Nos duele recordar, pero más nos duele olvidar
MASACRES EN LOS PENALES DEL PERÚ
Las ruinas del Frontón, Isla El Frontón
UNO
Se conoce como la Matanza de los penales a una serie de acciones militares ocurridas en el Perú entre el 18 y el 19 de junio de 1986 a raíz del amotinamiento de los presos acusados de terrorismo recluidos en las prisiones de San Juan de Lurigancho y El Frontón y en la cárcel de mujeres de Santa Bárbara, ubicadas en las provincias de Lima y de Callao.
La respuesta policial y militar con la que se reprimió este motín tuvo
como resultado la pérdida de casi 300 vidas entre los amotinados.
En este hecho, que ha sido calificado como de el asesinato masivo más grande durante la lucha contrasubversiva de la década de los años 1980 por parte de las organizaciones políticas, consideradas por los partidarios del ex presidente Alan García como "no neutrales", y por el organismo estadounidense de vigilancia de los derechos humanos Americas Watch, estuvo implicado el entonces presidente peruano Alan García, lo mismo que Luis Giampietri, entonces uno de los jefes de la Marina de Guerra del Perú. Según indica el propio ex presidente, la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú
no ha hallado responsabilidad personal alguna atribuible a su persona
habiendo respondido durante más de 20 años a la justicia acerca de esto y
en todo momento se le ha encontrado inocente.
La iglesia Católica peruana en el documento publicado el 19 de junio de 1986 y titulado Masacre de los penales de Lima relata:
En
la madrugada del 18, los detenidos de los penales de El Frontón,
Lurigancho y Santa Bárbara, en Lima, se amotinan y toman rehenes. El
consejo de ministros y el presidente Alan García deciden encargar al Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas la restauración del orden. En Santa Bárbara -cárcel de mujeres- interviene la Guardia Republicana.
Las rehenes son liberadas. Hay dos reclusas muertas. En Lurigancho
intervienen el Ejército y la Guardia Republicana. Al amanecer del 19 un
rehén es liberado. Los ciento veinticuatro reclusos -según el informe
oficial- son fusilados después de rendirse. En el Frontón, la operación
se encomienda a la Marina,
que bombardea el Pabellón Azul durante todo el día. Sobreviven treinta
internos, que se rinden. Eran alrededor de doscientos detenidos. En todo
el proceso se impide el acceso a las autoridades civiles: jueces,
fiscales, directores de penales. Tampoco la prensa.
Según algunas opiniones las acusaciones fueron apoyadas por los gobiernos de los presidentes Alberto Fujimori y Alejandro Toledo.
En
la historia moderna del Perú se han dado más casos de víctimas entre
los presos, en particular durante todos los gobiernos civiles que
sucedieron al régimen del general Juan Velasco Alvarado, pero el elevado número de víctimas de estos sucesos causó gran conmoción tanto en el país como en el extranjero.
En
el caso de El Frontón, encargado a la Marina de Guerra, las acciones se
extendieron un día más y fueron las más violentas porque fue el único
lugar donde los amotinados tenían tres armas de fuego modernas y muchos
proyectiles de fabricación artesanal.
En
los hechos acaecidos en el penal de El Frontón hay, al menos dos casos,
en que murieron personas que habían sido declaradas inocentes, tal y
como la Corte Interamericana de Derechos Humanos declaró en su sentencia del 16 de agosto de 2000.
Antecedentes.- La sangrienta campaña terrorista del grupo subversivo peruano Sendero Luminoso
contra la población civil indefensa, las autoridades, la
infraestructura (puentes, postas médicas, torres de alta tensión, etc.)
había ido en alza desde 1983 y era responsable de la muerte de miles de habitantes de las regiones rurales del Perú. El Ejército peruano,
comisionado por el gobierno para combatir esta amenaza, ocasionó
igualmente una dura campaña de represión contra los terroristas, en la
que asimismo se vulneraron los derechos humanos de la población campesina, sospechosa de colaborar con los subversivos.
Al
inicio de su gobierno, el presidente peruano Alan García mostró interés
en cambiar la estrategia contrasubversiva ejecutada por su antecesor,
el presidente Fernando Belaúnde Terry,
con el fin de reducir las agresiones sufridas por la población rural,
llegando a convocar a la sociedad civil para proponer soluciones a este
grave problema.
Los
sucesos ocurridos en las prisiones, sin embargo, volvieron a poner el
tema de la violación de los derechos humanos en el centro de la atención
nacional e internacional.
El Motín.- El 18 de junio de 1986, a las seis de la mañana, durante el transcurso de un congreso de la Internacional Socialista (de la que el Partido Aprista Peruano del entonces presidente Alan García formaba parte) en Lima, los presos por terrorismo
de las cárceles de San Juan de Lurigancho (presos comunes), en el
Pabellón Azul de la isla penal de El Frontón (terroristas) y Santa
Bárbara (mujeres),
que poseían un control tácito al interior de los centros, se amotinaron
en forma coordinada y tomaron como rehenes a los guardias de las
cárceles y a tres periodistas.
Los
amotinados en las tres cárceles presentaron un pliego único de 26
demandas, la mayoría relacionada a mejoras en las condiciones de vida de
los prisioneros y la disolución del Instituto Nacional Penitenciario
(INPE), entidad encargada de las prisiones en el país. Alan García y los miembros de su gobierno fueron tomados desprevenidos por el incidente.
A
las 10:00 se inició una sesión de emergencia del Consejo de Ministros y
de los mandos militares con la participación de Alan García. Tres horas
después, finalizada la reunión, el ministro del Interior, Agustín Mantilla, anunció que, de no rendirse los amotinados, los centros penitenciarios serían retomados por la fuerza.
Sendero Luminoso lanzó ese día una ola de asesinatos y atentados terroristas en Lima que costó varias vidas.
Negociaciones.- El gobierno envió una comisión negociadora formada por César Samamé, Augusto Rodríguez Rabanal y Fernando Cabieses, que llegó a las 16:30 a negociar a la cárcel de El Frontón. Dichas negociaciones no prosperaron.
El asalto.- A
las 17:15, al no prosperar las negociaciones, el jefe del grupo de
Fuerzas de Operaciones Especiales (FOES) de la Marina de Guerra del
Perú, a requerimiento del señor viceministro del Interior, Agustín
Mantilla, inició las acciones para retomar los penales. Las FOES se
encargarían de las demoliciones de algunas paredes de los penales para
así posibilitar la intervención de los elementos de la Guardia
Republicana del Perú.
El primer ataque se dio en la cárcel de mujeres, en donde la Guardia Republicana (sección en ese momento existente de policía encargada de la vigilancia de las cárceles y de las fronteras)
recuperó el control del penal relativamente rápido. Los policías
demolieron una pared y lanzaron gases lacrimógenos y paralizantes. En
dos horas los rehenes fueron liberados, resultando dos internas muertas.
El asalto contra la cárcel de la isla de El Frontón se inició a las 0:00, estando a cargo de la Marina de Guerra y de la Infantería de Marina peruanas. El director del penal, el juez y el fiscal dejaron finalmente sentada su protesta por la presencia de los marinos,
a quienes negaron autorización para actuar dentro del penal, declarando
que no se responsabilizaban por los resultados de esta intervención.
Mientras tanto, desde la isla de El Frontón, el viceministro del Interior aprista, Agustín Mantilla, anunció que la isla se encontraba bajo el control del Comando Conjunto, afirmando que había sido declarada zona militar restringida. También a las 0:00 llegó a Lurigancho
un escuadrón de la Guardia Republicana, que colocó explosivos alrededor
de la pared exterior del Pabellón Industrial de la prisión donde los senderistas tenían a un rehén. Entonces se inició el ataque conjunto de tropas de la Guardia Republicana y del Ejército peruano.
A las 3:00, después del ataque con fusiles y granadas que ocasionó un duro combate. Horas más tarde, los 124 senderistas atrincherados en el edificio yacían muertos.
El escándalo nacional e internacional frente a este crimen múltiple fue enorme.
El
presidente García visitó tardíamente el lugar de los sucesos,
declarando que sólo cabían dos posibilidades: "o se van ellos (los
autores del crimen) o me voy yo". Sin embargo nunca se hizo nada por
castigar a los culpables.
Conclusión.- Ante las graves acusaciones que se hicieron con respecto a la reacción de las Fuerzas Armadas, el Parlamento peruano,
en sesión conjunta, conformó una comisión que tuvo por objetivo la
investigación y el análisis de los sucesos ocurridos en los penales.
La comisión, presidida por el entonces senador Rolando Ames,
afirmó haber encontrado suficientes pruebas para acusar y exigir una
respuesta por las decisiones tomadas por el Presidente Alan García y su
Consejo de Ministros y determinar la responsabilidad política por estos
actos.
El
gobierno de García, sin embargo, otorgó impunidad a los autores de la
masacre. Inclusive, uno de los responsables del operativo llevado a cabo
por la Marina de Guerra del Perú en El Frontón, el vicealmirante AP Luis Giampietri Rojas, fue Primer Vicepresidente del segundo gobierno de Alan García.
Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú,
la matanza de las prisiones marcó un punto de quiebre en la política
antiterrorista del gobierno de Alan García, pues si hasta ese momento
había mostrado interés en frenar las violaciones a los derechos humanos
cometidas por las Fuerzas Armadas del Perú, tras los hechos de junio
de 1986, permitió e inclusive alentó la continuación de la represión
(de la cual uno de los hechos más sonados de estos años fue la masacre
de 30 campesinos en el poblado ayacuchano de Cayara)
Wikipedia
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DOS
VILMA AGUILAR FAJARDO
( Huanta 3.6.1930 Lima 7.5.1992)
Breve semblanza
Vilma fue impulsora del Grupo literario que estuvo reunido en torno a la revista “Narración”.
En su casa se gestó la revista y se preparaba su edición. Diagramó la
revista y colaboró en la distribución. Es autora del relato Señora Rapacha; publicado en la revista Tierradentro
Estudió
pedagogía en la Escuela Normal de San Pedro en Lima. En donde mostró su
inicial afición al canto. Luego estudió canto en el Conservatorio
Nacional de Música. Fue profesora de educación secundaria en la
especialidad de matemáticas en la Gran Unidad Escolar Francisco Antonio
de Zela de Tacna. Por iniciativa de Jorge Basadre, entonces Ministro de
Educación, fue trasladada a Lima. Continuó la docencia en el colegio
nacional Rosa de Santa María.
Fue
directora de la Escuela de Aplicación Felipe Huamán Poma de Ayala. En
dicha escuela hacían sus prácticas los estudiantes de pedagogía de la
Universidad Nacional de Huamanga. En la década del 70, correctora de la
revista “Pekín Informa”. Ya en Lima, integró el conjunto musical “Evocación Huanta”.
Vilma tuvo dos hijos y estuvo casada con el escritor Miguel Gutiérrez, autor de La Violencia del tiempo,
entre otras novelas. Su hijo mayor sobrevivió a la masacre ocurrida en
la isla prisión de El Frontón durante el primer gobierno de Alan García.
Sin embargo, fue torturado y fusilado extrajudicialmente. Es uno de los
tantos crímenes que permanecen aún impunes.
A
Vilma la detuvieron.... y fue recluida en Castro Castro (Canto Grande),
penal para delincuentes de alta peligrosidad. Su celda estaba en el
último piso y la compartía con Sybila Arredondo. Ambas eran las
prisioneras de mayor edad. Mantenían la celda pulcra, ordenada y
decorada con obras de artesanía peruana. Vilma formó y dirigió un coro
integrado por sus compañeras de prisión. La prisión no menoscabó su
espíritu generoso, alegre y optimista. Por eso siempre será recordada
con simpatía.
Las circunstancias de su muerte.
Lo
que van a leer es la trascripción del relato que grabó mi hijo Claudio
Rengifo Carpio en el presidio de Cajamarca el 5 de diciembre de 1997.
Este registro se hubiera perdido si no fuera por tres hechos
prodigiosos. Primero. Que Claudio sobreviviera a la masacre que ocurrió
en el Penal de Castro Castro en Lima. Segundo. Que el cassette escondido
en la barriga de un osito de felpa, que me entregó Claudio en el penal
de Cajamarca, se tornara impalpable. Pues, el policía revisor apretó la
barriga del osito y me lo devolvió. Y, tercero. Que el cassette
apareciera, recientemente, entre el revoltijo de mi biblioteca cuando lo
había dado por definitivamente perdido. (Las copias que saqué para tres
amigos, éstos las habían extraviado).
Bien,
ahora, quince de julio del 2007 he entregado a Claudio un cassette con
el registro de su testimonio, un disquete con las trascripción y el
texto impreso. Dicho texto es el siguiente:
Quiero
dejar testimonio y hablar de algo que tengo muy adentro. Nunca he
tenido la oportunidad de poder decirlo; justamente con la lectura de La Celebración de la novela
es que comprendí esta necesidad de comunicar a otras personas nuestras
experiencias con relación, sobre todo, en relación a Vilma que si bien
no es una persona que haya estado muy, muy cercana, siempre he tenido
fuertes lazos de afecto hacia ella.
Yo
la conocí a través de mi padre en un viaje que realizamos a Puno con
motivo de un encuentro, según recuerdo, de folkloristas, sociólogos y
músicos cuando se declaraba a Puno la capital del folklore peruano.
Y ella nos acompañaba en el viaje. Lamentablemente no pudo quedarse
mucho tiempo en Puno porque le afectó el soroche. Durante ese viaje tuve
mis primeras impresiones de ella que no fueron muy amistosas porque mi
padre le prodigaba tantas atenciones que, yo, como hijo me sentía
celoso; porque, qué pensaría mi madre por las atenciones que le
prodigaba mi padre a Vilma. Pero en el mismo trato comprendí
que era una persona muy sencilla en la forma de llegar al corazón de
cada quién. Los que nos llenamos de complejidades muchas veces no
sabemos comunicarnos bien con las personas, con el resto de nuestros
congéneres. Pero ella si tenía esa facultad de llegar al corazón de
todos con sencillez y alegría. Por eso es que hago este testimonio
referido a los sucesos que han marcado su muerte ocurrida en mayo de
1992 en el penal de Castro Castro a la par que esto también sirve para
poder dejar constancia de los hechos que ahí han sucedido.
Bien,
como les digo, nosotros, los de ese pabellón de presos acusados por
terrorismo, pabellón que agrupaba a personas que había sido vinculadas
al Partido Comunista del Perú sabíamos desde que Fujimori dio el golpe
de Estado el 5 de abril y disolvió el Congreso sabíamos a lo que
teníamos que atenernos que eso necesariamente tenía que significar una
intervención en los penales. Las cosas eran claras, entonces, se dijo a
las personas que no querían estar en el pabellón que tenían la entera
libertad para hacer sus trámites y los mismos delegados podían
apoyarlos; pero los que se quedaban, se quedaban sabiendo a lo que se
tenían que atener.
Bueno,
en la madrugada del día 6 de mayo ya estábamos avisados que habían
venido carros portatropas trayendo fuertes contingentes de policías. Ya
nadie pudo dormir, se les despertó a todos y se tomaron las medidas
preventivas del caso; como es, guardar los objetos inflamables, cerrar
las ventanas con bloques de cemento, con costales de arena. Esto ha
sido, relativamente a las tres de la madrugada. Pero no hubo ningún
ataque inmediato porque el primer hecho que detonó todo este
enfrentamiento que duró tres días fue cuando la policía dinamitó la
parte posterior del pabellón de mujeres, pabellón 1A. Eso debe haber
sido a las cuatro, cuatro y media de la madrugada. Esto para desmentir
que ellos han venido a decir que querían hacer un traslado y que
nosotros nos hemos opuesto. Por eso es que han tenido que recurrir a una
intervención violenta. Ellos ya sabían desde un comienzo a lo que
venían. Venían a matar.
Los
primero que hicieron fue dinamitar una pared sin hablar nada.
Inclusive, el nuevo comandante del penal Gabino Cajahuanca cuando
realizó una inspección acompañado con la Cruz Roja dijo claramente que
la única forma de ingresar a este pabellón, el pabellón de hombres, era
volando las paredes. Pero fue muy cordial con todos nosotros. Y nos
aseguró unas buenas relaciones entre la Dirección del penal y los
internos acusados por terrorismo. El inclusive compró objetos de
artesanía que nosotros hacíamos. Se paseó por nuestras instalaciones
acompañado por la Cruz Roja; pero sabemos ahora que fue para verificar in situ
como era el penal porque él mismo estaba en el operativo que terminó
con la destrucción de los pabellones 1A y 4B y la muerte como de 50
internos e internas. Bien, como les digo aproximadamente a las 4.15 de
la madrugada dinamitaron la pared posterior y entraron los policías con
fusiles automáticos y escopetas en sus primeras intervenciones. Lo que
ellos pensaban era dinamitar la pared y entrar corriendo para
sorprender, pero ya estábamos en sobre aviso. Dinamitan la pared pero no
pueden pasar corriendo, pero no pueden pasar porque el patio de acceso y
a los corredores interiores del primer piso estaban cerrados. Desde ahí
comienza el enfrentamiento.
Inicialmente
dispararon bombas lacrimógenas y perdigones. Los internos contestaban
con piedras. Ante la imposibilidad de poder entrar en un ataque que
habrá durado hasta las seis de la mañana, recién los policías deciden
hacer uso de sus megáfonos y conminar a los internos a rendirse y que
primero salgan las mujeres. Conminar a los internos a que depongan su
actitud. Posteriormente a esto, y ante la imposibilidad de poder seguir
avanzando, comienzan a hacer uso de sus fusiles automáticos y granadas
de guerra, también instalazas, eso les sirve de escudo para que
dinamiten la puerta de acceso a los corredores interiores. Las personas
que estaban ahí defendiéndose, suben al segundo piso y trancan las
escaleras. Paralelamente a ello, ese pabellón recibía disparos de los
pabellones contiguos que ya habían tomado posición la policía y en el
techo se había situado un fuerte contingente de policías que empezaron a
picar el techo para poder ingresar por arriba Se recibe un ataque
simultáneo por varios lados al mismo tiempo. De esto cabe señalar que
durante casi todos estos días que han pasado siempre se ha sentido esos
golpes de la comba en el techo que retumbaban en todo el pabellón como
si fuera un péndulo, péndulo que va contando los minutos de tu hora
fatal. Psicológicamente era como los sonidos de la muerte que se
acercaba poco a poco, se iba sintiendo que los cinceles horadaban el
techo; en cambio las balas y las bombas tienen un efecto distinto, crean
un fragor, crean un ardor de combate, no da miedo. En cambio el lento y
constante combiar y picar el techo era así una angustia pausada.
Pero
siguiendo con la historia... cuando ellos han tomado el primer piso a
la vez intentan entrar por los ductos del penal para ingresar a los
pabellones. Pero como lo internos ya estaban prevenidos, sorprenden a
los guardias. Tengo entendido que murieron guardias allí. Como les digo,
los internos estaban distribuidos por todo el pabellón. Inclusive,
posteriormente a ello, empuñan las armas que habían quitado a los
guardias que habían intentado entrar por el ducto se intenta retomar el
primer piso; se levanta el atrincheramiento de las escaleras y bajan los
internos disparando con las armas que tenían. Los policías de las DOES
salen huyendo, dejando sus armas y megáfonos. Pero los internos no
pueden salir a corretearlos porque del techo son contenidos. Allí mueren
internos al tratar de salir, no contaban que del techo les iban a
disparar. Durante todo este transcurso ya el pabellón está lleno de
gases lacrimógenos porque cuando los policías intentaron entrar por el
ducto se abrieron paso primero con gases lacrimógenos; al ver que no
podían ingresar, usaron gases paralizantes eso sí causó un grave daño
ente todos los internos. Entonces, ¿qué hicieron? Prendieron fuego a
todas las cabinas que tenían acceso a los pasadizos del ducto para que
no pudieran ingresar los policías. Se incendiaron todas las cabinas con
todo el material que hubiera como ropa, colchones, todo lo que estaba
adentro. Si usted ha estado en el penal Castro Castro sabe lo que son
las cabinas. Las cabinas son los ambientes que miran hacia el centro del
penal, hacia la rotonda. Son habitaciones con grandes ventanales que
para esas circunstancias estaban todos tapados con bloques de cemento.
Todos pusimos los colchones, la ropa, los víveres y los quemamos para
que no pudieran ingresar. Los policías trajeron una manguera de bombero
para apagar el fuego y siguieron metiendo más gases paralizantes. Ahí es
cuando son sorprendidos por la retaguardia por otros internos, logrando
desalojarlos.
Cuando
los policías ya tienen conocimiento de la pérdida de sus armas y de sus
bajas es que hicieron un ataque redoblado con artillería pesada. Se
situaron preferentemente en los exteriores y empezaron a bombardear el
penal inmisericordemente. Inclusive dispararon desde un helicóptero.
El
pabellón estaba lleno de humo y como todas las ventanas estaban
cerradas, el aire se filtraba por los agujeros de las balas. Muchas de
las ventanas tenían planchas de cama, nada más; que son de metal; pero
la traspasaban las balas. Por los huecos de las balas entraba el sol,
único rayo de sol que se dibujaba perfectamente en los pasadizos llenos
de internos que estaban negros por el humo, las explosiones. El ambiente
era gris, puedo hablar físicamente que el color era gris, pero había
mucha alegría en ese momento, mucha alegría en esas circunstancias
inclusive. No podría explicar de dónde sale esa alegría, pero esa
alegría, ese fragor te lleva más allá del temor de ti mismo.
Para
todo esto les puedo decir que en estas circunstancias Vilma se
encontraba en el tercer piso que es en donde estaba su celda. Yo supongo
que estuviera haciendo el papel que hacíamos todos, tratar de tapar los
huecos con lo que pudiéramos, ayudar a las personas heridas, de ordenar
las cosas, ubicar el vinagre, el agua y las antorchas que teníamos para
apagar las bombas lacrimógenas que pudieran ingresar. Cuando el
pabellón es bombardeado inmisericordemente y constantemente y como les
he dicho que todo el pabellón estaba prácticamente tapiado, no podíamos
ofrecer resistencia, los policías empiezan a demoler nuestros
pabellones; empiezan por el de mujeres: Ya habían abierto un forado por
el techo del 4to. piso. Habían capturado a algunas internas que no
pudieron escapar. Porque las perforaciones en el techo del pabellón no
fueron hechas en un solo sitio, sino en ambos extremos. Bueno al
tornarse la situación insostenible en ese pabellón, el 1A, se decide que
las mujeres vayan a los ductos para que se trasladen al pabellón de los
hombres (4 B) en el cual aún no se centraban los ataques. Los ataque al
pabellón 4B eran ataques distractivos. El ataque central estaba
dirigido al pabellón de mujeres.
Entonces,
viendo que los policías habían tomado el cuarto piso y el primer piso,
empezaron a picar el techo del tercer piso para ingresar por ahí. Las
mujeres buscan refugio en el pabellón 4 B. En esas circunstancias,
primero pasa un grupo mixto de reconocimiento para limpiar el camino que
iba a seguir el resto. Posteriormente, pasa otro grupo de hombres y
mujeres de unas 15 ó 20 personas. Ahí se plantea que van a pasar todas
las mujeres y posteriormente, los heridos y el resto de las personas.
Bien,
en mi caso iba a llevar a algunos heridos que estaba atendiendo. Vi que
Vilma había bajado al segundo piso donde yo me encontraba. Estaba
tranquila, muy seria, no con esa alegría habitual. Pero cuando le pasé
la voz ella sonrió como si el Sol hubiera salido detrás de la neblina.
Su cara, como se dice comúnmente, se iluminó con su sonrisa y también
iluminó mi corazón al verla sonreír. Porque su seriedad tal vez se debía
su pensamiento en las compañeras que habían sido capturadas por la
policía. Cuando abandonamos ese pabellón ya había varios muertos entre
los internos. Pero lo peor todavía no había pasado. Porque las bajas
mayores han sido en el paso de un pabellón a otro porque por todos los
forados que había en las defensas en los bloques de cemento, en las
planchas de los catres, en los costales de arena; en todos los
resquicios que habían provocado las balas; por esos agujeros los
francotiradores que estaban apostados en otros pabellones introducían
sus balas. Cuando había pasado el primer grupo, del cual ya he hablado,
como todas las cabinas que habían sido objeto de enfrentamientos estaba
revuelto todo; además, como ya lo he dicho antes, habían sido
incendiadas para evitar el ingreso, las cabinas del segundo piso estaban
hechas un desastre. Uno tenía que pasar rampando porque algunos bloques
de cemento y costales de arena estaban caídos y dificultaban el paso.
Tenían que pasar rampando para que los francotiradores no se percaten
del movimiento de lo que estábamos haciendo. El primer grupo y el
segundo grupo pasaron sin problemas. Cuando pasa el grupo numeroso de
mujer y ya había pasado la mitad no hubo ningún problema, todavía no se
habían percatado. Pero, como el camino estaba muy obstruido hasta con
cadáveres o no tenían práctica de rampar algunas se levantaron y
quisieron correr agachadas para ganar rápidamente las escaleras que
bajaban por el ducto al pabellón. Por eso los francotiradores se han
percatado y empezaron disparar a las mujeres por los agujeros con
granadas e instalazas. En esos momentos es que la compañera Vilma ha
recibido una bala. Porque ella también quiso levantarse y correr. Yo
estaba más atrás en medio del pasadizo con los internos que estaban
heridos y que tenía que trasladarlos. Vilma había ganado rampando
atravesar la cabina. Justamente en la puerta, entre la cabina y la
entrada al ducto, había varios cadáveres. Quizá eso hace que
psicológicamente una persona que ve a los muertos quisiera ganar las
escaleras. Las escaleras descendían y una vez que uno está abajo, ya
estaba a salvo. Ese trecho era peligroso. Una bala es más rápida que
cualquier movimiento. Quiso incorporarse como otras se incorporaron,
algunas de las que hicieron eso murieron, aunque otras no. Ella se
incorporó pero la bala la alcanzo, pero ella. Sentí que su cuerpo
recibió un choque lateral, el disparo venía por la izquierda, pero por
la misma inercia de su movimiento, siguió andando varios pasos y
desapareció de mi vista. Yo pensé que tal vez había caído o habría
seguido caminando. En ese momento no lo sabía, la vi y sentí una
angustia. Ella pasó entre las últimas de las mujeres. Empezamos a pasar
con los heridos. Ahí fue peor porque ya se habían percatado y empezaron a
arrojar granadas. Ya no se podía pasar por un buen tiempo. Ahí hubo
muchas bajas. La gente quería pasar rápido y otros no se podían pasar
porque estaban cayendo las granadas. Hubo un atolladero. Alguna gente
pasó corriendo y dejaron a los heridos regados en la cabina y los que
teníamos edad (¿?) tuvimos que cargar con ellos también. Cuando yo pasé
ya no estaba Vilma. Eso quiere decir que ha estado consciente y las
chicas que iban con ella, la han llevado hasta nuestro pabellón el 4B En
el pabellón tenía más cosas que hacer, ir recogiendo más personas; ya
no vi porque que los que estaban heridos eran llevados al segundo piso
donde era la sala de zapatería que tenía el nombre de Atreverse. También
los heridos eran llevados al tercer piso al fondo donde era la sala de
la biblioteca. No sé en cuál de los dos ambientes la habrán llevado a
ella. Lo cierto es que cuando han terminado de pasar todas las personas,
como yo me había quedado junto con otras personas a recoger a los
últimos heridos para pasarlos ya había oscurecido, serían las seis de la
tarde. Habríamos comenzado a pasar a eso de las tres de la tarde.
Cuando
era más de noche, serían las doce el pabellón 4B estaba totalmente
repletos de internos e internas y de objetos regados por acá y por allá y
el humo negro de la pólvora y los gases lacrimógenos. He pasado todo el
día cargando costales, armando defensas, cargando bloque de piedras, de
concreto; ya estaba bastante agotado cuando me dicen que tengo que ir
al tercer piso a bajar a los cadáveres de los compañeros que habían
muerto para ponerlos en el primer piso y para posteriormente ser
enterrados en lo que llamábamos Tierra conquistada. Era un terreno
baldío que quedaba entre el 4B y el 3B. Cuando subo a bajar a los
cadáveres, el tercero que bajé fue el de Vilma. Lo que sentí en ese
momento fue, más que todo, una profunda rabia. El sentimiento que más
tengo es rabia y dolor. La reconocí. Tenía un reloj puesto. Me dije
mejor me llevo su reloj como un recuerdo para siempre de ella. Pero tal
vez tuve un recato. Me dije: cómo voy a despojar a un cadáver, más aún
de una persona que yo conozco, que la estimo tanto. En ese momento
contradictorio decidí dejarlo. No sé por qué circunstancia tenía una
sola sandalia. Esa sandalia era del tipo que hacíamos en el penal.
Parecía.... algo mío. Por su expresión se nota que no ha sufrido para
morir. Su expresión era como si estuviera dormida, profundamente
dormida. Estaban sus manos, sus brazos a los lados de su cuerpo. Así la
subimos. Pusimos una frazada y la llevamos. Cómo serían las
circunstancias que este cadáver era como si me pesaran toneladas mucho
más que los demás. Se me escapaba la frazada de las manos. Las personas
que estaban en los pasadizos no me daban campo para avanzar porque el
espacio estaba repleto. Yo maldiciendo, maldiciendo para que abran paso.
Cómo no abren paso si está pasando un cadáver muy importante. ¡Está
pasando Vilma! ¡Yo la quiero tanto!
La
he dejado en el primer piso. Posteriormente he sabido que todos han
sido enterrados en ese sector que se llama Tierra conquistada. Es todo
lo que puedo decir de ella. Ahí la dejé. Después, los acontecimientos
siguieron, como todos saben, dos días más. Y ahora estoy acá para
contarles esta historia. Eso es todo.
(Claudio Antonio Rengifo Carpio)
Identificación y entierro de Vilma
Recibí
en mi casa una llamada telefónica anónima. Me comunicaron que la
prisión en donde estaba confinado mi hijo Claudio estaba siendo atacada
militarmente. Partí inmediatamente. En la plaza de Acho tomé El Loro,
único bus que conducía a Canto Grande. Y como siempre, atestado de
gente.
Las
inmediaciones del penal estaba acordonado por soldados que impedían el
paso. No solo a los familiares, sino a cualquiera que no fuera militar;
Fueron impedidos de ingresar miembros de la Cruz Roja, representantes de
organizaciones de Derechos humanos, quienes eran reclamados por los
sitiados.
Me
aposté en un promontorio para observar desde lejos. Ahí estaban
periodistas con teleobjetivos y familiares de los presos tanto de los
“comunes” como de los acusados por “terrorismo”.
La
resistencia del pabellón de hombres duró varios días. Para doblegarlos
las fuerzas armadas apelaron a especialistas en demolición y a vehículos
artillados. Amén de todo tipo de gases. El combate fue tremendamente
desigual, pero la resistencia fue heroica. Un oficial con altavoz los
instaba a rendirse. Incluso, habló también en quechua.
Los
familiares acampamos en el lugar. Se improvisó un recinto con esteras
para pernoctar y reunirse. Se organizó una olla común. Los rumores iban y
venían. A mí la impotencia me consumía.
En
una de las reuniones improvisadas de los familiares, un abogado -creo
que se apellidaba Terrones- que tenía a su hijo preso, dirigió la
palabra al grupo de familiares para conmemorar una de las efemérides de
Sendero Luminoso. Luego supe, que por esa intervención, se dio a conocer
y... hasta ahora figura como desaparecido.
En
la noche fui a la casa de mi amigo Miguel Gutiérrez y convenimos en
encontrarnos para ir temprano a Canto Grande. Ya en Canto Grande y en el
promontorio que estuve el día anterior, observé que por la ventana de
una de las celdas del cuarto piso salió volando al vacío el cuerpo de un
policía, luego de una explosión. En un momento parece que se cruzaron
los proyectiles de la policía con los de las FF.AA.
Todo
era traqueteo de FALs y estallido de bombas. Gases y humo por todas
partes. Yo creía que nadie saldría vivo. El arriamiento de las banderas
rojas de los pisos superiores a los inferiores indicaba que poco a poco
las FF.AA. iban posesionándose del pabellón 4B.
Al
día siguiente de la toma del derruido pabellón 4B fuimos a la morgue
del Jr. Huanta, al costado de la Facultad de Medicina de Universidad de
San Marcos. Percibimos varias cuadras antes de llegar a la morgue el
olor pútrido de los cadáveres en descomposición. Encontramos en la calle
una cola de familiares que esperaban su turno para ingresar e
identificar el cadáver de algún familiar. Nos acoplamos a la cola. Entre
los miembros de la cola estaba circulando de mano en mano una nómina de
los muertos; escrita a mano y sin fuente conocida. Ahí figuraba el
nombre de Vilma Aguilar Fajardo. También figuraba un Rengifo, pero no
con el nombre de mi hijo. Era de un infante de marina.
Cuando
nos tocó el turno de entrar a la morgue yo me hice el vano propósito de
retener la respiración. El hedor era insoportable. Los cadáveres de
varios días y el calor de la primera semana de mayo atizaban la
putrefacción. Algunas cámaras de refrigeración de la morgue estaban
malogradas y las que aún estaban operativas no eran suficientes para la
cantidad de cadáveres; y ni siquiera en las salas había el suficiente
espacio. La mayoría de cadáveres yacían desnudos apilados en el suelo
con los rostros hollinientos, terrosos y los cuerpo hinchados. Algunos
de ellos fueron desenterrados por la policía. Estaban irreconocibles.
Aunque
en un recodo de la sala de la morgue reconocí fácilmente la frágil y
agraciada figura de la abogada Elvia Sanabria tirada como una res en el
piso. Estaba cubierta únicamente por una breve trusa. Parecería que con
el chorro de una manguera le habían limpiado la suciedad de su cuerpo.
La conocí circunstancialmente en alguna de las visitas que le hiciera a
Claudio en el penal Castro Castro.
Ni
Miguel ni yo pudimos reconocer el cadáver de Vilma. Sin embargo, un
cadáver femenino cuya vellosidad púbica anunciaba senectud me hizo
deducir que podría ser el de Vilma, pues, era ella la prisionera de
mayor edad. Aunque volvimos a reingresar a la morgue, tampoco la
identificamos. Con nuestra frustración a cuestas fuimos a un local de la
Policía Nacional de Investigaciones en la Av. Aramburu para saber si
habían identificado a los cadáveres, pero fue en vano; no tenían su
odontograma. Regresamos a la casa de Miguel para localizar a Dimitri y
que nos ayudara en la tarea de identificación de su mamá. Dimitri la
identificó rápidamente por el reloj que portaba y que él se lo había
regalado.
En
la morgue los médicos y sus auxiliares no se daban abasto para
practicar las autopsias. Contrataron a unos borrachines de los
alrededores para que los ayudaran. Por la emergencia, entregaban los
cadáveres sin mucha formalidad a los familiares que lograban la
identificación. Su objetivo era deshacerse de los cadáveres cuanto
antes.
El
cadáver de Vilma me dio la impresión de haber recobrado vida cuando la
vi vestida, luego del tratamiento del personal de la agencia funeraria.
El ataúd fue trasladado al cementerio británico de Bellavista, un
cementerio acogedor, en donde se le incineró y quedaron depositadas sus
cenizas.
Concurrieron
los amigos íntimos y familiares. Al momento de depositar las cenizas,
Miguel leyó un discurso que lo había redactado poco antes de salir de su
casa. (Por su alta calidad literaria merece trascender el ámbito de la
intimidad). Al finalizar, Cecilia activó furtivamente, su tocadiscos
portátil. Escuchamos la voz de Vilma y, por un instante, creímos que no
había muerto. Luego, vueltos a la realidad, la oímos cantar el huayno Huérfano pajarillo. Una vez más nos conmovió. Y, ahora, de manera indescriptible.
Pasado
el tiempo la recuerdo como una mujer generosa y entusiasta. En mi
memoria tengo grabado su gesto y el tono de su voz cuando, en una
conversación en la prisión, se refería con ternura al que fuera su
esposo como Miguelito.
Vilma Aguilar Recibidos
EDGAR BOLAÑOS MARIN
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27-feb-09
Vilma
Aguilar fue una conocida nuestra de los años 70s. Nuestro amigo Antonio
Rengifo tuvo la gentileza de enviarnos la reseña de vida que les
estamos adjuntando. Ella como podrán conocer por la lectura de ese
archivo fue maestra en nuestra Unidad de Mujeres FAZ. Les dejo para que
disfruten de la lectura y se aproximen a una mirada más cercana a los
verdaderos hechos de nuestra historia, cargada de tragedias y luchas.
Un abrazo
Edgar
(Nota.- Miguel Gutiérrez falleció recientemente, 13 de julio del presente año)
TRES
Hace 30 años, la masacre del 18 de junio de 1986 fue premeditada y preparada con antelación. Un prueba, lo ocurrido con uno de los prisioneros. Oswaldo Arévalo Valderrama
había caído prisionero meses antes. Sometido a crueles torturas, quedó
tan grave que cuando terminó el “interrogatorio de inteligencia” no pudo
volver a sostenerse de pie. Tuvo que ser internado en un hospital (San
Bartolomé, donde antes había sido internado el Amauta Mariátegui acusado
de “complot comunista”, junio de 1927) Del hospital fue retirado un día antes de la masacre y remitido al penal de Lurigancho. Fue uno de los cerca de 300 masacrados por el sistema dominante.
Y los prisioneros de la isla El Frontón fueron acusados de “estar cavando un túnel” ¡para escapar al Callao! Cayeron cañoneados por la Marina de Guerra.
El
presidente de turno, Alan García, se lavó las manos declarando no ser
responsable de lo ocurrido y, respecto a los culpables, que “o se van
ellos o me voy yo” Sin embargo, después postuló y logró su segundo
período presidencial. Y esa miseria humana, recientemente ¡hasta
pretendió un tercer periodo! Así es la política criolla.
Seis años después, 7 de mayo de 1992,
ocurrió otra de las tantas masacres perpetradas por el sistema
dominante. El relato, felizmente rescatado, muestra en todo su horror la
sevicia de los “defensores de la democracia” Finaliza: “Pasado el
tiempo la recuerdo como una mujer generosa y entusiasta. En mi memoria
tengo grabado su gesto y el tono de su voz cuando, en una conversación
en la prisión, se refería con ternura al que fuera su esposo como
Miguelito” Si, así era Vilma.
Vilma Aguilar Fajardo
está fielmente mostrada en el relato de la masacre. Además, fue de los
primeros usuarios del computador, que en ese entonces sólo lo tenía la
empresa IBM; y era de los que ocupaban toda una oficina, usaban tarjeta
perforada y trabajaban a elevadas temperaturas. En él redactó sus tesis
de grado, demostrando su capacidad intelectual; algo ejemplar para los
que la conocían y acompañaban.
El presidente de turno, Alberto Fujimori, había impuesto el fujishock
neoliberal y cerrado el Congreso. Sin embargo, después de múltiples
masacres, esterilizaciones forzadas, postuló y logró su segundo período
presidencial. Al final huyó del país. Y esa miseria humana ¡hasta pretendía un tercer periodo! Así es la política criolla.
Entonces, ¿cuál es el camino a seguir? Como señalara JCM:
Desde
1918, nauseado de política criolla -como diarista, y durante algún
tiempo redactor político y parlamentario conocí por dentro los partidos y
vi en zapatillas a los estadistas- me orienté resueltamente hacia el
socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado
de decadentismos y bizantinismos finiseculares, en pleno apogeo todavía.
(10 de enero de 1928)
|
Entonces, el camino es: ¡NAUSEARSE DE POLÍTICA CRIOLLA!
¡Así de simple!
Ragarro
18.07.16
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
18 de julio de 2016
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