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La Escena Contemporánea del Perú actual.
EL VALLE DE AÑASMAYO
Y
SUS COMUNIDADES CAMPESINAS
Breve repaso de su génesis.
Para quienes no están enterados aún, El valle de Añasmayo es la fuente de vida regado por las aguas del rio del mismo nombre, que a modo de un frente natural, une a los puquiales que bajan por las quebradas andinas llevando la paz y la alegría a la vida de las comunidades campesinas de: San Cristóbal de Rauma-Capia; San Luis de Chaupis- La Perla; San Agustín de Pariac-Huayopampa; San Pedro de Huandaro-Llancay; San Juan Bautista de Sumbilca-Piscocoto; San Pedro de Pallac y San Salvador de Pampas-La Florida. De las siete comunidades nombradas, seis abrevan del rio Añasmayo, a excepción de Pampas, que están muy distanciada del valle. Todas estas comunidades están ubicadas en las alturas andinas de la Provincia de Huaral- Región Lima.
Estas comunidades descienden directamente del Ayllu ancestral del Tawantinsuyo. Su mestizaje con los conquistadores de España, pálidamente se refleja en su alma en el credo y sus creaciones de Iglesias; en lo material, en los nuevos cultivos y ganadería venidos de occidente, pero asimilados por su espíritu indígena, solidario, cooperador, en el trabajo de la colectividad comunal. Lo que palpita en lo más hondo de su subconsciencia que aflora sin que se dan cuenta, es el alma o espíritu indígena milenario del Ayllu. Es este hecho psicológico, o como se llame, lo que sobrevive en ellas del Ayllu ancestral.
La Conquista española y el Ayllu.
Con la conquista española, el Aully, de célula económica altamente constructiva en el Tawantinsuyo, se petrifico en la desmoralización y la fatiga mental en un orden extraño, ajeno, que los conquistadores españoles trajeron del feudalismo europeo. El indígena, cual un alma convertida en piedra, sufrió estoicamente los vejámenes de la conquista, ya en la mita (trabajo de esclavo en las minas), ya en el pongage (muchacho, mandadero esclavo) en la casa hacienda del terrateniente feudal español.
Los ayllus fueron reducidos a la categoría de esclavos con la norma de “las reducciones indígenas”, creados por el poder de los conquistadores occidentales. De este ambiente enrarecido del alma indígena y neutralizado la alegría en el trabajo de Minga, salieron lo que después se llamó “Comunidades Indígenas” y adulterado su denominación original con el anticipo de “San”, como, por ejemplo: San Agustín de Pariac o San Luis de Chaupis, etc. Se nota ahí claramente la imposición del credo cristiano feudal que dice: todos unidos en el sufrimiento y todos divididos en la carestía y el hambre. Y así, hasta nuestros días, continúan las comunidades campesinas del Perú Profundo, ya en su casi extinción.
La republica de la independencia no modifico en nada a aquella realidad asfixiante de pobreza y extrema pobreza de las comunidades campesinas a nivel nacional. Demás esta incidir sobre este punto por cuanto para cualquier observador realista, este hecho actual está más claro que el agua cristalina.
Un Hecho Aleccionador en el Valle de Añasmayo.
Hasta 1970, del siglo pasado, las comunidades del valle de Añasmayo solo cultivaban para comer en familia, es decir, para los entendidos en economía, era una economía doméstica, que solo servía para malcomer, siempre sujeta a la voluntad del tiempo y el clima. Los comuneros en tiempos que no había cosecha de sus cultivos, migraban a la costa para alquilarse como braceros en la paña de algodón en las haciendas, como Huando, Retes, en Huaral. Sujetos como peones vivían, mientras duraba el tiempo del trabajo en la Hacienda, en los galpones de adobe y esteras, donde pernoctaban todos, varones y mujeres que trabajaban para el hacendado. Los mismos peones campesinos llevaban de su pueblo los cueros de carnero u oveja y mantas para cubrirse durante la noche fría de la costa. Y las comidas, lo recibían en “portolas” (envase de lata de los atunes) o en su palas o lampas. Sus comidas, un camote, yuca, arroz con frejol. Terminado el trabajo en las haciendas costeras de algodón, los campesinos volvían a su pueblo, llevando, como ellos decían “algunas cositas de la costa para los hijos”. Si penoso era su estadía en los galpones, lejos de su querencia, más dramático aún era su regreso a su pueblo, pues algunos regresaban contagiados por la tuberculosis, que en ese tiempo era muy temido, pues lo consideraban una condena a muerte segura, no tenía cura.
El Cambio de 1970 a 1990
En 1960, la Comunidad de San Agustín de Pariac, más conocido hoy como San Agustín de Huayopampa, da los primeros pasos en el valle en el cultivo de frutales, pues Huayopampa es un lugar privilegiado por su clima cálido, yunga, casi costero, para las plantaciones de una variedad de frutas. Comenzó con las manzanas, paltas, pero fue con el Melocotonero o el Melocotón, como influyo masivamente en el cambio de la producción en el valle de Añasmayo. Huayopampa asimila la técnica moderna en el cultivo agrícola del melocotonero. Deja de ser una economía doméstica para convertirse en una economía mercantil, para el mercado, pues su producción es grande y su calidad muy buena, en color y en sabor, como orgullosamente recuerda el comunero.
La técnica moderna, aplicado a la agricultura, hace del campesino huayopampino, un trabajador organizado, disciplinado. Aprende a sopesar el tiempo como usar oportunamente el clima para su aplicación. Está prohibido dormirse, el que duerme pierde.
Este hecho notorio del cambio en Huayopampa, se expandió como un incendio cogiendo a todo el valle. Capia-Rauma; Llancay - Huandaro; Piscocoto- Sumbilca; Pallac y La Florida-Pampas, comienzan a cultivar el Melocotonero guiado y dirigido por la nueva técnica moderna en el cultivo. Todas estas comunidades que habían dormido en el atraso de la pobreza y extrema pobreza por siglos, despertaron como si hubieran visto por primera vez la luz del día.
Del 70 al 90, del valle salía durante todo el año para el mercado de Lima, toneladas de melocotón transportados por grandes camiones, tráileres, ya de noche, ya de día. De Lima, salía el melocotón al norte y al sur del país. Jamás se había visto tanta bonanza en el valle. Todas las comunidades vieron elevados su vida económica y mejoro notablemente la educación de sus hijos; muchos de ellos, hoy profesionales en las diferentes especialidades que una ciudad le franquea. Aquí es donde se ve claramente que se puede entender por “crecimiento económico” producido por los mismos productores en provecho propio, de su desarrollo socio-económico. La causa es directa y el efecto, también es directo.
Esta formidable fuerza económica del valle nos induce a creer que es propio de una gran Cooperativa de Producción, sin serlo. Lo que los unió providencialmente, fue el producto, en este caso concreto: el Melocotonero. Esto, apenas es un modesto ejemplo, pero grandioso, en medio de condiciones adversas a toda modernización de la producción agrícola imperante hoy en el país.
Hoy, que esta bonanza termino y las comunidades del valle volvieron a ser lo de antes, separados, y en proceso de extinción (economía doméstica), bueno es adelantar una observación sobre lo que les deparará el mañana. Y creo que el mañana, de acuerdo con lo vivido y la experiencia ganada, le propondrá devenir en Cooperativa de Producción Moderno, no se vuelve atrás, se va hacia adelante como el tiempo.
Este pequeño escorzo de experiencia hacia el futuro del progreso de la agricultura moderna, es también una gran experiencia de cómo opera la liberación de las fuerzas productivas en manos de sus propios actores, cuyo objeto es la Reivindicación del TRABAJO y por ende, la aplicación de LA ESCUELA DEL TRABAJO(EDUCACION) y la SALUD, físico-mental (mente sano en cuerpo sano). En pocas palabras, el hombre integral, por cuanto será él, el que trabaja y se responsabilice de la administración de lo producido. Todo trabajo manual, es trabajo intelectual y todo trabajo intelectual, es trabajo manual.
Héctor Félix D.
14.11.25
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