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26 de marzo 2018
Pueblo – Mestizo - Revolución
¡ESE ES PAPA CON AJÍ!
En
nuestra bella y encantadora sierra las leyendas y los cuentos en los
andes se transmitían de padres a hijos, y así sucesivamente generación
tras generación. Así fue como me enteré de esta historia, como todas
anónimas y sin autor. Su escenario, los linderos de una comunidad.
Se cuenta cuando un joven comunero, después de duro trabajo comunal y en sus sementeras en el pueblo, prepara su atado para viajar al maizal de su comunidad que está lejos y en
el valle cálido de una de las tantas quebradas andinas. Tierra prodiga
para el sembrío del maíz y árboles frutales. El joven comunero parte del
empinado ande del terruño, cuesta abajo, a regar los maizales. El calor
del sol es sofocante a medida que se va bajando de la altura al llano.
Jadeante el joven, llega a su sementera y siente aprisionado el corazón
al ver a sus maíces con las hojas encogidas por falta de agua. Presuroso
abre los portillos de la acequia, como quien tiene que salvar una vida,
distribuye el agua raya por raya del maíz y se dibuja una sonrisa en su
curtido rostro al ver cómo las hojas del maíz se extienden y reverdecen
al tomar el agua. El sembrío se alegra y sonríe en él. La preocupación
había pasado y la cosecha sería buena.
Llega
la noche, y con ella la inquietud de la pasión. Piensa en la mujer que
ha dejado en el pueblo. Su rostro se pone sereno como la piedra. Cada
vez más la pasión del corazón le empuja y le dice “vaya ahora mismo al
pueblo”. Se levanta, coge su poncho y se pone cuesta arriba, camino a su
comunidad. Cuanto más avanzaba, más sobrecogido se sentía por la imagen
del encuentro con su amada. Estaba al filo de la media noche cuando
ingresó a la hondonada de la quebrada y a donde no llegaba los rayos de
la luna, cuando de pronto ve a lo lejos caminar en sentido contrario,
entre claro y oscuro, la figura de una persona. No le interesa. Sigue
caminando con el pensamiento dominado por la amada. Ambos muy cerca, el
joven levanta la cabeza y reconoce en aquella figura a su amada. Era
ella, sin duda. El mismo traje y la misma manta cajonada que ella se
ponía para agradar al amado. Emocionados se abrazan, pero la mujer no se
deja ver la cara, la tenía tapada con la manta. Ella traía un canasto.
Le invita al joven sentarse y tiende sobre el suelo un mantel donde pone
la cancha, la papa, el charqui. Come el joven frugal y contento; de
pronto mira a uno de los costados de la mujer y ve que ésta no comía
sino que tiraba la comida al suelo. Sorprendido el joven comunero
observa más y ve que por el traje de la mujer asomaba dos patas fuertes
con uñas muy largas, como la del buitre. No era humano. Su corazón
sintió una desazón de muerte e intento escapar, pero el diablo
convertido en buitre no le dejó. Ambos lucharon. El joven por salvarse y
el diablo por llevárselo. En eso, en pleno largo combate, ambos
escucharon el canto de la pichaucha, que anuncia el amanecer. El diablo
buitre exclama con menosprecio: “ese es papa con ají”. Y siguió la
pelea. Entonces canta el gallo anunciando los primeros reflejos
plateados del sol detrás de las cordilleras, y el diablo exclama: “ahora
si me venciste”. Alza el vuelo y se va. El joven comunero, cansado y
jadeante llega a su pueblo. Se echa a dormir y no despierta más.
Héctor Félix D.
21.03.18
Nota.-
Con esta bella historia dramático-trágica se simboliza el hondo drama
del hombre peruano después de la conquista: el mestizo. Su conciencia,
el ágora donde luchan dos ideas, dos credos, que no se dan tregua. Por
un lado, el credo del Perú antiguo: el Sol y la posesión colectiva de la
tierra o mama pacha; y por otro lado, el credo nuevo, el demiurgo
traído por los conquistadores españoles: Dios, el catolicismo y la
propiedad privada de la tierra. En medio de estas dos realidades
contrapuestas nace el mestizo, anulado por ambos; por eso, el Amauta JCM
observaba al respecto, en uno de sus profundos comentarios al libro de
Cesar Falcón “El Pueblo sin Dios”, con estas palabras: “Pueblo del que
no puede decirse que es conservador, porque su espíritu no está honda,
vitalmente adherido a nada. Pueblo al que, por esta misma razón, le
costara un esfuerzo terrible llegar a ser revolucionario. Porque el
revolucionario es en último análisis, un ordenador; y solo los pueblos
donde se da una fuerte fibra conservadora, se da también una verdadera
fibra revolucionaria” (JCM, COC, tomo 11, pag.204)
Aclaración.
Pichaucha,
ave americana campestre, de alegre canto mañanero en los andes. Entre
muchos, el elemento material de nuestra tradición incaica.
Gallo,
ave de corral, doméstico, vino a América con los españoles. Es también
entre muchos, el elemento material de nuestra tradición española.
Héctor Félix D.
COLECTIVO PERÚ INTEGRAL
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