miércoles, 20 de julio de 2016

MASACRES EN LOS PENALES DEL PERÚ


                                            
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Nos duele recordar, pero más nos duele olvidar
MASACRES EN LOS PENALES DEL PERÚ
Imágenes integradas 1
Las ruinas del Frontón, Isla El Frontón
UNO
Se conoce como la Matanza de los penales a una serie de acciones militares ocurridas en el Perú entre el 18 y el 19 de junio de 1986 a raíz del amotinamiento de los presos acusados de terrorismo recluidos en las prisiones de San Juan de Lurigancho y El Frontón y en la cárcel de mujeres de Santa Bárbara, ubicadas en las provincias de Lima y de Callao. La respuesta policial y militar con la que se reprimió este motín tuvo como resultado la pérdida de casi 300 vidas entre los amotinados.
En este hecho, que ha sido calificado como de el asesinato masivo más grande durante la lucha contrasubversiva de la década de los años 1980 por parte de las organizaciones políticas, consideradas por los partidarios del ex presidente Alan García como "no neutrales", y por el organismo estadounidense de vigilancia de los derechos humanos Americas Watch, estuvo implicado el entonces presidente peruano Alan García, lo mismo que Luis Giampietri, entonces uno de los jefes de la Marina de Guerra del Perú. Según indica el propio ex presidente, la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú no ha hallado responsabilidad personal alguna atribuible a su persona habiendo respondido durante más de 20 años a la justicia acerca de esto y en todo momento se le ha encontrado inocente.
La iglesia Católica peruana en el documento publicado el 19 de junio de 1986 y titulado Masacre de los penales de Lima relata:
En la madrugada del 18, los detenidos de los penales de El Frontón, Lurigancho y Santa Bárbara, en Lima, se amotinan y toman rehenes. El consejo de ministros y el presidente Alan García deciden encargar al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas la restauración del orden. En Santa Bárbara -cárcel de mujeres- interviene la Guardia Republicana. Las rehenes son liberadas. Hay dos reclusas muertas. En Lurigancho intervienen el Ejército y la Guardia Republicana. Al amanecer del 19 un rehén es liberado. Los ciento veinticuatro reclusos -según el informe oficial- son fusilados después de rendirse. En el Frontón, la operación se encomienda a la Marina, que bombardea el Pabellón Azul durante todo el día. Sobreviven treinta internos, que se rinden. Eran alrededor de doscientos detenidos. En todo el proceso se impide el acceso a las autoridades civiles: jueces, fiscales, directores de penales. Tampoco la prensa.
Según algunas opiniones las acusaciones fueron apoyadas por los gobiernos de los presidentes Alberto Fujimori y Alejandro Toledo.
En la historia moderna del Perú se han dado más casos de víctimas entre los presos, en particular durante todos los gobiernos civiles que sucedieron al régimen del general Juan Velasco Alvarado, pero el elevado número de víctimas de estos sucesos causó gran conmoción tanto en el país como en el extranjero.
En el caso de El Frontón, encargado a la Marina de Guerra, las acciones se extendieron un día más y fueron las más violentas porque fue el único lugar donde los amotinados tenían tres armas de fuego modernas y muchos proyectiles de fabricación artesanal.
En los hechos acaecidos en el penal de El Frontón hay, al menos dos casos, en que murieron personas que habían sido declaradas inocentes, tal y como la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró en su sentencia del 16 de agosto de 2000.
Antecedentes.- La sangrienta campaña terrorista del grupo subversivo peruano Sendero Luminoso contra la población civil indefensa, las autoridades, la infraestructura (puentes, postas médicas, torres de alta tensión, etc.) había ido en alza desde 1983 y era responsable de la muerte de miles de habitantes de las regiones rurales del Perú. El Ejército peruano, comisionado por el gobierno para combatir esta amenaza, ocasionó igualmente una dura campaña de represión contra los terroristas, en la que asimismo se vulneraron los derechos humanos de la población campesina, sospechosa de colaborar con los subversivos.
Al inicio de su gobierno, el presidente peruano Alan García mostró interés en cambiar la estrategia contrasubversiva ejecutada por su antecesor, el presidente Fernando Belaúnde Terry, con el fin de reducir las agresiones sufridas por la población rural, llegando a convocar a la sociedad civil para proponer soluciones a este grave problema.
Los sucesos ocurridos en las prisiones, sin embargo, volvieron a poner el tema de la violación de los derechos humanos en el centro de la atención nacional e internacional.
El Motín.- El 18 de junio de 1986, a las seis de la mañana, durante el transcurso de un congreso de la Internacional Socialista (de la que el Partido Aprista Peruano del entonces presidente Alan García formaba parte) en Lima, los presos por terrorismo de las cárceles de San Juan de Lurigancho (presos comunes), en el Pabellón Azul de la isla penal de El Frontón (terroristas) y Santa Bárbara (mujeres), que poseían un control tácito al interior de los centros, se amotinaron en forma coordinada y tomaron como rehenes a los guardias de las cárceles y a tres periodistas.
Los amotinados en las tres cárceles presentaron un pliego único de 26 demandas, la mayoría relacionada a mejoras en las condiciones de vida de los prisioneros y la disolución del Instituto Nacional Penitenciario (INPE), entidad encargada de las prisiones en el país. Alan García y los miembros de su gobierno fueron tomados desprevenidos por el incidente.
A las 10:00 se inició una sesión de emergencia del Consejo de Ministros y de los mandos militares con la participación de Alan García. Tres horas después, finalizada la reunión, el ministro del Interior, Agustín Mantilla, anunció que, de no rendirse los amotinados, los centros penitenciarios serían retomados por la fuerza.
Sendero Luminoso lanzó ese día una ola de asesinatos y atentados terroristas en Lima que costó varias vidas.
Negociaciones.- El gobierno envió una comisión negociadora formada por César Samamé, Augusto Rodríguez Rabanal y Fernando Cabieses, que llegó a las 16:30 a negociar a la cárcel de El Frontón. Dichas negociaciones no prosperaron.
El asalto.- A las 17:15, al no prosperar las negociaciones, el jefe del grupo de Fuerzas de Operaciones Especiales (FOES) de la Marina de Guerra del Perú, a requerimiento del señor viceministro del Interior, Agustín Mantilla, inició las acciones para retomar los penales. Las FOES se encargarían de las demoliciones de algunas paredes de los penales para así posibilitar la intervención de los elementos de la Guardia Republicana del Perú.
El primer ataque se dio en la cárcel de mujeres, en donde la Guardia Republicana (sección en ese momento existente de policía encargada de la vigilancia de las cárceles y de las fronteras) recuperó el control del penal relativamente rápido. Los policías demolieron una pared y lanzaron gases lacrimógenos y paralizantes. En dos horas los rehenes fueron liberados, resultando dos internas muertas.
El asalto contra la cárcel de la isla de El Frontón se inició a las 0:00, estando a cargo de la Marina de Guerra y de la Infantería de Marina peruanas. El director del penal, el juez y el fiscal dejaron finalmente sentada su protesta por la presencia de los marinos, a quienes negaron autorización para actuar dentro del penal, declarando que no se responsabilizaban por los resultados de esta intervención.
Mientras tanto, desde la isla de El Frontón, el viceministro del Interior aprista, Agustín Mantilla, anunció que la isla se encontraba bajo el control del Comando Conjunto, afirmando que había sido declarada zona militar restringida. También a las 0:00 llegó a Lurigancho un escuadrón de la Guardia Republicana, que colocó explosivos alrededor de la pared exterior del Pabellón Industrial de la prisión donde los senderistas tenían a un rehén. Entonces se inició el ataque conjunto de tropas de la Guardia Republicana y del Ejército peruano.
A las 3:00, después del ataque con fusiles y granadas que ocasionó un duro combate. Horas más tarde, los 124 senderistas atrincherados en el edificio yacían muertos.
El escándalo nacional e internacional frente a este crimen múltiple fue enorme.
El presidente García visitó tardíamente el lugar de los sucesos, declarando que sólo cabían dos posibilidades: "o se van ellos (los autores del crimen) o me voy yo". Sin embargo nunca se hizo nada por castigar a los culpables.
Conclusión.- Ante las graves acusaciones que se hicieron con respecto a la reacción de las Fuerzas Armadas, el Parlamento peruano, en sesión conjunta, conformó una comisión que tuvo por objetivo la investigación y el análisis de los sucesos ocurridos en los penales.
La comisión, presidida por el entonces senador Rolando Ames, afirmó haber encontrado suficientes pruebas para acusar y exigir una respuesta por las decisiones tomadas por el Presidente Alan García y su Consejo de Ministros y determinar la responsabilidad política por estos actos.
El gobierno de García, sin embargo, otorgó impunidad a los autores de la masacre. Inclusive, uno de los responsables del operativo llevado a cabo por la Marina de Guerra del Perú en El Frontón, el vicealmirante AP Luis Giampietri Rojas, fue Primer Vicepresidente del segundo gobierno de Alan García.
Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú, la matanza de las prisiones marcó un punto de quiebre en la política antiterrorista del gobierno de Alan García, pues si hasta ese momento había mostrado interés en frenar las violaciones a los derechos humanos cometidas por las Fuerzas Armadas del Perú, tras los hechos de junio de 1986, permitió e inclusive alentó la continuación de la represión (de la cual uno de los hechos más sonados de estos años fue la masacre de 30 campesinos en el poblado ayacuchano de Cayara)
Wikipedia
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DOS
VILMA AGUILAR FAJARDO
( Huanta 3.6.1930  Lima 7.5.1992)
Breve semblanza
Vilma fue impulsora del Grupo literario que estuvo reunido en torno a la revista “Narración”. En su casa se gestó la revista y se preparaba su edición. Diagramó la revista y colaboró en la distribución. Es autora del relato Señora Rapacha; publicado en la revista Tierradentro
Estudió pedagogía en la Escuela Normal de San Pedro en Lima. En donde mostró su inicial afición al canto. Luego estudió canto en el Conservatorio Nacional de Música. Fue profesora de educación secundaria en la especialidad de matemáticas en la Gran Unidad Escolar Francisco Antonio de Zela de Tacna. Por iniciativa de Jorge Basadre, entonces Ministro de Educación, fue trasladada a Lima. Continuó la docencia en el colegio nacional Rosa de Santa María.
Fue directora de la Escuela de Aplicación Felipe Huamán Poma de Ayala. En dicha escuela hacían sus prácticas los estudiantes de pedagogía de la Universidad Nacional de Huamanga. En la década del 70, correctora de la revista “Pekín Informa”. Ya en Lima, integró el conjunto musical “Evocación Huanta”.
Vilma tuvo dos hijos y estuvo casada con el escritor Miguel Gutiérrez, autor de La Violencia del tiempo, entre otras novelas. Su hijo mayor sobrevivió a la masacre ocurrida en la isla prisión de El Frontón durante el primer gobierno de Alan García. Sin embargo, fue torturado y fusilado extrajudicialmente. Es uno de los tantos crímenes que permanecen aún impunes.
A Vilma la detuvieron.... y fue recluida en Castro Castro (Canto Grande), penal para delincuentes de alta peligrosidad. Su celda estaba en el último piso y la compartía con Sybila Arredondo. Ambas eran las prisioneras de mayor edad. Mantenían la celda pulcra, ordenada y decorada con obras de artesanía peruana. Vilma formó y dirigió un coro integrado por sus compañeras de prisión. La prisión no menoscabó su espíritu generoso, alegre y optimista. Por eso siempre será recordada con simpatía.
Las circunstancias de su muerte.
Lo que van a leer es la trascripción del relato que grabó mi hijo Claudio Rengifo Carpio en el presidio de Cajamarca el 5 de diciembre de 1997. Este registro se hubiera perdido si no fuera por tres hechos prodigiosos. Primero. Que Claudio sobreviviera a la masacre que ocurrió en el Penal de Castro Castro en Lima. Segundo. Que el cassette escondido en la barriga de un osito de felpa, que me entregó Claudio en el penal de Cajamarca, se tornara impalpable. Pues, el policía revisor apretó la barriga del osito y me lo devolvió. Y, tercero. Que el cassette apareciera, recientemente, entre el revoltijo de mi biblioteca cuando lo había dado por definitivamente perdido. (Las copias que saqué para tres amigos, éstos las habían extraviado).
Bien, ahora, quince de julio del 2007 he entregado a Claudio un cassette con el registro de su testimonio, un disquete con las trascripción y el texto impreso. Dicho texto es el siguiente:
Quiero dejar testimonio y hablar de algo que tengo muy adentro. Nunca he tenido la oportunidad de poder decirlo; justamente con la lectura de La Celebración de la novela es que comprendí esta necesidad de comunicar a otras personas nuestras experiencias con relación, sobre todo, en relación a Vilma que si bien no es una persona que haya estado muy, muy cercana, siempre he tenido fuertes lazos de afecto hacia ella.
Yo la conocí a través de mi padre en un viaje que realizamos a Puno con motivo de un encuentro, según recuerdo, de folkloristas, sociólogos y músicos cuando se declaraba a Puno la capital del folklore peruano. Y ella nos acompañaba en el viaje. Lamentablemente no pudo quedarse mucho tiempo en Puno porque le afectó el soroche. Durante ese viaje tuve mis primeras impresiones de ella que no fueron muy amistosas porque mi padre le prodigaba tantas atenciones que, yo, como hijo me sentía celoso; porque, qué pensaría mi madre por las atenciones que le prodigaba mi padre a Vilma. Pero en el mismo trato comprendí que era una persona muy sencilla en la forma de llegar al corazón de cada quién. Los que nos llenamos de complejidades muchas veces no sabemos comunicarnos bien con las personas, con el resto de nuestros congéneres. Pero ella si tenía esa facultad de llegar al corazón de todos con sencillez y alegría. Por eso es que hago este testimonio referido a los sucesos que han marcado su muerte ocurrida en mayo de 1992 en el penal de Castro Castro a la par que esto también sirve para poder dejar constancia de los hechos que ahí han sucedido.
Bien, como les digo, nosotros, los de ese pabellón de presos acusados por terrorismo, pabellón que agrupaba a personas que había sido vinculadas al Partido Comunista del Perú sabíamos desde que Fujimori dio el golpe de Estado el 5 de abril y disolvió el Congreso sabíamos a lo que teníamos que atenernos que eso necesariamente tenía que significar una intervención en los penales. Las cosas eran claras, entonces, se dijo a las personas que no querían estar en el pabellón que tenían la entera libertad para hacer sus trámites y los mismos delegados podían apoyarlos; pero los que se quedaban, se quedaban sabiendo a lo que se tenían que atener.
Bueno, en la madrugada del día 6 de mayo ya estábamos avisados que habían venido carros portatropas trayendo fuertes contingentes de policías. Ya nadie pudo dormir, se les despertó a todos y se tomaron las medidas preventivas del caso; como es, guardar los objetos inflamables, cerrar las ventanas con bloques de cemento, con costales de arena. Esto ha sido, relativamente a las tres de la madrugada. Pero no hubo ningún ataque inmediato porque el primer hecho que detonó todo este enfrentamiento que duró tres días fue cuando la policía dinamitó la parte posterior del pabellón de mujeres, pabellón 1A. Eso debe haber sido a las cuatro, cuatro y media de la madrugada. Esto para desmentir que ellos han venido a decir que querían hacer un traslado y que nosotros nos hemos opuesto. Por eso es que han tenido que recurrir a una intervención violenta. Ellos ya sabían desde un comienzo a lo que venían. Venían a matar.
Los primero que hicieron fue dinamitar una pared sin hablar nada. Inclusive, el nuevo comandante del penal Gabino Cajahuanca cuando realizó una inspección acompañado con la Cruz Roja dijo claramente que la única forma de ingresar a este pabellón, el pabellón de hombres, era volando las paredes. Pero fue muy cordial con todos nosotros. Y nos aseguró unas buenas relaciones entre la Dirección del penal y los internos acusados por terrorismo. El inclusive compró objetos de artesanía que nosotros hacíamos. Se paseó por nuestras instalaciones acompañado por la Cruz Roja; pero sabemos ahora que fue para verificar in situ como era el penal porque él mismo estaba en el operativo que terminó con la destrucción de los pabellones 1A y 4B y la muerte como de 50 internos e internas. Bien, como les digo aproximadamente a las 4.15 de la madrugada dinamitaron la pared posterior y entraron los policías con fusiles automáticos y escopetas en sus primeras intervenciones. Lo que ellos pensaban era dinamitar la pared y entrar corriendo para sorprender, pero ya estábamos en sobre aviso. Dinamitan la pared pero no pueden pasar corriendo, pero no pueden pasar porque el patio de acceso y a los corredores interiores del primer piso estaban cerrados. Desde ahí comienza el enfrentamiento.
Inicialmente dispararon bombas lacrimógenas y perdigones. Los internos contestaban con piedras. Ante la imposibilidad de poder entrar en un ataque que habrá durado hasta las seis de la mañana, recién los policías deciden hacer uso de sus megáfonos y conminar a los internos a rendirse y que primero salgan las mujeres. Conminar a los internos a que depongan su actitud. Posteriormente a esto, y ante la imposibilidad de poder seguir avanzando, comienzan a hacer uso de sus fusiles automáticos y granadas de guerra, también instalazas, eso les sirve de escudo para que dinamiten la puerta de acceso a los corredores interiores. Las personas que estaban ahí defendiéndose, suben al segundo piso y trancan las escaleras. Paralelamente a ello, ese pabellón recibía disparos de los pabellones contiguos que ya habían tomado posición la policía y en el techo se había situado un fuerte contingente de policías que empezaron a picar el techo para poder ingresar por arriba Se recibe un ataque simultáneo por varios lados al mismo tiempo. De esto cabe señalar que durante casi todos estos días que han pasado siempre se ha sentido esos golpes de la comba en el techo que retumbaban en todo el pabellón como si fuera un péndulo, péndulo que va contando los minutos de tu hora fatal. Psicológicamente era como los sonidos de la muerte que se acercaba poco a poco, se iba sintiendo que los cinceles horadaban el techo; en cambio las balas y las bombas tienen un efecto distinto, crean un fragor, crean un ardor de combate, no da miedo. En cambio el lento y constante combiar y picar el techo era así una angustia pausada.
Pero siguiendo con la historia... cuando ellos han tomado el primer piso a la vez intentan entrar por los ductos del penal para ingresar a los pabellones. Pero como lo internos ya estaban prevenidos, sorprenden a los guardias. Tengo entendido que murieron guardias allí. Como les digo, los internos estaban distribuidos por todo el pabellón. Inclusive, posteriormente a ello, empuñan las armas que habían quitado a los guardias que habían intentado entrar por el ducto se intenta retomar el primer piso; se levanta el atrincheramiento de las escaleras y bajan los internos disparando con las armas que tenían. Los policías de las DOES salen huyendo, dejando sus armas y megáfonos. Pero los internos no pueden salir a corretearlos porque del techo son contenidos. Allí mueren internos al tratar de salir, no contaban que del techo les iban a disparar. Durante todo este transcurso ya el pabellón está lleno de gases lacrimógenos porque cuando los policías intentaron entrar por el ducto se abrieron paso primero con gases lacrimógenos; al ver que no podían ingresar, usaron gases paralizantes eso sí causó un grave daño ente todos los internos. Entonces, ¿qué hicieron? Prendieron fuego a todas las cabinas que tenían acceso a los pasadizos del ducto para que no pudieran ingresar los policías. Se incendiaron todas las cabinas con todo el material que hubiera como ropa, colchones, todo lo que estaba adentro. Si usted ha estado en el penal Castro Castro sabe lo que son las cabinas. Las cabinas son los ambientes que miran hacia el centro del penal, hacia la rotonda. Son habitaciones con grandes ventanales que para esas circunstancias estaban todos tapados con bloques de cemento. Todos pusimos los colchones, la ropa, los víveres y los quemamos para que no pudieran ingresar. Los policías trajeron una manguera de bombero para apagar el fuego y siguieron metiendo más gases paralizantes. Ahí es cuando son sorprendidos por la retaguardia por otros internos, logrando desalojarlos.
Cuando los policías ya tienen conocimiento de la pérdida de sus armas y de sus bajas es que hicieron un ataque redoblado con artillería pesada. Se situaron preferentemente en los exteriores y empezaron a bombardear el penal inmisericordemente. Inclusive dispararon desde un helicóptero.
El pabellón estaba lleno de humo y como todas las ventanas estaban cerradas, el aire se filtraba por los agujeros de las balas. Muchas de las ventanas tenían planchas de cama, nada más; que son de metal; pero la traspasaban las balas. Por los huecos de las balas entraba el sol, único rayo de sol que se dibujaba perfectamente en los pasadizos llenos de internos que estaban negros por el humo, las explosiones. El ambiente era gris, puedo hablar físicamente que el color era gris, pero había mucha alegría en ese momento, mucha alegría en esas circunstancias inclusive. No podría explicar de dónde sale esa alegría, pero esa alegría, ese fragor te lleva más allá del temor de ti mismo.
Para todo esto les puedo decir que en estas circunstancias Vilma se encontraba en el tercer piso que es en donde estaba su celda. Yo supongo que estuviera haciendo el papel que hacíamos todos, tratar de tapar los huecos con lo que pudiéramos, ayudar a las personas heridas, de ordenar las cosas, ubicar el vinagre, el agua y las antorchas que teníamos para apagar las bombas lacrimógenas que pudieran ingresar. Cuando el pabellón es bombardeado inmisericordemente y constantemente y como les he dicho que todo el pabellón estaba prácticamente tapiado, no podíamos ofrecer resistencia, los policías empiezan a demoler nuestros pabellones; empiezan por el de mujeres: Ya habían abierto un forado por el techo del 4to. piso. Habían capturado a algunas internas que no pudieron escapar. Porque las perforaciones en el techo del pabellón no fueron hechas en un solo sitio, sino en ambos extremos. Bueno al tornarse la situación insostenible en ese pabellón, el 1A, se decide que las mujeres vayan a los ductos para que se trasladen al pabellón de los hombres (4 B) en el cual aún no se centraban los ataques. Los ataque al pabellón 4B eran ataques distractivos. El ataque central estaba dirigido al pabellón de mujeres.
Entonces, viendo que los policías habían tomado el cuarto piso y el primer piso, empezaron a picar el techo del tercer piso para ingresar por ahí. Las mujeres buscan refugio en el pabellón 4 B. En esas circunstancias, primero pasa un grupo mixto de reconocimiento para limpiar el camino que iba a seguir el resto. Posteriormente, pasa otro grupo de hombres y mujeres de unas 15 ó 20 personas. Ahí se plantea que van a pasar todas las mujeres y posteriormente, los heridos y el resto de las personas.
Bien, en mi caso iba a llevar a algunos heridos que estaba atendiendo. Vi que Vilma había bajado al segundo piso donde yo me encontraba. Estaba tranquila, muy seria, no con esa alegría habitual. Pero cuando le pasé la voz ella sonrió como si el Sol hubiera salido detrás de la neblina. Su cara, como se dice comúnmente, se iluminó con su sonrisa y también iluminó mi corazón al verla sonreír. Porque su seriedad tal vez se debía su pensamiento en las compañeras que habían sido capturadas por la policía. Cuando abandonamos ese pabellón ya había varios muertos entre los internos. Pero lo peor todavía no había pasado. Porque las bajas mayores han sido en el paso de un pabellón a otro porque por todos los forados que había en las defensas en los bloques de cemento, en las planchas de los catres, en los costales de arena; en todos los resquicios que habían provocado las balas; por esos agujeros los francotiradores que estaban apostados en otros pabellones introducían sus balas. Cuando había pasado el primer grupo, del cual ya he hablado, como todas las cabinas que habían sido objeto de enfrentamientos estaba revuelto todo; además, como ya lo he dicho antes, habían sido incendiadas para evitar el ingreso, las cabinas del segundo piso estaban hechas un desastre. Uno tenía que pasar rampando porque algunos bloques de cemento y costales de arena estaban caídos y dificultaban el paso. Tenían que pasar rampando para que los francotiradores no se percaten del movimiento de lo que estábamos haciendo. El primer grupo y el segundo grupo pasaron sin problemas. Cuando pasa el grupo numeroso de mujer y ya había pasado la mitad no hubo ningún problema, todavía no se habían percatado. Pero, como el camino estaba muy obstruido hasta con cadáveres o no tenían práctica de rampar algunas se levantaron y quisieron correr agachadas para ganar rápidamente las escaleras que bajaban por el ducto al pabellón. Por eso los francotiradores se han percatado y empezaron disparar a las mujeres por los agujeros con granadas e instalazas. En esos momentos es que la compañera Vilma ha recibido una bala. Porque ella también quiso levantarse y correr. Yo estaba más atrás en medio del pasadizo con los internos que estaban heridos y que tenía que trasladarlos. Vilma había ganado rampando atravesar la cabina. Justamente en la puerta, entre la cabina y la entrada al ducto, había varios cadáveres. Quizá eso hace que psicológicamente una persona que ve a los muertos quisiera ganar las escaleras.  Las escaleras descendían y una vez que uno está abajo, ya estaba a salvo. Ese trecho era peligroso. Una bala es más rápida que cualquier movimiento. Quiso incorporarse como otras se incorporaron, algunas de las que hicieron eso murieron, aunque otras no. Ella se incorporó pero la bala la alcanzo, pero ella. Sentí que su cuerpo recibió un choque lateral, el disparo venía por la izquierda, pero por la misma inercia de su movimiento, siguió andando varios pasos y desapareció de mi vista. Yo pensé que tal vez había caído o habría seguido caminando. En ese momento no lo sabía, la vi y sentí una angustia. Ella pasó entre las últimas de las mujeres. Empezamos a pasar con los heridos. Ahí fue peor porque ya se habían percatado y empezaron a arrojar granadas. Ya no se podía pasar por un buen tiempo. Ahí hubo muchas bajas. La gente quería pasar rápido y otros no se podían pasar porque estaban cayendo las granadas. Hubo un atolladero. Alguna gente pasó corriendo y dejaron a los heridos regados en la cabina y los que teníamos edad (¿?) tuvimos que cargar con ellos también. Cuando yo pasé ya no estaba Vilma. Eso quiere decir que ha estado consciente y las chicas que iban con ella, la han llevado hasta nuestro pabellón el 4B En el pabellón tenía más cosas que hacer, ir recogiendo más personas; ya no vi porque que los que estaban heridos eran llevados al segundo piso donde era la sala de zapatería que tenía el nombre de Atreverse. También los heridos eran llevados al tercer piso al fondo donde era la sala de la biblioteca. No sé en cuál de los dos ambientes la habrán llevado a ella. Lo cierto es que cuando han terminado de pasar todas las personas, como yo me había quedado junto con otras personas a recoger a los últimos heridos para pasarlos ya había oscurecido, serían las seis de la tarde. Habríamos comenzado a pasar a eso de las tres de la tarde.
Cuando era más de noche, serían las doce el pabellón 4B estaba totalmente repletos de internos e internas y de objetos regados por acá y por allá y el humo negro de la pólvora y los gases lacrimógenos. He pasado todo el día cargando costales, armando defensas, cargando bloque de piedras, de concreto; ya estaba bastante agotado cuando me dicen que tengo que ir al tercer piso a bajar a los cadáveres de los compañeros que habían muerto para ponerlos en el primer piso y para posteriormente ser enterrados en lo que llamábamos Tierra conquistada. Era un terreno baldío que quedaba entre el 4B y el 3B. Cuando subo a bajar a los cadáveres, el tercero que bajé fue el de Vilma. Lo que sentí en ese momento fue, más que todo, una profunda rabia. El sentimiento que más tengo es rabia y dolor. La reconocí. Tenía un reloj puesto. Me dije mejor me llevo su reloj como un recuerdo para siempre de ella. Pero tal vez tuve un recato. Me dije: cómo voy a despojar a un cadáver, más aún de una persona que yo conozco, que la estimo tanto. En ese momento contradictorio decidí dejarlo. No sé por qué circunstancia tenía una sola sandalia. Esa sandalia era del tipo que hacíamos en el penal. Parecía.... algo mío. Por su expresión se nota que no ha sufrido para morir. Su expresión era como si estuviera dormida, profundamente dormida. Estaban sus manos, sus brazos a los lados de su cuerpo. Así la subimos. Pusimos una frazada y la llevamos. Cómo serían las circunstancias que este cadáver era como si me pesaran toneladas mucho más que los demás. Se me escapaba la frazada de las manos. Las personas que estaban en los pasadizos no me daban campo para avanzar porque el espacio estaba repleto. Yo maldiciendo, maldiciendo para que abran paso. Cómo no abren paso si está pasando un cadáver muy importante. ¡Está pasando Vilma! ¡Yo la quiero tanto!
La he dejado en el primer piso. Posteriormente he sabido que todos han sido enterrados en ese sector que se llama Tierra conquistada. Es todo lo que puedo decir de ella. Ahí la dejé. Después, los acontecimientos siguieron, como todos saben, dos días más. Y ahora estoy acá para contarles esta historia. Eso es todo.
(Claudio Antonio Rengifo Carpio)
Identificación y entierro de Vilma
Recibí en mi casa una llamada telefónica anónima. Me comunicaron que la prisión en donde estaba confinado mi hijo Claudio estaba siendo atacada militarmente. Partí inmediatamente. En la plaza de Acho tomé El Loro, único bus que conducía a Canto Grande. Y como siempre, atestado de gente.
Las inmediaciones del penal estaba acordonado por soldados que impedían el paso. No solo a los familiares, sino a cualquiera que no fuera militar; Fueron impedidos de ingresar miembros de la Cruz Roja, representantes de organizaciones de Derechos humanos, quienes eran reclamados por los sitiados.
Me aposté en un promontorio para observar desde lejos. Ahí estaban periodistas con teleobjetivos y familiares de los presos tanto de los “comunes” como de los acusados por “terrorismo”.
La resistencia del pabellón de hombres duró varios días. Para doblegarlos las fuerzas armadas apelaron a especialistas en demolición y a vehículos artillados. Amén de todo tipo de gases. El combate fue tremendamente desigual, pero la resistencia fue heroica. Un oficial con altavoz los instaba a rendirse. Incluso, habló también en quechua.
Los familiares acampamos en el lugar. Se improvisó un recinto con esteras para pernoctar y reunirse. Se organizó una olla común. Los rumores iban y venían. A mí la impotencia me consumía.
En una de las reuniones improvisadas de los familiares, un abogado -creo que se apellidaba Terrones- que tenía a su hijo preso, dirigió la palabra al grupo de familiares para conmemorar una de las efemérides de Sendero Luminoso. Luego supe, que por esa intervención, se dio a conocer y... hasta ahora figura como desaparecido.
En la noche fui a la casa de mi amigo Miguel Gutiérrez y convenimos en encontrarnos para ir temprano a Canto Grande. Ya en Canto Grande y en el promontorio que estuve el día anterior, observé que por la ventana de una de las celdas del cuarto piso salió volando al vacío el cuerpo de un policía, luego de una explosión. En un momento parece que se cruzaron los proyectiles de la policía con los de las FF.AA.
Todo era traqueteo de FALs y estallido de bombas. Gases y humo por todas partes. Yo creía que nadie saldría vivo. El arriamiento de las banderas rojas de los pisos superiores a los inferiores indicaba que poco a poco las FF.AA. iban posesionándose del pabellón 4B.
Al día siguiente de la toma del derruido pabellón 4B fuimos a la morgue del Jr. Huanta, al costado de la Facultad de Medicina de Universidad de San Marcos. Percibimos varias cuadras antes de llegar a la morgue el olor pútrido de los cadáveres en descomposición. Encontramos en la calle una cola de familiares que esperaban su turno para ingresar e identificar el cadáver de algún familiar. Nos acoplamos a la cola. Entre los miembros de la cola estaba circulando de mano en mano una nómina de los muertos; escrita a mano y sin fuente conocida. Ahí figuraba el nombre de Vilma Aguilar Fajardo. También figuraba un Rengifo, pero no con el nombre de mi hijo. Era de un infante de marina.
Cuando nos tocó el turno de entrar a la morgue yo me hice el vano propósito de retener la respiración. El hedor era insoportable. Los cadáveres de varios días y el calor de la primera semana de mayo atizaban la putrefacción. Algunas cámaras de refrigeración de la morgue estaban malogradas y las que aún estaban operativas no eran suficientes para la cantidad de cadáveres; y ni siquiera en las salas había el suficiente espacio. La mayoría de cadáveres yacían desnudos apilados en el suelo con los rostros hollinientos, terrosos y los cuerpo hinchados. Algunos de ellos fueron desenterrados por la policía. Estaban irreconocibles.
Aunque en un recodo de la sala de la morgue reconocí fácilmente la frágil y agraciada figura de la abogada Elvia Sanabria tirada como una res en el piso. Estaba cubierta únicamente por una breve trusa. Parecería que con el chorro de una manguera le habían limpiado la suciedad de su cuerpo. La conocí circunstancialmente en alguna de las visitas que le hiciera a Claudio en el penal Castro Castro.
Ni Miguel ni yo pudimos reconocer el cadáver de Vilma. Sin embargo, un cadáver femenino cuya vellosidad púbica anunciaba senectud me hizo deducir que podría ser el de Vilma, pues, era ella la prisionera de mayor edad. Aunque volvimos a reingresar a la morgue, tampoco la identificamos. Con nuestra frustración a cuestas fuimos a un local de la Policía Nacional de Investigaciones en la Av. Aramburu para saber si habían identificado a los cadáveres, pero fue en vano; no tenían su odontograma. Regresamos a la casa de Miguel para localizar a Dimitri y que nos ayudara en la tarea de identificación de su mamá. Dimitri la identificó rápidamente por el reloj que portaba y que él se lo había regalado.
En la morgue los médicos y sus auxiliares no se daban abasto para practicar las autopsias. Contrataron a unos borrachines de los alrededores para que los ayudaran. Por la emergencia, entregaban los cadáveres sin mucha formalidad a los familiares que lograban la identificación. Su objetivo era deshacerse de los cadáveres cuanto antes.
El cadáver de Vilma me dio la impresión de haber recobrado vida cuando la vi vestida, luego del tratamiento del personal de la agencia funeraria. El ataúd fue trasladado al cementerio británico de Bellavista, un cementerio acogedor, en donde se le incineró y quedaron depositadas sus cenizas.
Concurrieron los amigos íntimos y familiares. Al momento de depositar las cenizas, Miguel leyó un discurso que lo había redactado poco antes de salir de su casa. (Por su alta calidad literaria merece trascender el ámbito de la intimidad). Al finalizar, Cecilia activó furtivamente, su tocadiscos portátil. Escuchamos la voz de Vilma y, por un instante, creímos que no había muerto. Luego, vueltos a la realidad, la oímos cantar el huayno Huérfano pajarillo. Una vez más nos conmovió. Y, ahora, de manera indescriptible.
Pasado el tiempo la recuerdo como una mujer generosa y entusiasta. En mi memoria tengo grabado su gesto y el tono de su voz cuando, en una conversación en la prisión, se refería con ternura al que fuera su esposo como Miguelito.
Vilma Aguilar  Recibidos
EDGAR BOLAÑOS MARIN
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27-feb-09
Vilma Aguilar fue una conocida nuestra de los años 70s. Nuestro amigo Antonio Rengifo tuvo la gentileza de enviarnos la reseña de vida que les estamos adjuntando. Ella como podrán conocer por la lectura de ese archivo fue maestra en nuestra Unidad de Mujeres FAZ. Les dejo para que disfruten de la lectura y se aproximen a una mirada más cercana a los verdaderos hechos de nuestra historia, cargada de tragedias y luchas.
Un abrazo
Edgar
(Nota.- Miguel Gutiérrez falleció recientemente, 13 de julio del presente año)

TRES
Hace 30 años, la masacre del 18 de junio de 1986 fue premeditada y preparada con antelación. Un prueba, lo ocurrido con uno de los prisioneros. Oswaldo Arévalo Valderrama había caído prisionero meses antes. Sometido a crueles torturas, quedó tan grave que cuando terminó el “interrogatorio de inteligencia” no pudo volver a sostenerse de pie. Tuvo que ser internado en un hospital (San Bartolomé, donde antes había sido internado el Amauta Mariátegui acusado de “complot comunista”, junio de 1927) Del hospital fue retirado un día antes de la masacre y remitido al penal de Lurigancho. Fue uno de los cerca de 300  masacrados por el sistema dominante.
Y los prisioneros de la isla El Frontón fueron acusados de “estar cavando un túnel” ¡para escapar al Callao! Cayeron cañoneados por la Marina de Guerra.
El presidente de turno, Alan García, se lavó las manos declarando no ser responsable de lo ocurrido y, respecto a los culpables, que “o se van ellos o me voy yo” Sin embargo, después postuló y logró su segundo período presidencial. Y esa miseria humana, recientemente ¡hasta pretendió un tercer periodo! Así es la política criolla.
Seis años después, 7 de mayo de 1992, ocurrió otra de las tantas masacres perpetradas por el sistema dominante. El relato, felizmente rescatado, muestra en todo su horror la sevicia de los “defensores de la democracia” Finaliza: “Pasado el tiempo la recuerdo como una mujer generosa y entusiasta. En mi memoria tengo grabado su gesto y el tono de su voz cuando, en una conversación en la prisión, se refería con ternura al que fuera su esposo como Miguelito” Si, así era Vilma.
Vilma Aguilar Fajardo está fielmente mostrada en el relato de la masacre. Además, fue de los primeros usuarios del computador, que en ese entonces sólo lo tenía la empresa IBM; y era de los que ocupaban toda una oficina, usaban tarjeta perforada y trabajaban a elevadas temperaturas. En él redactó sus tesis de grado, demostrando su capacidad intelectual; algo ejemplar para los que la conocían y acompañaban.
El presidente de turno, Alberto Fujimori, había impuesto el fujishock neoliberal y cerrado el Congreso. Sin embargo, después de múltiples masacres, esterilizaciones forzadas, postuló y logró su segundo período presidencial. Al final huyó del país. Y esa miseria humana ¡hasta pretendía un tercer periodo! Así es la política criolla.
Entonces, ¿cuál es el camino a seguir? Como señalara JCM:
Desde 1918, nauseado de política criolla -como diarista, y durante algún tiempo redactor político y parlamentario conocí por dentro los partidos y vi en zapatillas a los estadistas- me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismos y bizantinismos finiseculares, en pleno apogeo todavía. (10 de enero de 1928)
Entonces, el camino es: ¡NAUSEARSE DE POLÍTICA CRIOLLA!
¡Así de simple!
Ragarro
18.07.16
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
18 de julio de 2016

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