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DESILUSIÓN BICENTENARIA
Escribe: Milcíades Ruiz
El 29 de diciembre de 1820, el Marqués De Torre Tagle, como máxima autoridad de la intendencia de Trujillo, en cuerdo secreto con San Martín, proclamó solemnemente la independencia del Perú. En aras de la independencia, traicionó al rey y al virrey que le había dado el cargo. Llegó a ser el primer presidente constitucional y acabó trágicamente huyendo de Bolívar, que lo acusó de traición.
El apoyo de Torre Tagle, fue clave para los planes de San Martín establecido en Huaura, al tener cubierta la retaguardia hasta la frontera con el virreinato de Nueva Granada, a la que llegaba la intendencia de Trujillo, y también para recibir apoyo militar, dinero, alimentos y abastecimiento de guerra. San Martín confiaba en Torre Tagle y por eso, lo dejó a cargo del país cuando viajó a Guayaquil a entrevistarse con Bolívar.
Como se sabe, en setiembre de 1922, San Martín se retiró del Perú, muy amargado por las deslealtades de los liberales criollos y harto de la campaña contrarrevolucionaria que lo tildaba de tirano ambicioso de hacerse rey. Lo hizo dejando instalado el congreso constituyente que nombró una Junta gobernativa integrada por La Mar, general realista convertido en patriota extranjero, el general Felipe A. Alvarado y el Conde de Vista Florida Manuel Salazar y Baquíjano
Ausente el protector, el poder quedó en manos de los criollos liberales y aristócratas resentidos contra la expedición libertadora. Pero, mientras los gobernantes se enfrascaban en los debates sobre el modelo del régimen a seguir, el país estaba a la deriva sin orden social. Había anarquía de gobierno e incertidumbre. Entre tanto, las tropas realistas se aprestaban a regresar a Lima con el beneplácito de la contrarrevolución que le brindaba apoyo.
Ante esta situación, otro general extranjero, ex realista convertido en patriota, Andrés de Santa Cruz, promovió el primer golpe de estado en Perú, obligando bajo amenaza al Congreso, a nombrar como presidente a José De la Riva Agüero, el 27 de febrero de 1823. Luego el Congreso reaccionó y eligió formalmente a Torre Tagle como presidente constitucional ilegalizando a Riva Agüero. Ante la inminente llegada a Lima del ejército realista, el gobierno buscó refugio en el Callao y Riva Agüero se trasladó a Trujillo.
Desde allí, trató de disolver el congreso y buscar un entendimiento con el ejército realista como lo tenía planeado. En esta situación de anarquía llegó Bolívar en setiembre de 1823, a un año de la partida de San Martín. En noviembre se supo que Riva Agüero propuso a los realistas una rendición total, ofreciendo establecer un reino bajo un príncipe español escogido por Fernando VII, con una regencia provisional bajo La Serna, y basada en la constitución española.
Bolívar trató de llegar a un trato con él, pero pudo más sus pretensiones que lo llevaron a la traición a la patria. El general Antonio Gutiérrez De la Fuente, que se había puesto bajos sus órdenes en Trujillo, fue testigo de este flagrante delito y lo depuso el 25 de noviembre de 1823, enviándolo a prisión. Tuvo las pruebas documentarias y esta es su versión:
“Después de varios días de la incertidumbre consiguiente a las noticias vagas, y poco seguras, que se vertían, y al murmullo de especies sueltas, y contradictorias que con misterio se comunicaban, apareció en el puerto de Huanchaco, el 29 del mismo junio, D. José de la Riva- Agüero, Presidente de la República, y dio al de este departamento las órdenes necesarias a su desembarco y traslación, sin que hasta este tiempo se tuviese una noticia exacta, de que la representación nacional hubiese resuelto situarse en esta capital, ni menos llegado al indicado puerto.
Hasta este momento no penetré los planes del poder ejecutivo, ni me impuse de las acaloradas desavenencias que existían entre él y el cuerpo legislativo: en el puerto mismo, a muy pocos instantes de haber puesto a las órdenes del Presidente Riva Agüero la fuerza de mi mando, y a presencia de vanos jefes militares, y de otros funcionarios públicos, propuso la disolución de la representación nacional abordo de los mismos buques que la conducían; siendo este el primer dato seguro que tuve de la traslación del cuerpo legislativo. Sorprendido por una proposición que estaba muy distante de esperar, y cuyo origen ignoraba en su mayor parte, así como la legitimidad con que pudiera adoptarse, me opuse a ella con firmeza, y pude, ayudado por el general Herrera, disuadir al presidente de un proyecto que creí inconsulto y violento, y cuyos funestos resultados se me presentaron en aquel instante.
(…) en una de las conversaciones privadas que en la Villa de Santa tenia conmigo D. José de la Riva Agüero, olvidando mi decisión, mi patriotismo y honradez, me sorprendió proponiéndome, que nos convenía más sujetarnos a los españoles, que unirnos con desaire a los auxiliares, de quienes todo debíamos temerlo:
(…) En el curso de la negociación, que produjo este tratado, se me anunció que Riva-Agüero lo tenía tiempo antes con el ejército español, a quien había resuelto entregarse; pero yo que nada más sabia que aquella pequeña insinuación, que creí parto de un acalorado resentimiento, y no un proyecto ya adoptado; me resistí a persuadirme de que hubiese un hombre tan malvado que tratase de entregar a sus enemigos, los mismos que lo sostenían, y que acaso habrían imprudentemente derramado su sangre por él: más mi asombro fue inexplicable cuando S. E el Libertador me hizo presentar la comunicación interceptada que aparece en el documento núm. 3. Monumento execrable de la perfidia, y la prueba más negra de que nada hay que arredre a los malvados cuando la ambición los dirige, y los intereses personales los gobiernan”. (Gutiérrez de la Fuente: “Manifiesto que di en Trujillo en 1824 sobre los motivos que me obligaron a deponer a D. José de la Riva-Agüero, y conducta que observé en ese acontecimiento”)
Este fue el primer presidente que tuvimos a inicios de la república bicentenaria que los descendientes de colonialistas se aprestan a celebrar. Pero allí no acaba el drama. El Congreso, dejó de lado la constitución y otorgó amplios poderes dictatoriales a Bolívar a fin de que ponga orden a tanta anarquía. En vez de un protector, ahora se tenía un dictador, y así procedió dejando de lado al gobierno de Torre Tagle.
Durante dos meses Bolívar estuvo inactivo en Pativilca, postrado por su tuberculosis. El país quedó indefenso ante el ejército realista acercándose a Lima. Torre Tagle envió a su ministro de guerra, Juan Berindoaga y Palomares, a negociar un acuerdo con los realistas. Bolívar no estaba opuesto a una tregua, que le hubiese dado tiempo para que llegasen los 8,000 refuerzos colombianos que había ordenado, pero las tratativas fueron más allá a espaldas del dictador. (Basadre, Historia de la república, 1: 77-78).
Se supo que un comisionado de Torre Tagle viajó para avisar a los realistas que habían tomado la ciudad de Ica, que el presidente quería unirse con los españoles a fin de resistir al usurpador colombiano Bolívar. La discordia se convirtió en enfrentamiento y en marzo de 1824, Torre Tagle lanzó el siguiente mensaje:
“Peruanos: Bolívar es el mayor monstruo que ha existido sobre la tierra. Es enemigo de todo hombre honrado, de todo el que se opone a sus miras ambiciosas. El ejército nacional os ofrece una constante seguridad, a él se han acogido las primeras autoridades, los hombres más respetables del País.
Hombres de todas clases que habitáis el Perú, uníos y venid a salvar un territorio que Bolívar quiso convertir en desierto”.
Era claro que al llegar a Lima el ejército realista, tendría el apoyo de Torre Tagle. Bolívar, entonces ordenó el arresto de este, del vicepresidente Aliaga y del ministro Berindoaga. Estos, sabían que serían fusilados por traición y optaron por huir. Buscaron refugio en la inexpugnable fortaleza del Callao, en poder del brigadier realista José Ramón Rodil.
Los realistas tomaron Lima, recogieron todo lo que podían y se marcharon a la sierra dejando sin protección a los criollos que brindaron su apoyo. Las fuerzas patriotas derrotaron a los realistas en Junín y Ayacucho quedando al fin el país liberado de las tropas enemigas en diciembre de 1824. El miedo a las represalias y fusilamientos se apoderó de los colaboradores y traidores. Se afirma que unos 3,800 contrarrevolucionarios entre aristócratas, comerciantes, congresistas, y demás colaboradores, se refugiaron en dicha fortaleza, que fue sitiada por los patriotas.
El hacinamiento era problemático para alojar y alimentar a tantos refugiados, prisioneros y soldados. Había allí, más de seis mil personas. Para remate, hubo contagio de escorbuto y tifus que mató a miles. El ministro Berindoaga, intentó escapar disfrazado de pescador, pero su embarcación cayó en manos de una patrulla patriota. Fue fusilado por traición a la patria en la plaza principal de Lima, el 15 de abril de 1826. La misma suerte les esperaba a los demás refugiados.
Unas 200 personas fueron ejecutadas por Rodil bajo el cargo de conspiración para reducir población. Las provisiones pronto se agotaron. Poco a poco, 2,380 refugiados civiles fueron desalojados quedando a tiro de ambos bandos al no poder regresar. Después de mayo de 1825 solo se dieron alimentos a los empleados, soldados y colaboradores. Los refugiados comieron caballos, mulas, gatos, perros, hasta que ni eso había. La gente moría por inanición.
Cuando Rodil se rindió en enero de 1826, sólo quedaban unos 400 sobrevivientes. Torre Tagle, murió a los nueve meses del sitio, como también su esposa e hijo. El vicepresidente Diego de Aliaga y su hermano Juan de Aliaga, conde de San Juan de Lurigancho también murieron con la peste, como el conde de Villar de Fuente, ex gobernador de Lima. La misma suerte corrió el conde de San Isidro y otros firmantes del Acta de la Independencia.
Así terminaron sus días, el primer presidente de facto y el primer presidente constitucional de la república. Ambos, traicionaron sus ideales. Pero no fueron los únicos presidentes traidores a la patria, a lo largo de dos siglos de gobierno de los descendientes de los colonialistas. El entreguismo de parte de nuestro territorio y de nuestras riquezas, también es traición a la patria. Las concesiones de obras y servicios básicos a empresas extranjeras por parte de presidentes corruptos también lo son.
Esta es la historia del bicentenario. Pero todo está guardado y el día que estalle el desborde social de los traicionados, quizá no habrá fuerza que contenga la ira popular. Es un principio natural de la predominancia dialéctica. Todo tiene un límite de aguante, hasta que la resistencia se rompe causando estragos. La actual crisis múltiple elevará indudablemente el conflicto social y el torrente podría arrasar las defensas del sistema, si no hay salida. Pero dejará limpio el cauce para una nueva edificación.
Diciembre 20/ 2020