocimiento y definición de los problemas peruanos.
HFD
21.04.15