lunes, 16 de diciembre de 2013

JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI: HUMANISMO, ESTÉTICA Y CONTEMPORANEIDAD (3-5)

 


 
CAPÍTULO II

2.4 CONCLUSIONES PARCIALES

            La reflexión humanística y el tratamiento de la subjetividad representan una de las vertientes más trascendentales de la meditación filosófica mariateguiana. Esta problemática adquiere los contornos conceptuales básicos a través de tres direcciones principales: La interconexión hombre-masa, la concepción del hombre y el optimismo histórico. En la primera dirección queda corroborada la asunción por el peruano de los fundamentos básicos de la concepción del marxismo clásico en torno al nexo dialéctico entre individuo-masas populares en el devenir histórico. En este sentido la meditación tributa, en última instancia, al proceso de creación de los presupuestos metafísicos de una voluntad de acción revolucionaria, orientada a la modificación radical de una realidad específica, lo que condiciona en buena medida el discurso político-filosófico sobre este asunto.

            Asimismo, cabe señalar que el reconocimiento explícito del papel protagónico de las multitudes en el proceso histórico, en modo alguno desemboca en la acomodaticia actitud teórica de diluir a la individualidad o personalidad humana en el concepto de multitudes. En este sentido, Mariátegui se pronuncia por lo que pudiera definirse como la “identidad existencial” de los dos polos que interactúan en dicho proceso dialéctico. En la dimensión teórico-política de la reflexión sobre el particular se aprecia la tendencia a privilegiar el papel de los cuadros directores de la lucha de clases contra el capital (élites revolucionarias) con respecto al papel de las grandes personalidades en el contexto de modificación social. De esta manera, lo que aparecía en el plano teórico-general como la acción recíproca hombre-multitudes alcanza su determinación concreta en el plano teórico-político con la interconexión entre las élites revolucionarias y las clases sociales que integraban el sujeto histórico del cambio social en el Perú y en el resto del tejido social regional.

            Por otra parte, la concepción del hombre deviene importante zona de meditación filosófica. En esta dirección queda constatado cómo Mariátegui, a pesar de no haber tenido la oportunidad de conocer las reflexiones antropológicas tempranas de Marx, fue capaz de potenciar una asunción critico-electiva en el manejo de la obras de algunos exponentes del idealismo filosófico, que le permitió arribar a una visión del papel activo de la subjetividad que sirve de eficaz antídoto frente a la mentalidad reformista y evolucionista. Expresa, entre tanto, una correspondencia esencial con el tratamiento que esta problemática recibe en las primeras obras del filósofo de Tréveris.

            De igual manera, dicha concepción revela cómo la piedra angular del distanciamiento que se produce entre Mariátegui y los representantes del idealismo filosófico debe buscarse en el nexo que se establece entre la herejía y el dogma. La tesis de que el nuevo mito era la revolución social adquiere la determinación concreta en un proyecto específico de redención social, que bajo la égida del dogma de los nuevos tiempos, el marxismo, se plantea la modificación radical de la realidad peruana de los años veinte del pasado siglo. Es así como los elementos afirmativos sobre el papel activo de la subjetividad encontrados en Nietzsche, Bergson y Sorel reciben un nuevo sentido, una nueva acepción. De esta forma, en la dimensión humanístico-práctica se produce una ruptura a nivel de acepción, sentido e intencionalidad del discurso filosófico con respecto a los exponentes de dicho idealismo. En esta dimensión va a prevalecer el espectro de la teoría revolucionaria de Marx y Engels, así como la concepción maximalista de los líderes de la Revolución rusa.

            El peruano no dejó a la posteridad una teoría de la condición humana; sin embargo, fue capaz de desarrollar una meditación en torno al hombre en un plano teórico metafísico indisolublemente vinculado a una dimensión humanístico-práctica, con marcados elementos originales para un pensador marxista de su tiempo. Se percató del costoso déficit de aquellas exégesis de la teoría marxista transidas de economicismo y de evolucionismo vulgar que marginaban el examen del lado activo del sujeto y el lugar de la individualidad en la vida social o, en el mejor de los casos, desplegaban esta importante cuestión a un nivel de significación terciario.

            En el itinerario de la reflexión hombre y emancipación aparecen indisolublemente vinculados; es decir, desde la dimensión metafísica hasta el humanismo práctico, la tónica del discurso debe verse en sus fines desalienadores y libertarios. Dichos fines están concebidos desde una perspectiva integral, pues incluyen la redención del hombre en los planos político, económico y cultural. Esa manera de concebir la emancipación integral del hombre en el contexto de un proyecto específico de transformación social, constituye una de las lecciones fundamentales del humanismo mariateguiano.

            El optimismo histórico mariateguiano, por su parte, deviene postura político-filosófica que fundamenta el proceso de decadencia de la civilización capitalista agudizado con la contienda bélica, y a la vez advierte el advenimiento de un período revolucionario, cuya expresión política inicial era la revolución bolchevique y sus influencias en el espectro europeo de la posguerra. Sin embargo, tal postura no se reduce al componente político, pues comprende también el germen de un mundo nuevo que empezaba a gestarse en las distintas manifestaciones de la conciencia intelectual de la época.

            En la crítica a las concepciones de Spengler y de Ortega y Gasset quedaban esbozados los fundamentos conceptuales del optimismo histórico. La lectura que ambos pensadores realizan de la crisis mundial adolece del manejo efectivo del nexo dialéctico entre la noción de crisis, entendida como proceso de caducidad y decadencia, y los gérmenes o fuerzas creadoras de un mundo nuevo. Esto implicaba una inconsistencia epistemológica, pues estos pensadores, al poner el énfasis de la reflexión en los elementos francamente decadentistas, obviaban los fermentos de una nueva cultura que empezaban a desplegarse en las entrañas mismas del viejo tejido social. Es precisamente en dicha inconsistencia fundamentada por Mariátegui desde la perspectiva del optimismo histórico devenido postura político-filosófica, donde radica la piedra angular de la crítica superadora de tales concepciones de tono nihilista y pesimista.

            Por otro lado, la crítica estética deviene una de las zonas de la reflexión humanística de mayor significación para una compresión de las coordenadas identitarias del optimismo histórico. El peruano, con un apego total a las especificidades de la creación artística establece un interesante intercambio crítico con la obra y el autor, a partir del cuidadoso balance entre los factores estéticos y extra-estéticos, para revelar en aquellos casos donde está latente en sus más disímiles formas y rótulos la dicotomía arte decadente-arte nuevo. La misma, por su parte, confirma la presencia en la conciencia artística de la época de elementos filantrópicos que anuncian el advenimiento de un porvenir diferente; por otra, afirma y enriquece la postura político-filosófica de Mariátegui en torno a la crisis mundial y al futuro de la humanidad.

            Finalmente, queda constatada la visión del autor de que no bastaba con una interpretación optimista sin más del contexto histórico-social, pues, como parte de ella, debían estar delineados los efectos prácticos, lo que presupone plantearse el problema de la emancipación desde la perspectiva de la acción clasista y la revolución social. De esta forma, el optimismo histórico mariateguiano deviene crítica conceptual de lo existente, de la que brotaba una proyección del futuro que pasaba necesariamente por la puesta en tensión de los instrumentos movilizadores de la transformación social (praxis revolucionaria) como una condición indispensable para la real y efectiva crítica superadora del presente.

            Es así como la conexión hombre-masa, la concepción del hombre y el optimismo histórico, se convierten en las direcciones principales de la problemática humanística en el contexto de la reflexión mariateguiana. A través de estas aristas quedan precisados los contornos conceptuales básicos que rigen la lógica reflexiva del discurso en sus distintas zonas y determinaciones práctico-políticas.

Libro, págs. 158-162

            Nota.-

            Del libro del marxista cubano Antonio Ambrosio Bermejo Santos, el Capítulo I tiene 79 págs., 39 págs. el Cap. II, 38 págs. el capítulo III, todos aparte de sus “resúmenes”, y el Cap. IV tiene 98 págs., (tres ensayos autónomos, culminación del análisis de la obra de JCM acerca de su crítica estética, Amauta y 7 Ensayos)

            El Cap. II trata de “EL HUMANISMO Y EL OPTIMISMO HISTÓRICO-PRÁCTICO DE JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI” El marxista cubano trata ahí tres aspectos íntimamente interligados: la concepción del hombre, el hombre en sus dimensiones metafísica y práctica, optimismo histórico vs pesimismo.

            Abre su primer análisis señalando que “Uno de los méritos indiscutibles del marxismo original radica en haber dado una solución coherente en los planos teórico-general y práctico-político a la interconexión existente entre el individuo y las masas populares” Así es; no sólo individuos, no sólo masas. Desde los enciclopedistas se venía tratando este tema cardinal. Pero sólo fue con el marxismo que se halló la solución. Por eso destaca hasta el presente el trabajo de Jorge Plejanov El Papel del Individuo en la Historia. Y Bermejo Santos trata esta relación en la obra de JCM. Por eso concluye que “La reflexión humanística y el tratamiento de la subjetividad representan una de las vertientes más trascendentes de la de la meditación filosófica mariateguiana”

            En su segundo análisis comienza afirmando que “El tratamiento de la subjetividad constituye uno de los momentos más trascendentales de la meditación filosófica” de JCM. Y desde esta óptica analiza sus comentarios acerca de Nietzsche, Bergson, Sorel, otros. Por eso concluye que la concepción del hombre “le permitió arribar a una visión del papel activo de la subjetividad que sirve de eficaz antídoto frente a la mentalidad reformista y evolucionista”

            En su tercer análisis parte de que “El optimismo histórico mariateguiano, por su parte, deviene postura político-filosófica que fundamenta el proceso de decadencia de la civilización capitalista agudizado con la contienda bélica, y a la vez advierte el advenimiento de un período revolucionario, cuya expresión política inicial era la Revolución bolchevique” Como toda crisis es una dificultad pero a la vez una oportunidad, opone al pesimismo histórico el optimismo histórico. Y Bermejo Santos concluye que “Es así como la conexión hombre-masa, la concepción del hombre y el optimismo histórico, se convierten en las direcciones principales de la problemática humanística” de JCM

                                                          Ragarro

                                                         16.12.13

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